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Blinken se reúne por sorpresa con Xi: EEUU y China se dan una tregua diplomática
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Se dan otra oportunidad (de momento)

Blinken se reúne por sorpresa con Xi: EEUU y China se dan una tregua diplomática

La visita de Blinken a Pekín comenzó con un portazo diplomático en el aeropuerto y acabó con una positiva reunión, imprevista, con el presidente Xi

Foto: El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en su reunión con el presidente chino, Xi Jinping. (Reuters/Leah Millis)
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en su reunión con el presidente chino, Xi Jinping. (Reuters/Leah Millis)
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“Si China y Estados Unidos pueden llevarse bien, tiene gran importancia para el futuro y el destino de la humanidad”, dijo ayer el presidente chino, Xi Jinping, al secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken. El estadounidense recogía el guante y garantizaba la búsqueda responsable de acuerdos. “Es en interés de Estados Unidos, en interés de China y en interés del mundo”, decía.

Efectivamente, las palabras de ambos políticos representan el sentir de un planeta que desde los tiempos de la Guerra Fría no palpaba la alargada sombra de un devastador conflicto global. El deterioro de las relaciones ha sobrepasado en los últimos meses límites peligrosos, en los que naves de guerra y aviones casi colisionan en el mar y en el aire. No es alarmismo, es realidad. China y EEUU parecen preparase para un conflicto que necesitaba, para esquivarse, esos primeros 35 minutos de conversaciones directas que se produjeron este lunes en Pekín.

Foto: Un bombero corre durante un simulacro de defensa civil ante una posible invasión china. (Reuters/Ann Wang)

Empezaba mal la cosa. Aeropuerto casi vacío, escalerilla de aerolínea de bajo coste, cemento gris sin alfombra roja y funcionarios de segunda categoría esperaban al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a su llegada en su visita oficial en China. En diplomacia, los gestos cuentan y la representación que ejecutaban las autoridades chinas demostraba que a este encuentro, como han remarcado diplomáticos y medios de comunicación chinos en las horas previas, se llegaba en el peor momento de las relaciones bilaterales entre ambos países. Sin embargo, a tenor de las palabras de unos y otros, todo ha dado un inesperado giro de guion y ambas superpotencias se dan una nueva oportunidad. O eso dicen.

Espíritu de Bali

Espíritu de Bali, le llaman, en referencia al encuentro que en otoño pasado allí mantuvieron los presidentes Biden y Xi Jinping. Entonces, tras aquella cordial reunión, también se habló de enderezar el rumbo. Y justo después de eso pasó lo del encuentro entre Xi y Putin con sus promesas de nuevo orden mundial; las nuevas sanciones de EEUU y países aliados al comercio de alta tecnología con Pekín; el globo espía chino surcando los cielos de Estados Unidos; los tambores de guerra sobre Taiwán; el desencuentro en el Foro de Shangri-La, donde el ministro de Defensa chino no quiso reunirse con su homólogo norteamericano; los movimientos de EEUU en Japón, Corea del Sur, India o Filipinas para rodear militarmente a Pekín; la respuesta de China en Arabia Saudí, Irán y Pakistán para abrir nuevos frentes a Washington; el intento de China, al comando de los Brics, para acabar con la hegemonía del dólar… Demasiados frentes abiertos, que no paran de multiplicarse por todas partes, que ambas partes parecen ahora dispuestas a intentar arreglar o, al menos, aminorar. Ayer se dieron algunos pasos.

El anfitrión era Pekín, así que a ellos les tocaba poner la pelota en juego. Prepararon una especie de recibimiento clásico a priori de poli bueno y poli malo. Tras ese frío encuentro inicial en el aeropuerto, el resto de la agenda garantizaba dos encuentros. Blinken se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang. El nombramiento de Gang, a finales de año pasado, se consideró entonces un intento de acercamiento entre Washington y Pekín fruto de las conversaciones de Bali. Qin era hasta entonces embajador en Washington y durante su mandato entabló una buena relación profesional y personal con Blinken. En Pekín, parece que la buena sintonía se repitió. “Las dos partes mantuvimos conversaciones sinceras, profundas y constructivas sobre los lazos bilaterales en general y algunos temas importantes”, manifestó Qing.

Foto: Una imagen promocional de la película 'Wolf Warrior'.

El papel del poli malo lo jugaba el anterior ministro de Asuntos Exteriores y actual jefe de la diplomacia del Partido Comunista de China, el poderoso Wang Yi. Algunos analistas chinos señalan que esa reunión fue algo más tensa, mientras que por la parte norteamericana, según el New York Times, se calificó el encuentro de “sincero y productivo”, lo que al no aparecer la palabra cordial confirma que fue tenso. En lenguaje diplomático, se afirma no afirmando.

Wang afeó a Blinken su intervencionismo en Taiwán y sus sanciones comerciales, que calificó de “ilegales”, pero abrió la puerta a un diálogo. Blinken, por su parte, dijo en la posterior rueda de prensa: “Vine a Pekín para fortalecer los canales de comunicación de alto nivel (…) No vamos a tener éxito en todos los temas entre nosotros en un solo día, pero en una gran variedad de áreas, en los términos que establecimos para este viaje, hemos progresado y estamos avanzando”.

placeholder Rueda de prensa de Blinken en Pekín. (EFE/Wu Hao)
Rueda de prensa de Blinken en Pekín. (EFE/Wu Hao)

Debió ser así, porque tras ambos encuentros, Blinken pasó a reunirse con Xi, algo que no estaba en la agenda. El secretario de Estado sí recibió en este caso el tratamiento de su rango que no se le dio al bajar del avión. Xi recibió a Blinken en el Gran Salón del Pueblo, donde se recibe a todos los mandatarios. Allí escuchó de nuevo que Estados Unidos mantiene su política de una sola China, y despejó los fantasmas de una guerra comercial total, al asegurar que “EEUU no busca el desacople económico de China”.

China respeta los intereses de Estados Unidos y no desafiará ni reemplazará a Estados Unidos. De manera similar, Estados Unidos también debe respetar a China y no dañar los derechos e intereses legítimos de China. Ninguna de las partes puede moldear a la otra según sus propios deseos, y mucho menos privar a la otra de su legítimo derecho al desarrollo”, manifestó por su parte un conciliador Xi, que apostó por crear relaciones “saludables y estables”.

Concluía así el primer encuentro oficial de alto nivel entre dos superpotencias que han estado meses sin hablarse. Lo que empezó mal acabó bien. Fontanería y brocha gorda para tapar las enormes goteras y mucho trabajo por delante para los artesanos. Parece que habrá una próxima devolución de visita del ministro de Asuntos Exteriores chino a Washington e, incluso, podría volver a haber un encuentro entre Biden y Xi que ponga el colofón a meses de graves desencuentros. Se han hecho ya avances en la reanudación de vuelos comerciales, visas, cambio climático o control de opiáceos como el fentanilo. Pero eso era lo sencillo, queda por delante lo complicado que les ha traído hasta aquí.

China ha manifestado a Blinken que Taiwán es “el núcleo de los intereses fundamentales de China” y lo ha calificado como “el riesgo más elevado en las relaciones entre ambos países”. El norteamericano ha querido tranquilizar a China, asegurando que su país sigue apostando por la política de “una sola China”. El problema es que esa es una frase de los años setenta hoy vacía de contenido. Taiwán hoy ya no pretende arrogarse el papel de la verdadera China, como hiciera hasta la muerte de su viejo líder chino Chiang Kai-shek en 1975. La isla, o una parte de ella, quiere hoy conseguir lo que de facto ya es, ser una nación independiente, que nada tiene que ver con China, reconocida internacionalmente. Hace poco, Biden aseguró que defendería militarmente a Taiwán si hay un ataque chino. Y el Gobierno de Pekín, por su parte, no para de repetir, lo hizo también ayer, que ese es un asunto interno y que la isla volverá a estar bajo su control si hace falta por la fuerza. Esa patata muy caliente queda pendiente y parece de compleja solución.

Foto: Xi Jinping. (EFE)
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Washington, por su parte, puede prometer a Pekín que no habrá declaración oficial de independencia, no es posible sin su total apoyo, y se mantendrá el actual estatus. ¿Le vale eso a China? Parece que no, o parece que eso debería llegar con más cosas.

Guerra de los chips

La guerra de los chips es otro gran frente abierto. EEUU ha vetado comercialmente a Pekín el acceso a la más alta tecnología que se produce especialmente en Taiwán y EEUU, con importantes aportes de países como Países Bajos, Japón y Corea del Sur. ¿Va a abrir ahí Washington la mano?

Foto: Foto: Alex Plavevski/EFE.

Podría ser, pero a cambio de qué. ¿Que se rebaje la amenaza del fin de la comercialización con dólares, una medida hasta ahora más llamativa que efectiva, lejos de tener un significado real? ¿Forzar a Rusia a un acuerdo de paz con Ucrania que suponga la retirada de sus tropas de los territorios conquistados? ¿Suspender la amenaza de ese nuevo orden mundial que lidera Pekín con su tropa de Brics?

Hay demasiados frentes abiertos para creer que los acuerdos entre ambas superpotencias son sencillos. Pero al menos han hablado y han pasado en unas horas de distancia a decorar el escenario de sus encuentros. Ya es algo. La diplomacia necesita alfombras rojas.

“Si China y Estados Unidos pueden llevarse bien, tiene gran importancia para el futuro y el destino de la humanidad”, dijo ayer el presidente chino, Xi Jinping, al secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken. El estadounidense recogía el guante y garantizaba la búsqueda responsable de acuerdos. “Es en interés de Estados Unidos, en interés de China y en interés del mundo”, decía.

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