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Lo que parece y lo que es: así se consumó la gran traición en el país de la monarquía intocable
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De las urnas al hecho hay un trecho

Lo que parece y lo que es: así se consumó la gran traición en el país de la monarquía intocable

Todo ha pasado lento, sin hacer ruido, entre bambalinas, hasta que una mañana la "revolución naranja" de Tailandia entendió que no es que hubieran perdido el partido, sino que ni siquiera habían llegado a jugarlo

Foto: Protesta contra el nuevo acuerdo de gobierno en Tailandia. (EFE/Rungroj Yongrit)
Protesta contra el nuevo acuerdo de gobierno en Tailandia. (EFE/Rungroj Yongrit)

Tailandia es un país donde está permitido hacer todo menos intentar reglar que todo está permitido. Una realidad que ha acabado con la "revolución" de Pita Limjaroenrat y su partido, Move Forward (MF). Al joven y sorprendente vencedor de los comicios de mayo, que sacó 152 escaños —frente a los 141 del otro partido considerado como opositor al sistema, el Pheu Thai (PT) de la poderosa familia Shinawatra— solo se le ha permitido jugar con el poder, no tocarlo.

La Justicia, por un lado, acorraló sus opciones con una vieja norma que le afectaba de refilón, pero que era suficiente para invalidar su candidatura. Por el otro, un engrasado sistema de poder que controlan los militares y la "sagrada" Casa Real le hacía la cama a él y a todos los que votaron por un cambio imposible. Todo ha pasado lento, sin hacer ruido, entre bambalinas, hasta que una mañana la "revolución naranja" entendió que no es que hubieran perdido el partido, sino que ni siquiera habían llegado a jugarlo. Vamos por partes.

Foto: El líder del partido Move Forward, Pita Limjaroenrat (C), saluda mientras posa con los líderes del partido tras una reunión en Bangkok. (EFE / Narong Sangnak)

La victoria en mayo del MF tuvo un fuerte impacto en el país. Pita pasó a convertirse en una especie de estrella mediática, especialmente entre los más jóvenes. Tailandia es tan profundamente conservadora, en el sentido más social que político del término, que un joven de familia bien que proponía acabar con los delitos de lesa majestad, reducir el control militar sobre el sistema democrático, legalizar la prostitución y el matrimonio gay y subir el salario mínimo, entre otras cosas, era visto casi como si fuera un Che Guevara oriental. En el tradicional y viejo sistema de poder del sudeste asiático, Pita era desde luego una revolución. En Europa sería considerado un socialdemócrata chic.

Algunas de sus "revolucionarias" propuestas explican ya mucho del país y el porqué del fracaso de su candidatura. En Tailandia, un país rebosante de prostitución y con una absoluta libertad en las relaciones homosexuales, la prostitución está prohibida y el matrimonio homosexual no está reconocido. Una cosa es lo que sucede y otra lo que se dice que puede suceder.

Y ahí radica justo el inicio del fin de MF. El principal escollo para Pita fue el de querer tocar levemente la sacrosanta monarquía, acabando con el delito de lesa majestad por el que hay personas cumpliendo hoy condenas en Tailandia tras las revueltas de 2020 y 2021. Jóvenes que osaron a criticar al monarca con la cara descubierta o en redes sociales, exigiendo cambios democráticos, y que fueron detenidos y encarcelados después. La monarquía tiene un enorme poder en la sombra que va parejo al control militar.

Foto: Foto: Reuters.

La Casa Real tiene su base social que le apoya, otra base social, especialmente entre los más jóvenes, que son los votantes de MF, que quiere acabar con sus privilegios, y luego otra parte de la sociedad que acepta el actual statu quo entre una cierta simpatía a la histórica institución. Un respaldo tácito por la estabilidad que proporciona y un mirar para otro lado, tapándose la nariz, cuando se destapan excesos. Por eso, han aceptado el que muchos senadores militares que debían apoyar un gobierno de coalición entre el MF y PT retiraran el apoyo al joven Pita como primer ministro. Se defendían a sí mismos y al sistema, pero se escudaban en que se trataba de una defensa de la Casa Real. En Tailandia, las apariencias se imponen.

MF necesitaba la mitad más uno de los votos. En las primeras consultas, se anunció el apoyo del PT, pero no bastaba. La semidemocracia tailandesa otorga 500 escaños que salen de las elecciones, pero también 250 senadores nombrados a dedo por el Ejército. Hay que sumar 376 votos para ser elegido primer ministro y Pita, sin apoyo de los senadores a dedo o algunos de los partidos conservadores, no tenía opciones. En realidad nunca las tuvo, porque mientras se escenificaban encuentros para elaborar pactos en Tailandia, la verdadera partida se jugaba en Dubai. Allí vivía el histórico líder del PT y ex primer ministro, Thaksin Shinawatra, autoexiliado desde hace 15 años.

Foto: El ex primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, a su regreso al país, el 22 de agosto. (Reuters)

El que fuera primer ministro, derrocado tras un golpe de estado en 2006, es un millonario considerado de izquierdas por los estándares tailandeses. Huyó del país a raíz de la asonada y fue después condenado a 12 años de cárcel por delitos cometidos en su época de primer ministro. Su liderazgo ha supuesto siempre una brecha en una sociedad tailandesa partida entre quienes le consideran un traidor o un héroe. Desde su marcha, se han producido múltiples y colosales choques entre los camisas rojas, seguidores de las tesis reformistas y partidarios de Thaksin, y los camisas amarillas, seguidores de la Casa Real y militares. Durante años, el PT era el partido al que votaban los considerados prodemócratas, hasta que en 2023 irrumpió con fuerza el MF que, en un giro de los acontecimientos, venció las elecciones.

Ideológicamente, al menos en cuanto al reformismo, ambas formaciones compartían agenda. Pero el viejo y millonario Thaksin, un hombre de 74 años, ha sabido esperar su momento. Colocó a su hija Yingluck como cabeza de lista del PT y se encontró con que sus 141 escaños le convertían en el partido que tenía la manecilla de Gobierno. Hasta su lujosa guarida de Dubai, en secreto, se desplazaron los militares que jugaban al golf con el viejo líder mientras cocinaban su regreso al país y al poder. Y así ha sucedido.

Primero se dejó caer a Pita, al que unas viejas acciones de un grupo mediático sin funcionar hace años, le podían hacer incluso incurrir en un delito penal si intentaba ser Primer Ministro. En Tailandia puedes postularte al cargo si has dado un golpe de estado, pero no si tienes relación con medios de comunicación. Esa era la bala en la recámara si alguien se saltaba el guion. No hizo falta, MF no sumó apoyos suficientes en la Cámara y ahí estaba, con sus palos de golf usados y su avión privado listo, el viejo Thaksin esperando.

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Finalmente, se ha encontrado una solución. El nuevo primer ministro será Srettha Thavisin, miembro del PT, que fue elegido con 482 votos a favor, incluyendo el de la mayoría de los 250 senadores elegidos a dedo. El MF de Pita, que entendió por fin la traición de sus supuestos compañeros reformistas, es una de las pocas formaciones que ha votado en contra de una solución práctica y que aporta cierta estabilidad institucional. El PT se ha comprometido a no tocar a la Casa Real ni ciertos privilegios del sistema y a cambio coloca a un "outsider" de la política como PM.

Srettha es un empresario inmobiliario de éxito al que el sistema ha preferido apoyar por delante de la que era la cabeza de lista del PT, Yingluck Shinawatra, hija de Thaksin. Deberá afrontar diversos desafíos. Le definen como un hombre franco al que una parte del cuerpo militar mira con recelo, ya que criticó públicamente el golpe de estado de 2014. El nuevo PM deberá ahora conjugar ciertas ideas sociales que ha mantenido, como su deseo de acabar con la desigualdad social, sin tocar los cimientos del crecimiento económico tailandés que controlan diversos poderes y familias. Nada más ser nombrado ya ha dejado claro que "cuento con las personas que han apoyado al Gobierno saliente", dejando claro que no viene a tirar muros ni a tocar los monopolios.

placeholder El nuevo primer ministro de Tailandia, Srettha Thavisin. (Reuters)
El nuevo primer ministro de Tailandia, Srettha Thavisin. (Reuters)

Pero el principal reto de Srettha lo tiene en casa. Primero, varios importantes líderes sociales de los camisas rojas ya han declarado que retiran su apoyo a este Gobierno. El PT prometió en campaña no llegar a ningún pacto con los partidos promilitares. Eso ya lo han incumplido, generando mucho enojo entre su base electoral reformista que se siente decepcionada.

El segundo reto ha llegado en avión. Nada más cerrarse el acuerdo, el líder del PT, Thaksin Shinawatra, acababa con sus 15 años de autoexilio y se presentaba con su jet privado en Bangkok. Allí fue temporalmente llevado a una prisión militar para ser trasladado después a un hospital militar, donde fue ingresado en la Royal Suite 1401, la destinada a los pacientes VIP y en la que le estarían tratando diversas dolencias, según información del Bangkok Post.

Lo que se espera es que el viejo líder, debido a sus problemas de salud, acabe no entrando en prisión por desaconsejarlo los doctores o, incluso, tenga un indulto de la propia Casa Real. Eso parece que es lo que se negoció en aquellas partidas de golf de Dubai en las que se decidió todo, mientras el joven Pita se daba baños de masas por Tailandia entre los jóvenes y votantes del MT y el PT que soñaban con un Gobierno que reformara el país. Porque en Tailandia una cosa es lo que parece y otra cosa es lo que es. Lo primero es la calle, lo segundo es el poder.

Tailandia es un país donde está permitido hacer todo menos intentar reglar que todo está permitido. Una realidad que ha acabado con la "revolución" de Pita Limjaroenrat y su partido, Move Forward (MF). Al joven y sorprendente vencedor de los comicios de mayo, que sacó 152 escaños —frente a los 141 del otro partido considerado como opositor al sistema, el Pheu Thai (PT) de la poderosa familia Shinawatra— solo se le ha permitido jugar con el poder, no tocarlo.

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