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El 'botón nuclear' de la disuasión israelí para la guerra en Líbano es el aeropuerto de Beirut: "Arrasaremos"
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Sube la tensión ante la posible guerra total

El 'botón nuclear' de la disuasión israelí para la guerra en Líbano es el aeropuerto de Beirut: "Arrasaremos"

En la frontera norte de Israel, la guerra con Líbano parece inevitable: "Es cuestión de días"

Foto: Humo en el lado israelí de la frontera tras el lanzamiento de cohetes desde Líbano el pasado 23 de junio. (Reuters/Avi Oyanon)
Humo en el lado israelí de la frontera tras el lanzamiento de cohetes desde Líbano el pasado 23 de junio. (Reuters/Avi Oyanon)

El piloto azul del GPS en Google Maps dice, testarudo, que estamos en Beirut. Carretera del Aeropuerto Internacional Rafic Hariri. En realidad, estamos sobre las colinas de la frontera norte de Israel. Al otro lado del valle, el Líbano. Es la Línea Azul, que separa ambos países y que se ha convertido en las últimas semanas en un precipicio en el que un resbalón de más llevará a la guerra total con la milicia chií libanesa Hezbolá. Y, según amenazan las autoridades israelíes, con todo el estado del Líbano.

“Las IDF [Ejército de Israel] utilizan interceptores de señal de GPS para que, con un poco de suerte, si Hezbolá lanza sus misiles no puedan dirigirlos hasta nuestras posiciones”, explican soldados israelíes, reservistas desplegados desde poco después del 7 de octubre en el norte del país.

placeholder Momento en el que el GPS muestra su posición en el aeropuerto de Beirut, estando en realidad en el norte de Israel
Momento en el que el GPS muestra su posición en el aeropuerto de Beirut, estando en realidad en el norte de Israel

En las últimas semanas, el calculado baile de intercambio de fuego a un lado y otro de la frontera ha venido aderezado de una retórica cada vez más belicista y determinados movimientos de tropas que hacen temer la escalada definitiva del conflicto. Por un lado, funcionarios israelíes agitan el 'botón nuclear' de la disuasión agresiva, asegurando que de entrar en guerra, atacarían más allá de objetivos de Hezbolá, bombardeando Beirut y arrasando su aeropuerto, dejando al país “en la edad de piedra”, sin agua, sin luz, sin electricidad. Por otro, el líder de la milicia libanesa, Hassan Nasrallah, ha asegurado que el grupo luchará “sin reglas”, “por tierra, mar y aire” si “se les impone la guerra”, además de señalar a Chipre como un objetivo legítimo si sigue sirviendo de base para los ataques de la aviación israelí sobre Hezbolá.

Paralelamente, Israel ha movilizado alguna de sus baterías de la Cúpula de Hierro desde el sur del país, según reportaba la CNN, mientras que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, sugería que podían ir acompañadas de tropas, desplazadas desde Gaza. Estados Unidos retiró su portaaviones Eisenhower del mar Rojo para llevarlo al Mediterráneo Oriental, junto al submarino HMS Triumph. Funcionarios estadounidenses habrían advertido a Hezbolá que no confíen en que Washington sea capaz de impedir a Israel tomar la decisión de entrar en guerra total, según informa el medio Politico. Las autoridades libanesas han tenido que pronunciarse después de que el diario británico The Telegraph se publicara una información sobre el presunto almacenaje de armas de iraníes para Hezbolá en el aeropuerto internacional de Beirut. En los pueblos de la zona norte de Israel, residentes civiles se resignan y las tropas afirman “estar preparadas” incluso para una operación de invasión terrestre.

"No estamos hablando de una operación, estamos hablando de una guerra total. Beirut será arrasada, Líbano acabará en la edad de piedra", amenaza Zohar Palti, director del buró político-militar del Ministerio de Defensa israelí a El Confidencial. Antes, Palti ejerció como director del Directorado de Inteligencia del Mossad. Sus palabras siguen la línea más ‘dura’ del gobierno de Netanyahu que, ante lo que empieza a parecer el final del grueso de las operaciones del Ejército israelí en Gaza, podría dedicar su atención a su flanco norte. "Estamos hablando de días, quizá semanas".

Foto: Edificios destruidos y columnas de humo tras los ataques en Gaza. (Reuters/Amir Cohen)

“Si no atacamos, si no acabamos con la amenaza de Hezbolá, no estaremos seguros, no podemos regresar”, dice Moshe Davidovich, líder del Consejo Regional Mate Asher, que incluye más de una veintena de pueblos, kibutz y pequeñas comunidades de la zona noroeste de Israel. Muchos de sus 'vecinos' son parte de los alrededor de 60.000 israelíes desplazados internos en todo el norte del país.

Tras el 7 de octubre, los pueblos entre 0 y 5 kilómetros de la frontera fueron completamente evacuados, llenándose en cambio de militares que vivían en las casas entre campos de aguacates. Ahora, muchos de los desplazados, tras meses viviendo en hoteles del centro del país, están empezando a regresar.

Pero el peligro continúa en forma de alarmas casi diarias —“es imposible vivir así”, se lamenta Moshe— y la ocasional humareda cuando algún proyectil impacta contra la vegetación, quemándola. Cada mañana, en la 'sala de operaciones' del Consejo Regional Mate Asher, entre pantallas que retransmiten en vivo las imágenes de las cámaras colocadas en los pueblos de la frontera, Ishay Efroni, teniente coronel retirado y jefe de seguridad, recibe fusil en hombro el parte del Ejército israelí que le señala las zonas estimadas seguras para las próximas horas.

Retrasar la línea Hezbolá

En sus ataques contra las tropas israelíes desplegadas en la frontera, Hezbolá ha tenido cierto éxito, especialmente con misiles antitanque, que burlan la sofisticada defensa por capas de la Cúpula de Hierro, y algunos drones suicidas. Así que el objetivo declarado de esta nueva fase de la guerra pasaría por, al menos, retrasar 8-10 kilómetros las posiciones de Hezbolá dentro del propio Líbano, dejando así el norte de Israel fuera del alcance de estas armas antitanque. En la práctica, eso significaría desplazar decenas de miles de libaneses que viven en la miríada de pueblos casi sobre la línea de la frontera.

En la zona, el zumbido de algún dron de vigilancia en el aire es permanente. Unos kilómetros más al sur, un trabajador de la compañía Rafael, una de las empresas de tecnología de defensa del Estado de Israel y responsable del armamento de la Cúpula de Hierro, enseña uno de los últimos modelos que están implementando entre las unidades de combate. Con una doble hélice, pero colocada una sobre otra en un eje vertical en lugar de en las cuatro esquinas de los drones más baratos y comerciales, el 'Spyke Firefly' puede cargar explosivos equivalentes a dos granadas de mano. Pero su mayor ventaja, afirma el ingeniero, está en las cámaras y su movilidad, que le permite "actuar por ejemplo contra una ventana específica, sin dañar apenas a su alrededor. La precisión es casi del 100%".

Ventanas como las de las casas y residencias donde Israel ha ido eliminando, ya por centenares, a distintos cargos dentro de la estructura de la milicia Hezbolá en el Líbano.

En un análisis publicado la semana pasada, el think tank italiano IPSI comparaba la cantidad de ataques entre Israel y Hezbolá desde el 7 de octubre, así como sus efectos. En los últimos ocho meses, el IPSI registró 1.168 ataques de la milicia libanesa en Israel (otras fuentes hablan de entre 4.000 y 5.000 cohetes, misiles o drones, aunque incluyen los que han sido interceptados) frente a los 5.352 ataques israelíes en el sur del Líbano. En estos ataques, Israel habría acabado con la vida de 414 personas, de los que 88 serían civiles (actualizado a 6 de junio), mientras que los cohetes, misiles y drones de Hezbolá han matado a 18, 9 civiles (actualizado a 17 de junio). Miles de personas han sido desplazadas a ambos de la frontera: 61.000 en el norte de Israel y 94.000 en el sur de Líbano.

“A pesar de la intensificación de los ataques israelíes y las amenazas de guerra contra el Líbano, la principal prioridad de Hezbolá sigue siendo evitar que se desencadene una guerra total”, señala Joseph Daher, del European University Institute, en referencia al ritmo de los ataques. "Mientras Israel intensificaba sus acciones militares contra Líbano, Hezbolá fue haciendo lo mismo contra Israel, pero ciñéndose a ‘reacciones calculadas y proporcionales’. Esto refleja la segunda prioridad, mantener una forma de 'disuasión' mientras se cumple la primera: evitar una guerra", concluye el experto.

En el lado israelí, la disuasión viene dada en palabras gruesas. "Si la comunidad internacional no hace nada para parar los pies a Hezbolá", asegura Palti, “Israel se verá obligado a entrar en una operación contra Hezbolá y el Estado del Líbano también tiene responsabilidad”. Es en esta línea de hacer responsable a todo el Líbano de los ataques de la milicia donde encajan declaraciones de Palti sobre los devastadores efectos de una guerra con Israel sobre la población civil libanesa y la ya frágil infraestructura del país.

—¿Qué gana Israel arrasando Beirut?

—Lo que quiere Hezbolá es que vayamos al sur de Líbano, donde son fuertes, y matar tantos soldados israelíes como puedan. No queremos jugar con sus reglas.

Con la milicia libanesa, Israel se enfrenta a un enemigo más capacitado que Hamás. La milicia chií, con fuertes vínculos con Irán, quien la ayuda a financiarse y armarse, es un ejército paralelo al estatal del Líbano, y se ha hecho fuerte en el sur del país. Aunque se hable de retrasar esos 10 kilómetros desde la frontera israelí, “cuando se refieren a ‘echar’ a Hezbolá se refieren a desarmarla, y eso va a necesitar una operación mucho mayor... Aire, fuerte cobertura naval, e históricamente, con tropas en el terreno”, sostiene un soldado israelí desplegado en la zona norte del país con permiso de la comandancia para hablar con periodistas, pero no para dar su nombre, y utiliza el mismo mensaje de “arrasar el aeropuerto de Beirut” o “llevar al país a la edad de piedra”, que se repite en la prensa israelí. “Tan pronto movamos la guerra al otro lado… Ellos tienen mucho más que perder que nosotros”, asegura.

Ninguno habla del coste también para Israel. El líder de los pequeños kibutz desplazados suspira, pero se mantiene firme. "Aunque dure más, aunque tardemos más en volver [a sus casas], hay que acabar con la amenaza".

—¿Qué pasa después, cuando Israel desate la guerra total con Líbano?

—No lo sé — dice Zohar Palti—. Pero hemos sido muy paciente durante estos nueve meses.

Cuando Israel entró en Gaza, también había unos objetivos, acabar con Hamás, pero no un plan de salida. Está por ver si se va a repetir el mismo baile en el Líbano.

El piloto azul del GPS en Google Maps dice, testarudo, que estamos en Beirut. Carretera del Aeropuerto Internacional Rafic Hariri. En realidad, estamos sobre las colinas de la frontera norte de Israel. Al otro lado del valle, el Líbano. Es la Línea Azul, que separa ambos países y que se ha convertido en las últimas semanas en un precipicio en el que un resbalón de más llevará a la guerra total con la milicia chií libanesa Hezbolá. Y, según amenazan las autoridades israelíes, con todo el estado del Líbano.

Israel Conflicto árabe-israelí
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