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'Faetón' Starmer en Downing Street: un hombre "aburrido" para gobernar una potencia en crisis
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PERFIL | El 'señor Darcy' laborista

'Faetón' Starmer en Downing Street: un hombre "aburrido" para gobernar una potencia en crisis

Sería el primer laborista en mudarse a Downing Street desde 2010. Un abogado experto en derechos humanos, con título de 'Sir', pero que sigue siendo el gran desconocido

Foto: Keir Starmer en una visita a la playa de Falmouth. (Getty/Hugh R Hastings)
Keir Starmer en una visita a la playa de Falmouth. (Getty/Hugh R Hastings)

Los laboristas van camino de obtener la mayoría más amplia de la historia moderna de cualquier partido, en medio de la evidencia de que los votantes rechazan la petición de Rishi Sunak de no conceder a Sir Keir Starmer una victoria aplastante.

La encuesta a pie de urna de la BBC, ITV y Sky que tradicionalmente ha sido bastante acertada, indica que los conservadores se reducirán a 131 diputados, una de sus mayores derrotas históricas de Reino Unido. Se espera que los laboristas obtengan 410 escaños, lo que daría a Starmer una aplastante mayoría, superando la victoria de Tony Blair en 1997 y convirtiéndole en el líder con más éxito electoral. De confirmarse, sería también la mayor mayoría de un partido desde 1832.

Cuando presentan a Keir Starmer, 61 años, como un tipo "aburrido y rígido", este sonríe y da las gracias. No hay mejor cumplido que le puedan echar hoy a uno en Westminster. En el periodo apocalíptico de Reino Unido pos-Brexit, pos-Boris Johnson, pos-caos, los británicos —cansados de tanto show— anhelan quizá aburrimiento y seriedad. Y esto es lo que representa ahora el primer líder laborista que logra mudarse a Downing Street desde 2010, tras los resultados cosechados en las elecciones anticipadas británicas de este 4 de julio. La seriedad de un abogado experto en derechos humanos, con perfecta raya al lado y título de sir por su buen hacer durante sus años como fiscal general del Estado.

Foto: El primer ministro británico, Rishi Sunak, en un acto de campaña, en mayo de 2024. (Reuters/Alastair Grant)

Durante largo tiempo, corrió el rumor de que el famoso Darcy —el novio serio y formal de la popular saga de Bridget Jones— estaba inspirado en él. La autora de las novelas Helen Fielding tuvo que salir a negarlo. Pero le pidió que se relajara un poco: "Dan ganas de decirle, vamos Keir, aflójate la corbata, desmelénate". A día de hoy, algunos votantes siguen pensando que el nuevo primer ministro —casado y con dos hijos— viene de familia adinerada del norte de Londres y el título de sir es hereditario. En realidad, tiene más antecedentes de clase obrera que cualquier otro líder laborista en una generación. El problema es que sigue siendo un gran desconocido.

Sus padres —un fabricante de herramientas y una enfermera— eligieron su nombre en honor al fundador del Partido Laborista (Keir Hardie). Pero en un Reino Unido donde el conservadurismo ha dominado la historia de Westminster, Starmer —segundo de cuatro hermanos criado en un pequeño pueblo de Surrey donde a menudo les cortaban la luz por no poder pagar las facturas— defiende que los británicos no deben temer un retroceso hacia el socialismo radical.

En 1997 —cuando se vivió otra histórica victoria laborista tras dieciocho años en la oposición— Tony Blair intentó disipar temores similares declarando: "Hemos sido elegidos como Nuevo Laborismo y gobernaremos como Nuevo Laborismo". Y ahora sir Keir se hace eco exactamente de las palabras de su mentor: "Hemos hecho campaña como un Partido Laborista renovado y gobernaremos como un Partido Laborista renovado".

La primera misión para el primer ministro es ganarse la confianza del electorado porque "en Reino Unido las oposiciones no ganan las elecciones generales, sino que son los gobiernos las que las pierden", recalca Tony Travers, experto en política de la London School of Economics. Porque no es que los laboristas generen entusiasmo. El electorado simplemente quería acabar con catorce años de era conservadora tory, por lo que Starmer tiene que demostrar que merece estar en el poder. Lo demuestre o no, la realidad es que los laboristas van camino de obtener la mayoría más amplia de la historia moderna de cualquier partido, según los últimos sondeos.

Por otra parte, se espera que los laboristas obtengan 431 escaños, lo que daría a Starmer una aplastante mayoría de 212. Con estos datos superaría la victoria de Tony Blair en 1997 y le convertirían en el líder con más éxito electoral. De confirmarse el viernes, sería también la mayor mayoría de un partido desde 1832.ç

Foto: El líder de Reform UK, Nigel Farage, en la presentación de su manifiesto (EFE)

"De momento, ha sido implacable a la hora de distanciarse de Jeremy Corbyn", explica Travers. Desde que Starmer tomó las riendas en 2020, la formación nada tiene que ver con el anticapitalismo, antisemitismo y la fascinación por los regímenes iliberales que caracterizaban al llamado "Pablo Iglesias británico" con el que el laborismo cosechó en los comicios de 2019 el peor resultado desde 1935.

"Jeremy Corbyn ha sido expulsado, eso nunca antes había sucedido en la historia del Partido Laborista, un exlíder expulsado por el actual líder", recalca Starmer cuando le intentan acorralar recordándole su participación en el 'Gabinete en la Sombra' de su predecesor, ejerciendo como portavoz del Brexit. Palabra, por cierto, que se ha cuidado mucho de no pronunciar en esta campaña.

No era el momento de presumir de ideología pro Unión Europea, ya que había que recuperar los distritos del Muro Rojo del norte de Inglaterra, que abandonaron al laborismo en 2019 por un Boris Johnson que prometía ejecutar el divorcio con el club comunitario.

El Superboy

Sin embargo, los analistas coinciden al recalcar que el nuevo gobierno laborista buscará ahora acercar posturas con la UE. La nueva ministra del Tesoro, Rachel Reeves, quien se ha ganado la confianza de la City, ya ha dejado claro que quiere mejorar la relación comercial con el bloque. Y todo apunta a que podrían estar abiertos a negociar un plan de movilidad juvenil (el antiguo Erasmus). Eso sí, nada de volver a unirse al mercado único o la unión aduanera.

Starmer siempre ha querido ganar. En todo en la vida. Sus hermanos —que pasaban la pelota en casa por el marco de la ventana sin cristal porque era muy caro repararlo— le llamaban Superboy porque "siempre quiso ser el mejor en todo". A sus 61 años, todavía organiza partidos de fútbol los fines de semana y sus amigos coinciden en que “detesta absolutamente perder”.

Foto: Keir Starmer. (EFE)

Los individuos con una infancia difícil, desafiante, que involucra la muerte, enfermedad o ausencia de uno o ambos padres suelen ser luego líderes súper motivados. Este fenómeno tiene un nombre: complejo de Faetón, estudiado, precisamente, con políticos británicos. Y la feroz competitividad es un rasgo característico.

Su padre, Rodney, era un hombre complicado y cero emocional. Cuando Keir pronunció el panegírico fúnebre en su entierro y le llamó "idiota difícil", hubo asentimientos y risas cómplices por parte de la congregación. Su madre, Josephine, enfermó muy pronto de una artritis inflamatoria rara y dolorosa que la terminó dejando sin habla y con una pierna amputada.

Su hermana Katy cuenta que tuvo que asumir muchas responsabilidades desde muy joven: "Ha tenido que ser un adulto toda su vida y siempre ha sido reacio a abrirse con sus sentimientos". Fue el único de los cuatro hermanos en ir a un grammar school (colegio público de excelencia, para los alumnos con mejores notas) y el primero de su familia en ir a la universidad.

Bajo cierta presión de sus padres para estudiar una "profesión adecuada", decidió hacer derecho en Leeds, aunque nunca había conocido a un abogado ni había entendido realmente lo que hacían. Al encontrarse rodeado de compañeros de primer año que ya hablaban sobre a qué despacho pretendían unirse, venció sus sentimientos iniciales de inferioridad a través del trabajo duro.

En las sórdidas viviendas estudiantiles que compartía con amigos, se encargaba de organizarlo todo y patrullaba la casa por la noche tratando de reducir el gasto de electricidad. Aunque la noche anterior hubiera habido mucha fiesta, un compañero de piso recuerda que "siempre se levantaba a las seis de la mañana del día siguiente y seguía con sus estudios".

Los años posteriores en Oxford (donde se especializó en Derecho Civil) se involucró en una revista llamada Socialist Alternatives, que propagaba una oscura rama del trotskismo llamada pablismo entre una pequeña audiencia de lectores. Fue la etapa más izquierdista de su vida.

"Incluso cuando era un abogado radical, era uno de los convencionales"

Su gran productividad y capacidad para sumergirse en los detalles llegaban hasta tal punto, que siendo ya un joven abogado, no se dio cuenta de que un ladrón se escapaba con el televisor. Antes de meterse en política, cumplidos los cincuenta —su primer escaño lo ganó en 2015— cofundó el despacho Doughty Street y, como relata otro abogado y político laborista, Charlie Falconer, "incluso cuando era un abogado radical, era uno de los convencionales". "Nunca se desviaba mucho de los límites", aclara.

Entre otros, trabajó sin cobrar un penique para dos activistas climáticos sin recursos demandados por McDonald's por repartir folletos fuera de sus restaurantes, lo que se convirtió en el famoso caso McLibel. "No sabía que me estaba embarcando en un ejercicio de 10 años con ellos. Pensé que era escalofriante para la libertad de expresión. Pero ayudar a estos dos individuos contra una corporación gigante en esta batalla entre David y Goliat fue una experiencia increíble. Muy importante", afirmó en su momento.

Sus posteriores años como fiscal general del estado se plasmaron luego en sus intervenciones en Westminster. Se convirtió líder laborista en 2020, en plena pandemia, y cada semana, durante la sesión de control al Gobierno, llevaba a cabo un elegante interrogatorio cuasi forense dejando completamente descolocado a Boris Johnson, entonces primer ministro, para quien los detalles siempre fueron su talón de Aquiles.

Uno y otro no podían ser más distintos. Tanto en el fondo como en la forma. Pero ambos comparten una obsesión por proteger al máximo la privacidad de los suyos. Starmer ni siquiera pronuncia el nombre de sus hijos, de 13 y 15 años. Cuando se refiere a ellos dice solo my boy y my girl. Esto, defiende, da a los jóvenes la libertad de pasear por el barrio, salir con amigos y hacer "todo tipo de cosas que hacen los adolescentes sin llamar la atención".

placeholder Keir Starmer, el 2 de julio de 2024. (Reuters/Claudia Greco)
Keir Starmer, el 2 de julio de 2024. (Reuters/Claudia Greco)

Respecto a su mujer, Victoria, abogada como él, apenas le acompaña en los actos de campaña. Tal y como ya hizo Miriam González, mujer del Liberal Demócrata Nick Clegg —viceprimer ministro en el Gobierno de coalición 2010-15— se niega a ser una cheerleader, por lo que no da entrevistas ni posa para sesiones de fotos. Pese a que sus padres son judíos (su madre, judía conversa), ella no lo es.

Una de las grandes críticas que le realizan a Starmer es que no se sabe bien lo que realmente piensa. El propio Tom Baldwin, autor de la exhaustiva biografía (no autorizada como tal, pero sí con acceso a fuentes directas, entre ellas el propio político), asegura que es "un objetivo en movimiento particularmente difícil de precisar". En definitiva, al menos de momento, no hay definición de Starmerismo.

Hasta ahora, el único hilo conductor ha sido un deseo confeso de llevar al partido al poder. Como candidato en las primarias laboristas, cortejó al ala dura ("Defender los derechos de los inmigrantes"; "No más guerras ilegales"). Pero una vez en el cargo, cambió su enfoque para apuntar a los votantes indecisos en las provincias. Un funcionario laborista utiliza otra analogía legal: la de un abogado que se ocupa de informes para diferentes clientes y diferentes jurados. Mientras sus defensores argumentan que esta flexibilidad es una virtud, los críticos le acusan de ser un veleta. Por su parte, Baldwin, su biógrafo, concluye: "No se trata del color de la máquina, ni de lo inspiradora que sea, ni de si es moderna o antigua, sino de si funciona". De momento, ha conseguido su objetivo: llegar hasta Downing Street. El reto ahora es mantenerse en el poder.

Los laboristas van camino de obtener la mayoría más amplia de la historia moderna de cualquier partido, en medio de la evidencia de que los votantes rechazan la petición de Rishi Sunak de no conceder a Sir Keir Starmer una victoria aplastante.

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