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Unas 'vacaciones' que acabaron en horror para los cuatro españoles en Afganistán
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Tres muertos y un herido grave

Unas 'vacaciones' que acabaron en horror para los cuatro españoles en Afganistán

Vídeos y fotografías publicadas en redes sociales y medios locales muestran los minutos posteriores al ataque

Foto: El hueco dejado por las estatuas destruidas de los budas de Bamiyán en Afganistán (Reuters/ Ali Khara)
El hueco dejado por las estatuas destruidas de los budas de Bamiyán en Afganistán (Reuters/ Ali Khara)

Son cerca de las 17.30 horas en Bamiyán. Las montañas del Hindu Kush que flanquean la ciudad hacen la tarde ligeramente más fresca que la de la capital afgana, Kabul. Apenas 180 kilómetros de distancia que, con el estado de unas carreteras decrépitas tras décadas de guerra, invasión estadounidense y reconquista talibana, se hacen en casi cuatro horas. Un grupo de turistas pasea por el bazar del centro de la ciudad. Entre ellos, varios españoles, aunque se trata de un grupo internacional. En el Afganistán de los talibanes, la imagen es exótica, pero ya no impensable.

Entonces, un número indeterminado de hombres sacan un arma y empiezan a balear a la multitud.

Los muertos que deja el tiroteo son tres ciudadanos españoles, originarios de Cataluña, según confirmaron la noche del viernes tanto el Ministerio de Exteriores como la Generalitat. En el ataque murió también víctima de las balas un afgano, presumiblemente el contacto local que los acompañaba, y otras siete personas —cuatro extranjeros y tres afganos—, resultaron gravemente heridos. Uno de los heridos es español, mientras que los otros tres turistas heridos serían de nacionalidad noruega, australiana y lituana. Según ha confirmado el ministro de Exteriores en la mañana de este sábado, el estado de esta ciudadano es "crítico pero consciente". Fuentes afganas han informado a El Confidencial que dos de los heridos locales han fallecido, alzando la cifra de muertos a seis.

Albares, citando a uno de los supervivientes, ha explicado que el ataque fue efectuado por al menos un individuo armado que "apareció de un callejón, disparando". Un grupo de diplomáticos españoles se ha desplazado hasta la capital afgana para acompañar y "asegurar la asistencia a los españoles afectados".

Vídeos y fotografías publicadas en redes sociales y medios locales muestran los minutos posteriores al ataque. Los transeúntes, hombres, miran horrorizados a los cadáveres en el suelo, entre el bazar de techos bajos y un monovolumen que, presumiblemente, transportaba al grupo. Uno de ellos lleva vaqueros, frente a las kurtas de los afganos. En otro vídeo, tres afganos se afanan en cargar el cuerpo de dos de las víctimas en la parte trasera de una furgoneta con el texto "Ambulancia del Hospital de la Provincia de Bamiyán". Alguien ha colocado varios taburetes de colores, rojo y azul, para acordonar el lugar de la masacre.

Foto: Imagen de archivo.

Los medios locales dan la voz de alarma sobre un "ataque contra extranjeros". Las noticias llegan a Kabul: apenas una hora después, el portavoz del ministro de Interior del Gobierno talibán, Abdul Matin Qane, informa públicamente del incidente, en un comunicado en pastún primero, pero en inglés después —para el mundo—, de la muerte de los extranjeros.

Desde el regreso de los talibanes al poder en agosto de 2021 y el establecimiento del Emirato Islámico de Afganistán, todavía ningún gobierno reconoce oficialmente al gobierno talibán. Ese agosto, casi todos los países que tenían representación diplomática en el país cerraron sus embajadas ante el vertiginoso avance de las tropas talibán y del derrumbe del Ejército afgano entrenado por EEUU y sus aliados de la OTAN. Casi tres años después, la mayoría de los países se han resignado a tratar con los talibanes, aun sin reconocerlos, pero no todas las legaciones han vuelto. La embajada española en Kabul permanece cerrada, y su personal se ha trasladado a Doha, Qatar, como nueva sede temporal. Los servicios consulares se gestionan en Pakistán. Así que es la representación de la Unión Europea la que recibe las primeras noticias del atentado contra los turistas españoles, que va retransmitiendo al Ministerio de Exteriores español. España alista su Unidad de Emergencia Consular y "trabaja para esclarecer las circunstancias" del atentado y contactar a los familiares.

A lo largo del sábado, se identificó a los españoles fallecidos como Susana Vilar Bühler, su hija Elena Schröder Vilar, ambas farmacéuticas de Barcelona, y Ramón Bellmás Rimbau, natural de Girona.

Las circunstancias que dan los talibanes son, por el momento, estas: ningún grupo ha reivindicado oficialmente el ataque y que ya se habrían arrestado a cuatro personas relacionadas con el caso. "El Emirato Islámico de Afganistán condena enérgicamente este incidente. (...) aseguramos que todos los criminales serán encontrados y castigados, inshallah [si dios quiere]", concluía el comunicado del portavoz Matin Qane.

No es para menos: el ataque contra los españoles y su grupo es el primero y más grave contra turistas extranjeros desde la implantación del nuevo Emirato Islámico, y se produce justo cuando el gobierno talibán ha organizado una campaña para ir atrayendo turismo exterior, vendiendo una imagen de seguridad interna una vez expulsadas las tropas estadounidenses y el gobierno afgano al que apoyaban. Así, esta triste primera vez, las noticias no se han quedado en España, sino que han llegado a las grandes cabeceras internacionales.

Un viaje organizado

El grupo de turistas (unas 12 personas) atacados era uno de los alrededor de 7.000 turistas extranjeros que visitan Afganistán este último año. La cifra ha crecido exponencialmente: si en 2021 apenas 700 turistas visitaron el país, en al año siguiente fueron 2.300, y subiendo hasta los 7.000 de 2023, según cifras de la Dirección de Turismo de los talibanes en Kabul.

Solo un puñado de operadores turísticos —uno, con sede en Cataluña— incluyen una ruta por Afganistán entre sus viajes organizados, y suelen ser agencias especializadas en vacaciones "de riesgo" o lugares fuera de las rutas turísticas, como Yemen, Siria o Libia.

El coste suele rondar entre los 2.500 y 2.800 euros, sin contar con los vuelos internacionales hasta Kabul o Islamabad (Pakistán) o el coste de los complicados visados, y cubre los transportes, hospedaje, comidas y guías —extranjeros y locales— del viaje. La idea es hacer la experiencia lo más "auténtica" posible. En el caso de Afganistán, los turoperadores se centran más en el dilema ético que el de seguridad. Después de todo, los talibanes aplican una estricta sharía: por un lado, han limitado al máximo los derechos de las mujeres y persigue a otras minorías, por otro, ya en su anterior gobierno (1996-2001) eran habituales las imágenes de presuntos ladrones con las manos cortadas. Desde su regreso al poder, los talibanes se vanaglorian de una caída en la inseguridad general con respecto al gobierno apoyado por Occidente, pese a la pobreza generalizada, la vapuleada economía o los esporádicos atentados de, entre otros, la filial local del Estado Islámico, ISIS-KP, enemiga de los talibanes. "[Hay turistas] que me han dicho que no quieren ir a Pakistán porque es peligroso, les atacan", afirmaba Mohammad Saeed, jefe de la Dirección de Turismo talibana, en una entrevista a la agencia AP hace apenas una semana.

El trayecto suele empezar en Kabul, donde opera el único aeropuerto con conexiones internacionales del país. Las imágenes de la caótica evacuación occidental del país, con cientos si no miles de afganos intentando abordar los aviones que salían cargados de personal extranjero, empiezan a ser sustituidas por los primeros vuelos diarios directos desde Dubai e Islamabad. Pero son la excepción. La mayoría de las aerolíneas ni se atreven a sobrevolar el espacio aéreo de Afganistán, un país donde milicianos de todo pelaje lograron hacerse con gran arsenal —incluidos "cientos" de misiles tierra-aire portátiles— dejado por los aliados.

Bamiyán es la siguiente parada. La ciudad, en un verde valle rodeado de montañas, era uno de los pocos lugares considerados más "turísticos" de Afganistán. Era también hogar de los famosos Budas Gigantes, tallados en la roca y destruidos por los talibanes en 2001 por idolatría. Ahora solo queda el hueco en la roca y algún agujero de disparos de los milicianos talibán.

placeholder El agujero que dejó uno de los budas gigantes. (Reuters/Ali Khara)
El agujero que dejó uno de los budas gigantes. (Reuters/Ali Khara)

Este tipo de viajes no son para todos los públicos, pero mantienen una base de clientes. "Me interesan los viajes fuera de las rutas turísticas habituales y por lo que he investigado, al contrario de lo que pueda parecer intuitivamente, Afganistán es mucho más estable y seguro para el turista desde que los talibanes recuperaron el control", cuenta Javier, que había barajado contratar uno de estos viajes en grupo a Afganistán para sus vacaciones.

"Parecen bien organizados, son agencias de viajes que llevan años haciéndolos y que desde fuera dan bastante confianza respecto a su conocimiento del terreno. En Afganistán por ejemplo, sé que habitualmente te llevan a comprar ropa 'afgana' el primer día para pasar desapercibidos", cuenta a El Confidencial, pocas horas después de conocerse la muerte de sus compatriotas. Él no llegó finalmente a contratar el viaje. "Aun así, soy un poco cagado y prefiero probar antes un país un poco menos peligroso. Sobre todo, miedo a detenciones aleatorias o diplomacia de rehenes, más que por el terrorismo, que puede haber en Europa también", concluye.

La amenaza del ISIS-KP un día antes

Uno de los grandes miedos tras la retirada occidental de Afganistán era que el nuevo Emirato acabara convirtiéndose en puerto seguro para grupos terroristas transnacionales, desde el que pudieran organizar atentados en territorio extranjero. Y así ha sido, aunque no quizá como esperaban las agencias de inteligencia. Pese a su rivalidad teológica con los talibanes, el Estado Islámico en la Provincia de Jorasán (o ISKP, como lo denominan muchos expertos por sus siglas en inglés) no ha dejado de crecer tanto en milicianos como, sobre todo, en capacidad operativa.

El sangriento conflicto entre ambas facciones de extremistas islámicos ha dado lugar a una situación de desgobierno en amplias áreas del país, un escenario que el Estado Islámico en Jorasán está aprovechando para ganar preeminencia. Pero, aunque no ha dejado de atentar contra objetivos talibanes, la capacidad de los últimos meses se ha reflejado más de manera externa: el último gran atentado del que se han atribuido la autoría es el del Crocus Hall, en Rusia, que dejó 145 muertos y, poco antes, el atentado en la conmemoración de la muerte de Soleimaini en Irán, dejando más de 100 muertos. En Europa, las agencias de seguridad advierten que cada vez se están detectando más intentos, siete en 2023, incluido un complot abortado de atentado en Madrid en Nochevieja.

El sangriento conflicto entre ambas facciones de extremistas islámicos ha dado lugar a una situación de desgobierno en amplias áreas del país

"En realidad, el ISKP se ha debilitado en Afganistán desde el segundo año de los talibanes en el poder, al tiempo que, paradójicamente, ha ampliado su capacidad de operaciones externas. Ha pasado de un enfoque local/regional a una postura más global, por la que planifican y llevan a cabo ataques en el extranjero, ya sean dirigidos, guiados o inspirados", apunta Aaron Zelin, el fundador de Jihadology y un portal de seguimiento de atentados y actividad terrorista del Estado Islámico.

Pero eso no quita que continúen siendo peligrosos en un país donde basta sacar un arma en medio de un mercado concurrido para derramar sangre. Este mismo jueves, un día antes del atentado, una de las revistas del ISKP en pastún publicó un editorial en el que advertía contra cualquiera que "apoye económicamente" a los talibanes, asegurando que se convertirían en objetivos del grupo terrorista. Un segundo artículo habla específicamente contra las ONG y Agencias de Ayuda humanitaria extranjeras operando en el país, desde Unicef y la FAO a organizaciones cristianas.

"Los enemigos de Afganistán no pintan al país con buenos ojos", aseguraba el ministro de Información y Cultura talibán, Khairullah Khairkhwa, en una entrevista con Al Jazeera apenas el mes pasado. "Pero si la gente viene y ven cómo es realmente, definitivamente compartirán una buena imagen del país".

Son cerca de las 17.30 horas en Bamiyán. Las montañas del Hindu Kush que flanquean la ciudad hacen la tarde ligeramente más fresca que la de la capital afgana, Kabul. Apenas 180 kilómetros de distancia que, con el estado de unas carreteras decrépitas tras décadas de guerra, invasión estadounidense y reconquista talibana, se hacen en casi cuatro horas. Un grupo de turistas pasea por el bazar del centro de la ciudad. Entre ellos, varios españoles, aunque se trata de un grupo internacional. En el Afganistán de los talibanes, la imagen es exótica, pero ya no impensable.

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