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El Parlamento de hoy decidirá la Europa de 2030: estas son sus batallas (y las tuyas) más importantes
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Elecciones al Parlamento Europeo

El Parlamento de hoy decidirá la Europa de 2030: estas son sus batallas (y las tuyas) más importantes

Los europeos se asoman al final de esta década en plena metamorfosis, con dos guerras latentes, las tensiones en torno al Pacto Verde o la guerra soterrada que mantienen EEUU y China por la hegemonía global

Foto: Votaciones al Parlamento Europeo en Italia. (EFE/Giuseppe Lami)
Votaciones al Parlamento Europeo en Italia. (EFE/Giuseppe Lami)

La Unión Europea comenzó la década actual con la peor pandemia del siglo. No se había recuperado y la guerra de Ucrania ya estaba llamando a sus puertas. El cambio climático, la transición digital o la prosperidad económica tras la crisis del euro fijaban las prioridades de una agenda que se vio interrumpida por la sacudida de estos acontecimientos imprevisibles. Con el nuevo Parlamento que saldrá de las urnas este domingo, el bloque encara su camino hacia la UE 2030 con muchas incógnitas y grandes ambiciones: la puesta en marcha del pacto migratorio o de la primera ley mundial que regula la inteligencia artificial; la incorporación de nuevos miembros al club, la cimentación de la Europa de la Defensa o la búsqueda de su lugar en un mundo progresivamente inestable, volátil y marcado por la guerra soterrada que Estados Unidos y China mantienen por la hegemonía global.

El Confidencial ha abordado todos estos desafíos con eurodiputados de todas las ideologías y nacionalidades para decodificar cómo será la Unión Europea de 2030. Mucho de cómo abordará la UE esos retos lo determinarán las urnas en estos comicios europeos, que abrieron en Países Bajos el jueves y cerrarán en Italia el domingo a las 23:00. El bloque se juega mucho en las proyectadas como las elecciones más trascendentales de su historia. Buena parte de las miradas se centran en el acuerdo verde europeo, el buque insignia de esta Comisión, que tiene como objetivo convertir a Europa en el primer continente neutralmente climático a mitad de siglo. Para ello, la primera parada pasa por reducir las emisiones un 55 % en 2030.

¿Son compatibles los objetivos climáticos con la supervivencia del campo, que está en pie de guerra? Para la extrema derecha, no. "La motivación del liderazgo de la UE se basa en intereses económicos bajo el dogma de una religión climática. Desafiar esta superhisteria y regresar a la seriedad científica es uno de los grandes desafíos del futuro. En paralelo, hay que buscar energía en tecnologías libre de ideología", opina el eurodiputado Markus Buchheit, de Alternativa para Alemania (AfD). "Las fuerzas de la derecha y la extrema derecha han apuntado a las políticas climáticas como el enemigo de la gente común", contrapone la sueca Malin Björk, de La Izquierda (The Left).

Foto: (EFE/Hannibal Hanschke)

No es la única gran ambición que se fija el bloque de cara a la nueva década. Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, apuntó a este como el año de la adhesión de nuevos países, especialmente con la mirada puesta en Ucrania, pero también como destino de los otros candidatos: Serbia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte, Bosnia-Herzegovina, Moldavia y Georgia. Para ampliar la familia no solo los aspirantes tienen que acometer profundas reformas que pasan, principalmente, por fortalecer su sistema democrático o de gobernanza económica. La Unión también tiene asignaturas pendientes y está llamada a llevar a cabo cambios de calado en la reconfiguración de sus presupuestos o de su proceso de toma de decisiones que permitan su funcionamiento tras tal absorción.

La gran incógnita que divide a unos y otros en la capital comunitaria es si esa meta es alcanzable. "Honestamente, creo que es bastante improbable que cualquiera de los países candidatos sea miembro de la UE a finales de esta década. El camino de la ampliación es largo y tortuoso. A pesar de las motivaciones geopolíticas que hay detrás, no creo que exista el tiempo suficiente para resolver todos los elementos que implica", opina Clare Daly, eurodiputada irlandesa de La Izquierda. "Creo que la UE realmente no tiene otra opción. La ampliación es de importancia estratégica. Si es incapaz de absorber a nuevos miembros para 2030 significará dos cosas. Por un lado, que su relevancia geopolítica ha quedado tocada. Y, por el otro, que ha sido incapaz de reformarse a sí misma. Pero soy optimista: la UE ha demostrado ser capaz de transformarse bajo la presión externa", afirma Sophie In’t Veld, eurodiputada neerlandesa de Renovar Europa.

El gran sueño: la UE de la Defensa

La novena legislatura, que pondrá su broche final con las elecciones europeas de esta semana, ha estado marcada por la guerra en Ucrania, que ha provocado cambios copernicanos en la arquitectura de seguridad europea. Con ella, la Unión rompió uno de sus grandes tabúes: el de las armas. Los tratados prohíben financiar con dinero comunitario el envío de material bélico a un país en guerra. Pero los 27, unidos como en pocas ocasiones, se sacaron de la manga instrumentos ad hoc como el Fondo Europeo para la Paz para apoyar a Ucrania en lo que ven una lucha que sienten como propia. Toda esa unión con Kiev se ha desvanecido con la guerra de Gaza, que ha puesto a los 27 estados miembros contra el espejo de sus enormes e insalvables diferencias en política exterior producto de sus diferentes sensibilidades sociales e históricas. ¿Será capaz de enterrar el requisito de unanimidad? Poco hace entrever que exista el consenso para este paso anhelado por grandes como Alemania o España.

La UE de la Seguridad y la Defensa fue uno de los grandes sueños frustrados de los padres fundadores. Con el aliento de la guerra en los confines europeos, esta aspiración está tomando fuerza y forma. Si la anterior fue una Comisión política y la actual es geopolítica, la que arranca durante el próximo mandato está llamada a ser la Comisión de la Defensa. El principal objetivo es invertir más y mejor en armas Made in Europe. En paralelo, colean ideas todavía muy embrionarias como la creación de un Ejército europeo o convertir a la Unión en un actor nuclear.

Foto: La bandera de la Unión Europea ondea. (EFE / Toms Kalnins)

"Los países de la Unión Europea deben cambiar su enfoque de la seguridad y la defensa y aumentar su gasto. Porque no es sostenible vivir de las garantías de los demás. La Administración estadounidense puede cambiar de postura y la población norteamericana empieza a preguntarse por qué se debe gastar tanto dinero en defensa cuando algunos países, como Alemania, no son capaces de gastar el 1,5 % del PIB, y en su lugar están dirigiendo ese dinero en la economía social", plantea Rasa Juknevičienė, vicepresidenta del Partido Popular Europeo y exministra lituana.

El gasto en defensa ha sido uno de los grandes motivos de confrontación de Donald Trump con sus socios europeos, a los que catalogó como "morosos" y "enemigos". El primer mandato del republicano llevó las relaciones trasatlánticas a su punto más bajo. La Unión no es la que era en 2016. Está más preparada, es un actor geopolítico más fuerte y ha puesto en marcha mecanismos para defender a sus industrias y reducir las dependencias con Washington y Pekín. Pero el hipotético regreso de Trump a la Casa Blanca le expondría, de nuevo, a enormes sacudidas comerciales y en la defensa del orden multilateral.

Funambulismo entre clima y competitividad

Estos años bajo la Administración Biden han suavizado las aguas del Atlántico, pero las discrepancias entre los dos aliados históricos han permanecido en un momento donde las potencias globales se están volviendo cada vez más proteccionistas. China tiene el monopolio de paneles solares y está inyectando ingentes millones a su industria de automóviles eléctricos. Por su parte, Washington sacó adelante una bazuca de 360.000 millones de euros para apoyar a sus empresas en la transición climática y atraer la inversión extranjera. La UE busca la tecla para encontrar la receta de dar con energías limpias y baratas a la vez que evita perder la competitividad de su tejido industrial.

En paralelo, se ha quedado descolgada y eclipsada por los gigantes, China y Estados Unidos, en la competición tecnológica mundial. Pero ha avanzado como nadie en uno de sus grandes puntos fuertes: el regulatorio. El sendero hacia finales de la década tiene como asignatura pendiente la aplicación de las leyes de inteligencia artificial o de Servicios Digitales. "El desafío es culminar el paquete regulatorio del espacio digital y ser capaces de implementarlo realmente pese a su dificultad técnica —pensemos en el reto que supone desarrollar una ley como la de IA o de crear ejércitos de expertos y estructuras—. En 2030, el panorama regulatorio mundial será más parecido al que hoy aprobamos en Europa, lo que nos dará una ventaja competitiva", explica el socialista Iban García del Blanco.

¿Se puede ignorar a Rusia sine die?

Más cerca de sus fronteras, los europeos viven con una amenaza rusa que sienten cada vez más presente, tanto en los países del Este, como Polonia, como en aquellos más vulnerables a las campañas de desestabilización y desinformación orquestadas desde Moscú, como es Moldavia. La guerra en Ucrania ha desencadenado las mayores sanciones de la historia de la UE, convirtiendo a Rusia en un paria internacional. La realidad es que tras las elecciones presidenciales de este año, Vladimir Putin se perpetuará en el poder hasta, al menos, 2030. Y, entretanto, no hay visos de un fin cercano de la guerra.

Una de las preguntas que surgen es si la Unión puede seguir ignorando a su vecino más importante: Rusia, del que con no poco esfuerzo ha cortado sus sagrados lazos energéticos. "La UE solo puede reconectarse con Rusia cuando demuestre un compromiso real de respetar las normas internacionales y los valores democráticos", asevera Henrike Hahn, eurodiputada alemana de Los Verdes. "La UE debe retomar sus relaciones económicas con Rusia. Desde un punto de vista geopolítico, Alemania tiene que luchar por una cooperación más flexible y rentable con Rusia en el futuro", contrapone Markus Buchheit, de Alternativa para Alemania (AfD), partido que ha sido recientemente expulsado de Identidad y Democracia (ID) por blanquear el nazismo.

La extrema derecha alemana está disputando el segundo puesto a la socialdemocracia de Olaf Scholz en los comicios europeos. Y es, junto a la polaca Konfederacja o a Regrupación Nacional de Marine Le Pen, uno de los partidos excluidos por Ursula von der Leyen para tejer alianzas futuras. Un escenario para el que sí contempla tender la mano a otros como la italiana Giorgia Meloni.

Vecindad e inmigración se dan la mano

La vecindad europea está cada vez más relacionada con la inmigración. La legislatura saliente deja con el nacimiento del Pacto de Asilo y Migración uno de sus grandes legados. Lo complicado será, de nuevo, su puesta en marcha, en 2026 a más tardar. Países como Polonia o Hungría ya avisan de que no aceptan ni cumplirán el preámbulo de reubicar a solicitantes de asilo o pagar los 20.000 euros tasados por cada solicitante rechazado.

"Europa tiene que proteger sus fronteras de la migración y cada Estado miembro debe decidir por sí mismo si acepta o no a los migrantes. No se debe permitir la asignación de migrantes sobre la base de cuotas, no se puede imponer a ningún Estado miembro", espeta el eurodiputado húngaro Márton Gyöngyösi, del partido ultraderechista Jobbik. "Las personas tenemos raíces, pero no somos árboles, tenemos derecho a movernos. Pensar en sociedades sin migración es pensar en sociedades autárquicas completamente inviables, que no serían sostenibles y no podrían sobrevivir a los tiempos", sentencia María Eugenia Rodríguez Palop, de La Izquierda.

Foto: La Guardia Costera italiana rescata a los inmigrantes de una lancha cerca de la isla de Lampedusa. (Reuters/Yara Nardi)
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Desde Marruecos hasta Bielorrusia o Turquía, los países vecinos han explotado los miedos de Bruselas hacia la inmigración, abriendo las puertas a los refugiados como medida de chantaje o presión. La Unión ha reaccionado con un triple escudo: fortaleciendo sus fronteras externas, incrementando el retorno de migrantes y estableciendo acuerdos con países de origen y tránsito como Egipto, Mauritania o Túnez para frenar la llegada de barcazas a las costas del Viejo Continente.

"Regar con dinero a los dictadores no conducirá a los resultados esperados por la señora Von der Leyen. Los acuerdos con los países vecinos solo son razonables si existe una condicionalidad para el respeto y la defensa de los derechos humanos. Además, se necesitan urgentemente vías legales para la migración regular, con el fin de evitar los dramáticos desastres en nuestras fronteras europeas", afea Udo Bullmann, socialdemócrata alemán. Los años venideros pasan por la institucionalización de estos pactos controvertidos y la externalización del asilo con la implementación de la vía italiana, que consiste en deportar a Albania a los solicitantes de asilo. 15 estados miembros y la propia Von der Leyen ven este como "un ejemplo a seguir".

Europa envejece y se empequeñece

La extrema derecha ha ido durante estos años marcando el paso de las políticas migratorias ante unas fuerzas progresistas huérfanas de discurso o alternativas. La izquierda se ha centrado en presentar a los inmigrantes como un activo necesario frente a la despoblación en la Europa vaciada, la escasez de mano de obra o el envejecimiento del continente. En 1960, los ciudadanos que vivían en suelo comunitario representaban el 13,5 % de la población global. En 2018, la tasa se redujo hasta el 6,9 %. La previsión es que en 2070 los europeos solo supongan el 3,7 % de la humanidad.

Se prevé que la población total de la zona del euro comience a disminuir a partir de 2035 y que el crecimiento de la población en edad de trabajar ya sea negativo, poniendo contra las cuerdas la sostenibilidad del sistema de pensiones. Países como Francia han respondido ampliando la edad de jubilación. "La experiencia de Grecia con la expansión de las pensiones, que condujo a una crisis económica, sirve como un duro recordatorio de la importancia de la gestión prudente de los sistemas de pensiones [en paralelo]. El simple aumento de la edad de jubilación no bastará para contrarrestar el declive de la población europea", advierte Daniel Buda, eurodiputado rumano del Partido Popular Europeo.

Europa cabalga así por terrenos pantanosos. Nadie puede anticipar cómo saldrá de estos senderos un bloque que avanza a golpe de crisis y en muchas ocasiones cuando no queda más remedio. Por lo pronto, las primeras piezas del puzle hacia este futuro cercano saldrán de los votos de los más de 370 millones de europeos llamados a participar en las elecciones trasnacionales más grandes del mundo.

La Unión Europea comenzó la década actual con la peor pandemia del siglo. No se había recuperado y la guerra de Ucrania ya estaba llamando a sus puertas. El cambio climático, la transición digital o la prosperidad económica tras la crisis del euro fijaban las prioridades de una agenda que se vio interrumpida por la sacudida de estos acontecimientos imprevisibles. Con el nuevo Parlamento que saldrá de las urnas este domingo, el bloque encara su camino hacia la UE 2030 con muchas incógnitas y grandes ambiciones: la puesta en marcha del pacto migratorio o de la primera ley mundial que regula la inteligencia artificial; la incorporación de nuevos miembros al club, la cimentación de la Europa de la Defensa o la búsqueda de su lugar en un mundo progresivamente inestable, volátil y marcado por la guerra soterrada que Estados Unidos y China mantienen por la hegemonía global.

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