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El ganador de la muerte de Raisi puede no ser Israel, sino el hijo del líder supremo de Irán
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¿Un nuevo líder en la carrera?

El ganador de la muerte de Raisi puede no ser Israel, sino el hijo del líder supremo de Irán

Quitando a Raisi, el único nombre que analistas y académicos cercanos al establishment iraní han mencionado durante los últimos años como posible sucesor del líder supremo es el de Mojtaba Jamenei

Foto: El hijo del líder supremo Ali Jamenei, Mojtaba Jamenei (c), durante un acto en 2019. (Europa Press/DPA/Saeid Zareian)
El hijo del líder supremo Ali Jamenei, Mojtaba Jamenei (c), durante un acto en 2019. (Europa Press/DPA/Saeid Zareian)
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Incluso antes de que el helicóptero en el que viajaba el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, se estrellara en las montañas del norte del país, los debates en torno a la sucesión del líder supremo, Alí Jamenei, ya se habían convertido en uno de los temas de conversación más comunes en los círculos de poder iraníes. Ahora, el fallecimiento de uno de los favoritos en la carrera por sustituir al ayatolá, que el pasado 19 de abril cumplía 85 años, ha arrojado un bidón de gasolina al fuego de la especulación. Sobre todo porque, con Raisi fuera de juego, la figura más nombrada como posible candidato es nada más y nada menos que su propio hijo.

Raisi no era un presidente que destacaba por su popularidad, su don de gentes o su fervor ideológico, sino por haber dedicado su vida a cumplir a rajatabla las órdenes del líder supremo. “Él era un recipiente vacío cuya única misión era la de transmitir la visión de Jamenei”, explica a El Confidencial Sajjad Safaei, investigador especializado en Irán del Instituto Max Planck de Antropología Social en Halle, Alemania. Por ello y por las simpatías que despertaba dentro del ala más conservadora del régimen, el ahora fallecido clérigo era considerado como el candidato con más opciones para continuar con el legado del ayatolá.

Quitando a Raisi, el único nombre que analistas y académicos cercanos al establishment iraní han mencionado durante los últimos años es el de Mojtaba Jamenei. El hijo de 54 años del líder supremo es un clérigo de rango intermedio que ha pasado la mayor parte de su carrera fuera de la vista del público, pero precisamente esto es lo que le ha permitido mantenerse al margen de la mayor parte de las disputas internas del régimen. Como demuestra el caso de Raisi y décadas de purgas clericales por parte de Alí Jamenei o del padre de la revolución islámica, Ruhollah Jomeiní, lo más importante para sobrevivir en el peculiar juego de tronos iraní es no destacar demasiado.

Mojtaba ha trabajado durante décadas entre bastidores como un colaborador cercano de su padre y está, como el mismo líder supremo, estrechamente alineado con los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (abreviado frecuentemente como Pasdaran, por su nombre en farsi). Esta rama de las fuerzas armadas, la más importante de Irán y encargada de salvaguardar la Revolución Islámica, es probablemente el actor con más peso después del propio Jamenei para determinar la sucesión. “Es probable que los Pasdarán tengan mucho que decir, ya que han ido ganando mucho poder político y económico, aupados por Jamenei para garantizarse el poder del país y desplazando al sector clerical en el proceso”, afirma Daniel Bashandeh, analista político especializado en Oriente Medio e Irán, a este periódico.

Foto: Ebrahim Raisi, durante la campaña electoral. (Reuters)

El experto señala, no obstante, que todavía es pronto para hablar de candidatos concretos para la sucesión porque, a día de hoy, no los hay. “Hoy en día no hay ningún candidato claro y todo son especulaciones, incluso la de Mojtaba”, aclara Bashnadeh. De hecho dos miembros de la Asamblea de Expertos, el cuerpo deliberativo de 88 miembros encargado de elegido al líder supremo, han declarado en el pasado que Jamenei se opone a la idea de que su hijo lidere la República Islámica.

El aparente motivo detrás de este rechazo es también la mayor baza con la que cuenta Mojtaba. “La gente piensa que puede ser el sucesor porque Irán estuvo gobernado por monarquías hereditarias durante miles de años, y este tipo de mentalidad sigue presente en la mente de muchos. Es una forma de proyección”, indica Safaei. Sin embargo, recuerda Bashnadeh, este tipo de régimen hereditario "no casa bien con la República Islámica", cuya oposición a las dinámicas monárquicas es una parte central de su discurso.

Los críticos de Jamenei llevan tiempo acusando al régimen, no obstante, de allanar el camino para que Mojtaba reemplace a su padre. Casi 20 años atrás, en las elecciones de 2005, el líder reformista Mehdi Karroubi escribió al líder supremo instándolo a frenar la influencia de su hijo. En 2022, el también reformista Mir Hossein Mousavi, bajo arresto domiciliario por su afirmación de que los comicios de 2009 fueron amañados, publicó un comunicado criticando el supuesto plan de sucesión. "¿Han regresado las dinastías de 2.500 años de antigüedad en Irán para que un hijo ascienda al poder después de su padre?", planteó.

Tiempos tempestuosos

Por si las olas de protestas de los últimos años, la economía debilitada y el intercambio de ataques con Israel no fueran problemas suficientes para el régimen iraní, ahora debe afrontar la inestabilidad propia de cualquier periodo de sucesión. No solo la sustitución de Jomeini como líder supremo, cuando toque, sino la de Raisi como presidente. Un proceso que, según establece la constitución, debería suceder dentro de 50 días.

Lo que está en juego es la propia credibilidad del sistema político. Está por ver si la actual arquitectura institucional puede llevar a cabo una transición efectiva en los próximos cincuenta días”, indica Bashnadeh. La desafección popular abre la puerta a una pérdida de legitimidad todavía mayor por parte de un régimen que lleva tiempo viendo cómo la asistencia a las urnas se reduce por la falta de candidatos opuestos al statu quo. “Teniendo en cuenta las últimas elecciones presidenciales, en caso de que decidan celebrarlas, es probable que la participación de la ciudadanía vuelva a ser muy baja. Por ello, no hay que descartar la posibilidad de que no se celebren elecciones y se pospongan hasta 2025”, el año para el que estaban programadas, agrega el analista.

Foto: Raisi, durante al 45 aniversario de la Revolución Islámica en Irán. (Reuters)

Aunque todavía es pronto para aventurar quién será el próximo presidente de Irán, no existe duda alguna sobre cuáles serán sus credenciales. Basta ver la reciente elección de la Asamblea de Expertos, donde los iraníes votaron sobre qué clérigos se unirían al organismo de 88 escaños. La práctica totalidad de las figuras reformistas del país se abstuvieron de participar o se enfrentaron al veto de sus candidaturas. Incluso al expresidente moderado Hassan Rouhani se le impidió conservar el asiento que ocupaba desde 1999. El nuevo líder del Gobierno iraní está destinado a ser lo mismo que su predecesor: una marioneta controlada por Jomeini.

El verdadero peligro existencial del régimen llegará más adelante, con la muerte del líder supremo. El proceso de sucesión corre el riesgo de exponer al público las dinámicas de poder que han permanecido enterradas durante décadas, como el ascenso del Pasdaran o la decadencia de la clase clerical. “También deberán tener en cuenta la nueva realidad que se abre paso en Irán: la falta de legitimidad entre las nuevas generaciones y una crisis de inflación económica que empobrece a los iraníes. Sin atender a estos dos factores, la crisis política se apoderará de la República Islámica”, vaticina Bashnadeh.

Incluso antes de que el helicóptero en el que viajaba el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, se estrellara en las montañas del norte del país, los debates en torno a la sucesión del líder supremo, Alí Jamenei, ya se habían convertido en uno de los temas de conversación más comunes en los círculos de poder iraníes. Ahora, el fallecimiento de uno de los favoritos en la carrera por sustituir al ayatolá, que el pasado 19 de abril cumplía 85 años, ha arrojado un bidón de gasolina al fuego de la especulación. Sobre todo porque, con Raisi fuera de juego, la figura más nombrada como posible candidato es nada más y nada menos que su propio hijo.

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