Es noticia
La cumbre de la OTAN, desde el hospital infantil bombardeado en Kiev
  1. Mundo
Casi 40 muertos y una sociedad dividida

La cumbre de la OTAN, desde el hospital infantil bombardeado en Kiev

Rusia bombardea un hospital infantil un día antes de la cumbre de la OTAN, pero con lo que realmente se fragmenta la sociedad ucraniana es con la vida bajo los ataques a su infraestructura

Foto: El hospital infantil Okhmatdyt atacado en Kiev (EFE/Maxym Marusenko)
El hospital infantil Okhmatdyt atacado en Kiev (EFE/Maxym Marusenko)

El tiempo pasa, las estrategias rusas permanecen. Primero, la negación. Luego, señalar culpables imposibles y teorías de la conspiración. Pasar de celebrar "objetivos alcanzados" hasta que se demuestra que esos objetivos eran, en realidad, niños. Como los hermanos Maksym y Anastasia Simaniuk, de nueve y diez años, que murieron con su madre bajo los escombros. No hay propaganda ni mentira que sobreviva al impacto grabado de un misil contra el mayor hospital oncológico infantil de Ucrania.

El relato ruso se desmorona si, además, otra clínica de maternidad y un hospital de trauma son destruidos a centenares de kilómetros del frente la misma mañana de este lunes. El resultado: casi 40 muertos y 150 heridos en uno de los ataques más mortíferos contra civiles de los últimos meses. Justo el día antes de celebrarse en Washington la cumbre que conmemora los 75 años de la OTAN. Justo en el momento más delicado de la moral ucraniana.

La última encuesta del think tank Carnegie Endowment for International Peace, publicada en junio, muestra una Ucrania fragmentada. Y la edad es la principal grieta. Mientras que la mayoría de personas jubiladas creen que Ucrania va ganando la guerra, apenas uno de cada tres de entre los 18 y 25 años lo piensan. Si el 60% de los primeros considera que el país debe luchar por recuperar sus fronteras de 1991, en los jóvenes el porcentaje cae hasta el 40%. La guerra está haciendo mella en unos jóvenes más pesimistas que sus padres.

Una división acentuada por dos motivos: la polémica ley de reclutamiento aprobada en primavera y los continuos apagones que sufren todas las regiones del país. El sistema energético está al límite y muchas familias apenas tienen tres horas diarias de luz. Así es difícil estudiar, trabajar o hasta cocinar. Vivir.

Foto: La bandera ucraniana frente al emblema de la OTAN en Kiev. (Reuters)
TE PUEDE INTERESAR
La OTAN tiene que tomar decisiones: las siete claves de la cumbre del 'camaleón'
E. Andrés Pretel N. Alarcón. Bruselas

“La gente se queja constantemente de los apagones, creen que es ineficiencia del gobierno y no entienden que tenemos una central nuclear que Rusia está explotando”, explica Mykola, un vecino de Úzhgorod. En esta ciudad fronteriza con Eslovaquia y Hungría, la guerra queda lejos. A 700 kilómetros de Kiev y 1.200 del frente este, Rusia nunca ha atacado esta zona del país. Ni siquiera hay toque de queda. Lo mismo ocurre con los menores de 25, que quieren retomar las vidas que Moscú les ha robado, precisamente ellos que están exentos de agarrar el fusil y morir en la trinchera.

“Muchos no entienden que Putin quiere cansarnos, dividirnos para ganar lo que no consigue en el campo de batalla. Claro que cansa esperar cada noche para saber las horas de electricidad del día siguiente. O tener que planear hasta cuándo vas a cargar el móvil, pero ¿qué alternativa nos queda?”, se pregunta Mykola.

placeholder Una familia, en la zona del hospital oncológico destruido (F.T.)
Una familia, en la zona del hospital oncológico destruido (F.T.)

Esa respuesta sigue siendo la más común en cada rincón de Ucrania. Pero el último año, tras la fallida contraofensiva de verano y los meses sin reaprovisionamiento de munición ni apoyo estadounidense, la esperanza en el futuro ha decaído. Y los certeros ataques rusos sobre la infraestructura energética aumentan la tensión interna. 28 meses después de empezar la invasión, el Kremlin parecía avanzar en su gran objetivo, aunque el ataque de este lunes puede ser la piedra mal lanzada que cambie la dirección de la corriente.

“Por Okhmatdyt [el hospital oncológico infantil], bastardos”, escriben ya los pilotos en la munición de drones suicidas de brigadas como la 47, que lucha en el Donbás. “Los rusos atacan hospitales, niños, civiles y edificios residenciales. La respuesta solo puede ser la aniquilación completa de todo aquel que esté directa o indirectamente involucrado en la agresión a Ucrania”, amenazaban en los canales oficiales de la 24. Una brigada que en estos momentos combate en plazas complicadas del Donbás, como Chasiv Yar, el primer pueblo ucraniano tras el tristemente célebre Bajmut. La reacción recuerda a la de pasadas masacres, como la del double tap del verano de 2023 en Pokrovsk. Allí, Rusia mató a 9 personas e hirió a otras 80 cuando lanzó un segundo misil Iskander contra los rescatistas que, tras el ataque inicial, sacaban cuerpos de debajo de los escombros.

placeholder Destrucción tras un ataque ruso en Konstiantinivka, Donbás (F.T.)
Destrucción tras un ataque ruso en Konstiantinivka, Donbás (F.T.)

Un sentimiento compartido que Volodymyr Boiev, el entrenador de fútbol del pequeño Maksym, fallecido el lunes en Kiev, resumía en una frase: “Los terroristas rusos mataron a nuestro pequeño campeón. El odio no es suficiente. La venganza será eterna”.

Líneas rojas en Washington

Kiev ha respondido a las muertes de civiles destruyendo refinerías y depósitos de munición en el interior de Rusia. No hizo (todavía) lo propio con los aeródromos desde donde vuelan los cazas que disparan contra sus ciudades. Washington sigue sin dar luz verde al uso indiscriminado de misiles de largo alcance en suelo ruso. Tras más de dos años de invasión, el veto se levantó únicamente para las regiones fronterizas de Járkiv y Sumy. Berlín tampoco cede a la petición de envío de misiles Taurus que permitirían castigar a 500 kilómetros de distancia. El temor: una escalada bélica con uso de armamento nuclear.

“En la cumbre tomaremos decisiones para reforzar aún más nuestro apoyo a Ucrania”, ha dicho el secretario general de la OTAN saliente, Jens Stoltenberg, en Washington. “Y Rusia debe entender que no puede esperar a que esto ocurra. Tienen que sentarse y aceptar una solución en la que Ucrania prevalezca como nación soberana e independiente".

Foto: Ejercicios militares Quadriga de la OTAN. (DPA/Kay Nietfeld)

Tan solo esta semana, se ha dado a conocer un nuevo acuerdo de seguridad entre Reino Unido y Ucrania, en el que se incluyen proyectiles, vehículos de desminado y lanchas. Otro con Varsovia, que podrá derribar misiles rusos en el espacio aéreo ucraniano si van en dirección de Polonia. Países Bajos enviará sus lanzaderas Patriot, mientras el presidente del Parlamento ucraniano pide a España que done una batería antiaérea.

Por el momento, la ministra de Defensa, Margarita Robles, tan solo ha confirmado que 10 de los 19 Leopards 2A4 enviados al taller de reparaciones están listos para ser entregados. Bélgica, Noruega, Dinamarca y Países Bajos también prometieron varias decenas de F-16 que deberían verse este verano.

“Muchas cosas positivas sucederán cuando lleguen; los aviones crearán las condiciones para una contraofensiva”, ha defendido en una entrevista en Ukrinform un exgeneral de brigada polaco, Jaroslaw Krazewski. Un futuro movimiento que devolvería la moral a un país herido y exhausto. Un pueblo que llora a sus muertos aparcando las diferencias ante la estrategia de terror y castigo con la que Vladímir Putin puede, esta vez, haber errado.

El tiempo pasa, las estrategias rusas permanecen. Primero, la negación. Luego, señalar culpables imposibles y teorías de la conspiración. Pasar de celebrar "objetivos alcanzados" hasta que se demuestra que esos objetivos eran, en realidad, niños. Como los hermanos Maksym y Anastasia Simaniuk, de nueve y diez años, que murieron con su madre bajo los escombros. No hay propaganda ni mentira que sobreviva al impacto grabado de un misil contra el mayor hospital oncológico infantil de Ucrania.

Conflicto de Ucrania Ucrania
El redactor recomienda