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La gran pregunta que la UE es incapaz de responder: ¿cómo gestionar la migración?
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¿Cómo debería lidiar Europa?

La gran pregunta que la UE es incapaz de responder: ¿cómo gestionar la migración?

Las posiciones opuestas en el Parlamento Europeo ejemplifican lo lejos que se está de llegar a un consenso en el seno comunitario en torno a uno de los asuntos en los que más se juega la UE

Foto: Una madre junto a su hija en el campamento improvisado de refugiados en Moria, en la isla griega de Lesbos. (Getty/Milos Bicanski)
Una madre junto a su hija en el campamento improvisado de refugiados en Moria, en la isla griega de Lesbos. (Getty/Milos Bicanski)

¿Cómo debería lidiar la UE con el fenómeno migratorio en un momento de éxodo récord en todo el planeta? ¿Qué tipo de inmigración necesitará Europa en el futuro? ¿Cómo reconciliar los extremos anti-refugiados que comenzaron en Hungría y Polonia y suponen cada vez más la normalidad de muchas capitales? ¿Es la inmigración segura y controlada la salvación de un mercado laboral comunitario que camina a marchas forzadas al envejecimiento?

Estos y muchos más son algunos de los interrogantes que abre el dilema de la inmigración para la Unión Europea. Normalizado en el pasado, convulso en el presente y una incógnita para el futuro. La realidad es, sin embargo, que la pirámide demográfica europea no deja lugar a dudas: en las próximas décadas su población será una de las más longevas del mundo, pero también una de las menos fértiles. La Comisión Europea estima que si ahora un 70% de la población está en edad de trabajar, en 2070 esa cifra se reducirá al 54%. A día de hoy, las empresas de muchos Estados miembros están ya advirtiendo de problemas de escasez de mano de obra. La pandemia de covid puso de manifiesto que hasta el 13 % de los trabajadores y trabajadores que desempeñan funciones esenciales en la UE eran migrantes. ¿Podrían ellos ser la solución a este desafío? Depende de a quién se le pronuncie la pregunta.

"Creo que es un error pensar en la inmigración desde una perspectiva utilitaria. La inmigración debe estar siempre situada en el marco de los derechos humanos, y no en el marco de la seguridad, ya sea esta entendida como la defensa frente a las agresiones externas o como la supervivencia de un sistema económico, de una población o una especie. Dicho esto, la inmigración no es en sí misma un problema, y sí puede ser parte de la solución. Considerarla un problema es renunciar a una parte de las posibilidades que tenemos para gestionarla", asegura la española María Eugenia Rodríguez Palop, eurodiputada independiente de La Izquierda.

Foto: Bandera de la Unión Europea. (EFE/Philipp von Ditfurth)

En el otro extremo del arco parlamentario la respuesta es radicalmente distinta. "La inmigración no es una solución a los problemas del envejecimiento de la población o de la escasez de mano de obra. La solución pasa por adoptar medidas que protejan a las familias y motiven a los jóvenes a formar familias y tener hijos. Además, una educación, atención sanitaria y leyes laborales adecuadas pueden contribuir a tener un mercado laboral más saludable", afirma a El Confidencial el eurodiputado húngaro Márton Gyöngyösi, del partido ultraderechista Jobbik.

Desde que estalló la crisis de refugiados en 2015, los Estados miembros han intentado sin éxito crear la base jurídica para gestionar la inmigración del futuro de forma segura, predecible y sostenible. El Pacto de Asilo común, impulsado bajo la batuta de la Presidencia española del Consejo, solo pende ya de las últimas negociaciones con el Parlamento Europeo. "La UE debería abordar la migración en el marco del Derecho internacional y el de los derechos humanos, con el derecho al asilo y al refugio en primera línea. Cuando hay voluntad política, hemos visto que es posible dar otras respuestas (…) El Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo de la UE retrocede lo andado y plantea la solidaridad a la carta entre los estados y un mecanismo de crisis que en la práctica derogaría las normas de asilo y rebajaría las garantías de protección. Ese no es el camino", Palop.

Durante este camino, los Estados han dejado patentes sus posturas opuestas, donde prevalece el acento nacional. A Alemania o Países Bajos les inquietan los movimientos secundarios dentro de Schengen; a Austria la ruta de los Balcanes; los mediterráneos no están dispuestos a asumir todo el peso por ser fronteras externas y la mayoría de los socios del Este no quieren oír hablar de responsabilidad y solidaridad. La fórmula acordada pasa por establecer cuotas obligatorias de reubicación. Con un acomodo para los más ultras: podrán pagar 22.000 euros por cada persona que rechacen. Algo que Hungría y Polonia ya han dejado claro que no acatarán. "Debemos negarnos a la solidaridad, a la carta, a intercambiar personas por dinero, al cierre radical de fronteras, a las devoluciones en caliente, al reforzamiento de FRONTEX o a políticas como el Reglamento de Dublín, que derivan toda responsabilidad a los países de entrada de la UE. Ya sabemos que estas políticas no funcionan y que, por el marco en el que se sitúan, no solucionarán la cuestión. Debemos ir por otro camino, el del reparto de responsabilidades entre los estados en función de su capacidad y el respeto a los derechos humanos", afea Palop.

Foto: Charles Michael. (Reuters/Johanna Geron)

Mientras que la mayoría de los líderes europeos han reiterado que el migratorio es un desafío europeo que requiere una respuesta europea, otras voces como las del primer ministro húngaro Viktor Orbán denuncia ante su público las "órdenes de Bruselas" para "crear guetos de inmigrantes". Defienden que es una competencia nacional. "Europa tiene que proteger sus fronteras de la migración y cada Estado miembro debe decidir por sí mismo si acepta o no a los migrantes. No se debe permitir la asignación de migrantes sobre la base de cuotas, no se puede imponer a ningún Estado miembro", espeta Gyöngyösi.

Con fracturas a nivel interno abismales, donde sí coinciden los Veintisiete, de norte a sur y de este a oeste, es en centrar la política migratoria en la dimensión exterior, especialmente, sellando acuerdos con países terceros, como Turquía, Libia, Túnez o Egipto. También convergen en poner el foco en el tráfico de personas, pero las iniciativas para generar vías regulares y seguras están más ausentes. Esta semana, la Comisión Europea proponía elevar las penas a los traficantes de personas a hasta 15 años de prisión en los casos en los que muriesen personas. "El problema debe abordarse en la región en la que surge. Permitir la libre circulación de la migración incontrolada desestabiliza al país receptor y no ayuda a resolver el problema del país de origen", asegura el eurodiputado magiar.

Con el progresismo carente de alternativas, las fuerzas más radicales con el 'Welcome Refugees' han ido marcando el paso y la agenda en las políticas migratorias de los Estados miembros y de las instituciones europeas. Algo que ha tenido un espejo incontestable en las urnas. En Alemania, Alternativa para Alemania (AfD) es ya la segunda fuerza en intención de voto. Y el ultra Geert Wilders acaba de arrasar en Países Bajos con un programa que aboga por echar el cerrojo por completo de las fronteras. "La confianza de los ciudadanos solo puede recuperarse mediante una política creíble que proteja a los ciudadanos de la migración incontrolada y políticas que contribuyan a reforzar la identidad de los europeos", pide el húngaro.

Foto: Bandera de la Unión Europea. (EFE/Philipp von Ditfurth)

"La población se sitúa muchas veces contra la migración porque las derechas han dado una respuesta contundente, que es el cierre de fronteras y una visión autárquica y soberanista de la política y la economía. Sin embargo, la izquierda no ha sabido dar respuestas certeras o se ha quedado en los gestos (…) La izquierda tiene un problema de incoherencia y de falta de solidez a la hora de poner en práctica su propio programa. Hasta que esto no se solucione, seguiremos sin convencer", reconoce Palop.

De fondo, la Unión Europea ha ido arrastrando críticas de las organizaciones humanitarias que le achacan políticas migratorias contrarias a sus valores fundamentales. Unas acusaciones que se redoblaron con la acogida de más de cuatro millones de refugiados ucranianos y que han vuelto a resonar con la posición europea sobre el conflicto en Israel y Palestina. "Las personas tenemos raíces, pero no somos árboles, tenemos derecho a movernos. Pensar en sociedades sin migración es pensar en sociedades autárquicas completamente inviables, que no serían sostenibles y no podrían sobrevivir a los tiempos", sentencia Palop.

¿Cómo debería lidiar la UE con el fenómeno migratorio en un momento de éxodo récord en todo el planeta? ¿Qué tipo de inmigración necesitará Europa en el futuro? ¿Cómo reconciliar los extremos anti-refugiados que comenzaron en Hungría y Polonia y suponen cada vez más la normalidad de muchas capitales? ¿Es la inmigración segura y controlada la salvación de un mercado laboral comunitario que camina a marchas forzadas al envejecimiento?

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