Es noticia
La geopolítica de los Balcanes salta en la Eurocopa: cuando las hinchadas llaman a la invasión
  1. Mundo
Serbia amenaza con irse de la Eurocopa

La geopolítica de los Balcanes salta en la Eurocopa: cuando las hinchadas llaman a la invasión

De las banderas de la Gran Albania a los gritos de "muerte al serbio", las aficiones de los Balcanes han teñido la Eurocopa de reivindicaciones de un pasado político turbulento

Foto: Un hincha serbio durante el partido contra Inglaterra (Reuters/John Sibley)
Un hincha serbio durante el partido contra Inglaterra (Reuters/John Sibley)

La convención dicta que deporte y política no deberían de mezclarse. Pero no hay evento deportivo internacional donde las banderas y la simbología nacional no se impongan y se conviertan en parte de la confrontación sobre el terreno de juego, como estamos viendo en esta edición de la Eurocopa. También en los aledaños de los estadios y a veces en la forma de campos de batalla para los hooligans al grito de "muerte al serbio" o "viva la Gran Albania". La geopolítica balcánica ha saltado al campo en la Eurocopa 2024 y se ha caldeado tanto que incluso Serbia acaba de amenazar con retirarse de la competición.

Siempre hay tiempo para la inofensiva chanza entre las aficiones, como las imágenes de unos hinchas austriacos rompiendo baguettes frente a los franceses, o albaneses amenazando con quebrar por la mitad espaguetis antes los hinchas italianos, para finalmente ejecutar la acción ante el desgarro sobreactuado del italiano de turno.

Pero miren bien. En esta última escena paródica, en un costado, un hincha albanés sujetaba una bandera de la “Gran Albania”: proyecto del nacionalismo albanés, que aspira a dominar territorios del sur de Montenegro, este de Macedonia del Norte, norte de Grecia, Kosovo y una parte del sur serbio. La misma bandera que en 2020 había popularizado en redes sociales la estrella musical Dua Lipa, londinense, hija de refugiados albano-kosovares.

La Asociación de Fútbol de Kosovo el lunes pasado presentó una denuncia ante UEFA por, según afirmó, "mensajes políticos, chauvinistas y racistas contra el Kosovo" por parte de los aficionados serbios. Al periodista kosovar le han retirado las credenciales.

La federación de Kosovo pidió a los organizadores que no permitan este tipo de manifestaciones en futuros partidos, ya que tienden a espolear a grupos nacionalistas y amenaza la frágil seguridad de la región.

Foto: Sea Watch rescata a 118 migrantes y la guardia costera italiana a otros 250, en diciembre de 2023. (EFE)

Durante el partido entre Serbia e Inglaterra del pasado sábado, se pudieron observar las banderas serbias sobre el mapa de Kosovo con la inscripción "No hay rendición" (Ne predaje se), que fueron exhibidas en el estadio de Gelsenkirchen. El emblema proclama que Kosovo es territorio de Serbia y revoca cualquier ambición independentista de la antigua provincia autónoma yugoslava. Las acusaciones de provocación se suceden en un clima de aficiones movilizadas que, entre los países balcánicos, no es fraternal.

En el Mundial de Rusia 2018, Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri, de origen albano-kosovar, fueron sancionados, aunque no suspendidos, por hacer el gesto del águila bicéfala mientras jugaban con la selección helvética contra Serbia. Durante ese mismo partido, Dragan Stojković, seleccionador serbio, arremetía contra las madres albanesas recurriendo a la palabra “šiptar” (“albanés” en serbio, que los propios albaneses consideran ofensiva cuando su uso procede de un serbio).

El periodista kosovar Arlind Sadiku, en una retransmisión en directo antes del partido entre serbios e ingleses, juntó las manos ante los aficionados serbios e hizo el símbolo del "águila bicéfala", emblema albanés. La Federación Serbia de Fútbol no tardó en pedir al servicio de prensa de la UEFA que castigara y retirara la acreditación al periodista kosovar por provocar a los aficionados serbios.

El intercambio de símbolos se repite y queda amparado por la aglomeración de aficionados nacionales o por las barreras de seguridad. Los hinchas serbios, por ejemplo, quemaron una bandera albanesa que había llegado a la zona de aficionados antes del partido contra Inglaterra.

Foto: Una persona pasa por delante de la estatua de Tito, en Macedonia del Norte. (EFE/Georgi Licovski)

En los prolegómenos de ese encuentro se produjeron incidentes entre aficionados serbios e ingleses (junto con algunos albaneses). El hijo del presidente de Serbia, Danilo Vučić, tuvo que ser sujetado por sus guardaespaldas, entre los que había, según informaciones locales, un miembro de Cobra, las fuerzas especiales serbias, mientras a lo lejos se observaba la algarada de sillas y mesas volando y gente corriendo. Posteriormente, al ser cacheados algunos hooligans, un grupo de aficionados serbios gritaban: “Serbia”, “Serbia”, “Serbia”, como si la incidencia se tratara de algún tipo de causa patriótica.

Esas imágenes tuvieron máxima difusión tanto en medios de Kosovo, Kosova Press, Gazeta Express Koha Ditore, Nacionale o Reporteri, como de Albania, los casos de Koha Jone o Gazeta Shqiptare. En sentido contrario, se hicieron virales en Serbia las imágenes de hinchas albaneses con banderas del UÇK (Ejército de Liberación de Kosovo), organización insurgente que luchó contra las fuerzas de seguridad serbias en la guerra de Kosovo (1998-1999), o, incluso, con el uniforme de camuflaje del grupo paramilitar.

El cruce de provocaciones parte de las cajas nacionalistas que se han asentado durante los últimos años en cada nuevo estado balcánico. La pulsión nacionalista se ha incrementado dentro de esas cajas de resonancia identitaria donde se han educado los jóvenes seguidores. El resultado es un eco que reverbera hacia el interior para cohesionar a los hinchas, pero genera disonancias cuando se encuentra con el vecindario. Y la movilización de aficionados es una ocasión para que violencia y criminalidad queden homologados por el disfraz de la pasión deportiva y el compromiso nacional.

Foto: El presidente de Liberland, Vit Jedlička, de camino a Liberland en 2017. (Alamy/Zuma Wire/David Tesinsky)

Varios grupos de hinchas croatas cantaron “Paso a paso, el joven ustaša bajo el estandarte” (Korad ide za korakom, mlad ustaša pod barjakom), versión fascista de una canción decimonónica croata, de camino al Estadio Olímpico de Berlín, antes del encuentro del pasado sábado contra España. De hecho, se ha escuchado a rumanos jaleando a Putin durante el partido contra Ucrania, igual que lo hicieron hinchas serbios antes del encuentro con Inglaterra. Los límites entre la reivindicación nacional y la humillación al rival son muy difusos, y el conflicto depende del contexto, el ánimo de los causantes y la subjetividad de los receptores.

"Mata al serbio"

Así, durante el encuentro entre Croacia y Albania de este pasado miércoles, ambas aficiones cantaron al unísono “mata al serbio” (ubi Srbina) mientras el partido era retransmitido en directo por la RTS serbia. Los nacionalismos beligerantes se refundan en esas manifestaciones de desprecio, generando un caudal innecesario de resentimiento, con un potencial de retorno político en contra de la convivencia. Jovan Surbatovic, secretario general de la Asociación Serbia de Fútbol, amenazó este jueves con la retirada de su selección de la Eurocopa. Surbatovic pidió a la UEFA que se adopte una sanción "severa" contra las federaciones de las selecciones croata y albanesa o, en caso contrario, Serbia procederá a tomar medidas.

"Lo ocurrido es escandaloso y pediremos sanciones a la UEFA, aunque eso signifique no continuar en la competición. Exigiremos a la UEFA que sancione a las federaciones de ambas selecciones. Si la UEFA no las castiga, pensaremos cómo procederemos", dijo Surbatovic.

Las redes sociales amplifican la difusión de esas coreografías de odio. Aisladas no dejan de ser meras expresiones sin ninguna repercusión ni trascendencia política. No es tan relevante la gravedad de los hechos ocurridos, neutralizados hasta el momento diligentemente por la policía alemana. De hecho, lo lógico es que cada afición enarbole sus propios símbolos nacionales, pero sí es observable en las aficiones balcánicas el asentamiento de proclamas y símbolos que representan agendas nacionales incompatibles, como es el caso de las aficiones serbia y albanesa. Se trata de una generación, en cualquier caso, diferente a la que maduró su conciencia política durante las crisis y guerras de los 90, y, por tanto, resulta preocupante por la retroalimentación que comporta.

Son un reflejo de cómo las nuevas generaciones han interiorizado las cuitas del pasado para integrarlas en los nuevos cánones nacionales

No se trata de un fenómeno del pasado. Son manifestaciones de pertenencia y camaradería adscritas al presente, y como tales aspiran a congratularse con los miembros del propio grupo nacional, en la búsqueda de reconocimiento y aceptación. Son un reflejo más hondo de cómo las nuevas generaciones han interiorizado las cuitas del pasado para integrarlas en los nuevos cánones y códigos nacionales, a expensas de convertirse en nuevos instrumentos de movilización política.

Serbia y Albania se postulan para organizar conjuntamente el Europeo sub 21 de fútbol de 2027, en una representación de las buenas relaciones que mantienen Edi Rama, primer ministro albanés, y Aleksandar Vučić, presidente serbio. Eso ayuda a entender grosso modo que los conatos de violencia que hemos visto hayan tenido una traslación política en las relaciones serbo-kosovares, pero no en las serbo-albanesas; de igual modo que en el Mundial de Rusia 2018 no hubo incidentes de magnitud, porque la política no quiso entonces que los hubiera. Son peligrosos los actos de violencia, las ofensas que pueden activar una respuesta desmedida, pero también la pulsión acrítica y corralera con la que la masa puede adherirse a sus líderes contra enemigos creados.

La convención dicta que deporte y política no deberían de mezclarse. Pero no hay evento deportivo internacional donde las banderas y la simbología nacional no se impongan y se conviertan en parte de la confrontación sobre el terreno de juego, como estamos viendo en esta edición de la Eurocopa. También en los aledaños de los estadios y a veces en la forma de campos de batalla para los hooligans al grito de "muerte al serbio" o "viva la Gran Albania". La geopolítica balcánica ha saltado al campo en la Eurocopa 2024 y se ha caldeado tanto que incluso Serbia acaba de amenazar con retirarse de la competición.

Serbia Eurocopa
El redactor recomienda