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Putin creó, sin querer, el lago de la OTAN. Y allí se puede ahogar su ambición imperial
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récord de socios en la Alianza Atlántica

Putin creó, sin querer, el lago de la OTAN. Y allí se puede ahogar su ambición imperial

El 'lago de la OTAN' es una de las consecuencias más irónicas de la invasión de Ucrania: Rusia ha conseguido que Suecia y Finlandia, tradicionalmente neutrales, hayan ingresado en la alianza militar euroatlántica

Foto: El presidente finlandés saluda a tropas suecas. (EFE/Adam Ihse)
El presidente finlandés saluda a tropas suecas. (EFE/Adam Ihse)

Todo está preparado para que, la próxima semana (9-11 de julio), se celebre en Washington la cumbre anual de la OTAN. Una vez más, será histórica. Si en Vilnus 2023, la Alianza recibió en sus filas a Finlandia; este año, los aliados darán la bienvenida a Suecia. El país nórdico se convirtió en el aliado número 32 el pasado 11 de marzo. Además, la fecha es simbólica, pues se cumplen 75 años de la firma —precisamente en la capital estadounidense— del tratado del Atlántico Norte. Lo hará con récord de socios en una de las consecuencias más irónicas de la invasión a gran escala de Ucrania: Rusia ha conseguido que los dos países nórdicos, tradicionalmente neutrales, se hayan integrado de pleno en la alianza militar euroatlántica.

Y no hay nada que explique mejor este revés para el Kremlin que el llamado "lago de la OTAN".

En teoría, unos de los objetivos primordiales de Vladímir Putin —o la excusa diplomática para comenzar las hostilidades— era convertir a Ucrania en una suerte de 'estado colchón' que alejara a la OTAN de las fronteras rusas. Así que la entrada de Suecia y Finlandia a la Alianza solo puede considerarse un desastre geopolítico para el Kremlin.

Hasta el inicio de la guerra de Ucrania en febrero de 2022, Rusia compartía un total de 967 kilómetros de frontera común con países cuatro aliados (Polonia, Lituania, Letonia y Estonia). La entrada de Finlandia sumó de golpe 1.340 kilómetros adicionales. Esto es un 140% más. Pero las consecuencias militares van más allá.

Con Suecia y Finlandia en la OTAN, todos los países ribereños del mar Báltico, menos Rusia, son ahora miembros de la OTAN. El Báltico siempre ha supuesto un desafío estratégico para Rusia. El puerto de San Petersburgo está encajonado en el Golfo de Finlandia, en el extremo oriental. Y el cuartel general de su flota en la zona está en el enclave de Kaliningrado, sin conexión directa por tierra con Rusia ni Bielorrusia. Además, las estrechas salidas del Báltico al océano Atlántico están controladas por Dinamarca. A ojos rusos, el Báltico es ahora un "lago" bajo dominio de la Alianza.

Para Suecia, su entrada en la OTAN supone una garantía de seguridad para tiempos de incertidumbre. A pesar de su tradicional neutralidad, el país escandinavo —una democracia con economía de mercado y miembro de la Unión Europea desde 1995— siempre mantuvo una relación especial con la Alianza. Para la OTAN, supone agregar a un socio que en los últimos cuatro años ha duplicado su presupuesto de defensa hasta el 2,16% del PIB, por encima del umbral comprometido, y que planea seguir incrementándolo al menos hasta 2030 (hasta un 2,6%, según un reciente informe parlamentario).

Pero con cada nuevo aliado que se suma al paraguas del Artículo 5 ("un ataque contra uno es un ataque contra todos"), también crecen los desafíos para la defensa colectiva occidental. Puede que, sobre el papel, la suma del poderío económico y militar de los miembros de la OTAN supere con creces a Rusia. Pero los países nórdicos y bálticos tienen un primer flaco débil por su modesta base demográfica, con ejércitos de pequeño tamaño. Finlandia cuenta con unos 22.000 efectivos, mientras que Suecia tiene unos 15.000. España, por ejemplo, tiene 140.000 (125.000 en servicio y 14.000 en la reserva).

En el caso de los dos países nórdicos, este reto es aún mayor por combinar una población escasa con territorios muy extensos y de orografía compleja. Suecia es un país con una extensión que supone, aproximadamente, el 90% de la española, pero con cuatro veces menos habitantes (unos 10 millones). Una de sus históricas preocupaciones ha sido la protección de los numerosos archipiélagos, con miles de islas deshabitadas, desperdigados por sus costas. Y aunque no tiene frontera terrestre con Rusia, su dominio geográfico del Báltico lo pone en primera línea de cualquier eventual conflicto con Moscú.

Durante la vieja Guerra Fría, las aguas suecas fueron repetidamente visitadas por los submarinos soviéticos, con casos notables como el del submarino soviético S-363. Identificado por la OTAN como clase Whiskey, el sumergible terminó encallado en octubre de 1981 cerca de una base naval sueca en Karslkrona, en un incidente popularmente conocido (con toda la sorna) como whiskey on the rocks.

Putin tiene los ojos puestos en Gotland”, aseguró recientemente el general jefe de las Fuerzas Armadas suecas declaró a un medio alemán sobre la principal isla sueca en las aguas bálticas. Se trata de un territorio que en la Guerra Fría llegó a contar con una brigada mecanizada como guarnición, mientras que la fuerza aérea realizaba despliegues en el aeropuerto principal de la isla (e incluso practicaba aterrizajes en dos tramos de la autopista en caso de que las pistas del aeródromo fueran destruidas).

Pero los dividendos de la paz llevaron a un profundo hachazo presupuestario a las fuerzas armadas suecas. Solo tras la invasión rusa de Ucrania en 2014, las autoridades suecas decidieron reforzar la defensa de la isla con un batallón mecanizado y rotar diferentes unidades de la Suecia continental por la isla para aprovechar el campo de maniobras. Tras la entrada de Suecia en la OTAN, una delegación militar de la organización visitó la isla para mejorar su defensa.

La potencial amenaza a la soberanía de esas islas es la razón por la que Suecia cuenta con una infantería de marina, el Cuerpo Anfibio, no pensada como fuerza expedicionaria para operaciones en lugares remotos, sino para lanzar contraataques que permitan recuperar su propio territorio. De ahí que, este año, las infanterías de marina de Reino Unido y Países Bajos estuvieran realizando ejercicios conjuntos en las islas cercanas a Estocolmo con sus homólogos suecos durante los ejercicios Baltops 24 de la OTAN.

Estas maniobras supusieron, además, una novedad para España. Por primera vez una unidad militar sueca se integró con las fuerzas armadas españolas. Un helicóptero AW109LUHS, del 3º Escuadrón de la fuerza aérea sueca, se desplegó en el L61 Juan Carlos I de la Armada como su unidad aérea embarcada. Se trata de un helicóptero ligero, adaptable a diferentes misiones gracias a los equipos reemplazables que puede instalar. Por ejemplo, para misiones antisubmarinas puede llevar un sonar calable, aunque carece de capacidad para lanzar armamento como torpedos. Comparado con los helicópteros MH-60R Seahawk, que España encargó en 2023, se trata de un aparato bastante limitado. Una de varias carencias que no se escapan a los responsables de la defensa nacional sueca.

La contralmirante Ewa Skoog Haslum, jefa de Estado Mayor de la armada sueca, ha declarado que se necesita doblar el número de buques de la fuerza, que ahora mismo cuenta con dos corbetas clase Götborg y cinco corbetas clase Visby. Se trata en ambos casos de buques ligeros de unos pocos de cientos de toneladas de desplazamiento y que carecen de misiles antiaéreos. Es decir, comparten la denominación, pero están lejos de las capacidades de las corbetas construidas por Navantia en España para Arabia Saudita.

Los primeros buques de combate suecos que sí se podrán equiparar a los que encontramos en la armada de la OTAN serán las corbetas de nueva generación clase Luleå. En mayo, la armada de Suecia firmó un contrato de asesoría con la empresa británica Babcock para el diseño de los nuevos buques, que se espera entren en servicio en 2030. Aunque todavía no se han definido completamente sus características, todo apunta a que por desplazamiento y capacidades podrán considerarse fragatas, destacándose que tendrán una buena capacidad de defensa antiaérea.

Los submarinos también están en el proceso de modernización. Las tres unidades de la clase Gotland, recientemente actualizadas, serán reforzadas con la llegada de dos nuevos submarinos de la clase Blekinge en 2028 y 2029. El astillero sueco Saab Kockums diseñó tres variantes, la mayor de ellas con capacidad de disparar misiles de crucero Tomahawk. La opción elegida por la armada sueca carece de esa posibilidad, pero ahora se debate la conveniencia de integrar misiles de ataque a tierra lanzados a través de los tubos de torpedo.

La tendencia muestra que Suecia está haciendo una transición desde una armada costera con medios limitados y carácter defensivo a una más formidable, con medios más capaces que permitan no solo negar el uso del mar al adversario, sino también desplegar fuerzas para ejercer el control del espacio marítimo. Todavía queda avanzar en la interoperabilidad de los sistemas actuales y nuevos diseños con los medios aliados, incorporar las unidades suecas al sistema de defensa colectivo y rediseñar los planes de defensa de la OTAN para cubrir al socio 32. Pero la llegada del nuevo vecino del lago limita, de forma significativa, las ambiciones estratégicas de Putin en el Báltico.

Todo está preparado para que, la próxima semana (9-11 de julio), se celebre en Washington la cumbre anual de la OTAN. Una vez más, será histórica. Si en Vilnus 2023, la Alianza recibió en sus filas a Finlandia; este año, los aliados darán la bienvenida a Suecia. El país nórdico se convirtió en el aliado número 32 el pasado 11 de marzo. Además, la fecha es simbólica, pues se cumplen 75 años de la firma —precisamente en la capital estadounidense— del tratado del Atlántico Norte. Lo hará con récord de socios en una de las consecuencias más irónicas de la invasión a gran escala de Ucrania: Rusia ha conseguido que los dos países nórdicos, tradicionalmente neutrales, se hayan integrado de pleno en la alianza militar euroatlántica.

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