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El peor trabajo del mundo: quemados por el covid, los alcaldes de EEUU tiran la toalla
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Abandono de alcaldes clave

El peor trabajo del mundo: quemados por el covid, los alcaldes de EEUU tiran la toalla

Los alcaldes se han enfrentado a la pandemia, la debacle económica, la mayor ola de protestas raciales en medio siglo y un aumento del crimen hasta niveles de la década de los noventa

Foto: Gas lacrimógeno en Atlanta durante una de las protestas por la muerte de Floyd. (Reuters)
Gas lacrimógeno en Atlanta durante una de las protestas por la muerte de Floyd. (Reuters)

No debe de ser fácil ser alcalde de una gran ciudad. Las tareas y los presupuestos son inmensos, y los constituyentes, con sus emergencias y demandas, están muy cerca: en el día a día. Los alcaldes no tienen la distancia imperial de un presidente o incluso de un gobernador. Sus responsabilidades empiezan en el umbral de sus despachos. Y no ha habido un año como el último, donde se han mezclado, con una virulencia sin precedentes, una pandemia, una debacle económica, la mayor ola de protestas raciales en medio siglo y un aumento del crimen hasta niveles de la década de los noventa. Los alcaldes están cansados, y muchos han renunciado, simplemente, a repetir en el cargo.

“Hoy está muy claro, para mí, que este es el momento de pasar el testigo a otra persona”, declaró la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms, a principios de mes. Bottoms anunciaba así que no se presentaría a la reelección el próximo mes de noviembre. Bottoms citó la letanía de problemas a los que se ha tenido que enfrentar estos tres años: además de un ciberataque y una investigación federal sobre la presunta corrupción del anterior alcalde, estaban la pandemia, las protestas y los disturbios, y el hecho de que había, dijo, “un loco en la Casa Blanca”. Una amistad suya, citada por 'The Atlanta Journal-Constitution', añadió también la desmoralización. El hecho de que la alcaldesa “ya no tenía su corazón en ello”.

Foto: Imagen de las protestas antirracistas en Portland (Oregon, EEUU). (EFE)

La decisión de Bottoms, que aún no ha terminado ni su primer mandato, ha cogido por sorpresa, pues se trataba de una de las “estrellas ascendentes” del Partido Demócrata. Una dirigente popular que llegó a ser barajada por Joe Biden como candidata a la vicepresidencia. Rumores recientes decían que Bottoms se presentaría a las elecciones a gobernadora, pero no es así. Ni siquiera estaba interesada, como ella misma ha confirmado, en una oferta que le llegó del gabinete Biden.

Atlanta es la ciudad más importante del sureste de Estados Unidos; la sede, entre otras muchas empresas, de CNN, Coca-Cola, UPS, Home Depot o Delta Airlines, y la considerada vanguardia de la cultura nacional afroamericana. Una ciudad que solo ha tenido alcaldes negros desde 1974. Aun así, 2020 ha sido aciago, los homicidios han aumentado un 60% desde entonces y la popular Bottoms ha decidido dejar su etapa de regidora en un único mandato.

Sigue así la estela de otros alcaldes y alcaldesas de grandes ciudades. La demócrata Lyda Krewson, primera alcaldesa de San Luis, anunció el pasado noviembre que tampoco se presentaría a un segundo mandato y que se retiraba de la política. Entre otros motivos, las cuentas de la ciudad están secas por causa del covid, y los homicidios han salido disparados.

Foto: El presidente estadounidense, Joe Biden. (EFE)

La alcaldesa de Seattle, Jenny Durkan, que también empezó su mandato recientemente, en 2017, ha anunciado que no va a buscar un segundo. “Este ha sido un año duro, y ha sido un año duro a todos los niveles, incluido el de las rebeliones por los derechos civiles, el ajuste de cuentas raciales y cómo desempeñamos la actuación policial”, dijo Durkan el pasado diciembre al comunicar su decisión. “Y creo que todos nosotros hemos aprendido bastantes lecciones de este año”.

Entre otras cosas, el verano pasado, los activistas montaron en el centro de Seattle, sacudido por fuertes disturbios, el llamado CHAZ, acrónimo en inglés de 'zona autónoma de Capitol Hill': una autoproclamada república anarquista. El espacio llegó a ocupar seis bloques de edificios durante casi un mes. Durkan pasó por allí y dijo haber percibido “una atmósfera de fiesta”. Sus palabras no sentaron bien a los testigos que describieron a la prensa los enfrentamientos continuos y las bandas de enmascarados que rondaban por la zona rompiendo las ventanas de los negocios.

La regidora demócrata esbozó, durante su anuncio, el mismo problema que otros: no se puede lidiar con tantos incendios y, al mismo tiempo, hacer campaña. “Creo de verdad que no puedo emplear todo mi tiempo en hacer campaña por el puesto y desempeñar el puesto. Creo que necesito centrar mis energías en desempeñar el puesto”.

Foto: El presidente Trump amenaza al gobernador de Washington y a la alcaldesa de Seattle (EFE EPA/Yuri Gripas)

Otros regidores no han tenido que tomar esta decisión. El alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, está en su octavo y último año al frente de la ciudad más grande de Estados Unidos. La ley no le permite presentarse de nuevo. Pero, si se lo permitiera, es poco probable que De Blasio continuase mandando. Hace algo así como un año que es imposible escuchar nada bueno del italoamericano, que en 2019 lanzó una campaña presidencial que desaprobaba el 76% de los neoyorquinos y que desde entonces no deja de dar pasos aparentemente incomprensibles.

Hace una semana, De Blasio apareció vestido, en una de sus conferencias, como un turista disfrazado de fan del equipo de baloncesto de los Brooklyn Nets. Quería convencer, a quienes todavía no se han vacunado, de que se pusieran la inyección a cambio de entradas para ver un partido. Pocos días antes, De Blasio anunciaba un acuerdo parecido con la cadena de hamburgueserías Shake Shack. Comiendo, durante su comparecencia, unas grasientas patatas fritas.

Son detalles que solo tendrían una importancia anecdótica, de no ser por la exigua popularidad del 26% que tiene el alcalde. Un caso claro, según 'New York Magazine', de alguien que, en sus últimos meses en el cargo, ha perdido todo interés en gobernar. Mientras tanto, el crimen neoyorquino en general ha subido un 30% desde abril de 2020; los tiroteos, en particular, han crecido un 166%.

Foto: Una carpa para vacunar a la población en Washington a cambio de una cerveza. (EFE / Will Oliver)

Las grandes ciudades no son las únicas que han notado el virus, la crisis económica, la agitación racial y el crimen en toda su intensidad: el fenómeno de alcaldes y alcaldesas que prefieren volver a sus vidas privadas se da también en poblaciones pequeñas. Lugares acostumbrados a gestionar una rutina apacible, que en 2020 se convirtieron en frágiles barquitos de papel abandonados a la tormenta.

“Fue tan traumático, con gente llamándonos llorando, estresada”, dijo a 'The New York Times' Donna Holaday, alcaldesa de Newburyport, una localidad de 17.000 habitantes del estado de Massachusetts. “Estaba sentada en una esquina del despacho sintiéndome muy sola, no hay duda al respecto”.

Holaday, como tantos otros alcaldes, dice sacar su energía del encuentro diario con la gente: de las reuniones en el ayuntamiento, los recibimientos, las entrevistas, las inauguraciones, las galas y los discursos frente a los colectivos más variados. Toda una abigarrada rutina de contacto humano que la pandemia se llevó por delante, y que levantó un muro de miedo e incertidumbre en torno a los líderes. Holaday siguió yendo al vacío ayuntamiento, donde recibía llamadas durísimas de conciudadanos desesperados: necesitados de comida, ayuda médica o dinero.

Foto: En la izquierda de EEUU se ha consolidado un movimiento cuya relación con los hechos es cada vez más tenue. (Ilustración: Irene de Pablo)
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“Si no puedes interactuar con la comunidad, todas las cosas que suponen el combustible de los alcaldes, las aportaciones que llenan las reservas de energía... Ese aspecto del trabajo les ha sido arrebatado”, dijo al 'Times' Katherine Lusk, especialista en ciudades de la Universidad de Boston. “Simplemente, están exhaustos”.

La dinámica es muy parecida en todos los casos: sigue habiendo tantos problemas que los alcaldes no pueden ponerse a hacer campaña, y sus familias, a la vista de las consecuencias personales y psicológicas del cargo, les animan a dedicarse a otra cosa. Según la Asociación Municipal de Massachusetts, casi la quinta parte de los alcaldes del estado han dicho recientemente que no se presentarán a la reelección.

En una época marcada por la comunicación política, que parece reducir los mandatos de los altos cargos a cuestiones de 'marco' o de 'relato', las vicisitudes de la gestión práctica han adquirido dimensiones colosales. Y han mostrado a los políticos el verdadero peso de la púrpura, incluso en las pequeñas ciudades.

No debe de ser fácil ser alcalde de una gran ciudad. Las tareas y los presupuestos son inmensos, y los constituyentes, con sus emergencias y demandas, están muy cerca: en el día a día. Los alcaldes no tienen la distancia imperial de un presidente o incluso de un gobernador. Sus responsabilidades empiezan en el umbral de sus despachos. Y no ha habido un año como el último, donde se han mezclado, con una virulencia sin precedentes, una pandemia, una debacle económica, la mayor ola de protestas raciales en medio siglo y un aumento del crimen hasta niveles de la década de los noventa. Los alcaldes están cansados, y muchos han renunciado, simplemente, a repetir en el cargo.

Joe Biden Bill de Blasio The New York Times
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