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Lo que el comentario sobre el 'mariconeo' cuenta sobre los enemigos del papa Francisco
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Francisco tiene el enemigo dentro

Lo que el comentario sobre el 'mariconeo' cuenta sobre los enemigos del papa Francisco

El pontífice latinoamericano no convence al votante católico estadounidense promedio. Una pesadilla americana de la que el Papa todavía no se ha despertado

Foto: El papa Francisco saluda desde el balcón del Vaticano. (EFE/Angelo Carconi)
El papa Francisco saluda desde el balcón del Vaticano. (EFE/Angelo Carconi)
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La pregunta formulada por Stalin en la década de los treinta del siglo pasado, cuando Alemania comenzaba a rearmarse, forma ya parte del manual del líder inepto: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, lanzó jactancioso al aire el dictador, que fallecería antes de poder ver derribadas las estatuas de los jerarcas soviéticos que intentaron extirpar la religión del alma rusa.

Hoy a Putin no se le pasaría por la cabeza semejante ocurrencia. Aunque no lo hará, porque mantiene ciertas simpatías por este Papa, que deslizó como posible causa de la invasión de Ucrania los “ladridos de la OTAN a la puerta de Rusia”. A Putin le bastaría con activar su división de 'bulos y desinformación', que tantos quebraderos de cabeza está dando a la Unión Europea, para montarle un cisma al mismo Papa de Roma.

Pero en un mundo en reconfiguración, esta es la receta que están usando los nacionalistas cristianos supremacistas de Estados Unidos, que curiosamente, ven en el líder ruso a otro defensor de las raíces religiosas del Estado. Esta rama del catolicismo buscaría erosionar la imagen de Francisco, tratar de frenar sus reformas y rezar (como invitan algunos sacerdotes en España desde sus púlpitos en las redes sociales) para que se muera lo antes posible y deje de hacer ‘experimentos’ con la Iglesia católica, a la que dicen no reconocer desde que hace once años se eligió al primer pontífice latinoamericano de la historia.

Foto: Imagen de archivo del Papa Francisco. (Reuters/Alessandro Bianchi)

Moverse dentro de las paredes del Vaticano permite −más allá de la presencia de la Guardia Suiza, que no parece muy amenazante− percibir el aislamiento del Papa. Su antecesor, Benedicto XVI, hablaba de “una viña devastada por los jabalíes”. Hoy, además, está infestada de espías y soplones quintacolumnistas que fiscalizan los actos de Francisco, controlan sus visitas y filtran los contenidos de las reuniones a puerta cerrada en las que participan. Como muestra, un botón, menor pero polémico: ¿recuerdan el comentario, a puerta cerrada, del Papa Francisco sobre que había "mucha mariconería" en seminarios? Es imposible señalar exactamente quién fue la mano específica, pero de este tipo de filtraciones estamos hablando. No es que Francisco ahora esté más suelto para decir ese tipo de cosas. Es que ahora, alguien las filtra. También tienen infiltrados, que no perdonan que Jorge Mario Bergoglio llegase al Vaticano empeñado, entre otras cuestiones, en cambiar los modos de hacer de la Curia vaticana, una especie de funcionariado de élite que, en muchos casos, dejó que la ambición superase a la vocación.

Acabar flotando en el Tíber

“Me puede costar aparecer flotando boca abajo en el Tíber”, confesaba con una media sonrisa un cercano colaborador del Papa a El Confidencial. Estaba hablando de algunas de las medidas que se contemplaban para reformar el funcionamiento de ese organismo, lo que se logró en 2022 a través de la nueva constitución apostólica Praedicate evangelium. Se puso coto al carrerismo y a mandatos en la Curia que algunos tomaban como eternos, pero nada de aquello salió gratis. El gran enemigo de Francisco está dentro, en casa, aunque los ataques le lleguen desde fuera. Fundamentalmente, de Estados Unidos.

“Tenemos información cierta de que muchos grupos extremistas conservadores y neoliberales del tipo del Tea Party están poniendo mucho dinero, pero mucho, en apoyar esa línea ultraconservadora de la Iglesia estadounidense”, dice un alto cargo vaticano a este periódico. “Son recursos de todo tipo, para medios de comunicación, redes sociales, de inteligencia…”, añade, dando por hecho que hay gente dedicada a escrutar el pasado del Papa y de sus principales colaboradores, a propalar fake news y a amilanar a los obispos que lo apoyan, con su ración de bulos incluida. Y que actúan en red, replicando sus falsedades, convencidos de que no habrá contestación, aunque últimamente las cosas están cambiando y se va más allá de una llamada o correo electrónico.

Foto: El papa Francisco. (EFE/Massimo Percossi)

Además del país norteamericano, estos grupos, que no sólo comparten una cosmovisión religiosa, sino que esta les impregna también la política, extienden su influencia (y sus medios) por otros países. “Están con terminales en todas partes: en Polonia, en Italia, en Francia, en España…”, señala la misma fuente. Todos ellos, lugares en los que habitan los obispos más críticos (o menos entusiastas, en el caso español) con Bergoglio.

El gran pecador

“Un Papa debería ser el principio de unidad en la Iglesia y, en cambio, Francisco fomenta la ambigüedad, lo que alimenta la división. Su disgusto con Estados Unidos y sus obispos es obvio e injustificado. Su actitud es autoritaria. Y es revelador que ni un solo seminarista inspirado por Francisco haya venido a esta diócesis durante su mandato”. Es la opinión −anónima− de un obispo estadounidense entrevistado para el libro True Confessions: Voices of Faith from a Life in the Church, escrito por quien fuera asistente del arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, ya jubilado, y uno de los mayores críticos de este Papa. “Su manera de gobernar [del Francisco] es en realidad bastante despiadada", señala otro obispo en el libro.

“Hoy Francisco es visto por algunos como el gran pecador. Hay algunos sacerdotes, religiosos y obispos que están amargamente contra Francisco, como si fuera el chivo expiatorio de todos los fracasos de la Iglesia o de la sociedad”, reconoció en octubre pasado Christophe Pierre, el nuncio [embajador] del Vaticano en Estados Unidos. Pero, ¿por qué esta animadversión hacia Francisco? Aunque es cierto que es visto positivamente por algo más de la mitad de los estadounidenses (el 58%, índice superior tanto a la aprobación que cosechan Biden como Trump), también lo es que ese porcentaje es el más bajo desde su elección 2013, mientras que quienes tienen un concepto desfavorable alcanzan un nuevo máximo del 30% en la encuesta realizada por Gallup a principios de año. Entre los católicos estadounidenses goza de la simpatía del 77%, pero la opinión desfavorable del 17% es la más alta registrada en este tiempo. Y las razones son tanto políticas como religiosas y económicas.

Foto: El Papa Francisco visita Kinsasa. (EFE / Ciro Fusco)

Empezando por estas últimas, esa especie de revolución verde que ha auspiciado este Papa en su pontificado, materializada en la encíclica Laudato si, donde defiende la “ecología integral”, “el cuidado de la casa Común”, rechaza los combustibles fósiles, pide actuar sin dilación contra las causas humanas que están incidiendo en el cambio climático o condena enérgicamente la mentalidad depredadora de las grandes corporaciones que esquilman los recursos naturales, como en el caso de la Amazonia, no han caído bien entre los aludidos.

Entre las causas políticas, están en parte también esas económicas, como la ecología, sus críticas al capitalismo “que mata y descarta”, su apoyo a los países más pobres, su extrema delicadeza con China o Rusia, donde el Papa tendría un amplio campo para reivindicar los derechos humanos y la justicia social, pero países a los que, en el fondo, aspira a visitar por primera vez en las historias de los papas…

Y en cuanto a las razones religiosas, los católicos más conservadores no le perdonan a Francisco que aparente más preocupación por las cuestiones sociales que por las doctrinales, no olvidan que se plantó ante el intento de los obispos ultras de pedir que excomulgase al presidente Biden, católico confeso y defensor del aborto, pero a quien se le vio comulgando en misa; que haya autorizado las bendiciones a parejas homosexuales mientras ha puesto límites al uso de la misa tradicional en latín; o que haya dejado una rendija abierta por la cual los divorciados vueltos a casar pueden volver a comulgar. Por eso no es extraño que el polaco Juan Pablo II, figura que, junto con Ronald Reagan, consideran que fue factor determinante en el colapso del bloque soviético, sea todavía hoy, dos décadas después de su muerte, más valorado que el argentino.

Un presidente antivacunas

Con todo este cóctel, en la actualidad la tensión entre Francisco y la todopoderosa (económicamente) facción ultra de la Iglesia católica estadounidense está en niveles muy altos. A sonoro bofetón sonó la decisión de la mayoría de los 200 obispos de elegir en 2022 como su presidente al arzobispo castrense, Timothy Broglio, mucho menos proclive que Bergoglio a la acogida a colectivos LGTBQ, con mucha menos fe también en la vacuna contra el coronavirus, con la que se mostró crítico, y celoso guardián como secretario de los manejos durante años del otrora intocable cardenal de Curia, Angelo Sodano, secretario de Estado de Juan Pablo II y encubridor de depredadores sexuales como Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

Foto: Una persona en el exterior del Convento de Belorado. (Europa Press/Tomás Alonso)

Poco dado a las reacciones en caliente, la falta de respuesta a estas críticas y desplantes durante años −que arreciaron tras la muerte del papa emérito Benedicto XVI, en diciembre de 2022− ha ido envalentonado a sus opositores. Hasta que Francisco ha dicho basta y, con pocas semanas de diferencia, a finales de 2023 dejó sin diócesis a Joseph Strickland, obispo de Tyler, en Texas, y sin los 400 metros de apartamento y sin el sueldo mensual de unos 5.000 euros al cardenal Leo Burke, uno de los más acérrimos enemigos de su pontificado y las reformas emprendidas, y que, ya sin cargos oficiales, seguía apoltronado en el Vaticano.

Era la respuesta a las sostenidas campañas en las que ambos −pero no solo− participaban criticando los postulados eclesiales de Francisco y alentando la resistencia a quienes “socaban el depósito de la Fe”, de lo un Strickland muy activo en las redes sociales acusó al Papa. El Vaticano nunca reconoció que su destitución se debía a su posición extremadamente frontal a las decisiones del Papa. Bastó con disponer lo que se denomina una ‘visita apostólica’ que revisara la forma de gobierno y dotes de liderazgo del obispo para decidir, finalmente, que había que pedir su renuncia, algo a lo que se negó, por lo que fue directamente relevado, lo que no es habitual en la Iglesia.

En un lugar de la galaxia nacional cristiana

Strickland, que sigue perteneciendo a la Iglesia católica, pero que no tiene ninguna responsabilidad pastoral, se ha entregado ya de pleno a la causa más fundamentalista en lo religioso y lo político a través sus redes sociales y a dejarse querer por la galaxia del nacional cristianismo que resurge con fuerza en el país, uniendo a católicos y protestantes y demás confesiones cristianas con el objetivo de reivindicar la primacía de la fe en la vida y las instituciones.

Foto: El Papa Francisco. (EFE/Ricardo Antimiani)

De eso habló como orador principal quien ya es presentado como “el Obispo de Estados Unidos” el pasado febrero en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), una reunión anual de activistas republicanos, donde el organizador, Matt Schlapp −exasesor de Trump en la casa Blanca−, definió a Strickland como “este valiente líder católico”. Y en esa esfera, Strickland no desentonó en absoluto, pues allí había muchos otros que eran antivacunas, contrarios a las bendiciones gais, al aborto, negacionistas del cambio climático y que habían visto con buenos ojos, cuando no estimulado directamente, el asalto al Capitolio en enero 2021. De hecho, la compartida oposición al Papa ha hecho que el Partido Republicano se vaya consolidando en las encuestas como un defensor de los votantes católicos.

Escuchando a Strickland estaba el líder de Vox, Santiago Abascal (poco amigo de quien llama “el ciudadano Bergoglio”, pero devoto del cardenal Sarah, cardenal top five entre los antifrancisquistas), que mantuvo un encuentro con Donald Trump. Y también Steve Bannon, viejo conocido de la ultraderecha española y que hace unos años pretendió crear una especie de ‘Vaticano paralelo’ en la Cartuja de Trisulti, monasterio del siglo XIII en la región del Lazio, donde el exasesor de Trump –con el apoyo de Matteo Salvini y Giorgia Meloni–, junto con el integrista instituto católico Dignitatis Humanae, quería inaugurar un centro para la formación de líderes políticos que defendieran los valores judeocristianos de Europa.

Finalmente, las autoridades italianas revocaron el permiso y Bannon tuvo que aparcar su proyecto, pero no su activismo, que ha sido acogido, entre otros, en medios de comunicación ultras estadounidenses como la muy influyente Eternal Word Television Network (EWTN), cuyo director, Raymond Arroyo, parece tener especial querencia por los ‘haters’ de Francisco, como el desahuciado cardenal Burke o el arzobispo Carlo Maria Viganò, que ha negado la legitimidad de este Papa y del Concilio Vaticano II, lo que le ha valido que se le acabe de abrir un proceso canónico que puede acabar en su excomunión.

Foto: El historiador británico Peter Heather, autor del libro 'Cristiandad. El triunfo de una religión'.

En esta misma esfera mediática anti Francisco se encuadra también Michael Voris, fundador y presidente de Church Militant, un medio de comunicación ultraderechista y declaradamente antigay, acusado de racismo, homofobia e islamofobia, y que hacía gala de su defensa del catolicismo tradicional a través de su plataforma, aunque se ha visto obligado a cerrarla hace un par de meses tras una demanda por difamación. Aunque han circulado rumores sobre cuestiones ‘morales’ que no han trascendido. Pero si unos desaparecen, surgen estrellas rutilantes en esta galaxia carca, como Nick Fuentes, un joven youtuber de 25 años que defiende en su programa America First la primacía del nacional cristianismo, el supremacismo (por supuesto) blanco y los postulados antisemitas.

Su seguidores se podrían confundir sin ningún problema con aquellos miles de cabreados individuos que acompañaron a un tipo con pieles y cuernos de búfalo a asaltar el Capitolio y a poner los pies encima de la mesa del despacho de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, demócrata católica y excomulgada por el arzobispo de San Francisco por haber comulgado siendo defensora del aborto, y que, sin embargo, unas semanas después recibió la comunión en una misa celebrada en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, y presidida por el papa Francisco. Sin que nadie se lo prohibiese.

Y si ya se sabe lo que se piensa en esta galaxia del Papa, Francisco también tuvo palabras para ellos tras su estancia en Lisboa, en agosto del año pasado, para su encuentro mundial con los jóvenes: “En Estados Unidos la situación no es fácil: hay una actitud reaccionaria muy fuerte. Está organizada y moldea la pertenencia de la gente, incluso emocionalmente”, le confesó a un grupo de jesuitas –como él– con los que se reunión. “La ideología reemplaza a la fe”, sentenció.

La pregunta formulada por Stalin en la década de los treinta del siglo pasado, cuando Alemania comenzaba a rearmarse, forma ya parte del manual del líder inepto: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, lanzó jactancioso al aire el dictador, que fallecería antes de poder ver derribadas las estatuas de los jerarcas soviéticos que intentaron extirpar la religión del alma rusa.

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