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Proyecto 2025 - Estados Cristianos de América: así avanza el conservadurismo religioso en EEUU
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Abrazando a Trump

Proyecto 2025 - Estados Cristianos de América: así avanza el conservadurismo religioso en EEUU

Trump adoptó la agenda conservadora de grupos cristianos y les permitió, entre otras prebendas, elegir a muchos de los jueces de los diferentes circuitos judiciales, incluido el Tribunal Supremo de los EEUU

Foto: Una iglesia metodista en Seattle (Reuters/David Ryder)
Una iglesia metodista en Seattle (Reuters/David Ryder)

A partir del 1 de enero de 2025, todas las aulas de los colegios, institutos y universidades públicas de Luisiana deberán incluir, por ley, un póster con los diez mandamientos no menor de 28 por 35,5 centímetros y en una "fuente grande, fácil de leer". Los carteles, que serán sufragados con donaciones privadas, deberán incluir cuatro párrafos de contexto, explicando que las leyes de Moisés fueron "una parte prominente de la educación pública estadounidense durante casi tres siglos".

Hay varias maneras de interpretar esta noticia. Una es la manera folclórica, pintando una postal parcializada de este país fundado por comunidades deseosas de practicar su fe sin notar el aliento de algún Estado europeo. Según datos de 2019, el 40% de los estadounidenses sigue aceptando el creacionismo, es decir, la idea de que fue Dios quien creó al ser humano en su forma actual; siete de cada diez cree en los ángeles y en el Cielo, y EEUU sigue siendo, pese al retroceso de la fe, el país de la Tierra con mayor número de cristianos. De los 535 congresistas, entre Senado y Cámara de Representantes, solo uno dice no estar afiliado a ninguna religión.

Otra manera de interpretar la noticia es como parte de una tendencia política y judicial cada vez más patente: la ley de los diez mandamientos de Luisiana, que fue aprobada por la supermayoría republicana del Congreso estatal y confirmada por el gobernador, Jeff Landry, es una pincelada más en el amplio lienzo de las políticas cristianas conservadoras que se abren paso en EEUU con renovada fuerza.

En los últimos seis años, el Tribunal Supremo, formado por seis jueces conservadores y tres progresistas, ha respaldado las iniciativas legales de grupos cristianos conservadores en causas variadas. El alto tribunal reconoció el derecho de un pastelero cristiano de Colorado a negarse a hacerle una tarta a una pareja gay; permitió a las empresas no cubrir, en el seguro médico para los empleados, los métodos anticonceptivos; o tomó 112 decisiones que limitaron las restricciones públicas durante la pandemia con argumentos basados en la libertad religiosa.

Foto: Foto: Reuters.

En los casos más similares al de la ley aprobada en Luisiana, el Supremo también ha ampliado el derecho a la expresión religiosa en los espacios públicos, relajando un poco la separación constitucional entre Iglesia y Estado. Hace dos años, el tribunal defendió el derecho de un entrenador de fútbol americano en un instituto estatal a rezar en público después de los partidos. Un antecedente que los republicanos de Luisiana han invocado a la hora de formular su legislación de tintes bíblicos, pensando quizás en las demandas que van a interponer asociaciones progresistas.

Pero el ejemplo más relevante de estas decisiones es el de la restricción del aborto. Desde que el Tribunal Supremo suspendió en 2022 la protección federal del derecho de las mujeres a decidir en lo concerniente al embarazo, 14 estados han prohibido totalmente el aborto y siete lo han limitado con parámetros de hace 60 años.

Foto: Protesta antiabortista en Washington D.C. (EFE/Will Oliver)

El Supremo también ha dictaminado en la otra dirección: tumbando el desafío, por ejemplo, a la mifepristona, las pastillas abortivas usadas desde hace dos décadas. Pero, si los bien financiados grupos evangélicos que han promovido estas leyes, como por ejemplo el Alliance Defending Freedom, tuvieran mayor margen de maniobra, el paisaje legal estadounidense cambiaría por completo. Entre otras cosas, muchas de ellas relacionadas con los derechos de los gais y del colectivo transgénero, ahora quieren eliminar el "divorcio sin culpa", es decir, la capacidad de divorciarse sin tener que demostrar legalmente que la otra persona tiene la culpa de que el matrimonio no funciona. Algo que se ha ido desmontando, en EEUU, desde 1969.

Por debajo de esta tendencia hay una alianza entre los cristianos conservadores, especialmente evangélicos, y Donald Trump. El expresidente republicano adoptó la agenda conservadora de estos grupos y les permitió, entre otras prebendas, elegir a muchos de los jueces de los diferentes circuitos judiciales, incluido el Supremo. A cambio, estos le han brindado un apoyo electoral de lo más apetitoso: uno de cada cuatro estadounidenses se considera evangélico, y el 80% de los evangélicos blancos, según estimaciones de la agencia Associated Press, votó por Trump en 2020.

Foto: Donald Trump reza con varios sacerdotes durante una visita de campaña a la Iglesia Internacional de Las vegas, en Nevada. (Reuters)

Más allá de las leyes que van ganando terreno, esta alianza se nota cada vez más en los mítines de Trump y en otros eventos republicanos. Muchas veces los actos políticos incluyen sermones en los que los sacerdotes aseguran que se está librando una lucha divina y que Donald Trump es un emisario de Dios; hay rezos colectivos en honor a Trump y a los encarcelados por participar en el intento de sedición del asalto al Capitolio en 2021; hay comparaciones entre Trump y Jesucristo, y toda una miasma donde la política y la religión están cada vez más cerca, en fondo y forma.

El palpable mesianismo de Donald Trump, ese líder llamado a restaurar la grandeza de la América cristiana frente a la degradación que exudan las corrompidas ciudades demócratas, y cuya legítima segunda presidencia habría sido usurpada en 2020, puede estar enraizada en un sentimiento de decadencia. Muchos cristianos blancos dicen sentirse oprimidos en EEUU: lo cierto es que, desde hace 30 años, la proporción de estadounidenses que se identifican como cristianos ha bajado del 90% al 63%. Quienes no se identifican con ninguna religión pasaron de ser el 5% al 29%. Donald Trump sería el paladín imperfecto que restaurase la espiritualidad del país.

Dado que una proporción notable de cristianos se está radicalizando, engrosando movimientos de tintes maniqueos y apocalípticos como QAnon, es posible que los parroquianos de otros credos políticos se sientan cada vez más incómodos yendo a la iglesia. Así lo piensan algunos estudiosos de la religiosidad en Estados Unidos.

Foto: El edificio del 'New York Times', en Manhattan. (Reuters) Opinión

"La caída en el porcentaje de americanos que dicen que la religión es importante en sus vidas es asombrosa, especialmente en un corto periodo de 10 años", declaró Michael Emerson, sociólogo de Rice University especializado en el cristianismo estadounidense, a la agencia Bloomberg. "Los vínculos íntimos de ahora entre la religión y una serie de posturas políticas y sociales, para mucha gente, o los espanta de la religión como tal o les lleva a distanciarse".

Por eso las elecciones de noviembre pueden marcar una enorme bifurcación en el camino del movimiento cristiano conservador: si gana Donald Trump, hay indicios, recogidos en el grueso y detallado Proyecto 2025, de que impulsará leyes de connotaciones religiosas en lo referente a los derechos reproductivos o los derechos de las minorías sexuales. Su propia noción de "Hacer América grande de nuevo".

A partir del 1 de enero de 2025, todas las aulas de los colegios, institutos y universidades públicas de Luisiana deberán incluir, por ley, un póster con los diez mandamientos no menor de 28 por 35,5 centímetros y en una "fuente grande, fácil de leer". Los carteles, que serán sufragados con donaciones privadas, deberán incluir cuatro párrafos de contexto, explicando que las leyes de Moisés fueron "una parte prominente de la educación pública estadounidense durante casi tres siglos".

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