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La extraña historia de una isla helada que fue decisiva para la creación de Israel
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más que una fría anécdota

La extraña historia de una isla helada que fue decisiva para la creación de Israel

Thor Thors, héroe accidental del sionismo, se convirtió en relator del comité de la ONU que propició la creación de Israel. Un diplomático autodidacta que acabó cambiando la historia... porque pasaba por allí

Foto: Thor Thors, en el centro, en 1946. (Getty/Keystone-France)
Thor Thors, en el centro, en 1946. (Getty/Keystone-France)
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Un viernes de mayo de 1940, la Marina Real británica invadió Islandia a las cinco de la mañana. Iba a ser un ataque sorpresa, pero la primavera en la isla solo tiene dos horas de oscuridad. Además, los pescadores acababan de recibir su paga mensual y el calendario marcaba festivo. Así que cuando los ingleses se acercaron al puerto, los esperaba una muchedumbre beoda. Más que para rechazar a los invasores, se habían congregado por curiosidad. El cónsul británico se dirigió entonces al único policía islandés en el lugar de los hechos y le pidió que apartase al gentío para que los soldados pudiesen desembarcar del destructor cómodamente.

"Por supuesto", respondió.

La anécdota aparece en las páginas de Cómo Islandia cambió el mundo (Capitán Swing), un libro sorprendente escrito por el periodista local Egill Bjarnason y recién traducido al español. Cuenta la historia de una isla más extensa que Portugal, pero con una población similar a la de Lugo. Un país que ha participado en pasajes clave de la historia de la Humanidad, del descubrimiento de América a la Revolución Francesa, alterándolos casi siempre sin darse cuenta. Una nación que se comporta como el protagonista de una película de Peter Sellers y que no fue más que un poblacho de campesinos y pescadores paupérrimos y azotados por las ventiscas heladas hasta que fue invadida por los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Los nazis creían haber encontrado el paraíso ario en esta esquina del planeta de la que solo habían oído hablar en las leyendas escandinavas. Eva Braun, amante de Adolf Hitler, viajó a verlo con sus propios ojos y también lo hizo su primer embajador, Werner Gerlach, quien empezó a mandar informes desalentadores a Berlín. "Los judíos nunca podrán hacerse un hueco en el tejido comercial local: los islandeses son aún más estafadores que ellos". Preocupados por el interés del Tercer Reich, la isla fue invadida primero por los ingleses y más tarde por los soldados americanos, que construyeron dos aeropuertos, revolucionaron la economía, se acostaron con miles de mujeres, crearon una gigantesca base logística y contribuyeron a duplicar en pocos años el PIB. Islandia engendró esos años la semilla de la sociedad opulenta y abierta al mundo que es hoy. Pero aún le dio tiempo a alterar el curso de la historia accidentalmente tres o cuatro veces más.

Por ejemplo, con las aventuras del embajador Thor Thors.

placeholder Thor Thors, en una imagen de las Naciones Unidas.
Thor Thors, en una imagen de las Naciones Unidas.

El padre de Thor Thors se llamaba también Thor, pero no compartía apellido con su hijo. Su nombre completo era Thor Phillip Axel Jensen y había nacido en Dinamarca. Emigró a Islandia en 1878, con catorce años, para trabajar como aprendiz en una empresa comercial danesa. Hábil negociante, empezó encuadernando cuartillas de papel para los islandeses, crónicamente faltos de cualquier derivado de la madera, un artículo casi de lujo en un territorio donde apenas crecen los árboles. De ahí pasó a la pesca de bacalao, se hizo con los primeros barcos de vapor y levantó una fábrica de conservas que dio trabajo a cientos de personas. En unos años se había convertido en el hombre más rico de Islandia y fue entonces cuando decidió cambiar su apellido por uno más escandinavo, sacudiéndose de paso la molesta sospecha de tener antepasados judíos. Pasó a llamarse Thor Jensen, un nombre que tampoco convencía a sus hijos por ser demasiado común en Dinamarca. Volvieron a cambiar. Thors les sonaba mejor.

En los años 40, uno de los vástagos del clan, Ólafur Thors, ganó las elecciones con el Partido de la Independencia (centro-derecha) y mandó a su hermano Thor de embajador a Estados Unidos. Islandia no tenía representación en Washington y la partida presupuestaria era inexistente, así que compró con su propio dinero una casa cerca de la avenida Massachusetts e instaló la embajada en el garaje. Allí aprendió el oficio diplomático, tratando de que el mundo reconociese el estatus de un lugar del que a menudo nunca habían oído hablar. Años más tarde, ya bregado, se ofreció a representar a su país ante un club de nueva creación, el de Naciones Unidas.

placeholder 'Cómo Islandia cambió el mundo'.
'Cómo Islandia cambió el mundo'.

La cuestión israelí fue uno de los grandes desafíos de la ONU en sus primeros años. Cuando los británicos abandonaron su mandato en Palestina, el asunto le estalló en las manos. Pero había un problema añadido. Nadie estaba dispuesto a mojarse, nadie quería la responsabilidad de actuar como relator de un Comité que dividía al mundo, que podía enemistar a tu país contra las naciones árabes (y su petróleo), contra la diáspora hebrea (y su capacidad financiera), o contra ambas. En la ONU lo intentaron primero con un australiano, pero salió huyendo. Después con un tailandés, pero se inventó que había estallado un conato de revuelta en su país para marcharse de Nueva York en el primer barco en el que encontró pasaje. El siguiente en la lista era Thor Thors. Y Thor Thors dijo que sí.

El enviado israelí, Abba Eban, localizó su hotel en Nueva York, el Barclay, y llamó a la puerta de la habitación 211. "El hombre que le abrió la puerta tenía en sus manos el destino de la nación judía. Y Thor no parecía estar de ninguna forma preparado para ello". Hablaron durante un rato, y se cayeron bien. Ese mismo día, el islandés se presentó ante la Asamblea General con un traje de raya diplomática. "En su discurso narró cómo la cuestión palestina había ido dando tumbos de un comité a otro y describió lo que opinaban al respecto las dos partes enfrentadas, los árabes y los judíos. Dijo que cualquier esfuerzo por negociar un acuerdo estaba destinado al fracaso. Presionó para que se tomara una decisión firme", explica Bjarnason en su relato. El israelí Eban lo recordaba así años después: "Thor estuvo magnífico. Desde ese momento, el debate se inclinó a nuestro favor de forma inexorable". La propuesta de partir los territorios palestinos y dejar una parte en manos de los judíos se aprobó con 33 votos a favor, 13 en contra y 11 abstenciones.

Después de aquello, Islandia fue durante años uno de los mejores amigos de Israel. El propio Eban decidió visitar la isla en uno de sus primeros viajes como ministro de Exteriores. Le siguieron David Ben-Gurion y Golda Meir años después. El entonces presidente islandés, Ásgeir Ásgeirsoon, fue el primer jefe de Estado extranjero que habló en la Knéset, el Parlamento israelí. Islandia se convirtió ese mismo día, además, en el nombre de una bonita calle en Jerusalén.

placeholder  Egill Bjarnason. Foto de Hafthor Hreidarsson
Egill Bjarnason. Foto de Hafthor Hreidarsson

El asunto pide a gritos una aclaración y Bjarnason nos atiende por videoconferencia para hacerse cargo.

PREGUNTA. Más allá del papel de Thor Thors, ¿había afinidad ideológica entre los dos países?

RESPUESTA. Después de la Segunda Guerra Mundial, Islandia acababa de conseguir la independencia (de Dinamarca) e Israel estaba defendiendo su propia existencia. Los islandeses creo que realmente simpatizaban con la causa. Al menos conectaban con Israel como Estado debido a algunas similitudes. La nación judía tiene una larga historia con un idioma muy antiguo que querían conservar. La identidad de Israel está realmente arraigada en libros antiguos, como también la de Islandia. Y ambas son naciones relativamente pequeñas. Así que ya existía esta hermandad, por así decirlo. Pero fue el azar lo que llevó a nuestro primer diplomático al comité que decidió el futuro de lo que en aquellos años se llamaba "la cuestión palestina".

P. Lo cuentas en el libro como una suma de hechos fortuitos.

R. Fue totalmente al azar. Se trataba de una relación que realmente iba a destruir cualquier relación con el mundo árabe. Así que nadie quería asumir esta tarea, excepto un tipo llegado de Islandia que tampoco tenía mucho que perder porque su nación no tenía lazos con casi nadie. Él era, ya sabes, una persona que no tenía mucho que ver con ese mundo y a la que se le dio un poder inmenso para algo histórico, muy importante. Era el único empleado de Islandia en Estados Unidos en ese momento y también era el hermano del primer ministro. Así que se sintió libre para decidir por sí mismo y enarbolar una propuesta favorable. En las cartas que he investigado quedar claro que era un tipo que intentaba hacer amigos para su causa, dispuesto a casi cualquier cosa para promocionar un país desconocido. Todo lo que queríamos los islandeses en aquellos años es que alguien nos tomase en serio.

P. Pero Thors no era diplomático de carrera, ¿no? Ni siquiera había algo parecido a una escuela diplomática en tu país por entonces. ¿Cuál era su currículum?

R. Era hijo de un inmigrante que se convirtió en un pequeño magnate en pocos años. Era una familia muy rica, pero no creo que fuesen malvados. Su padre era un tipo hecho a sí mismo en una época en la que Islandia industrializó tanto la pesca como la agricultura, los dos sectores que contribuyó a modernizar. Llegó a declararse en bancarrota en algún momento, pero se recuperó y tuvo una familia muy numerosa. Muchos de sus descendientes se dedicaron a la política y los negocios y, de alguna manera, se convirtieron en una dinastía dominante en un país donde el nepotismo era un concepto difícil de explicar porque todos se conocían entre sí.

P. ¿Y cómo son las relaciones entre Islandia e Israel ahora?

R. No hay relaciones. Se ha deteriorado todo con el tiempo. La aplastante mayoría de la población islandesa apoya ahora con firmeza la causa palestina. Estos meses se ha desplegado un fuerte movimiento en apoyo a Palestina. E Israel tiene ya muy pocos defensores en los medios. Diría que ninguno. Como sabes, Islandia reconoció el estado de Palestina antes que otros países. Fue el primero de Europa en hacerlo, en 2011. Y creo que lo hizo porque sentimos que compartimos cierta responsabilidad sobre lo que pasó después.

P. ¿Se siente Islandia culpable por lo que pasa en Israel?

R. Creo que sí, por Thors, por su implicación y por la amistad posterior. Curiosamente, no se escribe mucho sobre esto. Hay un cierto pudor. Tuve que investigar bastante para reconstruir toda la historia. Así que esto no es algo que muchos islandeses conozcan en profundidad, pero la mayoría somos conscientes del papel que tuvo Islandia en la ONU cuando esto sucedió y de alguna manera nos sentimos responsables. A menudo se menciona en discursos y los políticos defienden el apoyo a Palestina partiendo de ese hecho. Vuelven a este momento una y otra vez para decir que, en realidad, compartimos la responsabilidad de resolver este lío.

P. ¿Tú te sientes culpable?

R. Yo dediqué un tiempo a viajar por el mundo cuando tenía 18 años y el primer lugar que visité fue Israel. Trabajé un tiempo en un hostal en Jerusalén. Tenía intención incluso de trabajar en un kibutz, algo que nunca hice. Hice voluntariado en campos de refugiados y luego en Cisjordania. Trabajé con agricultores de olivos durante un tiempo. Y siempre he seguido con mucho interés lo que ocurre en Palestina. Estoy horrorizado.

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Una última antes de cerrar. La prensa islandesa de la época asegura que un joven millonario estadounidense, un tal John F. Kennedy, invitó a salir varias veces a la hermosa hija de Thor Thors, a Margrét Thors. Aquello no pudo ser porque, a los 26 años, Margrét se atragantó mientras intentaba ingerir un somnífero. Y murió.

Un viernes de mayo de 1940, la Marina Real británica invadió Islandia a las cinco de la mañana. Iba a ser un ataque sorpresa, pero la primavera en la isla solo tiene dos horas de oscuridad. Además, los pescadores acababan de recibir su paga mensual y el calendario marcaba festivo. Así que cuando los ingleses se acercaron al puerto, los esperaba una muchedumbre beoda. Más que para rechazar a los invasores, se habían congregado por curiosidad. El cónsul británico se dirigió entonces al único policía islandés en el lugar de los hechos y le pidió que apartase al gentío para que los soldados pudiesen desembarcar del destructor cómodamente.

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