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El largo brazo de Modi: ¿tiene India un plan para acabar con los críticos en el extranjero?
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Asesinatos a la comunidad sij

El largo brazo de Modi: ¿tiene India un plan para acabar con los críticos en el extranjero?

El Gobierno de Nueva Delhi se ha visto involucrado en los últimos meses en escándalos relacionados con el asesinato de líderes de la comunidad sij en países como Canadá y Estados Unidos

Foto: El primer ministro de la India, Narendra Modi. (Reuters / Altaf Hussain)
El primer ministro de la India, Narendra Modi. (Reuters / Altaf Hussain)

A India se le está poniendo cara de superpotencia. En su macroeconomía empieza sin duda a serlo, aunque aún está muy lejos de formar parte del club de países desarrollados. Pero la microeconomía es un asunto interno, es la macro, el producto interior bruto, el desarrollo del Ejército y la presencia con foco y micro en los foros internacionales los que deciden los países que de verdad tiene peso en el tablero global. India ahí está dando pasos agigantados. Tantos, que sus servicios secretos empiezan a estar involucrados en escándalos fuera de sus confines, símbolo inequívoco de que se entra en el club de los que se permiten sacudir la alfombra en casa ajena.

Durante el último año, el Gobierno de Nueva Delhi ha estado involucrado en escándalos relacionados con el asesinato de líderes de la comunidad sij en países como Canadá y Estados Unidos. Los primeros, donde esa comunidad de casi 800.000 inmigrantes tiene una fuerte presencia, entre ellos a miembros del Ejecutivo, levantaron la voz y acusaron a India de guerra sucia en su país, lo que ha provocado una gran crisis diplomática entre ambas naciones.

Los segundos, donde una sij llegó a ser embajadora de los EEUU ante la ONU, llevan investigaciones similares pero sin interferencia política para no perjudicar los importantes avances conseguidos en las relaciones bilaterales. Delhi es ahora mismo un objetivo prioritario de la cancillería estadounidense, que ve en el crecimiento indio una posibilidad de debilitar a China.

Hay más voces que se suman a las denuncias. El medio Intercept publicó documentos, que aseguran que pertenecen a la Inteligencia pakistaní, donde hablan de un programa de los servicios de inteligencia indios para acabar alrededor del globo con activistas sij y de Cachemira, las dos regiones con las que Delhi tiene problemas de terrorismo e insurgencia independentista.

Foto: Celebración del G20 en India. (Reuters/Evan Vucci)

Y para acabar de redondear el pastel, la agencia Reuters publicó el pasado 16 de noviembre un completo reportaje sobre una Startup india desde la que, según el medio, se realizaba espionaje internacional. El título de la larga pieza era Como una startup india pirateó el mundo. La agencia ha publicado un comunicado diciendo que ha eliminado por ahora temporalmente el texto debido a una orden judicial emitida el pasado 4 de diciembre en Nueva Delhi. Ha acatado la medida pero sin desdecirse de su contenido: "Reuters mantiene sus informes y planea apelar la decisión. El artículo se basó en entrevistas con cientos de personas, miles de documentos e investigaciones de varias empresas de ciberseguridad. La orden se emitió en medio de una demanda pendiente interpuesta contra Reuters en noviembre de 2022. Como se establece en sus documentos judiciales, Reuters cuestiona esas afirmaciones", ha declarado la agencia.

"Trabajos" en Canadá y EUUU

El primer escándalo ocurrió el pasado septiembre. Entonces, Canadá acuso abiertamente a India de estar involucrada en el asesinato de un líder sij con nacionalidad canadiense y en suelo canadiense. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, afirmó entonces en una intervención parlamentaria que "los organismos de la seguridad han estado investigando las acusaciones creíbles de una posible relación entre agentes del Gobierno de India y el asesinato del ciudadano canadiense, Hardeep Singh Nijar. La implicación de un gobierno extranjero en el asesinato de un ciudadano canadiense en Canadá es una violación inaceptable de nuestra soberanía", dijo el político. Pidió a India colaboración para llegar hasta el fondo de lo que calificó de "grave asunto". Hardeep, un activista proindependentista, había sido asesinado a tiros el pasado 18 de junio a las afueras de un templo sij en la ciudad de Surrey, cerca de Vancouver.

La acusación de Trudeau levantó una enorme polvareda y una crisis diplomática sin precedentes entre ambas naciones. A inicios de octubre, Canadá retiró a 41 de sus 64 diplomáticos acreditados en India tras amenazar Delhi con retirarles la inmunidad diplomática. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores indio, Arindam Bagchi, calificó las afirmaciones de "absurdas" y explicó que "si se habla de problemas de reputación y de daños a la reputación, si hay algún país que necesita analizar esto creo que es Canadá y su creciente reputación como refugio seguro para terroristas, para extremistas y para el crimen organizado". Delhi decidió cancelar todos los visados a ciudadanos canadienses.

El tema sigue aun coleando, aunque se han dado mínimos pasos para una reconciliación complicada, ya que para India el separatismo sij es una línea roja. Delhi exige que se ataje en terceros países. Ha habido también problemas con la enorme diáspora de esta comunidad en Australia, Gran Bretaña o Estados Unidos y sus apoyos a la creación de Jalistán, un estado independiente de la India que sería gobernado por la mayoría sij. Delhi exige a terceros países que no alimenten ni permitan movimientos que van contra su soberanía.

El problema es que, en esa lucha, las líneas rojas las estaría sobrepasando India. Con las ascuas aún calientes del escándalo con Canadá, el Departamento de Justicia de Estados Unidos imputó a final de noviembre a un agente indio en un complot para matar a un líder separatista sij en Nueva York. La Fiscalía americana habría solicitado la extradición de Nikhil Gupta, ciudadano indio de 52 años que fue arrestado el pasado 30 de junio por autoridades de la República Checa para enfrentar cargos en el Tribunal Federal del distrito sur de Nueva York por contratar a un sicario y conspirar para cometer un asesinato a sueldo de un abogado y activista sij residente en la Gran Manzana. Gupta habría estado en contacto, según he escrito acusatorio, con un alto funcionario de la inteligencia india, al que se menciona como CC-1, para llevar a cabo el crimen.

Foto: Un simpatizante del Partido del Hombre Común. (Reuters)

"El acusado conspiró desde la India para asesinar aquí mismo, en la ciudad de Nueva York, a un ciudadano estadounidense de origen indio que ha abogado públicamente por el establecimiento de un estado soberano para los sijs, un grupo minoritario etnoreligioso en la India", aseguró un comunicado de prensa del fiscal federal jefe de Manhattan, Damian Williams. "No toleraremos los esfuerzos por asesinar a ciudadanos estadounidenses en suelo estadounidense y estamos dispuestos a investigar, frustrar y procesar a cualquiera que busque dañar y silenciar a los estadounidenses aquí o en el extranjero", añadía el texto.

La respuesta aquí del Gobierno indio, ante una resolución judicial de la que la Casa Blanca se ha mantenido al margen, ha sido menos furibunda que la producida ante las acusaciones de Trudeau. "Se ha creado una comisión de alto nivel para examinar las preocupaciones planteadas por el Gobierno de Estados Unidos", dijo esta vez Arindam Bagchi, según publica el periódico indio Hindustan Times.

La imagen y credibilidad de India han quedado seriamente dañadas tras ambas acusaciones. La ONG Human Rights Watch ha exigido transparencia al Ejecutivo de Delhi. "La supuesta participación de la India en complots de asesinato en Estados Unidos y Canadá sugiere un nuevo y notorio salto en las ejecuciones extrajudiciales. El repetido fracaso de las autoridades indias a la hora de responsabilizar a la policía y al personal militar por homicidios ilegítimos demuestra la necesidad de investigaciones más creíbles", ha declarado Elaine Pearson, directora para Asia de Human Rights Watch.

El asesinato de Indira Gandhi

La comunidad sij es un problema para Delhi que creció especialmente desde la partición de la región del Punjab al separarse India y Pakistán. Los característicos hombres de las largas barbas y turbantes tienen una religión propia: "El sijismo fue iniciado por Guru Nanak como un camino espiritual y luego se convirtió en su propia religión. Su base ideológica es la filosofía india, pero es una religión monoteísta que adora a Dios, Akal Purakh, el creador. Los sijs creemos en el karma y las reencarnaciones, pero entendemos que todos somos iguales, no hay castas ni razas, solo comunidad", explicaba hace un año Gurinder Singh, trabajador social y experto de las costumbres e historia de su pueblo, a El Confidencial.

¿No nace su religión como una revolución contra el sistema de castas indio? "El sijismo considera a todos los seres humanos como parte de una fuerza superior, por lo que no hay diferencia entre ricos y pobres, blancos y negros o un sistema de castas. Podemos decir que el sijismo asestó un golpe al sistema de castas del hinduismo", admite Gurinder.

Foto: La India lleva 37 días seguidos con más de 40 grados y ya llueven murciélagos muertos (X/@r_gov11)

Los preceptos sij no cambian ni se adaptan porque se guardan en un libro sagrado intocable, el Granth Sahib Ji, que es la máxima autoridad religiosa. El texto está encerrado entre paredes de oro del llamado Templo de Oro, el equivalente al Vaticano para este credo, en la ciudad de Amritsar. Miles de personas se agolpan allí todos los días, haciendo fila para postrarse ante un manuscrito que es tratado como un ser humano: se acuesta en una cama y se abanica. Desde la muerte del décimo Gurú Sikh, Gobind Singh en 1708, se decidió que no habría más gurús humanos y la única autoridad espiritual sería el Gurú Granth Sahib Ji, la "biblia" de los Sij.

El tener diferentes rezos fue creando una brecha entre una parte de los sij y el resto de India que tuvo un primer punto álgido en el siglo XIX. Entre 1799 y 1849, tras caer e imperio mogol en India, los sij disfrutaron de una especie de independencia que acabó cuando los británicos se hicieron con la totalidad del territorio del subcontinente indio. Los europeos y los sij mantuvieron una relación de amor y odio. Por un lado, Londres benefició a los miembros de esta comunidad en el organigrama burocrático y, por otro, aplastó sus insurgencias con puño de hierro. El 13 de abril de 1919 tuvo lugar la llamada masacre de Amritsar. "Los británicos bloquearon las salidas de este Jardín donde había miles de personas celebrando el Año Nuevo. Los soldados empezaron a disparar sus ametralladoras. Las autoridades coloniales reconocieron 379 muertos, pero la cifra real se cree que supera los 1.000", nos explicaba Narinder Kumar en el propio lugar de la matanza.

Foto: Joe Biden y Narendra Modi, tras la reunión entre ambos. (EFE/Al Drago)

En 1947, tras la Independencia y la decisión británica de crear dos países, India y Pakistán, el Punjab quedó partido y en medio de una cruenta lucha que se llevó por delante miles de vidas en los enfrentamientos entre hindús y musulmanes. Los sij se vieron envueltos en esa guerra fratricida, lo que generó en parte de la comunidad un enorme malestar que se tradujo en un movimiento insurgente que contó con el apoyo de Pakistán. Los terroristas sij llevaron diversos ataques, especialmente en la década de los 80, que acabaron con la orden de la entonces primera ministra india, Indira Gandhi, de asaltar el sagrado Templo de Oro.

En la llamada Operación Azul, soldados indios profanaron el lugar de culto en el que se escondía el líder radical sij, Singh Brindanwale, junto a sus seguidores. Se usó artillería y armas de fuego en el asalto y decenas de sij murieron, incluido Brindanwale, esa jornada y las sucesivas en las diversas operaciones que los militares indios llevaron a cabo en el Punjab.

Foto: El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, junto a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. (Reuters/Henry Romero)

Eso quedó marcado en la memoria de los sij. Solo unos meses después, dos de los guardaespaldas de confianza de la primera ministra, Indira Gandhi, acabaron con su vida a tiros en venganza por la decisión de ordenar atacar el recinto sagrado. En 1985, una bomba en el vuelo 182 de Air India acabó con la vida de sus 329 ocupantes. La investigación posterior apuntó a que los responsables fueron terroristas, miembros independentistas de la comunidad sij que vivían en Canadá.

Ambos hechos profundizaron la imagen de pueblo "maldito" que arrastraban los sij en el resto del país. Hoy, en la entrada del Templo de Oro sigue habiendo pancartas donde se lee: "La comunidad sij exige justicia". Junto a ella hay una recogida de firmas para exigir su liberación, ya que, según nos explicaban algunos firmantes, son prisioneros sij que ya cumplieron su condena y siguen entre rejas.

En 2018, la diáspora sij, especialmente afincada en los países anglosajones, creó un simulacro de referéndum para votar la independencia y creación de la República de Jalistán. El 29 de enero de 2023, en Australia, se produjo otro intento de votación independentista que terminó con agresiones entre los partidarios de Jalistán y la comunidad hindú. El Gobierno de Delhi es muy sensible al apoyo y permiso que otros estados dan a estos movimientos insurgentes, a los que exige que impidan demostraciones de apoyo a una causa calificada de terrorista. En mayo pasado, en Sídney, las autoridades australianas cancelaron un acto similar al de enero con el argumento, dijeron, de evitar nuevos enfrentamientos entre ambas comunidades.

"No hay apoyo social mayoritario al movimiento", nos dicen varias personas en Amritsar. Una encuesta de Pew Research Center de 2021 afirma que el 95% de los sij están "muy orgullosos" de ser indios y un 70% opinaba que alguien que no respeta a India no puede ser sij. Dentro de India, el "sueño" de una República del Jalistán que mantiene una parte activa de la diáspora sij se ha evaporado, pero la herida sigue abierta y una parte de la comunidad tampoco ve con buenos ojos el ultranacionalismo hindú que crece con fuerza bajo el paraguas del gobierno de Narendra Modi.

India debe explicar si ha ordenado o no matar a ciudadanos independentistas sij, con nacionalidad canadiense o estadounidense, en territorio extranjero. O no, y quizá debe solo maquillar sus acciones como han hecho durante décadas en actos similares otras superpotencias. La ley, pese a lo que digan los textos, no se aplica igual a todos.

A India se le está poniendo cara de superpotencia. En su macroeconomía empieza sin duda a serlo, aunque aún está muy lejos de formar parte del club de países desarrollados. Pero la microeconomía es un asunto interno, es la macro, el producto interior bruto, el desarrollo del Ejército y la presencia con foco y micro en los foros internacionales los que deciden los países que de verdad tiene peso en el tablero global. India ahí está dando pasos agigantados. Tantos, que sus servicios secretos empiezan a estar involucrados en escándalos fuera de sus confines, símbolo inequívoco de que se entra en el club de los que se permiten sacudir la alfombra en casa ajena.

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