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De Oriente Medio a Ucrania: la UE mide su futuro con la vecindad en llamas
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Un vecindario complejo

De Oriente Medio a Ucrania: la UE mide su futuro con la vecindad en llamas

Rusia es el mayor vecino, pero el también el más amenazantes; mientras que otros como Israel y Marruecos se han granjeado el puesto de socios preferentes y privilegiados

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estrecha la mano del presidente de Túnez, Kais Saied. (EFE)
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estrecha la mano del presidente de Túnez, Kais Saied. (EFE)

En las dos décadas de vigencia de la Política de Vecindad Europea, las puertas del bloque comunitaria se han inflamado con un cocktail de inestabilidad que comenzó en las primaveras árabes y no ha dicho su última palabra con la amenaza que representa Rusia. A continuación, cinco datos del mapa en las fronteras del bloque comunitario. Un proyecto que El Confidencial elabora junto al Parlamento Europeo.

16 países; 79.500 millones de euros


La UE estableció por primera vez en 2004 su Política Europea de Vecindad (PEV). Fue el mismo año en el que el proyecto europeo llevó a cabo la gran ampliación del este abriendo sus puertas a 10 nuevos países y sumando 75 millones de habitantes. La conocida como PEV mira al este y sur de los consortes comunitarios e incluye a 16 países: Argelia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Egipto, Georgia, Israel, Jordania, Líbano, Libia, Marruecos, Moldavia, Siria, Palestina, Túnez y Ucrania.

Su filosofía pasa por establecer relaciones privilegiadas con esos países con el objetivo de promover una integración más profunda. Bruselas invierte en los Estados en cuestión y. en contrapartida, estos se comprometen a promover los principios de “democracia, derechos humanos, Estado de Derecho, buena gobernanza, economía de mercado y desarrollo sostenible”. Con este fin destina en el actual Marco Financiero Plurianual (MFP), previsto para entre 2021 y 2027, una partida de 79.500 millones de euros que también cubre la cooperación con otros aliados en África, Asia, América, el Pacífico y el Caribe para abordar los “desafíos globales”.

Foto: Una bandera de la UE durante la cumbre de la OTAN en Vilna. (Reuters)

Aunque es diferente a la política de ampliación, la lógica de la PEV es similar. La máxima “más por más”, que se implementó tras las revoluciones de la Primavera Árabe de 2011, sigue la misma lógica: la cooperación y el progreso será mayor con aquellos socios que más avancen en las reformas democráticas y en el desarrollo económico. Desde entonces, la cooperación ha quedado suspendida con las autoridades de Libia y Siria –aunque los europeos sí mantienen el apoyo directo a organizaciones de la sociedad civil—. Bashar al-Assad, el mayor aliado de Rusia en la región, continúa en el poder 13 años después del estallido de las protestas en Siria y tras haber llevado a cabo una de las persecuciones y matanzas contra su propio pueblo más punzantes de los últimos años. La UE se plantea reconocer algunas regiones del país como seguras para propulsar el regreso de los refugiados.

Unión por el Mediterráneo: lluvia de millones

Una de las alianzas prioritarias de la UE es la meridional, que aúna a diez países (Argelia, Egipto, Israel, Jordania, el Líbano, Libia, Marruecos, Siria, los Territorios Palestinos y Túnez) a través de la Unión por el Mediterráneo y con acuerdos bilaterales.

La última revisión de la PEV en 2015 incluyó a los ya tradicionales ámbitos de buena gobernanza, derechos humanos, desarrollo económico, Estado de Derecho y seguridad y añadió los de migración y movilidad. Esta última arista se ha colado en lo alto de la agenda de los europeos para mirar a la región. Ya en 2019, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que advertía de un “creciente riesgo de que algunos países de la región utilicen la contención de la migración y su papel al respecto para buscar una mayor influencia en su diálogo político y normativo con la Unión”.

Foto: Un cayuco con más de 170 migrantes llega al puerto de la Restinga de la isla de El Hierro. (Europa Press/Archivo/H.Bilbao)

La primavera árabe reveló muchas carencias de la Unión Europea en materia de política exterior, poniendo de relieve su débil capacidad de influencia en su vecindad. Y los más de un millón de refugiados que llegaron durante el verano de 2015 a las costas del Viejo Continente huyendo de la brutal represión en Siria hicieron saltar las costuras de la política de asilo, que acaba de ser renovada casi una década después.

Desde entonces, la obsesión de los europeos es contener a los inmigrantes. A través de acuerdos muy cuestionados en materia de derechos humanos, Bruselas ha financiado a los guardacostas libios para que intercepten a las barcazas y las lleven de vuelta a ese Estado fallido. A comienzos de este año, selló un acuerdo con el dictador egipcio Abdelfatah al Sisi de más de 7.000 millones de euros. El verano pasado, el equipo Europa encabezado por Ursula von der Leyen certificó otro de más de 1.000 millones con el líder tunecino Kais Saied, el presidente que ha disuelto el parlamento y ha enterrado el que hasta por entonces era el único caso de éxito de las primaveras árabes. La propia Von der Leyen visita Líbano este jueves con una oferta bajo el brazo del mismo estilo ante los temores de ONG como Human Rights Watch, que avanzan que las intenciones son devolver a los refugiados sirios a su país.

La volatilidad de la región tiene en estos momentos el epicentro en el conflicto de Oriente Medio. La doble dualidad de la reacción europea en Ucrania y en Gaza está socavando la credibilidad internacional, especialmente con el sur global, de la Unión Europea. La Corte Penal Internacional podría emitir órdenes de arresto contra el propio Benjamín Netanyahu, primer ministro hebreo, lo que haría más difícil para los países europeos mantenerse de perfil. Para el desarrollo de las relaciones con los actores de tierra santa erá clave el desenlace del conflicto y el día después, escenario en el que la Unión Europea busca liderar la estrategia para celebrar una conferencia de paz que concluya en la solución de los dos estados y en una paz duradera y sostenible.

Foto: Banderas a media asta de la UE, Israel y Alemania, en Berlín. (EFE/Clemens Bilan)

Rusia y Marruecos, las dos caras

Una de las interpretaciones que hacen los expertos del comportamiento de Vladimir Putin es que nunca superó la condescendencia y la pasividad con la que el resto de las potencias mundiales trataron a Rusia tras el desmoronamiento de la Unión Soviética. Ahora, en medio de la guerra abierta que ha abierto con Ucrania, lo que no puede hacer la Unión Europea es ignorar para siempre al que es su vecino más importante. Bruselas subestimó a Putin con la anexión de Crimea en 2014 y aprendió la lección ocho años después, cuando cortó casi todos los vínculos comerciales, diplomáticos y energéticos con el Kremlin.

Desde el 24 de febrero de 2022, día en el que Rusia invadió a su vecino, el objetivo principal de los pasillos de poder de la capital comunitaria ha sido convertir al país en un paria. Pero salvo sorpresa, los europeos tendrán que lidiar con Putin sentado en el Kremlin hasta al menos 2030. No hay un escenario en Bruselas sobre cómo abordar las relaciones con la Rusia post-Putin ni en la coyuntura postguerra. Y es uno de los grandes interrogantes que deberá abordar en la nueva década.

Por otro lado, el Reino de Marruecos es uno de los niños mimados y socios preferentes de la brújula europea. En 2008 se concedió al país un estatuto “avanzado” dentro de la PEV. El país que lidera Mohamed VI ha salido indemne de su represión interna, de las acusaciones de espionaje dentro de las instituciones europeas en la trama de Pegasus o de las presiones con las que enseña los dientes mediante ejercicios militares cerca de las costas canarias o incitando a inmigrantes a cruzar el Estrecho de Gibraltar cuando existen conatos de críticas en Bruselas o Madrid. Para las relaciones futuras con este aliado cuasi intocable en la vecindad sur será clave la sentencia que el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) emitirá en los próximos meses sobre el acuerdo de pesca con el reino alauí. La abogada general ha recomendado recientemente tumbarlo por no considerar a Marruecos y al Sáhara Occidental –donde se circunscriben el 90% de las capturas- como territorios separados.

Balcanes Occidentales: menos del 30% de aceptación ciudadana

Los Balcanes Occidentales han pasado de ser el patio trasero de la UE a una de las prioridades de la vecindad comunitaria. Los seis países —Montenegro, Kosovo, Serbia, Macedonia del Norte, Bosnia-Herzegovina y Albania— llevan décadas tocando al timbre de Bruselas sin respuesta. La guerra en Ucrania ha revitalizado este proceso que estaba en muerte crónica. Sin embargo, según una encuesta reciente publicada por el Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés) el apoyo de la ciudadanía europea a esta integración, en el 20º aniversario de la gran ampliación bautizada como Big Bang, es menguante. En ninguno de los casos supera el 30%, siendo Kosovo el menos popular y Montenegro el que más apoyo genera.

“Los partidos europeos tradicionales no están logrando involucrar a los ciudadanos en la importancia de la ampliación de la UE a los Balcanes Orientales y Occidentales. Muchos políticos temen una mala reacción de los votantes sobre este tema, y esto está permitiendo que se desarrolle una narrativa de que cualquier expansión futura tendría impactos negativos en la seguridad de Europa. La realidad es que es todo lo contrario. Si los países del sudeste europeos y bálticos no formaran parte de la UE, en el contexto geopolítico actual, estarían directamente expuestos a la agresión rusa sin la seguridad y la protección que le brindan sus vecinos europeos. Lo mismo se aplica hoy con respecto a Ucrania, Moldavia y los países de los Balcanes Occidentales”, analiza Engjellushe Morina, experta en ampliación del ECFR.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Kiev. (EFE/Sergey Dolzhenko)

Asociación Oriental: ¿tres nuevos miembros?

La Asociación Oriental nació en 2008 con el objetivo de mejorar las relaciones de la Unión con Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania. 16 años después, el régimen que lidera el bielorruso Alexander Lukashenko es el hermano pequeño de Putin, quien asegura haber enviado a su aliado armas nucleares que pueden “acabar con la civilización”. En el otro lado, Ucrania, Georgia y Moldavia han obtenido el estatus de país candidato a ingresar en la Unión en tiempo récord. Un escenario muy difícil de imaginar sin la guerra abierta declarada por el presidente ruso.

Bruselas intenta hacer campaña concienciando a su opinión pública de que Ucrania no es el objetivo final ni único de Putin, que podría ir mucho más allá si sale fortalecido de la contienda en Kiev. Sin embargo, el proceso de ampliación es largo, espinoso y entraña muchas reformas dentro de casa y en los futuros huéspedes. De los muchos dilemas que el bloque comunitario está llamado a abordar en este campo, uno de es el de la seguridad. La UE no es una potencia militar, como sí lo es la OTAN. Pero cuenta con su propia cláusula de defensa común. Y una guerra de Rusia con un Estado miembro sería muy diferente a la actual, en la que Occidente recalca que ayuda y apoyará a Ucrania “el tiempo que haga falta”, pero también recuerda que no es parte directa del conflicto.

En las dos décadas de vigencia de la Política de Vecindad Europea, las puertas del bloque comunitaria se han inflamado con un cocktail de inestabilidad que comenzó en las primaveras árabes y no ha dicho su última palabra con la amenaza que representa Rusia. A continuación, cinco datos del mapa en las fronteras del bloque comunitario. Un proyecto que El Confidencial elabora junto al Parlamento Europeo.

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