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¿Qué está pensando China mientras Putin amenaza Europa?
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la invasión de ucrania, vista por xi jinping

¿Qué está pensando China mientras Putin amenaza Europa?

Pekín está haciendo equilibrios sobre un alambre para evitar que sus intereses salgan dañados en un momento delicado y agravado por el aislamiento autoinfligido con su política 'cero covid'

Foto: Vladímir Putin junto a Xi Jinping en una reunión presencial antes de la pandemia. (EFE/Alexei Druzhinin)
Vladímir Putin junto a Xi Jinping en una reunión presencial antes de la pandemia. (EFE/Alexei Druzhinin)
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En las últimas semanas, se ha especulado con la idea de que China esté actuando como una mano invisible en la invasión de Ucrania. Se extiende incluso la teoría de que las dos potencias autoritarias han planeado juntas un desafío a la OTAN para implantar un nuevo orden mundial por la vía de los hechos consumados, o incluso una acción militar coordinada en varios puntos del planeta.

Se trata de una lectura que no parece tener más sustento que la propia imaginación de sus autores. Como la mayoría de estas elucubraciones, parte de situaciones y declaraciones reales. Como ciertas son las palabras pronunciadas por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tras el encuentro de Putin y Xi Jinping en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. “Estamos viendo a dos potencias autoritarias operar juntas”, dijo.

Lo cierto es que la entrada del Ejército ruso en Ucrania ha puesto al Gobierno chino en una situación cada vez más incómoda. Pekín está haciendo equilibrios sobre un alambre para evitar que sus intereses salgan dañados en un momento delicado y agravado por el aislamiento autoinfligido con su política 'cero covid'. Paradójicamente, y de una manera similar a lo que ocurre con Corea del Norte, China es la única potencia que puede embridar a Putin y poner fin a una crisis que está poniendo muy nervioso a todo el mundo.

Foto: Vladimir Putin. (EFE/EPA/Alexei Druzhinin)

Empecemos por lo que es cierto. Es verdad que la relación entre China y Rusia ha mejorado mucho en las últimas décadas, superando la desconfianza mutua que durante la Guerra Fría estuvo a punto de provocar una guerra con armas nucleares. La llegada de Xi Jinping al poder en 2013 supuso un nuevo impulso a una amistad que ya había crecido mucho. Tanto es así que el presidente chino se ha reunido con Putin casi medio centenar de veces desde entonces. Pero mucho antes de que se viesen por primera vez, los ejércitos de ambos países ya realizaban maniobras conjuntas habitualmente y desarrollaban programas armamentísticos combinados.

Rusia y China tienen muchos intereses en común: economías complementarias (materias primas y armamento a cambio de manufacturas y tecnología), una relación comercial que crece muy deprisa y un estilo de gobierno autoritario que se propone abiertamente como alternativa a las democracias liberales. Por si fuera poco, ambas potencias exigen un orden 'multilateral' en el que no dependa todo de EEUU, con cuyos aliados además forcejean para ser hegemónicos en sus vecindarios. Si Putin sueña con controlar la esfera exsoviética, Xi pretende dominar la región Asia-Pacífico, tener bajo la bota a India, Japón, Corea del Sur y Vietnam... y mandar de vuelta a América a la Séptima Flota.

China no tiene demasiados motivos para estar contenta con la situación y está dando señales de incomodidad en varios frentes

La sensación de que hay una conjunción de intereses se refuerza escuchando la propaganda china desde que se inició la invasión de Ucrania (ellos no lo llaman invasión sino “operación de Rusia” o “situación actual”) y comprobando que ha aumentado mucho el voltaje contra Estados Unidos y la OTAN para consumo interno. “Incluso más que durante la crisis de Crimea”, valoran fuentes que saben bien de lo que hablan.

Siendo todo esto cierto, China no tiene demasiados motivos para estar contenta con la situación actual, y menos con la reacción de las potencias occidentales y las amenazas nucleares de Putin. Pekín está dando señales de incomodidad en varios frentes, empezando por las propias comunicaciones oficiales, en las que ha tenido que hacer contorsiones verbales y retorcer algunos de los argumentos inamovibles de su política exterior.

Foto: Protesta contra la invasión de Rusia a Ucrania en Turquía. (Getty Images/ Burak Kara) Opinión
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En primer lugar, China reitera una y otra vez que la soberanía es sagrada. Se trata de la piedra angular de su política exterior de no intervención, una constante desde hace más de 40 años. China se toma en serio este concepto porque es uno de sus principales activos diplomáticos y una de las cartas que mejor juega, sobre todo con países no democráticos. Pekín sale por el mundo haciendo valer su 'respeto' a las idiosincrasias locales (también es una manera de justificar pactos con sátrapas sanguinarios o líderes corruptos) frente a la 'injerencia y el paternalismo' de EEUU y las potencias occidentales, que siempre acaban intentando imponer sus principios y valores.

Además, el Gobierno de Xi Jinping tiene sus propios problemas territoriales (Tibet, Xinjiang, Hong Kong), algo que lo hace tremendamente cuidadoso a la hora de reconocer nuevos Estados o cambios en las fronteras. Hasta hoy, Pekín no ha reconocido por ejemplo la anexión de Crimea. “El concepto de no interferencia mutua y de respeto a la soberanía nacional no es un principio cosmético, sino un principio operativo a nivel interno para el sistema chino”, dijo en una reciente entrevista con 'The New York Times' alguien que ha estado en muchas reuniones con diplomáticos chinos: el ex primer ministro australiano Kevin Rudd, actual presidente de la Asia Society.

Foto: Matviy, en el interior del búnker en Lviv. (L. Proto)

En segundo lugar, la llamada entre Xi y Putin del viernes se explicó de manera diferente, a veces incluso contradictoria, según quién la narrase. Fuese como fuese, lo cierto es que tras la conversación, Putin empezó a hablar de sentarse a negociar con Zelenski, una vía que sería la más cómoda para China y que pocas horas antes los ministros rusos habían considerado agotada. Mientras tanto, los delegados de Xi se abstenían de condenar a Moscú en Naciones Unidas aunque seguían atribuyendo la carga de la culpa a la OTAN y Estados Unidos. Una de cal y otra de arena. “La neutralidad de China es importante porque es el único país que un día puede mediar con eficacia en el conflicto. Solo puede hacerlo un país realmente neutral que respete la soberanía ucraniana, pero al mismo tiempo no siga a Occidente sancionando a Rusia y dañando la vida de los rusos”, decía el editorial de 'Global Times'.

En tercer lugar, si hay algo que China ha exhibido de manera constante en las últimas décadas es su pragmatismo. Más allá de los precios de los hidrocarburos y la inflación, apoyar la invasión de Ucrania les pondría en serios aprietos a varios niveles, empezando por la reacción de EEUU y Europa, sus principales socios comerciales. Si bien es cierto que un enfrentamiento en el este de Europa desvía el foco de atención de Washington y lo aleja de Asia, una estrategia conjunta de guerra con Putin conseguiría lo contrario y haría saltar todas las alarmas de las potencias occidentales. Esta confrontación puede que esté en el horizonte, pero el Partido Comunista de China (PCCh) considera que aún es pronto para una pelea abierta con Occidente. No son propias estas prisas de la potencia más paciente del mundo.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Sergey Guneev) Opinión

Finalmente, Pekín se arriesga a que su vecindario asiático —de India a Vietnam— entre en pánico si deja atrás su política de 'no injerencia' y se pone del lado del invasor. Muchos líderes del barrio están deseando tener pruebas que les permitan acusar a China de haberse quitado por fin la careta. Esto en buena parte ya ha empezado a ocurrir. El ex-primer ministro de Japón, Shinzo Abe, lleva días expresándose en este sentido y ha exigido a Washington claridad sobre lo que piensa hacer para proteger en caso de un ataque Taiwán, Corea del Sur o su propio país. El premier actual, Fumio Kishida, ha puesto el acento en los cambios que la agresión de Moscú supone para el "orden mundial". De la misma manera que Alemania parece dispuesta a tomarse en serio el gasto militar después de lo sucedido la semana pasada, Japón emprendió hace algún tiempo ese mismo camino. A China no le interesa remover su avispero y, al mismo tiempo, su papel es determinante. “Es el momento de China tanto si paran a Putin como si no… 'Pax sinica' es lo que nos espera”, opina un analista con años sobre el terreno.

En las últimas semanas, se ha especulado con la idea de que China esté actuando como una mano invisible en la invasión de Ucrania. Se extiende incluso la teoría de que las dos potencias autoritarias han planeado juntas un desafío a la OTAN para implantar un nuevo orden mundial por la vía de los hechos consumados, o incluso una acción militar coordinada en varios puntos del planeta.

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