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Trump tiene un plan preparado y va a por todas. Biden salió a hacerle frente
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Trump tiene un plan preparado y va a por todas. Biden salió a hacerle frente

La campaña electoral comenzó en EEUU con el discurso del estado de la Unión. Trump tiene sobre la mesa el 'Proyecto 2025' y Biden quiere pararle los pies. Pero hay que prestar atención a los puntos de coincidencia

Foto: Joe Biden. (Evelyn Hockstein/Reuters)
Joe Biden. (Evelyn Hockstein/Reuters)
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Fue un discurso enérgico y contundente, como si el propósito primero de Biden en el ‘State of the Union adress’ fuera despejar las dudas sobre su estado físico y mental. Fue, también, el inicio de la campaña electoral, ya que el presidente estadounidense señaló a su rival en varias ocasiones, refiriéndose a él como “mi predecesor”, y confrontó con republicanos presentes en la cámara.

Pero más allá de estos elementos, quizá los más subrayados, hay varios aspectos significativos que señalan lo mucho que están transformándose las posiciones del país con más poder del mundo.

En el discurso se hicieron notar las evidentes diferencias entre las dos opciones que pugnarán por la Casa Blanca en noviembre: aborto, armas, impuestos y derechos LGTBI son terrenos en los que las posiciones serán muy distintas. La apelación a la defensa de la democracia por parte de Biden dibujó otro campo de batalla que estará muy presente en los argumentos preelectorales.

Proyecto 2025

Hay que tener en cuenta que esta vez Trump viene con un plan. En 2016, cuando se convirtió en presidente, la improvisación fue la norma. En esta ocasión cuenta con el apoyo de un buen número de expertos y de think tanks, coordinados por la Heritage Foundation, que han diseñado una guía de acción para el líder republicano, el Proyecto de Transición Presidencial 2025. En él aparecen muchos asuntos claramente definidos para combatir las posturas woke y que se anclan en un nuevo nacionalismo apoyado en la religión, como ha ocurrido en Israel, Hungría o Polonia. Ese será un campo de lucha habitual entre dos partidos con visiones muy diferentes.

Trump cuenta con un esquema de acción exhaustivo para liberarse de una Administración de la que no se fía

El Proyecto 2025 también incluye apartados específicos sobre cómo reorganizar la administración, conceder mayor capacidad de acción al presidente y ligar el poder judicial más estrechamente a la Casa Blanca. Cuando Trump llegó al poder, intentó regir el Estado como una empresa y trató (sin demasiado éxito) de eliminar los controles y los equilibrios inherentes a toda estructura administrativa. Ahora, la Heritage le ha dibujado un esquema de acción exhaustivo para conseguir capacidad de acción liberada de una burocracia de la que Trump no se fía y que quiere poner a su servicio. Sería una reorganización del Estado muy significativa.

Las semejanzas y los matices

A pesar del foso abierto entre el partido republicano y el demócrata, hay puntos de conexión entre las propuestas de ambas candidaturas, más de los que parece. EEUU es el país hegemónico y quiere continuar siéndolo. Los nuevos tiempos, con China en el horizonte, imponen acciones a las alturas de las necesidades, y en muchos terrenos las diferencias entre ambos partidos serán de intensidad y de matiz, pero no de fondo.

Un ejemplo evidente fue la inmigración. Biden señaló cómo los republicanos habían rechazado el proyecto de ley que había propuesto, cuyo objetivo era reforzar la seguridad y reducir la avalancha de inmigrantes. El presidente sabe que el tema es sensible para muchos estadounidenses y quiso marcar posición en el asunto abordándolo con más dureza. Trump concluyó el discurso con el que celebró su triunfo en el 'supermartes' electoral afirmando que “vamos a tener que deportar a mucha gente mala”. Biden fue bastante más comedido, pero ambos anuncian, por un camino u otro, políticas de inmigración mucho más exigentes.

El plan de los dos partidos pasa por esperar una pronta salida de Netanyahu: ambos están seguros de que no sobrevivirá políticamente

Biden inició su discurso con una referencia muy expresa a Ucrania y Rusia con la que quiso marcar una muy significativa diferencia con Trump. En la siguiente legislatura, la política exterior será aún más importante que en esta, si cabe, pero se trata de un terreno en el que los presidentes tienen un peso, pero los intereses nacionales suelen inclinar la balanza. Rusia, Israel, Irán y China seguirán estando en el foco. En cuanto a Ucrania, los puntos de alejamiento entre republicanos y demócratas están relacionados con Europa: Trump aspira a que sean los países del continente los que hagan frente a Rusia y que el gasto para EEUU sea el menor posible, si no nulo, y Biden quiere estar más presente en la OTAN. Pero Rusia seguirá estando ahí como enemigo sistémico para Washington, la OTAN seguirá existiendo y los europeos tendremos que correr con los gastos, gane quien gane.

Tampoco hay grandes diferencias sobre Israel. Tanto demócratas como republicanos seguirán brindando apoyo incondicional, aunque es probable que Trump sea más agresivo con Irán. Pero el plan de las dos facciones pasa por esperar una pronta salida de Netanyahu del gobierno: ambas están seguras de que no sobrevivirá políticamente. Se hace difícil adivinar otra opción que no sea la de los dos Estados que repitió Biden en su discurso, y el lado trumpista es consciente de que la invasión de Gaza no soluciona los problemas de seguridad de Israel, por lo que ayudará a buscar una salida.

El repliegue

No se trata únicamente de política exterior o de inmigración: EEUU está replegándose y ambos partidos coinciden en esa dirección. Basta recordar, para constatar hasta qué punto han cambiado las cosas, las palabras de Trump en la convención republicana de 2016: “Durante muchas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera a expensas de la estadounidense; hemos subsidiado a los ejércitos de otros países mientras permitíamos el triste agotamiento de nuestro ejército; hemos defendido las fronteras de otras naciones mientras nos negábamos a defender las nuestras; y hemos gastado billones de dólares en el extranjero mientras las infraestructura de Estados Unidos se deterioraban”.

Es difícil no reconocer aquí las políticas que Biden ha seguido, o ha tratado de seguir, en su mandato. Trump cambió muchas cosas, y esta fue una de ellas, porque convirtió su propósito en una posición bipartidista.

El énfasis en la reindustrialización que ambos candidatos promueven en sus programas, tiene que ver con ganar votos en Estados clave

El segundo aspecto que transformó sustancialmente la llegada de Trump fue que puso el foco de nuevo en la clase trabajadora, aunque fuera de una forma peculiar. Con el sistema electoral estadounidense, y con su reparto más o menos fijo de preferencias, existen Estados que votarán seguro por los republicanos y otros lo harán por los demócratas, y poco podrá cambiarse a ese respecto. Pero hay unos cuantos que son susceptibles de cambiar de posición, los llamados swing states. Y, entre ellos, están los del ‘cinturón del óxido’, los Estados que fueron industriales y que se encuentran en declive. El mensaje de Trump resonó fuertemente en ellos. Durante su mandato, sin embargo, poco de lo que Trump había prometido en cuanto a elevación del nivel de vida y repatriación de la industria se llevó a efecto. Hubo Estados que volvieron a votar demócrata y fueron decisivos para que Biden llegase a la Casa Blanca. El énfasis en la reindustrialización y en el Made in USA que ambos candidatos promueven en sus programas, también tienen que ver con ganar votos en Estados clave. Las referencias de Biden a la necesidad de los sindicatos, fuerzas importantes en esos territorios, responden al propósito de ganar apoyos en esos Estados. Trump insiste en ese marco por otro camino, el de la necesidad de una economía fuerte y de trabajos industriales.

La factura de la economía

La economía es un ámbito en el que las distancias entre los dos partidos parecen enormes. La insistencia en más impuestos para los multimillonarios, que Biden puso en números durante el discurso, es muy mal vista por los republicanos, que insisten en seguir rebajándolos. Pero más allá de esas ofertas, típicas en uno y otro lado en un tiempo electoral, han de constatarse varios problemas que afectan de lleno a las políticas económicas que el nuevo presidente realice cuando llegue a la Casa Blanca.

En primera instancia, dado que los discursos son discursos y no realidades, debe subrayarse que ninguno de los dos contendientes ha cumplido sus promesas: Biden ha insistido en cobrar más a los millonarios, pero ha tenido una legislatura para ello y no lo ha hecho; Trump repitió una y otra vez la necesidad de traer las industrias a casa, y no lo llevó a cabo. Biden ha sido más atrevido que él en ese sentido. La distancia entre lo que se dice y lo que se hace le pasó a Trump factura en el ‘cinturón del óxido’; veremos el recibo que se le cobra a Biden en noviembre.

Gaza será un problema electoral entre los jóvenes y entre los americanos de origen árabe, pero también lo será el declinante nivel de vida

En segundo lugar, la mayor dificultad en EEUU hoy tiene que ver, como en tantos otros lugares de Occidente, con el declive en el nivel de vida. Las cifras macroeconómicas son muy positivas, pero el ciudadano de a pie no percibe ese bienestar. Biden relató en el discurso del Estado de la Unión varias medidas que había tomado, con los medicamentos, por ejemplo, para rebajar los precios. Pero no han sido suficientes. Nueva York, uno de los lugares en los que las cosas van muy bien, es un síntoma evidente de cómo la distancia entre lo que se ingresa y lo que se precisa para vivir está presionando a cada vez más capas de la población. Los trabajos que se crean son de bajos salarios, los precios aumentan y la vida se vuelve mucho más cara.

Biden puede sufrir mucho en las elecciones por esta causa. En partes de su electorado, Gaza será un problema, en especial entre los jóvenes y entre los americanos de origen árabe, pero el otro pilar que necesita apuntalar es el del nivel de vida. Las palabras que una vez sonaron como una sacudida, “Wall Street no construyó este país, lo hizo la clase media, y la clase media la construyeron los sindicatos”, son ahora gastada retórica. Durante su mandato los anuncios y las buenas palabras han sido más frecuentes que los logros concretos.

Los problemas de EEUU nos afectan a todos

El tercer asunto ligado a la economía tiene que ver con las contradicciones que afrontan ambos partidos. Los republicanos del Proyecto 2025 pueden abogar por un Estado menor y rebajas de impuestos, pero eso significa la renuncia a la reindustrialización de EEUU. Sin una mayor intervención pública, sin mayores impuestos para quienes están obteniendo enormes ganancias y sin una política industrial diseñada desde el Estado, no podrán impulsar el sector industrial, con todo lo que eso implica (también en el ámbito militar). Y, obviamente, insistir en políticas reaganianas en una población cuyo nivel de vida se ha deteriorado incrementará el malestar social.

Ambas partes han prometido mucho y han cumplido poco, salvo en terrenos en los que es barato legislar, como los asuntos culturales

Los demócratas se enfrentan a dilemas derivados de su falta de ambición. Centrarse únicamente en la tecnología y en la reconversión verde, como ha pretendido Biden, provocará que China siga creciendo en el sector manufacturero, lo que implica darle más armas y más recursos. Sin una política reindustrializadora mucho más extensa y con elementos proteccionistas, la subida de impuestos será un mero paliativo. Además, la democracia necesita bienestar para asentarse y, si quieren conservarla frente a sus enemigos, como afirman, necesitan combatir el deterioro en el poder adquisitivo, ahora mediante la subida de los precios de los bienes esenciales. Ese propósito implica políticas mucho más activas que aumentar impuestos. Biden eludió el antitrust en su intervención, lo que es una muy mala señal.

Ambas partes han prometido mucho y han cumplido poco, salvo en terrenos en los que es barato legislar, como los asuntos culturales. Pero estos han agotado su recorrido para los demócratas (Biden apenas los mencionó en su discurso) y el número de votantes que pueden movilizar los republicanos con las políticas proaborto y con las posturas religiosas es limitado.

Los desafíos que debe afrontar EEUU son enormes, y cómo resuelvan los estadounidenses sus problemas interiores, el tipo de política exterior que adopten, la economía que promuevan y la apertura o cierre sobre el comercio que elijan, generará grandes efectos en todo el mundo, y principalmente en Europa. Tanto Biden como Trump han apostado por el America First, aunque sea por caminos distintos y con diferentes grados de intensidad, ya que está en juego su hegemonía, y ese es un asunto serio para Washington. Afirmaba el presidente estadounidense, en el cierre de su discurso, que “el problema al que se enfrenta nuestra nación no es cuántos años tenemos sus líderes, sino cuán viejas son nuestras ideas”. La elección de noviembre será determinante: veremos quién arriesga más a la hora de poner nuevas ideas en práctica.

Fue un discurso enérgico y contundente, como si el propósito primero de Biden en el ‘State of the Union adress’ fuera despejar las dudas sobre su estado físico y mental. Fue, también, el inicio de la campaña electoral, ya que el presidente estadounidense señaló a su rival en varias ocasiones, refiriéndose a él como “mi predecesor”, y confrontó con republicanos presentes en la cámara.

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