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El triunfo de Wilders en Países Bajos confirma la excepción española en Europa
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'Spain is different'

El triunfo de Wilders en Países Bajos confirma la excepción española en Europa

Mientras las fuerzas populistas de derecha viven su momento de gloria en el Viejo Continente, España ha conformado el Gobierno más a la izquierda de la UE

Foto: Manifestantes contra Geert Wilders y propalestinos protestan en Ámsterdam. (EFE/Ramón Van Flymen)
Manifestantes contra Geert Wilders y propalestinos protestan en Ámsterdam. (EFE/Ramón Van Flymen)

Hace tiempo que la era de los cordones sanitarios terminó en Europa. Este milenio comenzaba con la entrada del euroescéptico y antiinmigración Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria. El acuerdo con la formación comandada por el ultra Jorg Haider acarreó una reacción frontal de la Comisión Europea y varios Estados miembros rompieron relaciones diplomáticas con el país. Más de 17 años después, el FPÖ regresó al Ejecutivo sin hacer ruido. Mismo año en el que la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) entraba por primera vez en su historia en el Bundestag. La victoria de Geert Wilders en Países Bajos confirma la tendencia del auge populista y radical en el bloque comunitario.

La nación de los tulipanes se convirtió el miércoles en el segundo país fundador de la Unión Europea donde se imponía en las urnas la alternativa anti-UE. El líder del Partido de la Libertad (PVV) recoge en su programa electoral la promesa de celebrar un acuerdo para efectuar un ‘Nexit’ y seguir los pasos del Reino Unido para abandonar el club comunitario. Aunque el propio Wilders ha reconocido que entre la sociedad neerlandesa no hay apetito para abrir ese melón. Hace cinco años, Italia ya marcó el hito de convertirse en el primer país fundador con un Gobierno euroescéptico, conformado por La Liga de Matteo Salvini y el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo.

Los Gobiernos con fuerzas ultraderechistas o de derecha radical son todavía minoritarios a lo largo del bloque comunitario, pero su ascenso en los últimos años ha sido meteórico. Buena cuenta de ello se refleja en los países nórdicos, bastión histórico de la socialdemocracia. El año pasado, los Democrátas Suecos, partido con raíces neonazis, se convirtieron en la segunda fuerza más votada apelando al “voto de la desilusión” y en contra la inmigración. La formación pasó de ser un paria a dar apoyo externo para alumbrar el Gobierno conservador que dirige Ulf Kristersson. En la vecina finlandesa, la socialista Sanna Marin se despidió de su puesto como primera ministra dejando una coalición de Gobierno entre los conservadores y los populistas del Partido por los Finlandeses, que ocupan 7 de los 19 ministerios, incluido el de Justicia.

La desafección y el hartazgo está calando especialmente entre los más jóvenes. Buena parte de los simpatizantes de Wilders han sido votantes de entre 18 y 35 años. Al desencanto por la situación actual se une la incapacidad de los partidos tradicionales de conectar y de entusiasmar. Algo que está pasando especial factura a las fuerzas socialdemócratas. Los progresistas han perdido su fortificación nórdica, la marcha de Antonio Costa ha propiciado la convocatoria de elecciones en Portugal, el populista Fico ha sido suspendido de los socialdemócratas europeos y Olaf Scholz llega al ecuador de su mandato con mínimos de popularidad.

Y, sin embargo, mientras este fenómeno se extiende por toda Europa, el pacto de PSOE y Sumar para la formación de Gobierno ha convertido a España en el Ejecutivo más a la izquierda de toda la Unión Europea. Paralelamente, Vox fue uno de los pocos partidos de extrema derecha europeos en ver reducido su apoyo en las últimas elecciones, perdiendo 19 escaños y cerca de 700.000 votos. En una era de erosión de los partidos tradicionales, tanto PSOE como PP se han consolidado como partidos mayoritarios. En lo que a la política europea respecta, 'Spain is different'.

Los expertos apuntan a varias razones para explicar el ascenso de los partidos de derecha radical, populistas o extrema derecha en el Viejo Continente, que a día de hoy están presentes en los Gobiernos de Hungría, Polonia (aunque de salida), Italia, Eslovaquia, Finlandia y Chequia. Todavía está por ver si el PVV es capaz de formar Ejecutivo o ser parte de él cortando el cordón sanitario que ha imperado en Ámsterdam en los últimos años. Pero con su incontestable triunfo, pasando de 18 a 37 escaños, será difícil no contar con ellos.

Uno de ellos es su creciente presencia y normalización en la vida política y en los pactos gubernamentales, algo que hasta hace poco no estaba sobre la mesa. Por ejemplo, el Partido Popular Europeo explora en estos momentos una alianza con los Conservadores y Reformistas que lidera Giorgi Meloni de cara a las elecciones europeas de junio. Hasta hace nada, la AfD era invisible. Dialogar con ellos no solo no era una opción, sino que se pagaba caro. De ello sabe algo Annegret Kramp-Karrenbauer. La que estaba llamada a ser sucesora de Angela Merkel vio fulminada su carrera política tras un amago de acuerdo de la CDU con los ultras para facilitar un gobierno en el estado de Turinga.

Foto: Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina)

Hoy, AfD ya está al frente de los primeros ayuntamientos y landers, todas las encuestas lo posicionan como segundo partido más votado, por delante de los socialdemócratas, y por primera vez presentarán candidato a canciller en las próximas elecciones de 2025. En el otro pulmón europeo, Francia, su rígido sistema electoral ha hecho históricamente de contención ante el clan Le Pen. Aunque la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen pasó en las últimas elecciones legislativas de 8 a 89 asientos en la Asamblea Nacional.

Hartazgo, desencanto y miedo

Otras de las razones que ayudan a entender el panorama político actual es la propia situación de volatilidad, incertidumbre y desigualdad. El mundo no se había recuperado todavía de la peor pandemia del siglo cuando explotó la guerra de Ucrania, que continúa desatando enormes consecuencias económicas, energéticas o alimentarias en todos los rincones del globo y, especialmente, en los vecinos europeos. Durante los primeros compases de la invasión rusa de su vecino, la inflación en los países europeos alcanzó récords históricos de dos dígitos. Si bien los precios de la energía se han contenido en los últimos tiempos, el coste de los alimentos o de las hipotecas continúa muy por encima que en los tiempos pre-bélicos.

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Aquí las fuerzas populistas han encontrado un filón. Siendo muy heterogéneas, el denominador común de las formaciones de ultraderecha pasa por entonar un discurso nacionalista bajo la bandera de ‘mis ciudadanos primero’. En esta línea, programas como el de Wilders o el eslovaco Robert Fico abogan por frenar las ayudas a Ucrania y bajar los impuestos. Es una receta que ya aplicó Donald Trump, el padre del America First, que hizo de sus asuntos domésticos y política económica la prioridad de su Presidencia.

Putin sonríe paciente

Y es en esta ecuación donde entra la variable rusa. Muchos analistas estiman que el avance de las fuerzas de extrema derecha en Europa es una de las mejores noticias para Vladímir Putin. Desde hace tiempo, en los pasillos de Bruselas reconocen que el interés del inquilino del Kremlin es prolongar en la guerra en Ucrania. Sentarse paciente para que el hastío social y las divisiones políticas hagan su magia, entorpeciendo la toma de decisiones en el Consejo y agrietando los consensos sociales y políticos en la UE.

Países Bajos y Eslovaquia, donde recientemente han ganado los comicios candidatos simpatizantes con Rusia, eran dos de los países que más habían hecho para el envío de cazas de combate y para el entrenamiento de pilotos ucranianos. Su cambio de timón es solo un aviso a navegantes. Las grandes citas con las urnas son en 2024. En junio, con las europeas. En noviembre, con las estadounidenses. Ucrania y su futuro se juegan mucho en ambas.

Foto: Comvex-Constanza. (L.G.A)
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Otro de los puntos donde se está encontrando la versátil ultraderecha de Europa es en un cambio de rumbo hacia la seducción de las clases más populares. Fue Marine Le Pen la que hace años inició esta metamorfosis, distanciándose de las élites para dirigirse al pueblo llano. En su programa recoge bajadas de IVA o ayudas a la vivienda. El PiS polaco se ha enfrentado en múltiples ocasiones a su gran protegida ucraniana por la crisis del grano para poder proteger a su mundo rural. Y uno de los énfasis del programa económico de Wilders es la bajada de impuestos. “Bajen los impuestos, especialmente los que afectan a la renta y consumo de las familias”, insistía Jorge Buxadé, líder de Vox en la Eurocámara, en un debate plenario.

Pero este sello no solo bebe de la pata económica, sino también de la identitaria y de seguridad. En un mundo en llamas, donde líderes como Viktor Orbán afirman que “el cristianismo es la última esperanza de Europa”, otros como Wilders van más allá y abogan por echar el cerrojo total a la inmigración, cerrar fronteras o prohibir las mezquitas y el Corán. Su lema es orden, libertad y seguridad.

“El viraje hacia la extrema derecha es al mismo tiempo una expresión del carácter democrático de la UE y un peligro para la democracia, el Estado de Derecho y los valores europeos. Más democráticas, pero también mucho más polarizadas, politizadas y con una fuerte dosis de populismo y posverdad en las campañas electorales que se avecinan”, anticipaba el analista político Nicolai von Ondarza a través de la red social X.

Hace tiempo que la era de los cordones sanitarios terminó en Europa. Este milenio comenzaba con la entrada del euroescéptico y antiinmigración Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria. El acuerdo con la formación comandada por el ultra Jorg Haider acarreó una reacción frontal de la Comisión Europea y varios Estados miembros rompieron relaciones diplomáticas con el país. Más de 17 años después, el FPÖ regresó al Ejecutivo sin hacer ruido. Mismo año en el que la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) entraba por primera vez en su historia en el Bundestag. La victoria de Geert Wilders en Países Bajos confirma la tendencia del auge populista y radical en el bloque comunitario.

Ámsterdam Alternativa para Alemania