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El presidente enfermo al que usted votaría existe (pero no es Joe Biden)
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Carlos Prieto

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El presidente enfermo al que usted votaría existe (pero no es Joe Biden)

Breve historia clínica de los presidentes de EEUU. Por qué algunos aguantaron el tirón y otros (Biden) lo tienen crudo para seguir

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, callejón sin salida. (Reuters)
El presidente de EEUU, Joe Biden, callejón sin salida. (Reuters)

Dentro de la espesura que rodea al estado mental de Biden, un artículo de Axios ha puesto algo de claridad, con fuentes del equipo del presidente asegurando que sus mayores patinazos se producen por la tarde/noche o cuando viaja al extranjero.

En efecto, desde hace un tiempo, la Casa Blanca habría volcado la agenda de Biden hacia los actos mañaneros, cuando el presidente/candidato aún no está cansado. Lo que no han podido evitar son las giras internacionales, donde entre el jet lag, la fatiga típica de los viajes y los cambios de rutina, un confuso Biden ha protagonizado varios memes virales con sus homólogos internacionales.

“La hora del día es importante para determinar cuál de los dos Biden aparecerá en escena. De 10 a. m. a 4 p. m., Biden está siempre enchufado. Muchos de sus eventos públicos frente a las cámaras se llevan a cabo dentro de esas horas. Fuera de ese rango de tiempo o mientras viaja al extranjero, es más probable que Biden cometa errores verbales y se fatigue”, según el artículo.

El debate electoral en la CNN fue por la tarde/noche, la hora bruja de Biden.

Foto: Seguidores de Trump en Atlanta, Georgia, la semana pasada. (Getty/Octavio Jones) Opinión
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El pasado martes, Biden achacó su errática performance televisiva a su largo viaje por el mundo... dos semanas antes de verse con Trump. “No es una escusa, es una explicación”, aseguró.

El mismo día, fuentes oficiales dijeron al New York Times que los lapsus de Biden eran cada vez “más frecuentes, intensos y preocupantes”.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, en la Casa Blanca este lunes. (Getty/Andrew Harnik)

Biden no es la única persona mayor que tiene problemas de claridad según avanza el día, pero sí es el único que es presidente del mundo libre. ¿Ser líder mundial de 10 de la mañana a 4 de la tarde es una opción? Sí si te llamas Franklin Delano Roosevelt y has hecho morder el polvo a Adolf Hitler. Pero quizá no si te llamas Joe Biden, por mucho que tumbaras a Donald Trump una vez.

Mister New Deal

Roosevelt nunca tuvo buena salud. Mucho antes de ser presidente, le diagnosticaron poliomielitis. Con sus piernas paralizadas de forma casi permanente, nadie pensaba que su carrera política pudiera ir más lejos (había sido senador y subsecretario de marina con el presidente Woodrow Wilson), pero acabó al mando de todo. Mister New Deal. Pese a su capacidad para surfear su precaria salud, sus últimos meses presidenciales fueron tormentosos. A finales de 1944, con el triunfo en la II Guerra Mundial al alcance de la mano, Roosevelt volvió a ganar las elecciones por cuarta vez. Al poco de tomar posesión, Roosevelt llegó a la cumbre de Yalta a negociar la paz/el nuevo ordenamiento global con Stalin y Churchill. Estaba muy deteriorado. Dos meses después, en abril de 1945, murió. El cuarto mandato presidencial de Roosevelt solo duró tres meses...

Medio año antes de las últimas elecciones que ganó, un examen médico dictaminó que el presidente tenía una inquietante variedad de dolencias: insuficiencia cardiaca, arteriosclerosis y bronquitis aguda. Tampoco tenía el mejor aspecto. Pero con el mundo en vilo por la guerra, nada ni nadie iba a detener la última conquista de la Casa Blanca de Delano Roosevelt.

placeholder Roosevelt en silla de ruedas. (Dominio público)
Roosevelt en silla de ruedas. (Dominio público)

Lo cuenta Robert Dallek en la última gran biografía sobre el presidente estadounidense: “Roosevelt acaparó los titulares el 11 de julio [1944] al anunciar que aceptaría la nominación presidencial de su partido si se la ofrecieran. El día anterior, el doctor Frank Leahy, uno de los médicos que le examinaba habitualmente, escribió un memorando secreto sobre su peligroso estado de salud: “Si el señor Roosevelt fuera elegido presidente nuevamente, no creo que tuviera la capacidad física para completar otro mandato”... Ajenos a la terrible condición del presidente, el 90% de los demócratas decían estar a favor de su nominación, y el 71% de los votantes esperaban que ganara un cuarto mandato”.

Entre las recomendaciones que le dieron al presidente esos días, según Dallek, estaba "reducir su jornada laboral a la mitad" si quería sobrellevar una nueva presidencia.

En una carta al presidente del Partido Demócrata, Roosevelt admitió estar un poco harto de su salud (“Todo lo que hay dentro de mí clama por retirarme a mi casa en el río Hudson”) pero el estado del mundo, según su biógrafo, primó más. “Lo que aún estaba en juego en la guerra, y el establecimiento de la paz, era asuntos demasiados grandes para que pudiera eludirlos”.

Foto: Momento del debate entre Biden y Trump (Will Lanzoni / Zuma Press)

Tras ser nominado por su partido, Roosevelt anunció una campaña laxa, la guerra le llevaba a reducir sus actos electorales al mínimo, aunque su biógrafo cree que hubo control de daños: “Sus prioridades bélicas eran reales, pero esta táctica le sirvió para evitar los rigores de una extenuante campaña costa a costa”.

Durante la campaña, los republicanos pusieron el foco en la precariedad física del presidente. En su discurso de aceptación de la candidatura republicana, Thomas E. Dewey habló de “una hipotética incapacidad de Roosevelt" y de su "pérdida de peso y energía", y describió al presidente como un “viejo cansado””, cuenta la biografía.

Los chismorreos sobre la salud del presidente, instigados por el campo republicano, eran la comidilla en Washington, según Dallek: “Había en marcha una campaña de murmullos nada discreta... Se rumoreaba que Roosevelt había sufrido una parálisis y un colapso mental, que tenía un cáncer de próstata y que su corazón se había apagado".

El presidente calificó la campaña republicana de "la más sucia de todos los tiempos".

Cuando un periodista le preguntó si conocía “los siniestros informes" que circulaban sobre su salud”, Roosevelt le respondió cortante: “No me hagas hablar; podría decir cosas que lamentaría”. Y añadió: “Mi estado de salud es bastante bueno”. En privado, no obstante, el presidente se quejaba de estar "exhausto" y pedía reducir aún más sus actos electorales.

"Estoy asustada por el estado de salud de Biden. Parece estar desvaneciéndose lentamente"

Margaret Suckley, amiga, colaboradora y confidente del presidente, se preguntó esos días si podría “sobrevivir cuatro años más": "Estoy realmente asustada por su estado. Parece estar desvaneciéndose lentamente”.

Durante un viaje a Hawái para reunirse con los comandantes de la flota del Pacífico, el presidente sufrió una angina de pecho de la que la opinión pública no supo nada.

¿Se puso la prensa de perfil? Digamos que el pueblo estadounidense recibió una versión amable del estado de salud del héroe de la depresión y de la guerra. ¿Estábamos ante un ocultamiento típico de las altas instancias? Por supuesto, pero también eran otros tiempos, unos en los que conceptos como “interés público” o "privacidad" eran mucho más estrechos del vale casi todo que rige ahora.

En realidad, hay dos modos de ver las enfermedades de Roosevelt.

Foto: Joe Biden, en un acto de campaña en Carolina del Norte, el primero después del debate. (Reuters/Elizabeth Frantz)

Algunos académicos sostienen que su lucha contra la polio, de la que hizo bandera, le convirtió en un político más cercano y empático, perdiendo parte de la arrogancia intelectual por el camino. Más controvertida fue la gestión de su deterioro acelerado en su último año. "En las décadas posteriores a su muerte, surgió una narrativa sobre el alcance de los engaños de Roosevelt para ocultar su condición al pueblo estadounidense. Es cierto que hizo todo lo posible por parecer lo más sano posible, y sólo apareció en público mediante maniobras cuidadosamente orquestadas que lo mostraban "caminando" distancias cortas. Se disuadió a la prensa de centrarse en los momentos más vulnerables del presidente", según el periodista Tim Ott.

Casualidad o no, pocos años después de la muerte de Roosevelt, en 1951, EEUU cambió la ley para que sus (generalmente talluditos) presidentes no pudieran acumular más de dos mandatos.

Los desahogados

"Iba a convertirse en el presidente de más edad en ser reelegido. Algunos votantes empezaban a imaginarse a su abuelo -que nunca lograba encontrar sus gafas de leer- con la responsabilidad de un complejo arsenal nuclear, y eso les ponía nerviosos… Y lo que es peor, [el presidente] parecía estar dándoles razones legítimas para preocuparse. Se me hundía el alma al verle luchar para dar respuestas, perdido en sus notas, sin saber qué decir. Parecía cansado y desconcertado". ¿Joe Biden? No. Lo escribió el hijo menor de Ronald Reagan sobre el segundo mandato de su padre en un libro publicado en 2011, que sostenía que acabó su presidencia con principio de alzheimer, aunque no fuera diagnosticado hasta años después.

"Algunos votantes empezaban a imaginarse a su abuelo con la responsabilidad de un complejo arsenal nuclear, y eso les ponía nerviosos"

"No he encontrado pruebas de que mi padre (ni nadie más) estuviera al tanto de su condición médica mientras era presidente. Si le hubieran diagnosticado la enfermedad en 1987, ¿habría renunciado a su cargo? Creo que sí", escribió Reagan Junior.

Aunque el declive cognitivo de Reagan sigue siendo motivo de especulación, con sus asesores en la Casa Blanca negando la mayor, su avanzada edad fue una preocupación constante en sus últimos años, con Reagan capeando sus patinazos mentales con sus clásicos chascarrillos costumbristas para neutralizar cuestiones conflictivas. Si a Reagan se le fue la pelota en algún momento, nadie se enteró. O quizá sí los rusos...

Lo dijo Reagan en agosto de 1984: “Compatriotas, me complace anunciarles que hoy firmé la ley que proscribirá a Rusia para siempre. Comenzaremos el bombardeo en cinco minutos”. Fue en un discurso televisado… que pensaba no se estaba emitiendo. ¡Era solo una broma del viejo Ronald!, pero los rusos se pusieron nerviosos. Yuri Zhukov, analista del Pravda, escribió: “Al presidente de EEUU se le ha escapado lo que está constantemente en su cabeza”. Reagan zanjó el equívoco con risitas y encogimiento de hombros. ¿Dónde acaba la guasa y dónde empieza el deterioro cognitivo cuando uno se mueve en este nivel de desahogo?

Durante la presidencia de Donald Trump, sus enemigos progresistas -presos de la impotencia- le acusaron mil veces de estar loco. Ya sabemos que no era cierto. ¿Consecuencia? Si a Trump empezara a írsele la olla de verdad en un hipotético segundo mandato, no caeríamos en la cuenta tras haber sido advertidos mil veces antes en falso En todo caso: dado su nivel de provocación y desbarrada, ¿habría mucha diferencia entre el Trump sano y el Trump cucú?

Biden se resiste

Tras su traumático cara a cara televisivo con Trump, el New York Times pidió la renuncia de Biden porque EEUU no podía permitirse un candidato incapaz de acabar las frases. Dado el largo historial de gazapos de Biden, el editorial sonó un poco al “¡qué escándalo!, ¡en este bar se apuesta!”. Aparatosa caída del guindo. No es que la prensa progresista no informara antes sobre el deterioro de Biden, porque sí lo hizo, pero nunca se dudó en serio sobre la idoneidad de su candidatura. Ahora vienen los lloros, las lamentaciones y los rezos para que Biden entre en razón.

Foto: Joe Biden, en una visita a Francia para celebrar el aniversario de la Batalla del Desembarco de Normandía. (Reuters/Sarah Mayssonnier)

Con la pelota en el tejado de Biden, las primeras señales mostraron que estaba más cerca de atrincherarse que de echarse a un lado. Según informó el New York Times, el clan Biden se reunió en Camp David para un gabinete de crisis. Lejos de recular, se jalearon los unos a los otros, no solo para que siguiera al mando, sino para que su familia se implicara aún más en su maquinaria política.

Es decir, a la sospecha de que la Casa Blanca no ha contado toda la verdad sobre el estado de salud del presidente, se le suma ahora un clan familiar echado al monte. O el peligro de que la campaña de Biden degenere en una trumpetizacion mayor de la que dice querer combatir.

El malestar en el Partido Demócrata con la gestión del estado de salud de Biden es creciente. Ahora mismo nadie puede asegurar que siga al frente la semana que viene. Biden no es Roosevelt.

placeholder Trump y Biden, peleados por el gol. (Reuters)
Trump y Biden, peleados por el gol. (Reuters)

Epílogo funesto

Como el periodista Enric González está de vuelta y media, de vez en cuando da en el centro de la diana. En una columna reciente en El Diario, hablaba sobre la catástrofe de su generación, los boomers, que, tras décadas de superioridad intelectual, estaban legando a sus hijos un mundo mucho peor del que se habían encontrado.

Al tiempo que González publicaba estás palabras, durante el debate televisivo, Trump y Biden se enzarzaban en una discusión sobre cuál de los dos jugaba mejor al golf. Grotesco duelo adolescente de próstatas y testosterona. Como si fuera eso lo que más les importara del mundo. Dos abuelos sacándose la chorrita delante de decenas de millones de espectadores. ¿A eso ha quedado reducida la campaña electoral más importante del siglo XXI? Si esto no es la decadencia final del orden liberal, se le parece bastante.

Dentro de la espesura que rodea al estado mental de Biden, un artículo de Axios ha puesto algo de claridad, con fuentes del equipo del presidente asegurando que sus mayores patinazos se producen por la tarde/noche o cuando viaja al extranjero.

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