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¿Qué hace un marroquí condenado a muerte en Donbás? "Solo quería hacer algo útil por Ucrania"
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Silencio en Rabat

¿Qué hace un marroquí condenado a muerte en Donbás? "Solo quería hacer algo útil por Ucrania"

Saadoun llevaba viviendo desde 2019 en Ucrania y desde 2021 estaba alistado en los 'marines' del Ejército, después de dejar sus estudios de Ingeniería Aeroespacial en el Instituto Politécnico de Kiev

Foto: El joven marroquí Brahim Saadoun en un momento del juicio en el que lo condenan a muerte. (EFE)
El joven marroquí Brahim Saadoun en un momento del juicio en el que lo condenan a muerte. (EFE)

El pasado viernes, tres hombres recibían, detrás de unos barrotes en la sala de justicia de la autoproclamada República Popular de Donetsk [DPR], el anuncio de su sentencia de muerte vía pelotón de fusilamiento por sus “actividades mercenarias”. A las pocas horas, la prensa internacional recogía la indignación y los detalles vitales de dos de ellos, británicos, que habían luchado junto al Ejército ucraniano en la defensa de Mariúpol. Sin embargo, el caso del tercer hombre —casi un muchacho, con 21 años— fue distinto. ¿Qué hace un marroquí condenado a muerte en Donbás?

Brahim Saadoun llevaba viviendo desde 2019 en Ucrania y desde 2021 estaba alistado en los ‘marines’ del Ejército, después de dejar sus estudios de Ingeniería Aeroespacial en el Instituto Politécnico de Kiev. “Estaba buscando qué hacer con su vida, su padre también es un hombre de carrera militar [en Marruecos], era una opción de profesión para él”, cuenta Dasha Oleynik, amiga del joven, a El Confidencial. “Estaba intentando aplicar su conocimiento, sus capacidades, donde pensaba que podía ser útil” para Ucrania, un país "que amaba mucho".

Foto: Un momento del 'juicio' contra los tres extranjeros en la Corte Suprema de la autoproclamada República Popular de Donetsk. (Reuters)

Sus amigos aseguran que hay documentos que prueban que se alistó legalmente al Ejército de Ucrania —por lo que no se le debería juzgar como mercenario, sino como prisionero de guerra—. Las autoridades de la autoproclamada República Popular de Donetsk, el brazo ‘proxy’ de Rusia en el este ocupado de Ucrania, han apostado, sin embargo, por juzgarlos como “criminales”, sin aplicarles los derechos de la Convención de Ginebra para prisioneros de guerra, en un último eslabón en la campaña de Moscú contra los combatientes extranjeros en Ucrania.

Sus amigos en Kiev lo recuerdan como un chico muy activo, amigable y abierto, con don de gentes. “Cuando lo conocí, en una fiesta, él conocía a más gente que yo. Todo el mundo lo quiere, es supercarismático y dulce”, rememora Oleynik. En sus tres años en Ucrania, Brahim aprendió ruso y se movía como pez en el agua en la escena ‘tecno’ de la ciudad. Según sus amigos, intentó buscar trabajo y finalmente decidió dejar los estudios y enrolarse en el Ejército ucraniano.

placeholder Brahim, en una fotografía cedida por sus amigos.
Brahim, en una fotografía cedida por sus amigos.

El frente de Mariúpol y la desaparecida Volnovaja

Tras unos meses de entrenamiento, Brahim fue desplegado en la provincia oriental de Donetsk en febrero de 2022. El 24 comenzó la invasión rusa y, desde entonces, el Donbás fue uno de los puntos más ‘calientes’ de la ofensiva.

Para finales de marzo y desplegado a menos de 60 kilómetros de Mariúpol, en la ahora destruida ciudad de Volnovaja, Brahim “estaba muy cansado y desmotivado, no tenían munición, comida, ni suministros. Las cosas se estaban poniendo muy duras, tenían al Ejército ruso rodeándolo por todas partes, no tenían salida”, cuenta Oleynik, reconstruyendo uno de los frentes más complicados para la defensa ucraniana a través de las continuas llamadas y mensajes que, pese a la dificultad de conexión, Brahim seguía haciendo a sus amigos.

“Me llamaba siempre que podía. Incluso cuando estaba ya en la guerra, me preguntaba siempre que si necesitaba algo, que si podía ayudarme. Un día me llamó para decirme que había visto helicópteros avanzando en dirección a Kiev, para decirme que debería encontrar un refugio antiaéreo. Así es él, piensa más en sus amigos que en sí mismo”, rememora.

Foto: Hiroaki Kuromiya, experto en el Donbás. (Cedida)

Un vídeo de RT en árabe

Finalmente, el desaliento y las dificultades del frente pudieron más. Brahim se entregó voluntariamente a las tropas rusas y, desde entonces, “no hubo más contacto, ni con sus amigos ni familia”. Así durante al menos un mes de incertidumbre. Mientras tanto, Brahim, como otros prisioneros del Ejército ucraniano, pasó de manos de las tropas rusas a las de la autoproclamada República Popular de Donetsk. Rusia cuenta desde 1996 con una moratoria sobre la pena de muerte, por lo que este movimiento facilita condenas como la de Brahim y sus dos compañeros británicos.

placeholder Brahim, con su atuendo militar. (Cedida)
Brahim, con su atuendo militar. (Cedida)

Finalmente, más de un mes después de su rendición, Brahim apareció en un vídeo publicado por la cadena rusa RT en árabe. “Para nosotros fue un 'shock”, apunta Oleynik. Semanas después vino la sentencia a muerte por “mercenarismo y de cometer acciones destinadas a tomar el poder y derrocar el orden constitucional de la DPR”. “Para quienes lo conocemos, esa sentencia, por terrorismo, es ridícula”, apostilla la amiga.

Silencio en Rabat

Pero, mientras que el simultáneo anuncio de la condena de los británicos Aiden Aslin (28) y Shaun Pinner (48) ha levantado una oleada de protestas en el Gobierno británico —la ministra de Exteriores, Liz Truss, catalogó el proceso de “farsa de juicio sin absolutamente ninguna legitimidad” y Downing Street ha asegurado que Reino Unido hará "lo que sea necesario" para liberar a los dos combatientes británicos condenados a muerte—, Marruecos ha elegido el silencio.

“Nos preguntamos mucho el porqué, por qué Brahim, por qué el chico marroquí”, admite Oleynik. Se ha especulado mucho sobre el interés político de Rusia en la condena a los dos británicos, una forma de presionar a un Gobierno como el de Boris Johnson, que se ha posicionado muy abiertamente con Kiev, así como una vía para forzar un reconocimiento tácito (como parte negociadora) de las autoridades de la DPR, o facilitar el intercambio de prisioneros de alto nivel. En el caso de Marruecos, las cartas no están tan claras. “Entendemos que esto es un tema político muy delicado, pero queremos que se hable de él”, sostiene Oleynik, quien asegura que varios amigos de Brahim se han puesto en contacto con la Embajada marroquí en Rusia, sin grandes éxitos.

Foto: El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, durante la reciente visita de Antony Blinken a Argel. (Reuters/Jacquelyn Martin)

Clásico y estrecho aliado de Estados Unidos en el Magreb y el Sahel, la posición de Marruecos en el conflicto de Ucrania ha sido de estudiada ambigüedad y mucho silencio. Pese a la cercanía a EEUU y las presiones de este para que tomara un mayor partido (el propio secretario de Estado, Antony Blinken, viajó a Rabat a finales de marzo), Marruecos ha intentado jugar sus cartas para no alienar a Rusia, aliado de la vecina Argelia, especialmente tensa con los avances del plan marroquí para el Sáhara Occidental. En las dos votaciones de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la invasión rusa, Marruecos desapareció discretamente para no tener que emitir el voto. La decepción ucraniana con la posición marroquí fue clara desde el inicio. El 30 de marzo, el presidente Volodímir Zelenski revocó la misión de la embajadora Oksana Vasilyeva por su falta de éxito para acercar a Rabat.

En este caso, Marruecos ha continuado con su estrategia, con apenas una nota desde la embajada, asegurando que Brahim ha sido condenado por una entidad “no reconocida” por el Reino, pero poco más. Algunas ONG marroquíes, como el Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) o el Centro Marroquí para los Derechos Humanos, han criticado su silencio y pedido a las autoridades marroquíes que intervengan en el caso, que envíen abogados y que se establezcan algún tipo de negociación con Rusia para su liberación.

Mientras tanto, Brahim languidece en “condiciones desconocidas” en la República Popular de Donetsk. Tiene un mes para apelar la sentencia.

El pasado viernes, tres hombres recibían, detrás de unos barrotes en la sala de justicia de la autoproclamada República Popular de Donetsk [DPR], el anuncio de su sentencia de muerte vía pelotón de fusilamiento por sus “actividades mercenarias”. A las pocas horas, la prensa internacional recogía la indignación y los detalles vitales de dos de ellos, británicos, que habían luchado junto al Ejército ucraniano en la defensa de Mariúpol. Sin embargo, el caso del tercer hombre —casi un muchacho, con 21 años— fue distinto. ¿Qué hace un marroquí condenado a muerte en Donbás?

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