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El camaleón de Bruselas: la tercera vida de Von der Leyen
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El camaleón de Bruselas: la tercera vida de Von der Leyen

La alemana busca su reelección al frente de la Comisión Europea. Llegó al puesto en uno de sus peores momentos políticos. De pasar de ser la mujer más poderosa de Europa, ahora se arriesga a perderlo todo

Foto: Von der Leyen en una imagen de archivo. (Getty Images/Philipp Guelland)
Von der Leyen en una imagen de archivo. (Getty Images/Philipp Guelland)
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El ascenso de Ursula von der Leyen (Bruselas, 1958) hasta convertirse en la mujer más poderosa de la Unión Europea ha sido tan estelar como inestable. La exministra alemana, nominada para presidir la Comisión Europea en 2019 para sorpresa de prácticamente todos, es lo que en inglés se denomina un underdog: el subestimado, alguien que se encuentra en desventaja, pero que, en ocasiones, consigue equilibrar la balanza. Von der Leyen ha seguido al pie de la letra la idea de que es mejor que hablen de ti, aunque sea mal. Ha logrado que toda Bruselas, una ciudad que la despreció desde el primer momento y que le consideró una presidente cuasi-ilegítima por haber sido una imposición de los líderes europeos sobre la voluntad del Parlamento Europeo, gire alrededor de ella y de su agenda política.

Acostumbrada siempre a pelear por encima de su peso, a buscar sus opciones en batallas difíciles, la alemana es ahora la favorita para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea, que se extendería hasta 2029. Pero como ha ocurrido en el pasado, a los líderes europeos no les gusta que la persona que esté al frente del Ejecutivo comunitario acumule poder. Jacques Delors era relativamente poco conocido cuando en 1982 le pusieron al frente de la Comisión y, tras un segundo mandato, los británicos se encargaron de evitar que le sucediera alguien con un perfil similar. Pocos dudan de que Von der Leyen es la presidenta más poderosa desde Delors, el creador del Mercado Interior que ha ido acumulando más poder a raíz de las gestiones de las diversas crisis que ha afrontado la Unión Europea. La pregunta que algunos se hacen es si los líderes vencerán a la tentación de seguir su instinto político y expulsar a cualquier persona que acumule demasiado poder al frente de la Comisión.

Una hija de Bruselas

Von der Leyen tiene la política europea en las venas porque nació en ella justo en el momento en el que estaba empezando a desarrollarse. En 1958 su padre, Ernst Albrecht, un político democristiano alemán (CDU), trabajaba en Bruselas como jefe de gabinete de Hans von der Groeben, comisario de Competencia. Eran verdaderos aventureros: se acababa de crear la Comisión y allí estaban desembarcando políticos y funcionarios venidos de los países fundadores del club con el objetivo de construir algo que todavía no existía. El mismo año que Albrecht se mudó a Bruselas nació Ursula Albrecht.

Von der Leyen no ha hablado demasiado en público sobre su padre durante sus años como presidenta. Sufrió Alzheimer y no llegó a verla en la cúspide del edificio que trabajó para diseñar: murió en 2014. Las dos veces en las que la presidenta ha hablado claramente de Albrecht fue en 2019, en su discurso antes de la votación en la que fue elegida por nueve votos de diferencia, y ante el Congreso Electoral del Partido Popular Europeo (PPE) de Bucarest (Rumanía) en la primavera de 2024, en la que los delegados democristianos europeos la nominaron como candidata principal para presidir de vuelta la Comisión Europea. Dos discursos simbólicos al inicio y al final de esta primera etapa.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en A Coruña. (Europa Press/César Arxina)

El 16 de julio de 2019 habló de cuando su padre les explicaba sus experiencias de la "horrible guerra, que por obra de mi país sembró la muerte, la destrucción, el desplazamiento y la devastación de nuestro continente". Habló también del final de la vida de su padre, cuando dejó de hablar de la guerra y empezó a hablar de Europa como "un largo matrimonio" en el que el amor "se profundiza". Albrecht era un hombre muy cercano al corazón de Europa, incluso cuando abandonó Bruselas. Hablaba de "los mil años de guerras civiles europeas" y del rol del federalismo alemán a la hora de construir una Europa federal.

Almorzó regularmente con Jacques Delors cuando este era presidente de la Comisión Europea y extendió el poder del órgano, como en ningún otro momento se ha vuelto a ver, hasta quizás la llegada de Von der Leyen a la cúspide de la institución. La familia Albrecht se instaló primero en una casa en Avenue Baron Albert d'Huart, en el municipio de Kraainem, al este de Bruselas. Ya instalado firmemente en la Comisión, pocos meses antes del nacimiento de Ursula, en verano de 1958, su padre compró un gran terreno en Tervuren, también al este de la capital belga. Allí fue donde la joven futura presidenta de la Comisión Europea tuvo contacto con la que sería una de sus pasiones: los ponis y los caballos. En su casa de Tervuren, Ursula y sus hermanos tenían un poni y en el bosque podían montar a caballo. Von der Leyen sería después una jinete aventajada.

En aquellos años, además, se forjó la francofonía de Von der Leyen, que sería clave décadas después para que el presidente de la República francesa la considerara como una buena opción para presidir la Comisión Europea. "Estaban todos en la Escuela Europea. Lo que era fabuloso es que tenías tu primer idioma extranjero desde el primer año de primaria: los alemanes, francés; los franceses, alemán. Y también tejían amistades. Eso fue maravilloso y también formó a nuestros hijos", explicó Albrecht en una entrevista en 2004 realizada para los archivos históricos de la Unión Europea. Curiosamente, en aquella entrevista Albrecht dedicó un largo rato a hablar de sus hijos, pero únicamente de su hijo mayor, que pagó un pelotazo publicitario en Europa del este y después ha tenido una carrera en el mundo audiovisual escandinavo.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en el debate. (Reuters/Johanna Geron)

El padre de la actual presidenta de la Comisión Europea ascendió y se convirtió en director general de Competencia en 1967. Tres años después llegó el momento de volver a hacer las maletas, cuando Albrecht fue elegido para el parlamento de Baja Sajonia, la región que acabaría gobernando como ministro principal entre 1976 y 1990. Pocas semanas antes había muerto una de las niñas de la familia, la única otra hija junto a la actual presidenta de la Comisión, que quedó marcada por esa pérdida. Ursula dejó Bruselas con 12 años. Todavía no lo sabía, pero casi cincuenta años después volvería para gobernar la institución que su padre había ayudado a crear.

Albrecht ha tenido un importante impacto en la vida de la actual presidenta de la Comisión, pero como casi en todo lo demás, Von der Leyen no enseña sus cartas. Marcada desde la infancia por la experiencia bruselense de su padre, Ursula fue una joven estudiante en Londres, donde fue enviada por la familia Albrecht ante el miedo a que fuera a ser secuestrada por el grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo. Su experiencia londinense, donde pasó por la London School of Economics, añadiría un perfil anglosajón a su herencia francófona. Después estudió medicina, especializándose en ginecología y casándose en 1986 con Heiko Von der Leyen, al que conoció en un coro, otra de sus principales aficiones.

Inicios y Berlín

Vivió en Estados Unidos entre 1992 y 1996, mientras su marido estaba en la Universidad de Stanford y ella adquiría cierta anglofilia que han hecho que algunos la consideren la presidenta de la Comisión Europea reciente más cercana a EEUU. Tras esta etapa, Von der Leyen siguió los pasos de su padre y comenzó en la política de Baja Sajonia que Albrecht había dominado durante más de una década. Con buenas conexiones, de buena familia, con un padre que era un peso pesado dentro de la CDU —llegó a sonar en las quinielas como candidato para ser canciller—Von der Leyen se hizo con su lugar. Allí, la alemana desarrolló un perfil de "supermadre" de siete hijos, compatibilizando su vida privada con su trabajo como ministra de Asuntos Sociales de Baja Sajonia.

Este perfil fue fundamental cuando en 2005 Angela Merkel se convirtió en canciller alemana, y decidió encargarle a Von der Leyen, una relativa desconocida, el ministerio de Familia. En el ministerio lanzó iniciativas que fueron rechazadas por los sectores más conservadores de la sociedad alemana: desde la autoridad que le daba ser madre de siete hijos, Von der Leyen estaba haciendo propuestas que buscaban facilitar la compatibilización entre la maternidad y la vida laboral. Combinaba conservadurismo y modernidad, tradición familiar y dinamismo. Compaginaba, al mismo tiempo, el papel que el sector conservador alemán daba a la mujer, el de ser madre de familia, con el de una mujer autónoma y trabajadora.

Von der Leyen estaba completamente integrada en todos los engranajes de poder de la rama local de la CDU en Baja Sajonia. Ya en su segunda cartera en el Gobierno alemán, David McAllister, que fue ministro principal del länder entre 2010 y 2013, se refirió a ella como Röschen. Ese era un apodo familiar que utilizaba su padre, una demostración de qué forma la vida privada y familiar de los Albrecht estaba intrincada con la CDU en su región. En las últimas entrevistas que realizó su padre en trabajos de investigación de distintos periodistas que escribieron biografías sobre su hija, ya con la memoria borrosa, su padre, el mismo que no la mencionó en una entrevista en 2004, se refería a ella, ya ministra en el Gobierno alemán, como "jefa". Klaus Welle, que fue durante muchos años secretario general del Parlamento Europeo, recuerda que Albrecht hablaba de su hija como la mejor preparada para una carrera política.

placeholder Ursula von der Leyen en un mitin en Galicia junto a Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira Jr)
Ursula von der Leyen en un mitin en Galicia junto a Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira Jr)

Pero que empezara a ser un rostro conocido no significaba que fuera especialmente popular: consiguió entrar en el Bundestag (parlamento alemán) a partir de 2009, pero nunca logró ganar el escaño a los candidatos socialdemócratas del SPD por Hamburgo. En 2009 Merkel la puso al frente del ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, siguiendo la misma estela y la misma misión y, en 2013, del de Defensa, uno de los más delicados. En aquellos años se especuló mucho con la posibilidad de que Merkel eligiera a Von der Leyen como su sucesora para ser canciller. Sonriente, pero poco creíble en su amabilidad pública, trabajadora incansable y poco dada a la distensión, la ministra tenía un buen perfil. Merkel confiaba en ella, una mujer del sector más progresista de la CDU, como una especie de "portavoz" de su visión de un partido prácticamente en el centro, abandonando las posturas conservadoras. La canciller confiaba en ella a la hora de defender algunas políticas de su Gobierno en los medios.

Von der Leyen seguía siendo una de las principales figuras de la política alemana, pero no sin sufrir algunas derrotas dolorosas en algunas de sus iniciativas. "A Ursula von der Leyen le gusta jugar a la política como a un niño que siempre se pelea con el compañero más fuerte del patio del colegio", explicaron en 2015 Elisabeth Niejahr y Peter Dausend, dos de sus biógrafos. Y cuando uno escoge el más fuerte del patio del colegio, no importa tanto perder. O al menos esa era la lógica que seguía Von der Leyen.

Foto: Charles Michel, durante una entrevista (EFE/Sergio Pérez)

Pero su nombramiento como ministra de Defensa fue un regalo envenenado. El estado del ejército alemán era lamentable, y aunque Von der Leyen intentó poner orden, lo cierto es que las acusaciones de mala gestión y de nepotismo dentro del ministerio acabaron lastrando su carrera. A finales de 2017, la ministra admitió errores en licitaciones y el Bundestag abrió una comisión de investigación para estudiar de cerca el contrato que el ministerio firmó con la consultora McKinsey. Se puso, especialmente, la lupa en Katrin Suder, la secretaria de Estado nombrada por Von der Leyen para supervisar la modernización del equipamiento del ejército y que desde principios de siglo y hasta su nombramiento había trabajado en McKinsey, llegando a ser directora de la oficina en Berlín. En abril de 2018, en pleno escándalo, Suder dimitió.

La imagen de Von der Leyen quedó muy dañada. En el centro del escándalo también se encontraba otra consultora, Accenture. Timo Noetzel era el hombre clave en esa firma para los acuerdos con el Bundeswehr, las fuerzas armadas alemanas. Noetzel era amigo personal de Suder. Der Spiegel publicó en su momento que en 2014, el primer año completo de Von der Leyen al frente del ministerio, Accenture ingresó algo más de 450.000 euros por sus actividades con el departamento de Defensa. En 2018, año del escándalo, eran cerca de 20 millones de euros.

El rescate de Macron

Von der Leyen se estaba convirtiendo, cada vez más, en un problema para Merkel. Cuando la canciller decide que no va a seguir la siguiente legislatura, la ministra de Defensa tiene claro que no tiene sentido lanzarse a la carrera. En diciembre de 2018, Annegret Kramp-Karrenbauer (conocida como AKK), protegida de Merkel, es ungida como su sucesora. La carrera de Von der Leyen no solamente estaba en crisis, estaba estancada.

Es en ese contexto en el que se llega al verano de 2019. Tras las elecciones europeas, los jefes de Estado y de Gobierno se enfrentan a una difícil decisión. Merkel y Emmanuel Macron, presidente francés, llegaban a la cumbre clave apoyando al holandés Frans Timmermans, que había sido vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, para ponerlo al frente del Ejecutivo comunitario. Pero dentro del Partido Popular Europeo (PPE) hay una revuelta abierta contra una Merkel cansada y debilitada. El resto de líderes europeos populares se vuelven contra la matriarca de los conservadores europeos durante aquellos días tensos de finales de junio de 2019, al considerar inaceptable que la canciller vaya a entregar la Comisión Europea a un político del Partido de los Socialistas Europeos (PES).

Es entonces, en la noche del 2 al 3 de julio, con la negociación empantanada, cuando Macron ofrece a Merkel una solución: Ursula von der Leyen, a la que había conocido un mes antes. El movimiento permite a la canciller poner a una persona que ha sido muy cercana al frente de la Comisión y, al mismo tiempo, quitarse de encima el problema de una ministra de Defensa ya muy tocada sin necesidad de tener que defenestrarla políticamente. A cambio, Macron logra torcer el brazo a la Eurocámara, que quería a uno de sus candidatos preferidos, entre los que se encontraba Timmermans. Además de poner en lo alto del Ejecutivo comunitario a una francófila.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Reuters/Johanna Geron)

Lo más importante a la hora de dar un giro de 180 grados en una negociación es que el golpe de efecto sea tan violento que mientras que el resto de actores están digiriéndolo, este se haya consumado. Y eso fue lo que hicieron Macron y Merkel en la mañana del 3 de julio. Muy pocos, un puñado pequeñísimo de personas, tenían en su radar el nombre de Von der Leyen. Pero el golpe y la sorpresa fue tal que no hubo margen de reacción. El resto de líderes del PPE aceptaron el nombre de la alemana para evitar a Timmermans. Los que quedaban apoyando al holandés, como Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, tuvieron que replegarse cuando comenzaron a ver que iban a quedarse en minoría. Era hora de salvar los muebles. En su retirada organizada, Sánchez obtuvo para Josep Borrell el puesto de Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad.

Presidencia Von der Leyen

Por sorpresa y como una solución conveniente, que no entusiasta. Fue así como Von der Leyen llegó a ser la candidata nominada por los líderes europeos. Para obtener los votos suficientes en la Eurocámara la alemana mostró todas sus caras a los distintos grupos políticos: la conservadora ante el grupo del PPE, la de la moderada y dinámica democristiana aceptable para los socialistas europeos, la de protégé de Macron ante los liberales, la de la ecologista ante Los Verdes y la de la defensora de la tradición familiar ante los ultraconservadores. Viendo su recorrido en los años siguientes, algunas fuentes en Bruselas ven un patrón en esos primeros días. La alemana se adapta siempre a lo que sea necesario en cada momento para seguir adelante, para sobrevivir. El manual de resistencia de Von der Leyen. Su elección salió adelante por nueve votos, en margen estrechísimo, entre enormes críticas. En un momento, además, en el que había una desconfianza mutua entre ella y el personal de la Comisión Europea, sumada a una sensación general de pocas expectativas.

Un cierto rencor y la sensación de estar sola rodeada de enemigos fueron claves en sus primeros pasos en Bruselas. Von der Leyen puso en pie una Comisión Europea totalmente presidencialista, rodeada de un grupo de personas muy reducido venidas directamente desde Berlín y lideradas por un jefe de gabinete todopoderoso, Bjoern Seibert. Como ella, es marcadamente anglosajón tras muchos años en Estados Unidos. Von der Leyen, obsesionada con el trabajo y además especialmente encapsulada en él ante su sensación de encontrarse sola en Bruselas, haciéndose construir un apartamento dentro de la propia Comisión Europea, se centró en empezar a sacar adelante su promesa al Parlamento Europeo. Allí había prometido una agenda verde, y eso entregaría. En las primeras semanas, puso en marcha el Pacto Verde entre acusaciones de vender más eslóganes que políticas reales.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Marcel van Hoorn)

Pero tres meses después de tomar posesión estalló la pandemia y se activó el modo crisis que ha marcado toda la legislatura. Von der Leyen logró que Merkel dejara que la Comisión Europea controlara la compra conjunta de vacunas y, aunque hoy se recuerda como una operación de éxito, lo cierto es que durante meses la presidenta del Ejecutivo comunitario sufrió duras críticas. Pero como casi siempre, Von der Leyen cayó de pie. Las cosas empezaron a enderezarse, las vacunas comenzaron a llegar y, al mismo tiempo, la alemana ayudó a Francia y Alemania en el trabajo para poner en pie una propuesta para el Fondo de Recuperación. Este estaba financiado con deuda conjunta europea para hacer frente a la crisis. Fue a partir de entonces cuando la imagen de la alemana empezó, poco a poco, a mejorar. La narrativa cambió y, lo que estaba siendo un desastre, se convirtió en un éxito rotundo.

La idea de Von der Leyen como la mujer más poderosa de Europa empezó a tomar forma entonces. Se ganó definitivamente ese título cuando Merkel abandonó la cancillería en diciembre de 2021. En su primer año en el puesto, la presidenta de la Comisión Europea había dejado claro que tenía intención de ejercer poder. Podía haber llegado por la puerta de atrás y haber superado el trámite en la Eurocámara por un margen de nueve votos, pero eso no iba a hacer que no ejerciera todo el poder que tenía y alguno más si era capaz. Y en la política europea en Bruselas difícilmente hay sitio para más de un gallo.

En 2021 se produjo un incidente que explica una de las historias de esta legislatura: la mala relación entre Von der Leyen y Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. En una visita conjunta a Ankara solamente había un asiento junto a Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, y Michel corrió a ocuparlo, dejando a Von der Leyen sin asiento y obligándola a sentarse en un sofá lateral. La alemana se sintió "sola y herida" en un incidente que pasó a conocerse como el sofagate.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal) Opinión

La mala relación es producto del choque entre dos perfiles con mucho ego y con la voluntad de ser los protagonistas, la cara visible de Bruselas. Hasta el sofagate Michel intentó disputar ese papel, pero, después, especialmente a partir de febrero de 2022, le resultó imposible. El inicio de la invasión rusa de Ucrania dio a Von der Leyen una nueva oportunidad de llevar más lejos su poder, de convertirse en un rostro internacional. En una cuestión en la que la Comisión Europea no tiene competencias, que es en política exterior, Von der Leyen pisó a fondo el acelerador, formó parte del grupo que empujó a todos los Estados miembros a cerrar filas con Kiev y asumió muchos riesgos.

Por ejemplo, a los pocos días de comenzar la guerra, y para irritación de algunas capitales, la presidenta de la Comisión Europea dio a entender que algún día Ucrania entraría en la Unión Europea, lo que aceleró al que Volodimir Zelenski, presidente ucraniano, presentara la solicitud de adhesión a la UE. Von der Leyen, habiendo superado el ecuador de un mandato que hasta entonces se había enfocado en la agenda verde, empezó a centrar su imagen en Ucrania, en la seguridad y la defensa.

De nuevo, como había mostrado en sus primeros compases en la Comisión Europea, estaba dispuesta a adaptarse a las circunstancias: la agenda verde dejó de aparecer tanto en sus discursos, que pasaron a centrarse en Ucrania, en seguridad y defensa. Cuando parte del campo estalló contra algunos de los requisitos del Pacto Verde —la agenda climática que ella misma había puesto en marcha— la alemana dio marcha atrás en algunos puntos. Para sus defensores se trata de una muestra de su pragmatismo y flexibilidad. Para sus detractores es la demostración de su oportunismo.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Europa Press/DPA/Markku Ulander) Opinión

Durante los últimos cinco años, Von der Leyen ha sacado de quicio a funcionarios europeos de bajo y alto rango, a sus comisarios y a otros actores en Bruselas. Algunos han sentido que toda la Comisión Europea se mueve al son de ideas puntuales que se le ocurren a ella o a alguna de las poquísimas personas en las que confía, y que en ocasiones tienen continuidad. En otras sencillamente se abandonan como si nunca se hubieran puesto sobre la mesa. Las críticas solamente se han ido suavizando ante una realidad constatable: fuera lo que fuese que estaba haciendo Von der Leyen le estaba saliendo bien, por mucha falta de consistencia, personalismo y ausencia de coordinación con la que lo intentara.

Errores y campaña

Vista como la presidenta más atlantista de la Comisión Europea que se recuerda, con lazos muy estrechos con la administración americana, también a través de Seibert, Von der Leyen llegó a ser considerada por el equipo de Joe Biden como una opción para suceder a Jens Stoltenberg como secretaria general de la OTAN. Una organización que, además, conocía de sus años al frente del ministerio de Defensa. Pero distintas fuentes coinciden en señalar que Olaf Scholz, canciller alemán de los socialdemócratas (SPD) dejó claro a Biden a lo largo de 2023 que no quería a Von der Leyen al frente de la Alianza Atlántica y los rumores se acallaron. Entonces todas las quinielas volvieron a ponerla como favorita para seguir como presidenta de la Comisión en la nueva legislatura.

Cuando los líderes europeos visitaron Granada durante la presidencia española del Consejo de la UE, Von der Leyen todavía no había anunciado su intención de presentarse a un segundo mandato. Pero nadie dudaba de que lo haría y lo conseguiría. No había muchas alternativas. La alemana había conseguido entender lo que los líderes europeos buscaban de ella. Había comprendido relativamente bien los equilibrios de poder de Bruselas y se había adaptado a las necesidades de todos al mismo tiempo que iba, poco a poco, extendiendo su poder. Había descuidado su trato al Parlamento Europeo, pero a cambio era una opción de consenso para muchos líderes europeos.

Pero entonces comenzaron los errores de cálculo, algunos de ellos errores no forzados, cometidos por ella misma sin ninguna presión externa. Una gestión desastrosa de las primeras reacciones a la ofensiva israelí en Gaza tras los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre hicieron que volviera a salir a la luz la versión de una Von der Leyen que decide ir por libre y asumir riesgos. Sin embargo, no admite errores fácilmente. Señala a otros culpables dentro de la Comisión cuando los errores son suyos y en su intento por cimentar su nuevo perfil de líder de facto de Europa, se había internado en un terreno tremendamente delicado, el de Oriente Próximo, sin escuchar a las personas adecuadas. Demasiado personalista, demasiado autónoma y demasiado desconfiada, tres etiquetas que no le ayudan en los meses siguientes de cara a su reelección.

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, en un acto electoral en 2021. (EFE/Archivo/David Fernández)

Al mismo tiempo, en los últimos meses, Von der Leyen, ya pensando en su reelección, ha estrechado mucho sus lazos con Giorgia Meloni, primera ministra italiana del partido ultraconservador Fratelli d’Italia. Ha evitado cualquier mínima crítica a Meloni porque la necesitará para volver a ser presidenta de la Comisión Europea y, desde su cargo actual, ha apoyado las iniciativas de la italiana para cerrar acuerdos para externalizar la gestión migratoria a Túnez y otros países como Egipto. Sus enemigos han ido afilando cuchillos todo este tiempo y, ahora que notan errores y cierto flaqueo de piernas, quieren saldar cuentas. No son solamente la cuestión de Palestina o los acuerdos migratorios: recientemente Von der Leyen ha intentado nombrar a dedo a un político de su partido, la CDU alemana, como enviado especial para las pymes, para las quejas de muchos miembros dentro de la Comisión Europea y en el Parlamento Europeo, y sus acuerdos con Pfizer están en manos de la Fiscalía Europea (EPPO).

Sus enemigos toman nota. Michel ha cargado recientemente en una entrevista en El Confidencial y otros medios europeos contra Von der Leyen, asegurando que la Comisión Europea no ha sido "imparcial" en Gaza. Admite que personas de su propio colegio de comisarios, como el socialista luxemburgués Nicolas Schmit, que ha sido comisario de Empleo y Asuntos Sociales y es candidato de los socialdemócratas a presidir el Ejecutivo comunitario, ha criticado que algunas decisiones clave en asuntos como los acuerdos con Túnez no han sido sometidos a las decisiones colegiadas que se presuponen en la Comisión Europea.

Foto: La Guardia Costera italiana rescata a los inmigrantes de una lancha cerca de la isla de Lampedusa. (Reuters/Yara Nardi)
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Su acercamiento a Meloni, a la que necesita tanto para su nominación en el Consejo Europeo como a sus eurodiputados de Fratelli d’Italia para sacar adelante la votación en la Eurocámara, ha hecho que otros de sus aliados durante los últimos cinco años, los socialistas europeos, empiezan a mirarla con desconfianza. Algunos de manera abiertamente hostil. Sus coqueteos con Meloni tampoco han sentado bien a Macron, el hombre que la coronó y que ahora se dedica a hacer circular otros nombres como alternativa a la alemana, como el de Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo (BCE).

Von der Leyen ha empezado a complicarse la vida, a cometer errores y a ser una figura incómoda para algunas capitales. Pero se ha confirmado como la mujer más poderosa de Europa. La opción obvia y rápida para dirigir la Comisión Europea puede ser ella, pero los líderes europeos empiezan ahora a observar posibles alternativas ante una candidata que ya no es la de 2019. Además, Von der Leyen puede tener difícil sacar adelante una votación en un Parlamento Europeo más atomizado y en el que son muchos los que quieren verla caer. Los jefes de Estado y de Gobierno quieren a alguien capaz, discreto y cumplidor, pero no necesariamente a alguien poderoso. Von der Leyen era las tres primeras cosas cuando llegó a la Comisión Europea en 2019, pero ahora también es la última.

El ascenso de Ursula von der Leyen (Bruselas, 1958) hasta convertirse en la mujer más poderosa de la Unión Europea ha sido tan estelar como inestable. La exministra alemana, nominada para presidir la Comisión Europea en 2019 para sorpresa de prácticamente todos, es lo que en inglés se denomina un underdog: el subestimado, alguien que se encuentra en desventaja, pero que, en ocasiones, consigue equilibrar la balanza. Von der Leyen ha seguido al pie de la letra la idea de que es mejor que hablen de ti, aunque sea mal. Ha logrado que toda Bruselas, una ciudad que la despreció desde el primer momento y que le consideró una presidente cuasi-ilegítima por haber sido una imposición de los líderes europeos sobre la voluntad del Parlamento Europeo, gire alrededor de ella y de su agenda política.

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