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El apoyo de Rusia y China a los talibanes pone a Occidente en una encrucijada
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El apoyo de Rusia y China a los talibanes pone a Occidente en una encrucijada

Los acercamientos de Moscú y Pekín a los talibanes aúpan a los países vecinos que quieren retomar lazos con Afganistán y suponen un dolor de cabeza para las potencias occidentales

Foto: Soldados talibanes hacen guardia durante una ceremonia de bienvenida de los dos últimos prisioneros afganos de la Bahía de Guantánamo, en el aeropuerto de Kabul. (EFE/Samiullah Popal)
Soldados talibanes hacen guardia durante una ceremonia de bienvenida de los dos últimos prisioneros afganos de la Bahía de Guantánamo, en el aeropuerto de Kabul. (EFE/Samiullah Popal)

Moscú seguirá ayudando a Afganistán a través de la agencia de alimentos de la ONU, dijeron funcionarios rusos el viernes mientras recibían a representantes talibanes para conversar sobre amenazas regionales”, comienza un teletipo de AP con fecha del pasado 29 de septiembre. Según la agencia, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, acusó a los países occidentales de “completo fracaso” y exigió que “asuman la carga principal de reconstruir el país”.

Ese párrafo anterior es una pequeña lección del error de ser cortoplacista en la geopolítica. Rusia y Afganistán han pasado en cuatro décadas de enfrentarse en una guerra cruenta a amagar con convertirse en aliados. Estados Unidos, que en 1978 armaba hasta los dientes a los muyahidines para que repelieran la invasión soviética, lleva años ahogándose en un pantano que él ha creado. ¿Resultado? El Gobierno de un político que apoya el cristianismo ortodoxo como tarjeta de visita, como el ruso Vladimir Putin, y el de un islamista radical, como el mulá Hibatullah Akhundzada que luchó contra la propia URSS, encuentran ahora un espacio común de encuentro.

A Moscú no parece quedarle otra que formar parte de lo que otrora Washington bautizara como “eje del mal”. El presidente Putin, ansioso de encontrar respaldos en su corta agenda internacional, ha optado por acercarse a países como Corea del Norte, Irán y, más recientemente, el Emirato Islámico de Afganistán. En septiembre de 2022, el Gobierno afgano firmaba un acuerdo provisional con el ruso por el que los segundos proveerían gasolina, diesel y trigo a los primeros. Aquel era el primer gran acuerdo comercial al que llegaban los talibanes, no reconocidos por la comunidad internacional, desde su retorno al poder.

La estrategia de Moscú no es todo caso una acción unilateral. Todo el entorno geográfico afgano mantiene contactos diplomáticos con los talibanes, y el más importante de todos es el de China. Pekín, envuelto en una lucha interna de represión de la minoría musulmana de los uigures, a los que consideran extremistas y separatistas, ha decidido también aplicar a los talibanes su estrategia de relaciones internacionales, basada en varios puntos esenciales.

Foto: El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, junto al presidente Xi Jinping durante una visita a China en 2017. (EFE/Mark Schiefelbein)

El primero, según un comunicado oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores chino del pasado 12 de abril, dice: “China respeta la independencia, la soberanía y la integridad territorial de Afganistán, respeta las decisiones independientes tomadas por el pueblo afgano y respeta las creencias religiosas y costumbres nacionales de Afganistán. China nunca interfiere en los asuntos internos de Afganistán, nunca busca intereses egoístas en Afganistán y nunca persigue la llamada esfera de influencia”.

Es en el punto cuatro donde Pekín revela su verdadera línea roja. "Apoyamos a Afganistán en la lucha contra el terrorismo de manera resuelta y enérgica. La seguridad es la base y el requisito previo del desarrollo. El Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (MITO) es una organización terrorista incluida en la lista del Consejo de Seguridad de la ONU y designada así por el gobierno chino de conformidad con la ley. Las fuerzas del MITO en Afganistán representan una grave amenaza para la seguridad de China, Afganistán y la región. China espera que Afganistán cumpla seriamente su compromiso y tome medidas más efectivas para reprimir con mayor determinación a todas las fuerzas terroristas", indica el comunicado.

Es decir, China le señala a Afganistán que su preocupación es que el Emirato, que ha apoyado múltiples causas islamistas de los grupos terroristas que hay en el globo, se abstenga de apoyar la facción terrorista y extremista de los uigures. En el pasado, el MITO ha sido estrechamente vinculado a Al Qaeda, grupo protegido de los extremistas afganos. A China, por el contrario, se le acusa de usar al MITO para descalificar todo el movimiento uigur exagerando su peso y acciones.

Foto: Simpatizantes y combatientes talibanes durante la celebración del primer aniversario de la toma de Kabul. (Reuters/Ali Khara)

Los talibanes, un grupo islamista multiétnico que enfrenta en los últimos tiempos desavenencias públicas internas, no se ha manifestado a favor de la lucha uigur, un movimiento alejado de su concepto islámico. “A diferencia de los talibanes, los uigures tienen en alta estima los derechos de las mujeres y los niños, especialmente la educación. La mayoría de los uigures no simpatizan con los talibanes y los ven como muy extremistas”, explica Salih Hudayar, presidente del Movimiento de Despertar Nacional del Turkestán Oriental, con base en Washington, en un reportaje de VOA News.

Salvado ese escollo, el presidente chino, Xi Jinping, aceptó a finales de enero las credenciales de embajador del representante de Afganistán en China, Asadullah Bilal Karimi, lo que supuso el primer reconocimiento oficial del gobierno interino talibán por parte de una gran potencia. Un visto bueno que ha hecho que muchos países del entorno se sientan bendecidos para hacer lo mismo. La caótica toma de los talibanes de Kabul vino precedida de la salida y huida de muchos miembros del anterior gobierno afgano. Muchos de esos aviones aterrizaron en países vecinos como Tayikistán o Uzbekistán, donde por ejemplo llegó el expresidente Ashraf Ghani para luego dar el salto a Abu Dhabi. Otros ex altos funcionarios han acabado en Estados Unidos. Muchos comprando mansiones y casas con el dinero obtenido durante los años de gobierno donde la corrupción campo a sus anchas por el empobrecido país.

Poco a poco, los países de Asia Central han ido aceptando la al menos estabilidad política que el Gobierno talibán, sin oposición interna, ofrece en la región. Eso ha hecho que se empiecen a estrechar lazos económicos. Países como Turkmenistán y Uzbekistán ven además grandes oportunidades de negocio para participar en la reconstrucción de infraestructuras afganas. Y todos, incluidos países menos receptivos a los talibanes como Tayikistán, desean que se abra la ruta comercial afgana hacia India y Pakistán, durante décadas cerrada por los constantes conflictos.

Todo eso ha contribuido a mejorar algo la empobrecida y frágil economía afgana, castigada también el año pasado por un duro terremoto que costó miles de vidas. Según el Banco Mundial, más de un 50% de los hogares enfrenta carencias económicas, pero la inflación empieza a ser negativa y hay una interesante tarta que repartir. “Hay proyectos por valor de más de 2.000 millones de dólares que siguen sin terminar en Afganistán. Los inversores deberían hacer esto no como recompensa a los talibanes, sino porque ayudará al pueblo de Afganistán”, explica Graeme Smith, consultor internacional especializado en Afganistán a la agencia turca Anadolu.

Los que apuestan por integrar a los talibanes en vez de volver a aislarlos se basan en varios puntos. Primero, no hacer de Afganistán otra Corea del Norte. Segundo, valorar algunos compromisos mantenidos por los talibanes en materia de lucha terrorista, aunque ni son definitivos ni se realizan con transparencia. “Los talibanes parecen haber pedido a Al Qaeda que no emprenda ataques contra Estados Unidos y sus aliados, como lo indican tanto las evaluaciones de la inteligencia estadounidense y los propios mensajes de Al Qaeda. Además, los talibanes impiden que grupos dentro del país revelen su ubicación en su propaganda. Esto ha llevado a que AQIS (Facción de Al Qaeda en el subcontinente indio) publique materiales escritos sin vídeos adjuntos o que el TTP (facción talibán en Pakistán) también niegue tener su base en Afganistán”, asegura un informe del Instituto de la Paz de Estados Unidos.

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Es pronto aún para entender si los acuerdos de Doha firmados entre los talibanes y la Administración de Donald Trump se van a cumplir en el futuro. Los estadounidenses aceptaron retirarse del país a cambio de que los talibanes dejaran de ser refugio de grupos terroristas. Muchas voces calificaron el pacto de rendición encubierta tras años de caótica gestión para acabar abandonado el país a toda prisa dejando atrás un polvorín alimentado por ellos. “Los talibanes se rigen por la interpretación del islam y los designios de Alá, no por los acuerdos civiles”, advirtieron.

Por último, queda “tragar” con el trato que los talibanes dan a las mujeres afganas. El silencio y aceptación de esa situación por parte de la comunidad internacional es criticado desde muchas ONG que entienden que aceptar a los talibanes es aceptar el trato inhumano que infligen a sus mujeres. Ese escollo para poder materializar ayudas lo está intentando negociar una mujer. La expresidenta y ministra de Asuntos Exteriores kirguisa, Roza Otunbayeva, es la representante especial de la ONU encargada de negociar las ayudas a los talibanes. “Hablo con los ministros talibanes todo el tiempo y ellos participan en el diálogo. Todo el mundo comprende el valor de los contactos internacionales. Todos ellos eran muyahidines en el pasado y lucharon. Uno de cada tres de ellos fue detenido en Guantánamo. Esa es su biografía. Y, sin embargo, estamos trabajando en todos los frentes. Les digo: escuchen, las mujeres pueden hacer cualquier cosa, pueden liderar misiones, sin mencionar a docenas y cientos de ministras en países musulmanes, mujeres presidentas…”, explica Roza en la propia web de la ONU.

Foto: La activista iraní Narges Mohammadi, en una foto de archivo de 2007. (Getty/NurPhoto/Morteza Nikoubazl)
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El desafío es gigante. Drogas, islamismo y pobreza es un cóctel explosivo. “Muchas mujeres se vuelven adictas a las drogas tejiendo alfombras. Este es un trabajo muy monótono y tedioso, y para no quedarse dormidas recurren a las drogas. Con los hombres ocurre lo mismo. Otro problema es la falta de medicamentos, por lo que los afganos recurren muy a menudo a remedios caseros, que también son el opio. Se utiliza para el dolor, para cualquier cosa”, señala la kirguisa sobre un país de 40 millones de habitantes donde entre 5 y 8 millones son adictos a las drogas.

Occidente sigue sin querer prestar ayuda mientras los talibanes no cambien sus políticas sobre las mujeres. “Se han adoptado 50 normas y decretos que prohíben a las niñas estudiar después del sexto grado. A las mujeres no se les permite ir al parque, a los gimnasios, ni a los baños... Es por esta actitud hacia las mujeres que los donantes, principalmente los países occidentales, se niegan a proporcionar ayuda”, explica Roza.

La pelota está en el tejado talibán. Por un lado quieren abrirse a la comunidad internacional y que se levanten las sanciones, y por otro mantienen su medieval emirato donde se pisotean derechos básicos de, al menos, todo el género femenino. Occidente es importante, pero ya no tiene el peso de antaño y sus políticas allí han sido un completo y cínico fracaso que ha dejado un reguero de muerte y pobreza. ¿Le servirá al régimen talibán el apoyo de Rusia, China y otros países del entorno para salir de su aislamiento y miseria sin tener que reformar sus normas sociales más extremistas?

Moscú seguirá ayudando a Afganistán a través de la agencia de alimentos de la ONU, dijeron funcionarios rusos el viernes mientras recibían a representantes talibanes para conversar sobre amenazas regionales”, comienza un teletipo de AP con fecha del pasado 29 de septiembre. Según la agencia, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, acusó a los países occidentales de “completo fracaso” y exigió que “asuman la carga principal de reconstruir el país”.

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