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Policías, fanes y bandidos: cómo sacar rédito político de una vergüenza nacional
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el 'soft power' galo, en evidencia

Policías, fanes y bandidos: cómo sacar rédito político de una vergüenza nacional

¿Fue la policía, fueron los “criminales descontrolados” de la barriada o fueron los aficionados del Liverpool? En plena campaña para las legislativas, los políticos en Francia están tratando de vender su narrativa

Foto: Antidisturbios en la final de la Champions. (Reuters/Yoan Valat)
Antidisturbios en la final de la Champions. (Reuters/Yoan Valat)

Francia sigue atónita, sin poder explicarse, tres días después, cómo un evento de importancia planetaria como la final de Champions League ha terminado en semejante desastre organizativo. El golpe al orgullo patrio ha sido enorme. No solo porque se ha producido en Saint-Denis, Stade de France, donde Zinedine Zidane y los suyos se alzaron con su primer Mundial, sino porque el país está apenas a un año de acoger el Mundial de Rugby y, sobre todo, a dos años de los Juegos Olímpicos de 2024, una cita en la que se han invertido muchas esperanzas —y euros— para proyectar una Francia moderna al mundo. El mimado 'soft power' francés, en entredicho.

Sin duda, lo que pasó en Saint-Denis, una comuna al norte de París, ha generado un consenso de bochorno nacional. Las imágenes de los aficionados del Liverpool esperando interminablemente para entrar en el recinto, hacinados cerca de una valla periférica en la que una pequeña estampida podría haber causado muertos, dieron la vuelta al mundo y los informativos de media Europa abrieron al día siguiente con la policía gala cargando a diestro y siniestro, con porras y gas pimienta, incluso contra transeúntes ajenos al evento deportivo.

La noche de la final ya había comenzado con un retraso del partido que nadie podía explicar. A pesar de haber tenido apenas unos meses para organizar el partido, después de que se despojara de ese honor a San Petersburgo por la guerra de Rusia, la prensa especializada y los políticos coincidían en que era posible hacerlo bien, que ni mucho menos era un evento comparable a unos Juegos. Pero el resultado final ha sido un cruce de acusaciones en la que cada actor político ha escogido al culpable de su preferencia.

Foto: Policías antidisturbios franceses frente a los aficionados del Liverpool en la final de la Champions League. (EFE/EPA/Yoan Valat)

El desastre, arma electoral

La humillación pública ha entrado en tromba en la campaña electoral para las legislativas de junio, donde está todo por decidirse, y con un Gobierno recién investido al que, apenas con un mes en el poder, esta primera polémica le ha pillado absolutamente a contrapié. Para el Ejecutivo, que consiguió imponer su mensaje en las primeras horas, la culpa fue de cientos de aficionados de los Reds que intentaron colarse y no fueron civilizados. Incluso del entrenador del equipo inglés, el alemán Jürgen Klopp, que incitó a los aficionados “a venir a París sin entrada”. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, calculó que unas 30.000 o 40.000 personas intentaron entrar fraudulentamente. Pero no dio pruebas que respalden una cifra tan elevada.

De lo que sí hay pruebas es de que la entrada al estadio fue un desastre.

A Darmanin, que estaba en el estadio viendo la final, le habrá llegado el vídeo publicado por el 'influencer' Le_Challenger en el que él y el presentador Cyril Hanouna —un 'showman' tan conocido en Francia como Pablo Motos en España— se meten por debajo de los tornos de acceso, entran en el recinto del estadio y se hacen unas selfis con los guardias de seguridad. Esto no significa que Hanouna o el 'influencer' entraran sin tique, pero en redes sociales sorprendía e indignaba la falta de profesionalidad de los responsables del acceso. Sin embargo, la seguridad de un evento así correspondía, en última instancia, a la Policía.

“¿Por qué ofrecerse voluntario?”

La izquierda —ahora bajo el paraguas de la extrema izquierda de los Insumisos— ha encontrado una veta en la que martillear desde el fin de semana, señalando a las fuerzas de seguridad como la responsable de todos los problemas que hubo en el estadio.

Jean-Luc Mélenchon, aspirante a primer ministro, aseguró que la doctrina de la policía francesa es “pegar, lanzar gas y atacar”, en lugar de prepararse para este tipo de eventos. El político citó las manifestaciones antisistema de los últimos años en Francia, incluidas las de los chalecos amarillos, como muestra de una policía en evidencia, en muchas ocasiones desbordada y empleada en reprimir por la fuerza antes que recurrir a métodos persuasivos, algo que han mostrado documentales como 'El monopolio de la violencia' (2020).

“El ministro del Interior pensaba que su método era el bueno, pero no es verdad”, aseguró Mélenchon el lunes, prometiendo que, si es elegido primer ministro, revisará “a fondo” los protocolos de actuación de la policía. Y remataba: “Si no estábamos listos, no tendríamos que habernos presentado voluntarios”.

Foto: Jean-Luc Mélenchon, líder de la alianza de la izquierda La Francia Insumisa. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

Ese barrio problemático… que no es París

Los métodos de la policía colisionan con el problema de inseguridad que sufren localidades como Saint-Denis y que sufrieron los aficionados de ambos equipos. Cuentan los aficionados españoles en diversos testimonios haber visto los grupos de locales, muchos descritos como franceses de origen norteafricano o inmigrantes, merodeando por el estadio y tratando en ocasiones de consumar hurtos o de acosar a las aficionadas.

No son desconocidos de la sociedad francesa: forman parte de esta 'delincuencia menor' que campa a sus anchas en lugares como Saint-Denis o en barrios alejados de los sofisticados distritos del centro parisino.

De manera muy cruda lo definía el exdelantero francés Thierry Henry cuando corregía a una presentadora en el programa británico en el que colabora, insistiendo en varias ocasiones: “Saint-Denis no es París”. Este comentario fue interpretado como una explicación a los incidentes con este tipo de personas en el exterior del estadio y como una forma de no manchar la capital. Es cosa de las 'banlieues' (suburbios), parecía querer decir.

Foto: El sociólogo francés Michel Wieviorka. (Getty/ VIP Images/Eric Fougere)

El alcalde de Saint-Denis, Mathieu Hanotin, contestaba a Henry con un sonoro “no somos unos apestados”. En un texto en Facebook, el edil no entraba a negar los posibles incidentes con grupúsculos delictivos, más bien trataba de justificar los “altos niveles de pobreza” y “una inseguridad en las calles de las que todavía no nos hemos conseguido desprender” por el “abandono del Estado francés”.

"Hay que detener la migración"

Los incidentes en Saint-Denis también han alimentado la narrativa de la extrema derecha, que desempolva el discurso de los “barrios fuera de control”; siempre añadiendo, como hizo Marine LePen, que “la gente normal” que vive en Saint-Denis sufre “también esta delincuencia”. “Cuando nos ven en el mundo solo ven este tipo de incidentes”, decía otro responsable del partido extremista, “hay que detener la inmigración, empezando por Saint-Denis”.

Foto: Imagen: Learte

Para la derecha, el problema también apunta a la Policía. Porque, si estos delincuentes camparon a sus anchas en los alrededores del estadio sin que los agentes dieran muestras de poder mantener el orden, hay un problema estructural. Los corresponsales internacionales cubriendo la final relataron escenas de gente agredida en el suelo y agentes nerviosos que no estaban en control de la situación. Falta mano dura, exigen desde los espacios más conservadores.

Francia trata de digerir y de explicar como puede este desastre en medio de una campaña electoral que no ayuda a despejar la bruma ni a atemperar la polarización. Como suele suceder, la responsabilidad final de este esperpento que puso en ridículo a las autoridades galas sea una combinación de delincuentes tratando de aprovecharse de la oportunidad, la policía respondiendo poco efectivamente y grupos aficionados sin entradas ni control. Pero la capacidad de Francia para organizar eventos de alto nivel ha quedado en entredicho, y hay mucho trabajo por hacer de cara a unos Juegos Olímpicos en los que París no se puede permitir margen para el desastre.

Francia sigue atónita, sin poder explicarse, tres días después, cómo un evento de importancia planetaria como la final de Champions League ha terminado en semejante desastre organizativo. El golpe al orgullo patrio ha sido enorme. No solo porque se ha producido en Saint-Denis, Stade de France, donde Zinedine Zidane y los suyos se alzaron con su primer Mundial, sino porque el país está apenas a un año de acoger el Mundial de Rugby y, sobre todo, a dos años de los Juegos Olímpicos de 2024, una cita en la que se han invertido muchas esperanzas —y euros— para proyectar una Francia moderna al mundo. El mimado 'soft power' francés, en entredicho.

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