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Muere O. J. Simpson: la perturbadora historia que cautivó a varias generaciones de EEUU
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Deporte, morbo y racismo

Muere O. J. Simpson: la perturbadora historia que cautivó a varias generaciones de EEUU

Su juicio reunía todos los elementos: un joven afroamericano que sale de la marginación para alcanzar la gloria, comete aparentemente un crimen y sale absuelto contra pronóstico

Foto: O. J. Simpson en la audiencia previa a su juicio. (EFE/Ethan Miller)
O. J. Simpson en la audiencia previa a su juicio. (EFE/Ethan Miller)
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Hay historias que lo tienen todo para cautivar a un país durante varias generaciones. En Estados Unidos, el umbral para alcanzar el estatus de noticia legendaria es muy alto. Los últimos 80 años contienen magnicidios, paseos por la Luna, numerosas invasiones y un sinfín de sucesos truculentos en la nación más próspera, multicultural, drogadicta y armada del planeta. El juicio a O. J. Simpson, fallecido de cáncer a los 76 años en su casa de Las Vegas, reunía todos los elementos imaginables: la historia de un joven afroamericano que sale de la marginación para alcanzar la gloria por su propio esfuerzo, comete aparentemente un espantoso crimen y sale absuelto contra pronóstico, agitando los prejuicios raciales de Estados Unidos.

En otras palabras, el caso de Simpson contenía algunos de los fenómenos más perturbadores del comportamiento social. Entre otros, la atracción universal del morbo, la viralidad de determinadas noticias, la distinción entre la justicia de los tribunales y la justicia de la opinión pública, y la potencia de los sesgos raciales.

Según la Fiscalía que llevaría la acusación en el llamado “juicio del siglo”, que duró casi un año entre 1994 y 1995, previamente O. J. Simpson había abusado de su mujer, Nicole Brown Simpson, en 62 ocasiones. La policía la había encontrado muchas veces magullada, presa del pánico, a veces semidesnuda y ensangrentada, escondiéndose en unos arbustos cercanos a la vivienda de la pareja. Un día, cuando ya se habían separado, Nicole B. Simspon apareció apuñalada y casi decapitada en el caminito que llevaba a su casa de California. Junto a ella también estaba el cadáver de un amigo que había hecho pocas semanas antes, Ronald Goldstein, de 25 años.

Las evidencias contra Simpson parecían incontestables. La acusación presentó 108 pruebas incriminatorias de ADN contra el afamado jugador de fútbol americano, actor, anunciante y comentarista deportivo, incluidas gotas de sangre de las víctimas halladas en el coche y la casa de O. J. Simpson, 61 gotas de sangre del jugador en la escena del crimen, fibras capilares y huellas de zapatos ensangrentados.

Foto: O.J. Simpson.

La prueba, que parecía definitiva y que, contra las expectativas iniciales, acabó inclinando la opinión del jurado a favor de la inocencia de Simpson, fueron un par de guantes. Dos guantes negros sanguinolentos, empapados en ADN: uno hallado junto a los cadáveres y otro en la casa del jugador.

Además, Simpson había tratado de escapar de la policía en un todoterreno conducido por un amigo suyo, Al Cowlings, a lo largo de casi 100 kilómetros por las anchas autopistas del sur de California, seguidos por helicópteros y por una inmensa partida de coches de policía. En palabras de la CNN, “uno de los acontecimientos televisivos más vistos de la historia”. 95 millones de personas siguieron la caza en directo. Miles lo hicieron en vivo, situándose a los lados de la autopista.

Sin embargo, un caso que parecía a todas luces cantado, “infalible”, se acabó reconduciendo. El incorrecto archivo de las muestras de sangre permitió a la defensa alegar que estas habían sido manipuladas, que la sangre de otro presunto criminal había desaparecido y que incluso se habrían “plantado” pruebas contra Simpson. Se barajó también que, hace 30 años, la comparación de muestras de ADN era relativamente nueva y no habría pesado en la deliberación del jurado.

Los guantes que cambiaron todo

Otro obstáculo para los fiscales vino del policía que investigó los asesinatos, Mark Fuhrman. La defensa de Simpson trajo testigos que acusaron a Fuhrman de incurrir habitualmente, durante su trabajo policial, en comportamientos racistas. El policía lo negó, así que la defensa de Simpson desempolvó las grabaciones de algunos de los interrogatorios de Fuhrman en los que este, efectivamente, recurría a epítetos racistas. Fuhrman fue acusado de perjurio, de no ser un testigo fiable y de haber manipulado las pruebas para incriminar a Simpson por motivaciones racistas.

Los guantes ensangrentados, que se supone que iban a ser la prueba que mandaría a Simpson a prisión, acabaron por decidir el proceso. “If the glove don’t fit, you must acquit”, (en español no suena tan bien: “Si el guante no le queda bien, tenéis que absolverlo”), le dijo, al jurado, uno de los caros y renombrados abogados de Simpson, Johnnie Cochran. El acusado se los probó. Le quedaban pequeños. El 3 de octubre de 1995, el jurado absolvía a Orenthal James Simpson.

Pero, entre todos los detalles clave del juicio, había uno que parecía todavía más importante: de los 12 miembros del jurado que salvaría el pellejo de Simpson, 10 eran de raza afroamericana. Lo que hizo que buena parte del país entendiera el veredicto de la siguiente manera: lo absolvieron por ser negro. Una encuesta de la agencia Gallup de ese mes de octubre de 1995 recogía que una minoría de blancos, el 42%, pensaba que el veredicto había sido el correcto. Entre los afroamericanos, la proporción ascendía al 78%. Aunque, con el paso del tiempo, las disposiciones de ambas razas sobre el caso han ido acercándose.

Simpson salió libre, pero su esplendorosa fama, sus contratos millonarios, su apodo de The Juice y su naturaleza de icono admirado a lo largo y ancho del país se vaporizaron con aquel veredicto. El exjugador de fútbol se retiró a una vida reposada, que en realidad no fue tal. En 1997, los familiares de las víctimas lograron que se condenara a pagar a Simpson una indemnización de 33,5 millones de dólares. El deportista trató de publicar un libro fingiendo que, en realidad, era culpable, y describiendo cómo había matado a su expareja y al amigo de esta. El libro fue embargado y salió después en versión troleo. Las familias de las víctimas se habían agenciado los derechos. Docenas de libros y documentales han salido sobre el tema.

En 2008, Simpson fue juzgado de nuevo; esta vez, por irrumpir en una habitación de hotel de Las Vegas para llevarse objetos deportivos de coleccionista. Simpson fue hallado culpable de 12 cargos y sentenciado a 33 años de prisión. Cumplió nueve.

El sol se ha puesto definitivamente para O. J. Simpson, como lo hizo, de manera brutal y sangrienta, para su exmujer y el amigo de esta, apuñalados la noche del 12 de junio de 1994 junto al apartamento donde Nicole Brown Simpson vivía con sus hijos. La puñalada del cuello medía 14 centímetros. Pese a los 126 testigos convocados y más de 1.000 evidencias documentales, nunca hubo otro sospechoso que no fuera el jugador de fútbol caído en desgracia.

Hay historias que lo tienen todo para cautivar a un país durante varias generaciones. En Estados Unidos, el umbral para alcanzar el estatus de noticia legendaria es muy alto. Los últimos 80 años contienen magnicidios, paseos por la Luna, numerosas invasiones y un sinfín de sucesos truculentos en la nación más próspera, multicultural, drogadicta y armada del planeta. El juicio a O. J. Simpson, fallecido de cáncer a los 76 años en su casa de Las Vegas, reunía todos los elementos imaginables: la historia de un joven afroamericano que sale de la marginación para alcanzar la gloria por su propio esfuerzo, comete aparentemente un espantoso crimen y sale absuelto contra pronóstico, agitando los prejuicios raciales de Estados Unidos.

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