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La geoeconomía podría rescatar a la UE de su crisis de credibilidad
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La geoeconomía podría rescatar a la UE de su crisis de credibilidad

Los países europeos recurren cada vez más a la diplomacia económica, como las sanciones o el control de las exportaciones, para responder a los retos geopolíticos

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Olivier Matthys)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Olivier Matthys)

La diplomacia económica está de moda. Las sanciones, el control de las exportaciones, los aranceles, los mecanismos de control de las inversiones y los acuerdos comerciales se han convertido en las herramientas a las que recurren los Estados occidentales para perseguir sus objetivos geopolíticos. Esta tendencia está impulsando el auge de la geoeconomía, un término que tiene dos definiciones. En sentido amplio, la geoeconomía analiza la interacción de la economía y la geopolítica en los ámbitos del comercio, la tecnología o las finanzas. En un sentido más restringido, la geoeconomía se refiere al uso de herramientas económicas para aplicar la política exterior, lo que alimenta una fusión entre geopolítica y economía.

La Unión Europea ha sido durante mucho tiempo un actor importante en la geoeconomía, aprovechando su poderío económico y financiero para promover sus intereses. Sin embargo, el bloque se muestra cada vez menos preparado para abordar las crecientes cuestiones relacionadas, sobre todo debido a la dispersión de responsabilidades entre la Comisión Europea y los Estados miembros. Las sanciones, por ejemplo, se adoptan a nivel de la UE, pero las aplican los Estados miembros, lo que abre lagunas, ya que las capitales europeas interpretan las normas de la UE de forma diferente. A la inversa, corresponde a los Estados miembros diseñar los regímenes de control de las inversiones extranjeras, lo que fragmenta el panorama de la inversión europea. Esta situación exige un remedio audaz: el nombramiento de un vicepresidente de Geoeconomía en la próxima Comisión.

Es (casi) todo geoeconomía

La UE y sus Estados miembros utilizan cada vez más herramientas económicas y aprovechan las actividades de las empresas privadas para perseguir objetivos de política exterior. Esto queda claro al observar la respuesta del bloque a tres de los retos más acuciantes del momento: la guerra de Ucrania, el comportamiento agresivo de China y la transición ecológica. La aplicación de sanciones a Rusia, por ejemplo, depende del sector privado. Estas medidas frenan la actividad de las empresas privadas y corresponde a los bancos comprobar el cumplimiento de las transacciones que tramitan.

La respuesta de la UE a la postura cada vez más beligerante de Pekín también se basa en las políticas económicas. Actualmente, la estrategia de Bruselas se centra en el "de-risking", es decir, en reducir la dependencia económica de las empresas chinas para los bienes críticos y evitar la transferencia a China de tecnología que podría alimentar los avances del ejército chino. Para poner en práctica sus ambiciones de-risking, la UE se basa sobre todo en el control de las exportaciones (por ejemplo, de semiconductores) y en políticas de desarrollo de la producción interna europea de bienes críticos (como medicamentos, tecnologías limpias o materias primas fundamentales).

La dependencia económica de la UE respecto a China es especialmente aguda en el caso de la tecnología verde, que será crucial para la transición energética del bloque, un tercer reto existencial que fusiona economía y geopolítica. Para reducir la dependencia de China en el suministro de materias primas esenciales para la fabricación de productos ecológicos, la UE está convenciendo a las empresas mineras nacionales para que inviertan en países ricos en recursos. La UE también estudia cómo convertirse en socio preferente de las economías que poseen grandes cantidades de materias primas esenciales, por ejemplo, mediante transferencias de tecnología o financiación en condiciones favorables.

Foto: Vehículos listos para ser exportados a México en la provincia de Juangsu, al este de China, el pasado mayo de 2023. (Getty Images/Wang Chung)

Por qué la UE está sola

La dura realidad es que la UE está sola ante los retos que plantean la guerra de Ucrania, la reducción de riesgos y la transición ecológica.

En todo lo relacionado con la geoeconomía, la colaboración con los aliados es crucial. El impacto de las medidas occidentales conjuntas sobre, por ejemplo, China o Rusia es mayor que el de las políticas unilaterales. Pero la cruda realidad es que la UE está sola ante los retos que plantean la guerra de Ucrania, la reducción de riesgos y la transición ecológica. Europa está soportando la mayor parte del coste de las sanciones occidentales a Moscú, por ejemplo, ya que sus lazos comerciales con Rusia y su dependencia de los hidrocarburos rusos siempre han sido mayores que los de otras economías occidentales. De cara al futuro, Europa asumiría la mayor parte de la carga de apoyar a Ucrania si el expresidente estadounidense, Donald Trump, vuelve a la Casa Blanca en 2025.

Foto:  Secadero de jamones. (EFE)
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La UE también se enfrentará a importantes retos para reducir los riesgos de China. La dependencia comercial del bloque respecto a China es mayor que la de muchas otras economías occidentales, ya que las empresas chinas suministran alrededor del 20% de las importaciones de la UE. Además, las posturas europeas hacia China están fragmentadas, lo que dificulta la aparición de una estrategia europea común.

Impulsar la competitividad ecológica de la UE tampoco será fácil, ya que el bloque se encuentra cada vez más apretado entre Estados Unidos y China. Mientras Pekín inunda el mundo con su producción masiva de productos ecológicos baratos, Estados Unidos adopta políticas proteccionistas como la Ley de Reducción de la Inflación para desarrollar su propio sector de tecnologías limpias. La estrategia de Washington pone de relieve cómo, en muchas cuestiones económicas, los aliados militares de Europa seguirán siendo también sus competidores económicos.

La necesidad de un vicepresidente de geoeconomía

La UE necesita reforzar su capacidad geoeconómica. La primera tarea consiste en adquirir una visión de conjunto de cómo se interrelacionan los retos geoeconómicos. A medida que se estrechan los lazos entre Rusia y China, los controles de las exportaciones de Pekín (una cuestión de de-risking), por ejemplo, repercuten también en las capacidades militares de Moscú (una cuestión de la guerra de Ucrania). La creación de una dirección general de Geoeconomía apoyaría los esfuerzos de la UE por trazar un mapa exhaustivo de las interrelaciones entre diversas cuestiones geoeconómicas y analizar las compensaciones de las distintas opciones políticas.

La segunda tarea a la que se enfrenta Bruselas es reforzar los canales de comunicación con el sector privado sobre cuestiones de geoeconomía. Las empresas privadas se lamentan de que las sanciones, por ejemplo, estén gestionadas por al menos tres direcciones generales distintas de la Comisión y a menudo se enteran de las nuevas medidas por los medios de comunicación. También en este caso sería útil un Vicepresidente de Geoeconomía, que sirviera de primer punto de contacto para las empresas privadas sobre las políticas de la UE y reforzara los esfuerzos de divulgación de los Estados miembros hacia el sector privado.

En la escena internacional, el nombramiento de un Vicepresidente de Geoeconomía reforzaría la credibilidad de la UE ante sus aliados. En una segunda presidencia de Biden, EE.UU. tomará más en serio a Bruselas si el bloque tiene una dirección más clara en materia de geoeconomía. Si Trump llega al poder, la unidad europea se pondrá a prueba en cuestiones geoeconómicas, ya que probablemente impondrá aranceles a la UE y posiblemente suavizará las sanciones a Rusia. Ambos escenarios exigen una mayor unidad antes de que la tormenta atraviese el Atlántico y llegue a las costas europeas. EE.UU. no es el único aliado de la UE: un Vicepresidente de Geoeconomía también ayudaría a impulsar el compromiso con otros socios afines como Australia, Canadá, Japón, Corea del Sur y el Reino Unido. Estos países son contrapartes clave en temas de geoeconomía, como los semiconductores, las tecnologías limpias o los minerales críticos.

Foto: Una mujer con una bandera de la UE, en mayo de 2024. (EFE/Dumitru Doru)

En un segundo mandato de Trump, estas economías también representarían socios clave en la formación de coaliciones para contrarrestar las políticas agresivas de Estados Unidos.

Reforzar el juego geoeconómico de la UE también sería una estrategia útil frente a los enemigos. El acceso al mercado es el mayor activo de la UE: quizá China se lo habría pensado dos veces antes de entablar una disputa comercial con Lituania si el bloque hubiera amenazado con medidas de represalia que frenaran el acceso de las empresas chinas a todo el mercado de la UE. Una mayor cohesión de la UE también reduce el riesgo de que los adversarios enfrenten a los Estados miembros entre sí. Esto es fundamental en un momento en que Rusia y China intentan fomentar divisiones en Europa sobre temas como las sanciones.

Por último, países que no son ni amigos ni enemigos adoptan cada vez más posturas transaccionales en un intento de enfrentarse entre sí. Una vez más, una UE con más conocimientos geoeconómicos estaría en mejores condiciones para sacar provecho de este nuevo contexto. Por ejemplo, un vicepresidente de Geoeconomía podría encabezar la labor del bloque en la firma de estrechos acuerdos comerciales con países que son actores clave en sectores prioritarios, como las materias primas, los medicamentos críticos o la tecnología avanzada.

Foto: Richard Handler, CEO de Jefferies

Queda mucho trabajo por hacer para definir las especificaciones del puesto de vicepresidente de Geoeconomía. A decir verdad, tampoco será fácil convencer a los Estados miembros de que renuncien a algunas de sus prerrogativas geoeconómicas.

Sin embargo, el nombramiento de un vicepresidente de geoeconomía sería un primer paso fundamental para que la UE reforzara su núcleo geoeconómico en un intento de evitar la fragmentación y, por tanto, la dilución a nivel mundial. Si el bloque y sus Estados miembros se toman en serio su voluntad de evitar quedar atrapados entre Estados Unidos y China, deben intensificar su juego geoeconómico.

La diplomacia económica está de moda. Las sanciones, el control de las exportaciones, los aranceles, los mecanismos de control de las inversiones y los acuerdos comerciales se han convertido en las herramientas a las que recurren los Estados occidentales para perseguir sus objetivos geopolíticos. Esta tendencia está impulsando el auge de la geoeconomía, un término que tiene dos definiciones. En sentido amplio, la geoeconomía analiza la interacción de la economía y la geopolítica en los ámbitos del comercio, la tecnología o las finanzas. En un sentido más restringido, la geoeconomía se refiere al uso de herramientas económicas para aplicar la política exterior, lo que alimenta una fusión entre geopolítica y economía.

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