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Escudo y puerta de Europa: la díscola Polonia se reivindica con la invasión de Putin
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Quién se acuerda de la independencia judicial

Escudo y puerta de Europa: la díscola Polonia se reivindica con la invasión de Putin

La crisis de refugiados y la cercanía del aliento ruso han colocado a Polonia en una posición clave. Desde Varsovia piden a Bruselas que olvide sus disputas y levante las sanciones

Foto: Imagen de la frontera polaca con Ucrania en los últimos días. (Getty/Sean Gallup)
Imagen de la frontera polaca con Ucrania en los últimos días. (Getty/Sean Gallup)
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Desde que comenzó la invasión rusa, la frontera polaca con Ucrania se ha convertido en un punto de peregrinación obligado para todo político que se precie. Por esta divisoria han pasado casi 1,5 millones de refugiados ucranianos y funcionarios de toda latitud geográfica e ideológica. Kamala Harris, Antony Blinken, Justin Trudeau o Boris Johnson tan solo en los últimos siete días. Los vientos geopolíticos soplan a favor de Varsovia, que ha pasado en dos semanas de ser la sospechosa habitual en Bruselas a reivindicar su posición como pieza estratégica para la defensa de la UE y del espacio OTAN. Y, aunque esta procesión de líderes encapsula bien el extraño momento diplomático de Polonia, nada mejor que la visita del líder ultraderechista italiano Matteo Salvini para entender hasta qué punto la guerra puede cambiar Europa.

El defenestrado exministro del Interior y aspirante a primer ministro italiano en 2023, Salvini, se acercó la semana pasada hasta la ciudad polaca de Przemyśl, punto de paso de miles de refugiados hacia Europa. Lo que se suponía una visita diplomática más derivó en una insólita escena. El alcalde de la localidad polaca, Wojciech Bakun, recibió al jefe de La Lega con una camiseta que tenía estampados el rostro de Vladímir Putin y el texto 'Ejército de Rusia'. El mismo modelo con el que se fotografió el controvertido político italiano, sonriente, durante un viaje a Moscú hace años.

"Me gustaría que visitaras con nosotros la frontera y un centro de [gestión] de refugiados, para que puedas ver lo que tu amigo Putin hizo", le dice en directo a un Salvini estupefacto, que elige abandonar el escenario entre gritos de "bufone, bufone". Es el dedo polaco que le dice a Europa: 'Os lo advertí'.

Foto: El alcalde de Przemysl, Wojciech Bakun, le muestra a Salvini la camiseta.  (EFE/DAREK DELMANOWICZ/POLAND OUT)

Hacía tiempo que la voz de Polonia no sonaba tan fuerte en Bruselas, llegando incluso a marcar la agenda europea. Varsovia se ha mostrado especialmente activa y decidida en impulsar las sanciones contra Rusia y acelerar el envío de armamento a Ucrania —incluso antes del inicio de la invasión rusa—. Dos días después del inicio de la ofensiva, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, visitó Berlín para criticar su “egoísmo inquebrantable” por la falta de acción del gigante alemán. Un día después, el canciller Olaf Scholz le daba un giro copernicano a la pacífica política exterior alemana anunciando el envío de armas para el Ejército ucraniano. Este martes, Morawiecki viaja a Kiev, donde no paran de caer las bombas, junto al primer ministro de la República Checa, Pietr Fiala, y el de Eslovenia, Janez Jansa, para entrevistarse cara a cara con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Un gesto de liderazgo claro de tres de los integrantes del Grupo de Visegrado.

“Hay una comprensión repentina de que, geopolíticamente, Polonia es crucial”, afirma Jakub Wiśniewski, exembajador polaco ante la OCDE y ahora secretario de la junta de GLOBSEC. Sea cual sea el escenario que deje la guerra en Ucrania, la importancia relativa y total de Polonia ha aumentado enteros, tanto por su ubicación geográfica como su rol en la seguridad europea —es el país de Europa del Este con mayor inversión en defensa solo después de Rusia—.

En su papel de halcón europeo, Polonia ha sido el principal defensor de las peticiones ucranianas a los Veintisiete. Incluso aquellas que pondrían al bloque europeo, y por extensión a la OTAN, en riesgo de entrar en el conflicto. La semana pasada, Varsovia armó una gran confusión al anunciar que ponía todos sus aviones MIG-29 a disposición de Estados Unidos en la base alemana de Ramstein de manera "inmediata y sin ningún coste". Con esto, venía a responder a la solicitud de Ucrania a los aliados para que envíen aviones de combate que refuercen sus capacidades de neutralizar a la amenaza aérea rusa, un movimiento arriesgado después de que Moscú advirtiera que entregar cazas a su enemigo supondría entrar en la guerra.

Pese a que la OTAN analizar el tema con discreción, el comunicado polaco pedía al resto de socios de la Alianza Atlántica poseedores del modelo soviético MIG-29 que hicieran lo propio. La respuesta fue un silencio ensordecedor. EEUU aseguró que Varsovia no había consultado el movimiento con Washington para justificar su rechazo por temor a una escalada del conflicto. "El envío de aviones a Ucrania comportaría un alto riesgo y escasa rentabilidad", concluyó el Mando Europeo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (Eucom) en un comunicado en el que descartó la operación.

Escudo y puerta de Europa

El papel de escudo europeo calza con una Polonia que, como los países bálticos, lleva años advirtiendo de la amenaza de Putin. Pero donde está sorprendiendo a propios y extraños es en otra faceta donde el Gobierno polaco tiene un historial menos meritorio. El país se ha convertido en una eficiente y solidaria puerta de entrada a la UE para los cientos de miles de ucranianos que huyen de las bombas y utilizan sus centros de asilo, su ayuda humanitaria y sus trenes para buscar un destino de acogida. Esta actitud ha sido recibida con agradecimiento de los altos cargos de la Unión, desde la presidenta Ursula von der Leyen a Charles Michel, líder del Consejo Europeo, que han dedicado a Varsovia cálidos comentarios que hace unos meses, en pleno enfrentamiento institucional, habrían sido insólitos.

"Me gustaría felicitarlo a usted, querido primer ministro Mateusz, a su equipo y al pueblo polaco", dijo Michel durante una visita a Rzeszów a comienzos de marzo, en el este de Polonia. Un escenario muy distinto a las críticas que recibieron en la crisis de refugiados bielorrusos, azuzada por el Kremlin en octubre-noviembre de 2021, cuando las autoridades polacas militarizaron la frontera y fueron acusados de tratos inhumanos contra las personas que trataban de cruzar.

Casi tres semanas después de que comenzara la invasión rusa de Ucrania, la solidaridad polaca continúa. Una tras otra, las estaciones —Krakovia, Przemysl— son los centros neurálgicos del éxodo. “Es lo menos que podíamos hacer, somos muy cercanos a los ucranianos, incluso en la lucha contra la invasión rusa”, asegura Bogdan, voluntario en la estación de Przemysl, la principal puerta de entrada de refugiados ucranianos en Polonia.

Foto: Arte solidario en ayuda de los refugiados de Ucrania.

“Sé que otros [países] vecinos [europeos] han contribuido, pero la ayuda de Polonia, que veo con mis propios ojos, es inmensa. La gente quiere ayudar e incluso siguen sintiendo como que no están haciendo suficiente”, asegura Yuliia Metalienko, ucraniana en Polonia, quien lleva varios días intentando encontrar pisos para los compatriotas que abandonan Ucrania. “Es cada vez más difícil, tanto porque han subido los precios como porque, literalmente, no hay ningún sitio”, asegura.

Efectivamente, en Cracovia los hoteles están llenos "desde hace dos, tres semanas”, asegura la recepcionista de un céntrico hostal cercano a la estación. Muchos de los refugiados ni siquiera llegan a buscar alojamiento y se amontonan en la concurrida estación de tren, plagada de voluntarios con pancartas y chalecos amarillos, ofreciendo desde tarjetas SIM gratuitas a comida. A veces, simplemente un hombro sobre el que apoyarse. “Hay refugiados ucranianos en todas partes. Todas las ciudades ayudan, grandes y pequeñas, también en los pueblos. La movilización es total en la sociedad”, asegura Katarina, una joven voluntaria.

¿Pasar página?

El actual idilio no tapa los problemas que arrastra la complicada relación de Bruselas con el Gobierno ultranacionalista y conservador del PiS. Varsovia mantiene un pulso con la Comisión y el Parlamento Europeo por los fondos de recuperación de la pandemia, unos 36.000 millones de euros que han sido bloqueados por las distintas “violaciones del Estado de derecho” en Polonia. Especialmente flagrante, la cuestionada cámara disciplinaria para jueces, declarada ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de la UE el pasado año.

El presidente polaco, Andrzej Duda, propuso el mes pasado una serie de medidas intermedias para calmar las aguas, pero las propias tensiones internas de la coalición de Gobierno Derecha Unida, con formaciones más antieuropeístas, han bloqueado el proceso en el Parlamento. Donald Tusk, líder de la opositora Plataforma Cívica, ha llamado a la “unidad nacional” y ha asegurado que “reparar la situación en torno al poder judicial en Polonia es una condición necesaria para fortalecer a Polonia en relación con nuestros aliados tanto en la UE como en EEUU, el conflicto por este tema nos debilita”. Y otros quieren aprovechar el momento para pasar página. “La [Comisión Europea] debería cesar inmediatamente todas sus sanciones contra Polonia”, ha afirmado Patryk Jako, eurodiputado de Solidarna Polska Zbigniewa Ziobr, partido de la coalición de derechas que Gobierna el país.

Pero las tensiones con Polonia son demasiado profundas para borrarse de un plumazo, pese “al respiro temporal y las tentativas mutuas [del Gobierno polaco y la Comisión Europea] para entablar un diálogo más constructivo”, dice el exembajador Wiśniewski.

Foto: Soldados polacos en la frontera con Bielorrusia. (Reuters/Cedida)

Por el momento, la cercanía del aliento ruso ha generado una suerte de unidad nacional en Polonia. El 88% de los polacos celebraban la respuesta del Gobierno a la crisis, según una encuesta reciente recogida en el diario 'Gazeta Wyborcza'. Pero incluso ese espíritu solidario puede quedar desbordado por la avalancha de refugiados que está recibiendo un país que, si bien ya había sido capaz de absorber miles de inmigrantes ucranianos en los últimos cinco años (entre uno y dos millones), no tiene apenas experiencia con el asilo.

De momento, Polonia ya ha denunciado que la oferta de 500 millones de euros “no será suficiente”, según declaraciones del viceministro de relaciones exteriores de Polonia, Pawel Jablonski. “Según las estimaciones iniciales, un millón de refugiados costará varios miles de millones de 'zlotys', incluso hasta 10.000 millones si sumamos la educación, la atención médica y la seguridad social. Y esta es una estimación para un millón de personas, mientras que tendremos muchas más".

Mientras, las ciudades polacas están empezando a notar sus límites en la acogida de refugiados, especialmente en cuanto al alojamiento. El Parlamento polaco ha aprobado una ley que ofrece 40 'zlotys' (8,36 euros) por persona para quienes acojan en sus casas a refugiados. Los viajes son gratuitos para quien presente el pasaporte azul ucraniano. “La Comisión querrá dar dinero a Polonia [para hacer frente a la crisis], si no, directamente a través del fondo de recuperación de la UE, como asistencia a la crisis de refugiados”, dice Wiśniewski.

“El problema es que estamos haciéndolo los voluntarios, ofreciendo casa, comida", asegura una mujer que coordina un grupo de voluntarios en Przemyśl, quien prefiere no dar su nombre a la prensa. "Y eso está muy bien al principio. Pero tiene que haber algo de respuesta del sistema y soluciones habitacionales a largo plazo”, lamenta.

Desde que comenzó la invasión rusa, la frontera polaca con Ucrania se ha convertido en un punto de peregrinación obligado para todo político que se precie. Por esta divisoria han pasado casi 1,5 millones de refugiados ucranianos y funcionarios de toda latitud geográfica e ideológica. Kamala Harris, Antony Blinken, Justin Trudeau o Boris Johnson tan solo en los últimos siete días. Los vientos geopolíticos soplan a favor de Varsovia, que ha pasado en dos semanas de ser la sospechosa habitual en Bruselas a reivindicar su posición como pieza estratégica para la defensa de la UE y del espacio OTAN. Y, aunque esta procesión de líderes encapsula bien el extraño momento diplomático de Polonia, nada mejor que la visita del líder ultraderechista italiano Matteo Salvini para entender hasta qué punto la guerra puede cambiar Europa.

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