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A 2 meses de la invasión, Ucrania se instala en la incertidumbre: "No hay salida. Esto durará años"
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Un país paralizado

A 2 meses de la invasión, Ucrania se instala en la incertidumbre: "No hay salida. Esto durará años"

En medio del caos que desató la invasión ordenada por Vladímir Putin el pasado 24 de febrero, los trenes ucranianos se convirtieron en uno de los pilares clave en la resistencia

Foto: Escombros en Járkov. (EFE/Miguel Gutiérrez)
Escombros en Járkov. (EFE/Miguel Gutiérrez)

Hace dos meses que el pequeño Grigoriy no se quita su chaqueta verde de dinosaurio. Con la capucha decorada con ‘dientes’ calada hasta las cejas, el niño de seis años corretea sin descanso por los pasillos del tren destino a Kiev. "Es su favorita", cuenta Nyna, su madre. "Cuando empezaron los bombardeos le dije que lo protegería y desde entonces la lleva siempre puesta", agrega esta peluquera de 32 años mientras vigila de reojo las carreras del chiquillo por los vagones medio vacíos.

Ella salió de la capital en las primeras estampidas de refugiados que huían del fuego ruso y ahora forma parte del lento goteo de los que retornan conforme el conflicto se desplaza hacia el oriente del país. Su marido, trabajador de la construcción, la está esperando en la ciudad. Quieren recuperar sus vidas, aunque saben que en Ucrania ya no existe una normalidad a la que volver. El tren en el que viajan ahora Grigoriy y su madre es un buen recordatorio de ello.

En medio del caos que desató la invasión ordenada por Vladímir Putin el pasado 24 de febrero, los trenes ucranianos se convirtieron en uno de los pilares clave en la resistencia. Se encargaron de digerir la evacuación de millones al oeste del país o fuera de las fronteras, de donde traían de vuelta toneladas de ayuda humanitaria, voluntarios extranjeros y periodistas internacionales. En los momentos pico, hasta 200.000 personas al día viajaban en trenes hacia áreas seguras. "Cuando nos fuimos, esto era un caos, todos los vagones llenos, mucha gente llorando", recuerda.

Foto: La alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet. (Reuters/ Denis Balibouse)

Aún hoy sigue siendo imposible montarte en un tren ucraniano y no ver ‘la guerra’ por todas partes. Las estaciones están militarizadas, con soldados armados con fusiles patrullando los andenes y voluntarios atendiendo los centros de información para los desplazados que llegan de otras partes del país. Las demoras son frecuentes por las numerosas paradas que deben hacer para cargar y descargar ayuda humanitaria; y la velocidad máxima se ha reducido para que, en caso de sabotaje, el accidente sea menos letal.

Cuando llega la noche, apagan las luces en partes del trayecto para evitar ser posibles objetivos de los bombardeos enemigos y a veces deben detenerse si el controlador recibe algún aviso de peligro. Hace dos semanas, varios misiles rusos impactaron la estación de la ciudad de Kramatorsk, al este del país, donde había cientos de civiles esperando para ser evacuados. Al menos 59 murieron, incluyendo siete niños —hasta la fecha, por lo menos 208 menores han fallecido en la guerra, más de tres cada día—.

Ahora que las autoridades dan por completados los planes de evacuación y los flujos de salida han bajado dramáticamente, la compañía ferroviaria nacional centra sus esfuerzos en reconstruir el músculo exportador del país, severamente dañado por el bloqueo ruso a los puertos del sur, por los que se despachaba la mayor parte del comercio internacional. Sus casi 230.000 trabajadores se quedaron en el país y han mantenido las líneas operativas incluso a ciudades como Járkov, que ha estado bajo constante fuego ruso. En este tiempo, unos 95 empleados ferroviarios han fallecido y 103 han resultado heridos, según cifras de la compañía.

Vivir en la incertidumbre

Tras ocho semanas de conflicto, los ucranianos están aprendiendo a vivir ahora instalados en la incertidumbre permanente. La invasión ha salpicado todos los aspectos de sus vidas, y a los horrores de la guerra les siguen los dramas económicos. Las finanzas del país están derrumbadas, su mercado laboral destrozado y los proyectos e inversiones, congelados.

"Honestamente, no creí que Rusia invadiría", reconoce Aleksandr Glachenko, abogado de 62 años, quien tiene un hijo y dos sobrinos en el Ejército. "Ahora sé que no pasaré un día sin pensar en la guerra hasta que me muera", se lamenta el hombre tras visitar unos familiares en la ciudad de Jmelnitsky, a unos 350 kilómetros al oeste de Kiev.

Desde que estalló el conflicto, apenas ha podido trabajar porque la invasión ha paralizado el país. No se constituyen nuevas empresas y apenas se firman contratos. No se compran ni venden casas y casi no hay divorcios o bodas. La Justicia administrativa está prácticamente paralizada. "Mientras siga la guerra hay poco que hacer", dice con resignación.

Desde el comienzo de la segunda fase, una de las tareas del Ejército ruso es establecer un control total sobre el Donbás y el sur de Ucrania

Y nada parece indicar que la ofensiva tenga un horizonte temporal definitivo. El viernes, el general ruso Rustam Minnekayev aseguró que el objetivo del Kremlin es ocupar todo el este y sur de Ucrania para abrir así un corredor terrestre desde el Donbás hasta Transnistria, una región separatista prorrusa en Moldavia. Esto apunta a que el Ejército ruso se estaría preparando para sostener la invasión indefinidamente.

"Desde el comienzo de la segunda fase de la operación especial, una de las tareas del Ejército ruso es establecer un control total sobre el Donbás y el sur de Ucrania. Esto nos dará un corredor terrestre a Crimea, al tiempo que afectará puntos clave de la economía ucraniana, como los puertos del mar Negro a través de los que suministran productos agrícolas y metalúrgicos a otros países", dijo Minnekayev en una reunión con el gremio de las empresas de defensa.

Esta nueva fase de la guerra comenzó el 18 de abril con el intenso bombardeo y los primeros choques a lo largo del frente del Donbás, pero sin ofensivas mayores por el momento. La batalla oriental se dará en terrenos más abiertos que el fallido asalto a la capital, por lo que los expertos prevén un duelo de artillería y blindados para dirimir el destino de esta región. Sobre el papel, el Ejército ruso podría tener más éxito en este tipo de enfrentamientos que en el entorno urbano de Kiev, aunque la inteligencia estadounidense apunta a que Ucrania tendría ahora más tanques operativos en el país que la propia Rusia gracias al suministro de los viejos T72 donados por los países del Este.

Le miento a los niños

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, advirtió que Moscú no detendrá su ofensiva en Ucrania y aseguró que pretende atacar otros países, como la vecina Moldavia. "Los objetivos militares rusos son ahora supuestamente establecer control sobre el sur de toda Ucrania y llegar hasta la frontera de Moldavia porque supuestamente allí los derechos de los rusoparlantes son violados", dijo el mandatario en un mensaje el viernes.

"El territorio en el que Rusia debería atender a los derechos de los rusoparlantes es la propia Rusia. Los rusos han venido aquí a hacernos la guerra para al menos robar algo que le parezca una vida normal. Solían decir que el mayor sueño de un ruso era ver París y morir. Y su comportamiento es ahora impactante. Porque su sueño ahora es robar un baño y morir", agregó.

Pese a todo, algunos se animan a volver. Junto con Nyna y su hijo, otras 24.000 personas regresaron a Ucrania desde Polonia el viernes, según la Policía de Fronteras polaca. Ya llevan varios días con miles de personas volviendo al oeste y norte, aunque siguen siendo apenas una fracción de los más de cinco millones de ucranianos que huyeron del país en busca de asilo —tres millones en la vecina Polonia—.

Aleksandr mira con cara triste mientras espera que la gente baje del vagón. "Yo no veo una salida. Esto puede durar años"

"Los ucranianos están volviendo a casa", aseguró la diputada Lesia Vasylenko, compartiendo una imagen en su cuenta de Twitter de los atascos y colas de vehículos cruzando de vuelta desde la vecina Polonia. "La Pascua es un tiempo para permanecer unidos", agregó sobre la festividad ortodoxa que se celebra este fin de semana en Ucrania y Rusia.

Sin embargo, algunos como Maika, una profesora de Primaria que ha conseguido asilo en Polonia, no retornan definitivamente. Salió hace siete semanas de su casa en un pueblo cercano a Kiev con apenas una maleta para ella y sus tres hijos. Ahora quiere aprovechar para volver sola a recoger más cosas y visitar a su madre, ya mayor, que se niega en redondo a abandonar el país. "Me gustaría ver a mi marido, pero está en Odesa y no va a ser posible. Los niños me preguntan por él y yo les digo que vendrá pronto. Les miento, porque en realidad no lo sé. Nadie sabe cuándo terminará esto", cuenta.

Después de más de 13 horas traqueteando desde la frontera polaca, el tren llega finalmente a la estación central de Kiev. Al despedirse, Aleksandr mira con cara triste mientras espera que la gente baje del vagón. "Yo no veo una salida. Esto puede durar años", augura. En los andenes, los pasajeros se aglomeran mientras varios militares revisan la documentación de todos los que llegan a la capital. Entre la masa gris se distingue claramente una chaqueta verde de dinosaurio. Apenas media hora después, suena la alarma antiaérea en la capital y solo me consuela pensar que, esta noche, el pequeño Grigoriy no tendrá miedo.

Hace dos meses que el pequeño Grigoriy no se quita su chaqueta verde de dinosaurio. Con la capucha decorada con ‘dientes’ calada hasta las cejas, el niño de seis años corretea sin descanso por los pasillos del tren destino a Kiev. "Es su favorita", cuenta Nyna, su madre. "Cuando empezaron los bombardeos le dije que lo protegería y desde entonces la lleva siempre puesta", agrega esta peluquera de 32 años mientras vigila de reojo las carreras del chiquillo por los vagones medio vacíos.

Conflicto de Ucrania
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