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¿Cómo convencer a quien se siente ignorado? Campaña europea en las barriadas de Marsella
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"Ni derecha ni izquierda hacen nada"

¿Cómo convencer a quien se siente ignorado? Campaña europea en las barriadas de Marsella

Marsella es una de las ciudades más segregadas de Francia: en algunos barrios, la mitad de la población vive en la pobreza, y las casas mal construidas literalmente se están cayendo a pedazos

Foto: Vista del barrio Noailles (Petra Dvoráková)
Vista del barrio Noailles (Petra Dvoráková)

El 5 de noviembre de 2018, dos edificios de viviendas se derrumbaron en la calle Aubagne, en el centro de Marsella. Unas horas más tarde, un tercer edificio se derrumbó parcialmente. En ese momento, solo uno de ellos estaba habitado. Aun así, la tragedia se cobró la vida de ocho personas. El estado catastrófico de los edificios, uno de los cuales presentaba enormes grietas que trepaban por las paredes, se conocía desde hace años.

El sociólogo y activista Kévin Vacher, quien dos días después fundó el Colectivo del 5 de Noviembre con los vecinos de la calle, vivía en el edificio derrumbado. "En Marsella, unas 100.000 personas vivían en condiciones entre precarias y mortales. Los médicos y urbanistas hablaban de una crisis humanitaria. Queríamos dar voz a las personas amenazadas de desahucio a diario. Y después la vivienda se convirtió por fin en el objeto de una movilización cívica masiva", recuerda Vacher.

Estamos sentados a poca distancia del lugar de la tragedia, en la soleada plaza Cours Julien, en medio del rebelde barrio de Noailles, que brilla con los colores de los omnipresentes grafitis y carteles. Más de un cartel en las paredes dice "Airbnb".

Una ciudad segregada

Marsella es una ciudad de cafés chics, hoteles de lujo, numerosas urbanizaciones cerradas y edificios en ruinas que literalmente se están cayendo a pedazos. Es una ciudad de parisinos con trabajos en remoto y sueños de una vida junto al mar, turistas que ansían la tranquilidad mediterránea e inmigrantes indocumentados que no acaban okupando edificios tapiados.

Según Vacher, la élite marsellesa odiaba el centro. Por lo general, la gente pobre vivía en los alrededores del puerto, sobre todo inmigrantes que llegaban en barcos desde las antiguas colonias francesas para trabajar en la reconstrucción de posguerra de la maltrecha ciudad. La población se disparó en los años sesenta con la llegada de los argelinos, lo que dio como resultado construcciones apresuradas y descuidadas, sobre todo en el norte de la urbe.

Foto: Vincent Verschuere, ganadero de Saint-Aubin-en-Bray. (Enric Bonet)
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Enric Bonet. Saint-Aubin-en-Bray (Francia)

Ahora, sesenta años después, Marsella es una ciudad donde la décima parte más rica cuenta con quince veces más ingresos que la más pobre. Una ciudad donde, mes tras mes, los habitantes de entre diez y quince edificios se ven obligados a desalojarlos por su peligroso estado. Una ciudad donde el 25% de la población vive por debajo de la línea de pobreza en la Francia del siglo XXI. Una ciudad profundamente segregada, dividida entre una costa encantadora y próspera y una zona norte socialmente conflictiva.

"Cuando hicimos la encuesta sobre el hambre aquí, en los suburbios del norte o en el distrito de Belle de Mai, obtuvimos cifras similares a las de Burkina Faso", señala la activista Charlotte Juin, que anteriormente trabajó con Acción contra el Hambre.

Foto: Michael Shellenberger. (EFE)

Ese también solía ser el caso, por ejemplo, en el barrio de Panier, adyacente al puerto, que en el pasado fue tristemente famoso por su elevada tasa de criminalidad relacionada con la pobreza. En la actualidad, el edificio del antiguo hospital alberga un hotel de lujo. Las tiendas turísticas kitsch han sustituido a las tiendas de comestibles. Una oleada de turistas y trabajadores remotos tras el covid residen en un número creciente de pisos de Airbnb.

"La ciudad demuele los edificios en mal estado en lugar de repararlos, por lo que las personas pobres que viven en ellos tienen que mudarse, a veces varias veces. El espacio que deja la demolición es ocupado alegremente por promotores inmobiliarios, que a menudo conocen bien a los políticos", señala Juin.

placeholder Escena de un barriada de Marsella (Petra Dvořáková)
Escena de un barriada de Marsella (Petra Dvořáková)

Las casas en ruinas suelen estar ocupadas por personas indocumentadas, como solicitantes de asilo. Sin embargo, es en este aspecto donde el Colectivo 5 de Noviembre ha conseguido una pequeña victoria. En Marsella, si los indocumentados se ven obligados a abandonar una casa en ruinas, tienen derecho a la misma protección que los demás: se les debe asignar otro piso y tienen derecho a volver a la casa desocupada una vez que haya sido renovada.

"Marsella es una ciudad con muchos problemas. Pero al mismo tiempo es un lugar donde la gente lucha y resiste, una ciudad solidaria y comunitaria", defiende Juin.

La victoria de la denominada 'coalición de izquierdas'

El levantamiento de los ciudadanos que en 2018 achacaron la muerte de sus vecinos bajo los escombros de sus casas a la indiferencia del Ayuntamiento llegó a provocar la dimisión del entonces alcalde Jean-Claude Gaudin, el derechista (de Los Republicanos) que había gobernado en Marsella durante veinticinco años.

"Tras veinticinco años en el poder, la derecha había perdido legitimidad para ese entonces, incluso a ojos de los votantes católicos", declara Vacher. En 2020, Primavera Marsellesa, una coalición de izquierdas formada por socialdemócratas, verdes y activistas, ganó las elecciones municipales. La ciudad se convirtió entonces en una excepción en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, tradicionalmente derechista.

Foto: Una playa en Frejus en 2014. (Reuters)

Sin embargo, según Vacher, la victoria de la izquierda supuso también un gran reto para los movimientos sociales. "Antes, los movimientos cívicos solían ser el principal contrapeso a las políticas derechistas del ayuntamiento. Con la nueva dirección, fue necesario construir una nueva relación en la que hubiese espacio tanto para la cooperación como para la crítica", explica.

Vacher añade que la actual coalición en el poder, a la que se refiere con sorna como "una supuesta coalición de izquierdas, más bien centrista y desde luego no cívica", carece de una visión política ambiciosa. "Su programa consiste en no empeorar la situación, en 'volver a la normalidad', porque sencillamente antes las cosas no eran normales. Pero mientras tanto, las condiciones de vida de la gente siguen deteriorándose, las brechas están creciendo", explica Vacher.

La democracia ya no es democrática

Vacher se describe a sí mismo como un "democratizador de la política" cuyo objetivo es implicar a las personas marginadas en la política, en especial la clase trabajadora y las personas con raíces migratorias. "Necesitamos una clase obrera autónoma. Es necesario involucrar primero a los ciudadanos ajenos al sistema de partidos políticos con el fin de que entiendan cómo funciona este para que no se conviertan en meras marionetas", afirma.

Sobre primavera Marsellesa afirma que "tenían algunos representantes de los ciudadanos como candidatos, pero solo de las clases altas. Los socialdemócratas burgueses rubios aprendieron de política en los viejos tiempos y están cada vez más alejados de sus votantes. Todo se decide en la alcaldía", prosigue.

placeholder Un cartel contra Airbnb en Marsella (Petra Dvořáková)
Un cartel contra Airbnb en Marsella (Petra Dvořáková)

Pese a ese desencanto, las barriadas del norte de Marsella siguen interesando a los políticos, ahora inmersos en la campaña de las europeas, lo más lejano a la política de proximidad de la alcaldía. Este jueves, la izquierdista Francia Insumisa intentó movilizar la participación en el barrio de Canet, donde, en otras citas electorales, tuvieron los votos ganados. La elección del distrito y de la ciudad en general no es fruto del azar para el partido, cuya campaña lucha por despegar entre los candidatos de izquierda. Según el último barómetro CNEWS, su candidata Manon Aubry obtendría el 8% de los votos el 9 de junio, muy por detrás de Raphaël Glucksmann (14%, socialdemócrata) y ligeramente por delante de Marie Toussaint (Verdes, 6%).

En Marsella fue también el primer mitin de la campaña europea de Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional de Le Pen) y su candidato Jordan Bardella, quien lidera las encuestas a nivel nacional.

Foto: Mickael Forrest. (Cedida)

"Las élites políticas están tratando de mantener a raya a las masas. Nos dan dinero para organizar una parrillada en el barrio, pero no, por ejemplo, para organizar un taller sobre los derechos que nos corresponden. Animan a los inmigrantes a formarse como vendedores, pero no hay becas para sus estudios universitarios", añade Rania Aougaci, de la Asociación de Inquilinos de Air Bel, el segundo mayor proyecto de viviendas sociales de la ciudad.

Aougaci y la asociación lucharon con éxito por obtener reparación e indemnización en un asunto de agua contaminada con bacterias peligrosas para la salud. "El alcalde de derecha nos dio a todos agua caliente gratis durante treinta y tres meses. Los que fingen querer ayudar pero no lo hacen suelen estropearlo todo aún más. El alcalde de izquierda aún no se ha reunido con nosotros, la corrupción está floreciendo durante la adjudicación de viviendas sociales", declara Aougaci sin rodeos.

"El hecho de que la democracia ya no sea democrática es la principal fuente de insatisfacción con el nuevo ayuntamiento. La gente no solo debería tener derecho a votar, sino también a participar en la toma de decisiones, a ser elegida", concluye Juin.

El barrio más pobre de Francia

La decepción sabe aún más amarga porque esto es exactamente lo que la coalición prometió a los votantes: un nuevo enfoque de la política basado en la participación ciudadana. En las elecciones, la coalición fue dirigida por Michèle Rubirola, médica de 46 años, miembro de Los Verdes y activista medioambiental. No obstante, seis meses después de su victoria, anunció que dejaría la alcaldía al vicealcalde socialdemócrata Benoît Payan, por motivos de salud.

"Originalmente, votamos por una mujer, una doctora, una ciudadana. El actual alcalde se ha pasado toda la vida en la política, nunca ha trabajado", señala Pauline, del colectivo CHO3, que agrupa a la población de Belle de Mai, el barrio más pobre de Francia, con el 33% de su población por debajo de la línea de pobreza.

Aunque Belle de Mai está cerca del centro, el barrio sufre los mismos problemas que los suburbios del norte.

Foto: El fundador de Plaza Pública, Raphaël Glucksmann. (Reuters/Abdul Saboor) Opinión

La falta de servicios públicos y la deteriorada calidad de las viviendas de la zona tienen que ver con el hecho de que aquí viven muchas minorías "invisibles", cuyos miembros suelen carecer de contratos de alquiler y de papeles. "A menudo recibo llamadas de mujeres que solo necesitan que les aseguren que tienen derecho a algo, como a recibir tratamiento en el hospital", explica Pauline. Hace tres años, el colectivo luchó por un descuento del 50% en las tarifas para las personas indocumentadas.

Pauline subraya que, a pesar del repentino cambio de alcalde, hay un alivio político en el distrito. "Nos movilizamos mucho para esto justo antes de las elecciones: los indocumentados no pueden votar, los ancianos tenían miedo de votar por la covid, y los que votaban eran por lo general partidarios de Agrupación Nacional".

"Tengo la impresión de que la población se ha implicado más desde entonces. La gente se ha dado cuenta de que las cosas pueden cambiar".

Ni semáforos ni parques infantiles

El día en que me reuní con los miembros del colectivo CHO3, a las 10 de la noche, alguien disparó a un joven de 19 años desde un coche en marcha en una calle de Belle de Mai. La pobreza, la segregación y el abandono de las poblaciones marginales constituyen un caldo de cultivo para los cárteles de la droga y la violencia asociada a ellos. Las bandas de Marsella reclutan a través de Snapchat a nuevos "aspirantes" de la banlieue, suburbios pobres y segregados, en todo el país.

El 15 de agosto del año pasado, un joven recibió un disparo de AK-47 en el barrio de Canet, en los suburbios del norte. "La policía atrapó a los asesinos y se llevó el cadáver. Pero quedaron pedazos de cerebro, dientes, sangre... Llamamos al ayuntamiento para que vinieran a limpiar, pero fue en vano. Como siempre, tuvimos que asumir el papel de la ciudad y limpiar todo nosotros mismos", relata Nair, del Colectivo de Vecinos de la Casa Blanca.

Los suburbios del norte, donde vive un tercio de la población de Marsella, son la parte más descuidada de la ciudad. "Muchas de las cosas que se ven por aquí no estaban hace unos años. Hasta 2018 no había ni siquiera un semáforo, la gente conducía rápido, había muchos accidentes. Bloqueamos la carretera durante cuatro días para conseguir por fin uno", continúa Nair.

Nair nació en los suburbios del norte y, a excepción de unos años en que vivió cerca del centro, en el barrio de Saint Julien, ha pasado toda su vida aquí. "Me mudé de nuevo en parte para tener una nueva perspectiva de mi barrio. Solo así me di cuenta de que era un desastre. En Saint Julien, vivía como un francés: con un ascensor limpio que funcionaba y un pasillo limpio, cuando la calefacción dejaba de funcionar, bastaba con hacer una llamada para que vinieran a arreglarlo. Aquí, cuando algo deja de funcionar, llamas y llamas y llamas hasta que te das cuenta de que no vendrá nadie", explica.

El objetivo de la asociación es, precisamente, ayudar a los lugareños a sentirse como "ciudadanos normales, como personas, como franceses con derechos", agrega. "Como muchos marselleses no se sienten así, la clase política electa no los tiene en cuenta, y esto se aplica a los políticos de todo el espectro. Derecha o izquierda, para mí da igual, aquí no ha cambiado nada con el nuevo ayuntamiento", se lamenta Nair.

Foto: Alberto Arricruz de niño junto a sus hermanos en Cité Notre-Dame. (Cedida)

La alcaldesa original de la coalición Primavera Marsellesa, Michèle Rubirola, dice que visitó los suburbios del norte antes de su elección con un mensaje: "Estaremos aquí para vosotros". Fue la última vez que vino alguien de la coalición de izquierdas.

"Que venga el alcalde como lo has hecho tú, le enseñaremos el barrio. Podríamos ponernos de acuerdo para construir columpios para los niños y, a la vez, dar trabajo a los lugareños", dice Nair respecto a las necesidades de los suburbios del norte. También explica que los empleadores habituales rechazan automáticamente los currículums con direcciones de los suburbios del norte.

"Lo único que nos hace avanzar, que nos hace sentirnos como ciudadanos, es la solidaridad: tanto la solidaridad de los musulmanes, la llamada sadaqa, como la solidaridad en el sentido francés de la palabra por parte de cristianos, judíos, ateos", expresa Nair mientras caminamos por el barrio. Las paredes que nos rodean son grises y están sucias, hay un coche con el tapón de combustible roto y hay una rata muerta tirada en la acera.

Pero la gente que se cruza con nosotros es animada y sonriente. Todos nos saludan; las mujeres con pañuelos estampados nos dan un beso en ambas mejillas al estilo francés, y nosotros saludamos a los hombres con un gesto que indica alianza: un amistoso choque de puños.

*Traducción Gloriana Salazar | Voxeurop

El 5 de noviembre de 2018, dos edificios de viviendas se derrumbaron en la calle Aubagne, en el centro de Marsella. Unas horas más tarde, un tercer edificio se derrumbó parcialmente. En ese momento, solo uno de ellos estaba habitado. Aun así, la tragedia se cobró la vida de ocho personas. El estado catastrófico de los edificios, uno de los cuales presentaba enormes grietas que trepaban por las paredes, se conocía desde hace años.

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