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Once días de furia, tres golpes y una venganza: Meloni afila los codos en la cúpula de la UE
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La italiana ya no es tan necesaria

Once días de furia, tres golpes y una venganza: Meloni afila los codos en la cúpula de la UE

La primera ministra italiana ha sufrido un brutal baño de agua fría tras las elecciones europeas, siendo apartada de los líderes que negocian los altos cargos de la UE para los próximos 5 años

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni (Reuters/Claudia Greco)
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni (Reuters/Claudia Greco)
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El 9 de junio, Giorgia Meloni tenía muchas razones para estar feliz. Su partido, Fratelli d’Italia, obtuvo 27 escaños en el próximo Parlamento Europeo (como referencia, el PP consiguió 22) y confirmó así su rol hegemónico en una derecha italiana brutalmente volátil desde hace mucho tiempo. La primera ministra reforzaba su liderazgo en Roma y miraba a Bruselas, donde desde hacía semanas se la consideraba toda una figura clave en la configuración de la próxima cúpula institucional de la Unión Europea. Iba a ser lo que en inglés se denomina king maker. No eres el rey, pero eres el que corona, y eso te da un poder inmenso.

Pero desde entonces han pasado once días en los que Meloni ha sufrido un baño de agua fría y tres golpes de los que ahora se está intentando recuperar.

En las semanas previas a las elecciones europeas, los números de Ursula von der Leyen para ser reelegida presidenta de la Comisión Europea en el Parlamento Europeo parecían muy, muy ajustados. La coalición tradicional del Partido Popular Europeo (PPE), Socialistas y Demócratas (S&D) y los liberales de Renew Europe (RE) iba a tener una mayoría demasiado ajustada, según las encuestas. Eso hacía que todo el mundo diera por hecho que el grupo ultraconservador en el que Fratelli d’Italia tiene orden y mando, los Conservadores y Reformistas (ECR), iba a jugar un papel central para que la alemana pudiera obtener la mayoría necesaria para la legislatura 2024 - 2029.

El golpe del 9 de junio

Pero las elecciones europeas arrojaron un mejor resultado del esperado para la coalición de PPE, S&D y RE. Los populares europeos ganaron firmemente los comicios e incluso ampliaron su presencia en la Eurocámara, compensando parcialmente la sangría de escaños de los liberales, mientras que los socialistas mantuvieron el tipo. Von der Leyen, que habló esa misma noche ante los medios de comunicación, señaló que trabajaría con su coalición tradicional, sin mención alguna a ECR.

Foto: Santiago Abascal y Marine Le Pen, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (Europa Press/Pérez Meca)

Después de haberse desgastado durante la campaña llegando a justificar que Meloni era “proeuropea” y evitando cualquier mención al retroceso de los derechos de las mujeres y de los colectivos LGTB durante su mandato como primera ministra de Italia, Von der Leyen decidía no volver a mencionarla, centrarse en su coalición tradicional.

Poco después, Los Verdes se mostraban dispuestos a ser flexibles y ayudar a la alemana a obtener el respaldo necesario de la Eurocámara, dejando todavía más en los márgenes a Meloni.

La extrema derecha obtuvo un muy buen resultado en las elecciones europeas, pero sin opción de plantear su proyecto: la creación de una “mayoría alternativa” en Europa, sacando de la ecuación a los socialistas europeos.

Apulia y segundo golpe

Meloni tenía otra fecha marcada en su calendario: la importante reunión de jefes de Estado y de Gobierno del G7 que Italia organizó en Apulia, al sur del país, los días 14 y 15 de junio, solamente unas jornadas después de las elecciones europeas.

La primera ministra italiana recibía a los líderes de las principales economías mundiales (Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania y Francia), además de a Von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea y a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. Además, participaron otros líderes como Javier Milei, presidente de Argentina, o el Papa Francisco. Meloni tuvo sonrisas para prácticamente todos. Pero no para Emmanuel Macron, presidente francés, ni tampoco para Olaf Scholz, canciller alemán.

Tras unos primeros días tensos tras empezar a sentir que el resto de formaciones estaban intentando aislarla del centro del escenario de la política europea, Apulia iba a confirmar esa sensación. Muchos han interpretado que el tenso saludo entre Meloni y Macron durante una de las recepciones tenía como único motivo la disputa alrededor de la inclusión del derecho al aborto en las conclusiones del G7. Pero había más. Las maniobras franco-alemanas ya estaban aislando a la primera ministra italiana.

Según la prensa italiana, Macron, Scholz y Von der Leyen se reunieron en secreto en Bari y hablaron de su nominación por parte del Consejo Europeo, el foro de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, primer paso para ser reelegida. Estando en su propia casa Meloni había sido excluida de la sala de máquinas. Italia, que siempre ha sido central en los grandes acuerdos europeos, se quedaba a un lado. Las expectativas de que la primera ministra tendría influencia sobre la próxima cúpula institucional de la Unión Europea empezaban a hacerse añicos.

Lejos de intentar calmar las dudas de la italiana, Scholz aprovechaba una entrevista para subrayar que Meloni se encuentra en un extremo del espectro político y que el acuerdo europeo debía “basarse en los partidos democráticos tradicionales del Parlamento Europeo”. En estos mismos días surge un vídeo de las juventudes de su partido en el que quedan claras las simpatías neofascistas de algunos cuadros de Fratelli d'Italia, recordando en qué zona ideológica se sitúa el partido de Meloni.

Aislamiento en Bruselas

Estos dos primeros golpes (la semana previa, los días en Apulia en los que Macron, Von der Leyen y Scholz decidieron no contar con la líder italiana para diseñar la futura cúpula institucional de la UE) explican por qué Meloni entró en la cena informal de jefes de Estado y de Gobierno que se celebró el pasado lunes 17 de junio con cara de pocos amigos. Ya sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.

La reunión empezó con más de una hora de retraso porque los negociadores de las grandes familias políticas se estaban reuniendo. Primero Scholz con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, se vieron con los negociadores del PPE, los primeros ministros de Polonia y Grecia, Donald Tusk y Kyriakos Mitsotakis. Luego también se vieron con los negociadores de RE, Macron y Mark Rutte, primer ministro en funciones de Países Bajos. La negociación se estaba produciendo en los márgenes porque fuentes diplomáticas explicaban que los negociadores no confiaban en el presidente saliente del Consejo Europeo, Charles Michel, y en cómo tenía planteada la cumbre.

Los Veintisiete estuvieron cenando poco tiempo. En paralelo, se iba encontrando rápidamente un consenso alrededor de los principales nombres: Von der Leyen repitiendo como presidenta de la Comisión; Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, como Alta Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad; y António Costa, antiguo primer ministro de Portugal, como presidente del Consejo Europeo. La negociación se bloqueó porque el PPE pidió que Costa solamente esté los primeros dos años y medio, y que los segundos dos años y medio se nombre a alguien del PPE.

Foto: El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la reunión en Bruselas. (Reuters/Johanna Geron)

Michel y su equipo se enfurecieron con la negociación paralela de los líderes del PPE, socialistas y liberales. “Ha habido una gran frustración en el Consejo, ya que algunos querían forzar una decisión rápida sin compartir todos los detalles del acuerdo ni incluir a los socios en las discusiones. (...) Los tres partidos políticos no representan a todos los países”, criticó una alta fuente europea consultada por El Confidencial.

Pero si alguien dentro de la sala estaba más cabreada que Michel esa era Meloni. Distintas fuentes coinciden en señalar que la italiana se mantuvo al margen del debate el poco tiempo que los Veintisiete estuvieron reunidos. Tercer golpe.

¿Venganza a la vista?

Los días posteriores al Consejo Europeo, su grupo político en la Eurocámara (ECR) ha ido sumando nuevos miembros hasta convertirse en la tercera fuerza del Parlamento Europeo este pasado miércoles. Meloni ha aprovechado la ocasión para reivindicarse a ella y a su bloque de ultraconservadores, que controlan los gobiernos de Italia y de República Checa. La primera ministra está reclamando su sitio en la mesa, la misma de la que los principales líderes europeos le han expulsado a la hora de discutir los altos cargos.

Pero la negociación no está terminada. La cena informal del pasado lunes no permitió cerrar un acuerdo. El nuevo pin en el calendario está en el 27 y 28 de junio, cuando se celebra el Consejo Europeo oficialmente. Y todo apunta a que va a ser un choque frontal salvo que en los próximos días se limen asperezas. Mientras que este pasado lunes fue una cena informal y los líderes de los principales grupos políticos pudieron salirse de la sala y negociar casi a su antojo, la semana que viene es una cumbre en la que Michel tendrá bastante más control de la agenda, aunque algunas delegaciones han perdido completamente la confianza en él y pretenden repetir los movimientos de este pasado 17 de junio.

Foto: Santiago Abascal y Marine Le Pen, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (Europa Press/Pérez Meca)

Meloni puede llegar a contar con los apoyos para intentar dar un golpe de la mesa durante esa reunión. Por ejemplo, puede contar con República Checa, cuyo primer ministro, Petr Fiala, pertenece a ECR. También muy probablemente con el respaldo del primer ministro húngaro Viktor Orbán, y quizás también con el apoyo de Peter Pellegrini, presidente de Eslovaquia, que está sustituyendo en el Consejo Europeo al primer ministro Robert Fico, que se está recuperando de un intento de asesinato. Pero son solamente cuatro Estados miembros, insuficientes para provocar una revuelta que obligue al resto del Consejo Europeo a tener en cuenta sus reclamaciones. Su estrategia puede pasar por generar malestar, por dejar claro que una decisión así debería tomarse por consenso. Pero nada más puede hacer.

Lo que está claro es que si el resto de líderes siguen manteniendo a Meloni al margen de la negociación, Von der Leyen puede dar por hecho que los 83 eurodiputados de ECR votarán en bloque en su contra cuando tenga que ser confirmada por la Eurocámara. Pero los números del PPE, socialistas y liberales, aunque suficientes, pueden llegar a ser ajustados, por lo que probablemente Von der Leyen tenga que intentar encontrar el respaldo de algunos eurodiputados de Los Verdes, que ya se han abierto a votar a su favor a cambio de que mantenga los objetivos climáticos.

¿Y qué significa esto?

Desde que Meloni llegó al poder se ha comportado de manera relativamente discreta, al menos a nivel europeo. La primera ministra italiana entendió que es difícil gobernar Italia con la Unión Europea en tu contra, como demostró el experimento del Gobierno de Lega (extrema derecha) y el Movimento 5 Stelle (antisistema). La líder de FdI entendió que tenía más que ganar siendo aceptada por el resto de líderes de la UE, intentando proyectar a nivel europeo su visión ultraconservadora en algunos aspectos como la inmigración al mismo tiempo que intenta no generar demasiados dolores de cabeza fiscales en Bruselas.

Foto: Trabajadores de la construcción en Caserta, sur de Italia. (Reuters/Remo Casilli)

Su estilo provocador de liderazgo se queda en los Alpes. En Bruselas, Meloni ha desarrollado una buena relación con Von der Leyen y ha logrado ser aceptada prácticamente como una más. Los sectores más a la derecha del PPE han querido cortejarla para que ingrese en la familia democristiana y han sido los principales promotores de la idea de que una nueva presidencia Von der Leyen se podría apoyar en sectores de la familia ultraconservadora. Meloni ha intentado no llamar la atención en Bruselas para poder vender en Roma que es una líder europea aceptada y homologable.

Sin embargo, estos últimos días parecen estar cambiando su visión. El verse excluida de estas negociaciones la está forzando a ser más agresiva, mostrando su cara más doméstica para dejar a la vista a nivel europeo que no es una más. Ahora está haciendo movimientos que parecían imposibles hace solamente unas semanas. Por ejemplo, en ese trabajo de ampliación del grupo ECR en la Eurocámara se ha aceptado a AUR, un partido de extrema derecha rumano cuyo líder tiene prohibida la entrada en Ucrania por motivos de seguridad nacional. Teniendo en cuenta que Meloni ha convertido el apoyo a Kiev en una de sus señas de identidad precisamente como una vía de ganarse el respeto y el respaldo de sus socios internacionales, especialmente de Estados Unidos, se trata de una novedad importante.

Si Francia gira hacia la extrema derecha, Meloni puede ir perdiendo cada vez más los incentivos para ser aceptada por los líderes de la UE

Los próximos días pueden ser claves para la figura central de los ultraconservadores europeos en un momento en el que tiene que medir muy bien sus movimientos. Las elecciones legislativas en Francia pueden llevar por primera vez a la extrema derecha al Gobierno (primer ministro, si se hacen con el control de la Asamblea, aunque Macron puede vetar los candidatos), primer paso antes de las presidenciales de 2027.

Si Francia gira hacia la extrema derecha, Meloni puede ir perdiendo cada vez más los incentivos para ser aceptada por los actuales líderes de la UE. Juntos, Francia e Italia representan el 28% de la población europea, y contando con República Checa (gobierno de ECR) y Países Bajos (en cuyo nuevo Gobierno tiene una presencia central la extrema derecha que ganó las elecciones) rozan una minoría de bloqueo a la que llegan con que se sume cualquier otro país que no sea Malta, Luxemburgo o Chipre, al superar el 35% de la población de la UE.

Von der Leyen, en todo caso, sabe que tiene que andar con cuidado. La alemana está evitando poner a la defensiva a Roma e intenta mantener los puentes con Meloni, aunque sea cada vez más difícil. El Ejecutivo comunitario ha retrasado un informe que podía irritar al Gobierno italiano sobre la situación de la libertad de prensa en el país, y probablemente seguirá lanzando guiños a los sectores que considera más moderados de ECR en su camino hacia la votación en julio.

El 9 de junio, Giorgia Meloni tenía muchas razones para estar feliz. Su partido, Fratelli d’Italia, obtuvo 27 escaños en el próximo Parlamento Europeo (como referencia, el PP consiguió 22) y confirmó así su rol hegemónico en una derecha italiana brutalmente volátil desde hace mucho tiempo. La primera ministra reforzaba su liderazgo en Roma y miraba a Bruselas, donde desde hacía semanas se la consideraba toda una figura clave en la configuración de la próxima cúpula institucional de la Unión Europea. Iba a ser lo que en inglés se denomina king maker. No eres el rey, pero eres el que corona, y eso te da un poder inmenso.

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