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Vinícius te llama racista: por qué no estás entendiendo la polémica (y los brasileños sí)
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'Todos los blancos son racistas y tú también'

Vinícius te llama racista: por qué no estás entendiendo la polémica (y los brasileños sí)

En Brasil, los avances del movimiento antirracista en la esfera política y social chocan con una cruda realidad que las nuevas generaciones quieren visibilizar a toda costa

Foto: Manifestantes protestan por los ataques racistas contra Vinícius frente al consulado de España en São Paulo, Brasil. (Isaac Fontana/EFE)
Manifestantes protestan por los ataques racistas contra Vinícius frente al consulado de España en São Paulo, Brasil. (Isaac Fontana/EFE)

"Todos los blancos son racistas y tú también". Bajo esta premisa empecé durante la pandemia el curso Relaciones raciales y blanquitud en Brasil, que introducía un concepto desconocido para muchos brasileños, y también para mí: la "blanquitud". Los activistas antirracistas utilizan este neologismo para definir los privilegios simbólicos y materiales de los blancos, y fue la curiosidad la que me hizo apuntarme a este curso junto con personas blancas, negras, jóvenes, mayores, intelectuales y trabajadores de todo el país.

Izabel Accioly era la antropóloga que impartía el curso, "una negra de piel clara que aun así sufre racismo", dijo. Fue ella la que también dijo la frase lapidaria: "Tú también eres racista". Fue un shock que me tildaran así a través de la pantalla de Zoom. ¿Yo, que siempre tuve amigos negros latinos y africanos? ¿Yo, que siempre estuve a favor de la igualdad racial y que nunca tuve prejuicios? ¡No puede ser!

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su homólogo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, tras el encuentro bilateral el pasado abril. (Reuters/Juan Medina)

La provocación tenía, claro está, una finalidad didáctica. "En Brasil existe una jerarquía racial, que coloca a las personas blancas en un nivel superior y a las personas negras en un nivel inferior. Tener un privilegio blanco es una forma de racismo. Aunque una persona blanca no sea activamente racista, ella siempre se beneficia de su privilegio blanco", explicaba Accioly. En su opinión y la de muchos otros activistas, ser racista no se limita a pegar a un negro, a insultarle, a discriminarle. Existen gestos y comportamientos que pueden herir profundamente a este colectivo, como tocar su pelo afro como si fuese algo exótico, o decir una frase como "Es una negra bonita, tiene la nariz fina".

El racismo es uno de los grandes lastres de Brasil, donde el 56% de los habitantes se autodeclaró negro o "pardo" en el último censo del año pasado. En tan solo una década, la cifra de las personas que se consideran afrodescendientes aumentó un 32,4%, lo que revela un orgullo negro que desafía las estadísticas oficiales. Sin embargo, este orgullo choca con otros datos, como que los negros representan el 84% de los muertos a manos de la policía.

Brasil está cambiando...

En un país de más de cerca de 215 millones de habitantes, el racismo está tipificado como crimen desde 1989 y con penas de dos a cinco años de cárcel. Además, en enero de este año, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva equiparó la injuria racial al racismo y amplió las penas. Al mismo tiempo, creó el Ministerio de Igualdad Racial, liderado por Anielle Franco, hermana de la concejala Marielle Franco, brutalmente ejecutada en Río de Janeiro hace cinco años.

Hay otros aspectos que indican que las cosas han ido cambiando en la última década. La Ley de Cuotas, aprobada en 2012, permitió que el número de estudiantes negros en las universidades brasileñas crezca un 205%. Por otro lado, la periodista negra Maju Coutinho presenta Fantástico, el programa estrella de la TV Globo. Los afros y sus temáticas han sido los verdaderos protagonistas de las últimas ediciones del Gran Hermano brasileño. Y, en la calle, las melenas crespas y rizadas se han abierto espacio, jubilando la estética blanca que imponía la dictadura del pelo liso a las negras.

Mientras tanto, la Justicia prohíbe a humoristas como Léo Lins que haga chistes racistas y una parte de la intelectualidad negra revisita las letras de antiguas canciones para discutir conceptos hoy considerados inaceptables, como la famosa Mulata bossa nova. Mulata, por cierto, ha sido erradicada del vocabulario políticamente correcto, por ser considerada racista y ofensiva.

... pero la violencia racista sigue existiendo

Sin embargo, estos cambios chocan con la otra realidad de Brasil. El país ostenta la tercera mayor población carcelaria del mundo, solo por detrás de EEUU y China, de la cual el 67,5% de los presos son negros. Uno de cada tres está en prisión preventiva, es decir, no ha sido condenado. De ahí que muchas ONG que defienden los derechos humanos, como Amnistía Internacional, denuncien un "genocidio negro" perpetrado a manos del Estado brasileño. "Estamos cansadas ​​de llorar a nuestros muertos, de ver a madres que mueren de tristeza. ¿Cuántos jóvenes negros perderán la vida en esta guerra que nunca termina?", repiten en una letanía infinita las mujeres de las favelas, en las manifestaciones que se suceden, casi idénticas, después de cada matanza policial en alguna favela.

El mundo se horrorizó hace dos años con las imágenes de una operación policial en la favela de Jacarezinho, en Río de Janeiro, que dejó 28 muertos, en su mayoría negros. Lo más triste es que se trató de la regla más que de una excepción. Un estudio de la Universidad Federal Fluminense revela que hubo 112 muertes en 19 operaciones realizadas entre 2007 y 2021 en las favelas cariocas.

Foto: Rueda de prensa tras reunión del Consejo de Gobierno.

Pero el racismo mata también fuera de las favelas. En 2020, un hombre negro fue asesinado a golpes por un guardia de seguridad y un policía en un supermercado de la red Carrefour, en Porto Alegre. Había sido acusado de agredir a una vendedora. Paradójicamente, João Alberto Silveira, de 40 años, perdió la vida en vísperas del Día de la Conciencia Negra, que se celebra en Brasil cada 20 de noviembre. Tampoco es un caso aislado: la prensa brasileña informa a menudo sobre negros agredidos física y verbalmente, ya sean clientes en una tienda o repartidores entregando comida.

En la política y en la vida pública, el racismo y la discriminación también sigue siendo una asignatura pendiente. Tan solo el 22% de los senadores son negros, y los afrodescendientes representan menos del 6% de los reporteros y de los presentadores de televisión. En la esfera empresarial, no hay ni un solo director general negro en las 423 empresas brasileñas que cotizan en bolsa. Además, el salario de los profesionales negros es un 43% inferior al de los blancos, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). De ahí que se hable de Racismo estructural, como reza el título del icónico libro del jurista negro Silvio Almeida, nombrado ministro de los Derechos Humanos y de la Ciudadanía por Lula da Silva.

Sin embargo, no hace falta mirar las estadísticas para comprobar que en Brasil hay racismo. Basta ir a un centro comercial con un amigo negro para ver cómo los guardias de seguridad le siguen, tratándolo como un sospechoso; o acudir a una roda de samba con una amiga negra que, a pesar de ser una jueza concursada, será invariablemente tratada como una camarera por la mayoría blanca que frecuenta las áreas nobles de las ciudades. "Perdona, se me cae la cara de la vergüenza", es una frase bastante común en estas circunstancias.

Vinícius: la nueva generación

Este contexto tal vez ayude a comprender la profundidad del mensaje de Vinícius. No se ha tratado de un simple desahogo y sí del inicio de un nuevo statu quo, de un "hasta aquí hemos llegado" que podría revolucionar conceptos y comportamientos de un lado y otro del océano Atlántico.

Hace más de 70 años, otro brasileño, el mítico Pelé, no se atrevió a posicionarse sobre este asunto, a pesar de sufrir a menudo el racismo en sus propias carnes. Los veteranos del equipo, Zito y Pepe, le apodaron Gasolina. Los periodistas deportivos no se cortaban un pelo a la hora de llamarlo despectivamente criollo. En aquella época, la discriminación contra los jugadores negros de la selección brasileña era despiadada. Los afrodescendientes fueron responsabilizados por el maracanazo de 1950, la trágica derrota de Brasil contra Uruguay.

Foto: Ancelotti le pide a Vinícius que siga jugando en Mestalla. (Reuters/Pablo Morano)

Pero Pelé, que era considerado el mejor jugador del siglo y una fuente de inspiración para millones de negros en todo el mundo, nunca participó en la lucha antirracista e incluso fue acusado de poco compromiso con la causa negra. Poco antes de morir, O Rei recordó que, si hubiese tenido que parar de jugar cada vez que le llamaban macaco o criollo, habrían tenido que interrumpir prácticamente todos los partidos en los que jugó.

Vinícius representa una nueva generación de afrodescendientes que ha crecido en un mundo diferente, donde los negros pueden frecuentar (a duras penas, eso sí) las mejores universidades del país gracias a las cuotas raciales y que poco a poco están ocupando posiciones sociales antes inimaginables, desde médicos hasta ingenieros. Este joven de 22 años ya no acepta callarse como lo hizo Pelé en su momento.

En el Brasil de Vinícius, un 32,4% de personas optaron por autodeclararse negros incluso si su piel es clara. La mezcla racial en las familias brasileñas es enorme y nadie se atreve a cuestionar si un hombre de tez morena se presenta como negro, porque su abuelo llevaba el color de África en su piel. La negritud hoy es también una elección política o existencial.

No es lo que se dice, sino quién lo dice

En este país inmenso, sobran los neologismos cuando se habla de relaciones raciales. El debate se expande y ya han acuñado el término palmitagem, una conducta que lleva a hombres negros considerados "privilegiados" a relacionarse con mujeres blancas. "La palmitagem es un acto racista cruel debido a su sutileza. A primera vista, parece solo una cuestión de afecto (por lo tanto, incontrolable e irracional como la pasión y el amor) combinado con la elección individual de la persona con la que se va a vivir una relación. Pero no es solo eso. Es más complejo. Es una combinación de afecto con problemas estructurales (desigualdad, machismo y racismo) que hemos vivido desde la infancia y con relaciones y disputas de poder en diversas relaciones cotidianas durante el crecimiento", escribe un activista.

Dicho de otra forma, una parte de la intelectualidad negra cuestiona que los negros prefieren a las blancas, como estrategia consciente o inconsciente para alcanzar la ascensión social. Al mismo tiempo, denuncian la "soledad" de las mujeres negras, hipersexualizadas y dejadas de lado tanto por los blancos como por los negros.

Foto: Manifestantes protestan por los ataques racistas contra Vinícius frente al Consulado de España en Sao Paulo, Brasil. (EFE/ Isaac Fontana)

En 2017, Djamila Ribeiro, escritora negra y profesora de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, publicó el libro Lugar de enunciación, en el que introduce un concepto novedoso: no es importante solo lo que se dice, sino también quién habla, porque el punto de vista del hablante parte de la experiencia individual e influye en su discurso. Traducido al cristiano, se acabó eso de que los blancos hablen por los negros.

Durante el curso sobre blanquitud, lo que más me impactó fue la cantidad de dolor en los relatos de los participantes negros. Independientemente de su edad, de sus carreras, de sus éxitos profesionales…, todos lloraron al relatar las humillaciones padecidas en el ámbito académico y profesional. Después del susto inicial al ser acusada de racismo por mi pecado original intrínseco como blanca, me acordé del libro de Djamila Ribeiro y comprendí que, cuando el tema es el racismo, es mejor callar y escuchar, sentir el sufrimiento ajeno acumulado a largo de cinco siglos y, con un poco de suerte y de paciencia, intentar abrir el camino para el diálogo. Porque nosotros, los blancos, llevamos la voz cantante desde hace mucho tiempo. Ya es hora de prestar atención a Vinícius y escucharlo de verdad.

"Todos los blancos son racistas y tú también". Bajo esta premisa empecé durante la pandemia el curso Relaciones raciales y blanquitud en Brasil, que introducía un concepto desconocido para muchos brasileños, y también para mí: la "blanquitud". Los activistas antirracistas utilizan este neologismo para definir los privilegios simbólicos y materiales de los blancos, y fue la curiosidad la que me hizo apuntarme a este curso junto con personas blancas, negras, jóvenes, mayores, intelectuales y trabajadores de todo el país.

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