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Los resultados electorales apuntan a una verdad incómoda sobre el Parlamento Europeo
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Se pensó en la vida eterna del bipartidismo

Los resultados electorales apuntan a una verdad incómoda sobre el Parlamento Europeo

La mayoría tradicional del Parlamento Europeo va adelgazando a medida que surgen partidos por la derecha, y cuando se dio poderes a la Eurocámara nunca se pensó en ello

Foto: El hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo (EFE/Patrick Seeger)
El hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo (EFE/Patrick Seeger)
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El Parlamento Europeo es probablemente la institución más conocida de la Unión Europea. Es la única a la que los ciudadanos votan cada cinco años, y la que tienen en su imaginario de manera clara. Este domingo 9 de junio, millones de europeos han acudido a votar a los 720 eurodiputados que conformarán la Cámara durante los próximos cinco años, arrojando unos resultados claros: el centro tradicional que ha mandado en las instituciones europeas, una coalición de populares, socialistas y liberales, ha perdido terreno (aunque se mantiene vivo) ante una extrema derecha que ha crecido de manera significativa, especialmente por los buenos resultados en Alemania, donde Alternativa para Alemania (AfD) ha obtenido el segundo puesto, y Francia, donde ha vencido Rassemblement National, el partido de Marine Le Pen.

El centro no hace más que adelgazar desde hace años. El Partido Popular Europeo (PPE), los socialdemócratas (S&D) y los liberales, actualmente conocidos como Renew Europe (RE), han pasado de representar el 63% de los escaños en la Eurocámara de 2014 - 2019 al 57% en la última legislatura y a poco más del 55% en esta nueva legislatura. El PPE, donde algunos sectores empiezan a hablar de la necesidad de construir mayorías alternativas mirando a su derecha, empieza a tener los números cerca.

Con el paso del tiempo, el Parlamento Europeo ha ido ganando poderes dentro de la estructura de toma de decisiones de la Unión. Empezó, desde su creación como Asamblea en 1958, con la responsabilidad de "ejercer control" respecto al resto de las instituciones europeas. A partir de los años setenta, cuando los líderes europeos decidieron ir dando forma a la institución como la conocemos hoy, fue aumentando de atribuciones. En 1979 se celebraron las primeras elecciones europeas por sufragio universal y comenzó un proceso por el que se ha ido reforzando el papel de la Eurocámara paso a paso y reforma de los Tratados a reforma de los Tratados.

Por ejemplo, en el Tratado de Maastricht, el de Ámsterdam y finalmente el de Niza dieron a la institución el poder de aprobar o rechazar al presidente de la Comisión Europea y a sus comisarios. El Tratado de Lisboa reforzó los poderes del Parlamento Europeo en el proceso de elección de la presidencia de la Comisión Europea, así como sus mecanismos de control, dando también el poder de sacar adelante una moción de censura contra el presidente del Ejecutivo comunitario.

Pero todo ello se hizo en un marco concreto: aunque siempre han existido partidos que no formaban parte de las dos grandes familias políticas europeas, los populares y los socialistas, eran totalmente secundarios. No había alternativa a la gran coalición europea y la cooperación entre dos familias que ocupaban la inmensa mayoría de los escaños era inevitable.

Foto: Philippe Lambert, líder de Alianza Libre Europea. (Reuters/Piroschka van de Wouw)
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En 1994, por ejemplo, la última vez que los socialistas ganaron unas elecciones europeas, ellos y el PPE sumaban 355 escaños de los 567 asientos que tenía el hemiciclo. Antes, la proporción fue en la mayoría de los casos incluso mayor. Y esta tendencia continuó cuando comenzó el siglo XXI, hasta las elecciones europeas de 2009, cuando populares y socialistas sumaban 448 escaños de los 736 que tenía el Parlamento Europeo.

La Gran Recesión que llevó a la inestabilidad y la ruptura del bipartidismo en muchos Estados miembros llevó el mismo proceso al Parlamento Europeo, donde desde entonces populares y socialistas han ido perdiendo terreno. Lejos quedan las cifras del pasado y ahora la vieja ‘gran coalición’ necesita incluir a los liberales para sumar, y en ocasiones hay que buscar votos más allá.

Los líderes europeos fueron dando poderes al Parlamento con un cierto agnosticismo sobre la posible voluntad realmente política de la Eurocámara. La institución no debía ser un órgano político entendido en el sentido típico de la política nacional, sino en el sentido más aséptico de la política comunitaria. Un órgano técnico-político, que apoyara en el diseño de la legislación y que ejerciera un cierto control al resto de las instituciones europeas, pero sin demasiado ruido, sin demasiado foco. En otras palabras: con lealtad institucional hacia la idea de que la UE es un proyecto de Estados miembros para Estados miembros. Al Parlamento Europeo se le deja jugar, pero tiene que saber cuál es su lugar.

Durante mucho tiempo, la Eurocámara ha utilizado ese poder que se le ha ido otorgando para empujar por las posiciones más federalistas y más proeuropeas, representación de una mayoría política ambiciosa. Pero en los últimos tiempos el Parlamento Europeo vive la misma mutación que los parlamentos nacionales. Está girando a la derecha y algunos se plantean la posibilidad de alianzas alternativas.

El PPE todavía no suma para crear una mayoría que deje fuera a los socialdemócratas europeos, pero esa idea está ahí, flotando, y hay algunos que creen que se debe mantener encima de la mesa. Ya en esta última legislatura los democristianos han intentado tumbar determinadas piezas legislativas, abandonando la tradicional “gran coalición” y apoyándose en partidos ultraconservadores y de extrema derecha.

El aumento de poderes de la Eurocámara nunca se diseñó pensando en mayorías alternativas. El Parlamento Europeo era un lugar más que representaba el espíritu del proyecto europeo: una lucha permanente en la que siempre hay que ceder algo porque las dos principales familias políticas estaban condenadas a entenderse. A medida que a la derecha del PPE va surgiendo una posible vía alternativa para construir una mayoría fuera del consenso europeo tradicional, la institución se enfrenta a un reto que tiene que ver con su propia naturaleza y con su razón de ser.

Pero, al mismo tiempo, el aumento de poder de la Eurocámara está vinculado directamente con la voluntad de una mayor legitimidad de la Unión Europea, incluso de una mayor politización del proyecto. El objetivo también era que los ciudadanos europeos se interesaran por la Unión, que tomaran la palabra y expresaran su visión sobre los grandes asuntos. Ahora muchos de esos ciudadanos europeos votan en masa por una visión alternativa de la UE ultraconservadora y la Eurocámara se enfrenta al reto de conjugar su papel como terreno de construcción de consensos y su papel como terreno de juego de la política europea, independientemente de si esta se aleja de la idea con la que se creó la institución.

El Parlamento Europeo es probablemente la institución más conocida de la Unión Europea. Es la única a la que los ciudadanos votan cada cinco años, y la que tienen en su imaginario de manera clara. Este domingo 9 de junio, millones de europeos han acudido a votar a los 720 eurodiputados que conformarán la Cámara durante los próximos cinco años, arrojando unos resultados claros: el centro tradicional que ha mandado en las instituciones europeas, una coalición de populares, socialistas y liberales, ha perdido terreno (aunque se mantiene vivo) ante una extrema derecha que ha crecido de manera significativa, especialmente por los buenos resultados en Alemania, donde Alternativa para Alemania (AfD) ha obtenido el segundo puesto, y Francia, donde ha vencido Rassemblement National, el partido de Marine Le Pen.

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