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La moneda al aire de Macron: el presidente azuza el miedo a Le Pen para intentar ganar las elecciones
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La moneda al aire de Macron: el presidente azuza el miedo a Le Pen para intentar ganar las elecciones

Francia afronta la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas tras una campaña relámpago que ha dejado a un país más dividido y crispado

Foto: Carteles electorales de Agrupación Nacional (EFE/Mohammed Badra)
Carteles electorales de Agrupación Nacional (EFE/Mohammed Badra)
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"Estas elecciones serán un cara o cruz". Stéphane Adroli, de 45 años, habla con una mezcla de resignación y cabreo sobre las elecciones legislativas en Francia del domingo (primera vuelta) y del 7 de julio (segunda vuelta). Este propietario de un restaurante tomaba un café en un bar enfrente del Ayuntamiento de Courbevoie, una localidad de la periferia oeste de París situada al lado del distrito financiero de la Défense. Exvotante de Emmanuel Macron en la primera vuelta de 2017 y poco sospechoso de ser un radical, Adroli no disimulaba su enfado con el presidente francés por haber convocado estos comicios anticipados.

"Haber organizado esto justo antes de los Juegos Olímpicos de París me parece una estupidez. Toda una irresponsabilidad", lamentaba este habitante de una de las localidades más ricas de la región parisina. Hace apenas un mes pocos franceses se imaginaban que iniciarían el verano en medio de una tensa campaña electoral, en que la ultraderecha de Marine Le Pen está a las puertas del poder. Tras haberse aliado con un sector de Los Republicanos (LR, afines al PP), esta formación xenófoba y nacionalista afronta como favorita la incierta contienda, con una intención de voto del 36%, según los últimos sondeos, que deben cogerse con pinzas.

Después del batacazo de su partido en las europeas —apenas el 14,6% de los votos, menos de la mitad que la extrema derecha—, Macron convocó estos comicios anticipados. Confiaba en coger con el pie cambiado a sus adversarios en una campaña relámpago de apenas tres semanas, el mínimo permitido por la ley. Finalmente, la sensación predominante en estos 20 días ha sido que creó una trampa a su propia coalición. Y una parte significativa de la ciudadanía, tampoco en el seno de la coalición presidencial, no ha entendido esa decisión.

La posición "contradictoria" de Macron

"El hecho de que Macron haya propiciado esta situación, pero al mismo tiempo alerte ante el peligro de los extremos, todo esto aparece como una contradicción para muchos franceses", explica el analista político Thomas Guénolé a El Confidencial. Salvo sorpresa —nada se puede descartar—, el presidente corre el riesgo de haber propiciado el inicio del final del macronismo con su maniobra. Los sondeos apenas le dan un 19,5% en intención de voto. Es decir, se encuentra lejos de la derecha radical, pero también de la alianza unitaria de la izquierda bautizada como Nuevo Frente Popular (NFP, con el 29%). La coalición presidencial podría perder más de 100 escaños (de los 250 actuales), pasando de primera a tercera fuerza en la Asamblea Nacional.

En una carta dirigida a los franceses el pasado 23 de junio, Macron justificó su decisión "por el funcionamiento en la Asamblea", en que no disponía de mayoría absoluta —algo poco habitual para un partido presidencial en Francia— desde junio de 2022. También mencionó la moción de censura que preparaba la derecha republicana y el "desorden de los últimos meses, que no podía durar más", refiriéndose a los incidentes provocados por representantes de izquierdas que ondearon banderas de Palestina en el hemiciclo.

Aún más contundente se mostró el presidente unos días después en una entrevista para un pódcast en que advirtió que "los dos extremos" llevarían "el país a la guerra civil". Esta estrategia del miedo no resulta nueva en el caso de Macron. Hábil estratega, ha logrado dominar la política francesa desde 2017 a través de la dicotomía "yo o el caos". Siete años después, sin embargo, el macronismo podría ser víctima de la receta preferida por su líder. Tiene todas las de perder en una nueva campaña monopolizada por el miedo.

Foto: Eric Ciotti, el líder de Les Republicains (LR) que ha sido expulsado por su propio partido. (Reuters/Stephane Mahe)

Más que la ilusión de elegir un proyecto, el rechazo al otro predomina en estas legislativas. No es un miedo unidireccional, sino poliédrico. Según un estudio del instituto Odoxa, el 41% de los franceses votarán con el objetivo principal de frenar a la extrema derecha. En cambio, el 47% lo harán para impedir la victoria del Frente Popular. Y el 44% expresarán su rechazo hacia Macron.

Le Pen intenta seducir a la derecha republicana

"Espero que gane la lista de la señora Le Pen, ya que estoy harta de cómo van las cosas. Dan todas las ayudas sociales a los extranjeros, mientras que algunos franceses van al hospital y ni siquiera pueden recibir atención médica", se quejaba Sarah, de 59 años, una habitante de Ailly-sur Somme, en el norte de Francia. Testimonios como el suyo abundan en esa localidad de la periferia de Amiens —la ciudad natal de Macron— donde la ultraderecha obtuvo más del 50% de los votos en las europeas.

El resentimiento contra los migrantes se suma a la impopular reforma de las pensiones del año pasado (incrementó de 62 a 64 años la edad mínima para jubilarse, con 43 cotizados para recibir una pensión completa), la pérdida de poder adquisitivo por la inflación, un sentimiento creciente de inseguridad por el goteo semanal de trágicos sucesos… Todo este cóctel alimenta el voto del lepenismo, cada vez más transversal a nivel geográfico y social. "Hay una verdadera porosidad entre los votantes de la derecha republicana y los de la extrema derecha", sostiene la politóloga Christèle Lagier, profesora en la Universidad de Aviñón y experta en el electorado de RN.

Foto: Carteles electorales del Frente Popular en Amiens. (Enric Bonet)

Tras haber arrancado la campaña con un pacto con el presidente de LR, Éric Ciotti, —muy poco seguido por la mayoría de los diputados y barones de la derecha republicana—, el partido de Le Pen se ha esforzado en atraer a los votantes de esa formación conservadora, además de los miembros de la comunidad judía, conmovida por la brutal violación de una niña, de 12 años, en Courbevoie. Ha renunciado a algunas de sus medidas sociales más emblemáticas, por ejemplo, la reducción del IVA a tipos superreducidas para productos de primera necesidad. Y ha presentado un programa económico con una orientación neoliberal.

"No pondré en duda ningún derecho", prometió el jueves Jordan Bardella, mano derecha de Le Pen y posible primer ministro en caso de una mayoría absoluta de la extrema derecha, durante el último debate televisivo. El lepenismo ha hecho una campaña conservadora, con el objetivo de sufrir el mínimo desgaste. En los últimos días, sin embargo, se ha visto acompañado por la polémica. En concreto, por su voluntad de prohibir a todos aquellos franceses con una doble nacionalidad que accedan a puestos de responsabilidad en la función pública o empresas estatales.

El grupo parlamentario de RN presentó en enero una propuesta de ley en que proponía prohibir a los binacionales en Francia (3,3 millones de personas) "el acceso a los empleos en las administraciones y las empresas públicas". Cinco meses después, ahora intenta quitarle hierro a esa propuesta asegurando que solo afectaría un puñado de cargos (en los servicios de inteligencia, al frente de centrales nucleares…), aunque los dirigentes ultras se contradicen entre ellos.

El motor del "miedo a la ultraderecha"

"La franco-marroquí Najat Vallaud Belkacem destruyó la educación pública e intentó impulsar clases de árabe (…). No fue nada bueno para la República", declaró el jueves el diputado lepenista Roger Chudeau, oponiéndose a que los binacionales —es el caso de la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo— ejerzan cargos políticos relevantes. Consciente del carácter explosivo de esas declaraciones, Le Pen desautorizó desde el viernes por la mañana al representante de su partido: "Me quedé muy sorprendida por el colega Chudeau, ya que expresó una opinión personal contraria a nuestro proyecto".

"Quiero darle las gracias" a Chudeau, "ya que ha demostrado lo que supondría RN en el poder: incompetencia, racismo y mentiras", aseguró en la red social X Vallaud Belkacem, la ministra de Educación durante la presidencia del socialista François Hollande. Los dirigentes del Frente Popular esperan beneficiarse del voto por el miedo a la extrema derecha. Pese a las diferencias que imperan entre la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), el Partido Socialista, los verdes y los comunistas, estas cuatro formaciones lograron un rápido acuerdo. Y eso supuso un revés para Macron, quien confiaba en que estos comicios fueran un duelo entre su partido y el lepenismo.

El Frente Popular resulta una alianza frágil y sin un liderazgo claro. La campaña se ha visto marcada por la controversia de cuál sería el rol de Jean-Luc Mélenchon, de 72 años. Ante las reticencias de los otros partidos, el veterano líder de la izquierda insumisa parece haber renunciado a ser primer ministro, en caso poco probable, pero no imposible, de una victoria de la izquierda. Las tensiones internas han acompañado la gauche en estas tres semanas de una campaña relámpago.

A pesar de ello, "el miedo a la ultraderecha es un incentivo muy importante para muchos votantes de izquierdas, quienes agradecen asimismo la unidad de los partidos". En los últimos 20 días, se han registrado cerca de dos millones de procuraciones —el equivalente galo del voto por correo—, una cifra récord en este tipo de votos por procuración. Los sondeos pronostican una participación de alrededor del 65%, es decir, 17 puntos superior a la de junio de 2022. Esta menor abstención alimenta la incertidumbre en los resultados. No hay ninguna duda que no son unas legislativas como las otras.

"Estas elecciones serán un cara o cruz". Stéphane Adroli, de 45 años, habla con una mezcla de resignación y cabreo sobre las elecciones legislativas en Francia del domingo (primera vuelta) y del 7 de julio (segunda vuelta). Este propietario de un restaurante tomaba un café en un bar enfrente del Ayuntamiento de Courbevoie, una localidad de la periferia oeste de París situada al lado del distrito financiero de la Défense. Exvotante de Emmanuel Macron en la primera vuelta de 2017 y poco sospechoso de ser un radical, Adroli no disimulaba su enfado con el presidente francés por haber convocado estos comicios anticipados.

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