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Biden necesita 'vender' el control migratorio al votante de EEUU. México le está haciendo el trabajo sucio
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Biden necesita 'vender' el control migratorio al votante de EEUU. México le está haciendo el trabajo sucio

Estancados en el último peaje de la frontera mexicana, cientos de miles de migrantes vuelven a disparar su último cartucho para que esta vez el cuento tenga un final feliz

Foto: Espinosa Pardavé, migrante peruano que fue retornado junto a su familia en el albergue Ampartido de Villahermosa. (H.E.)
Espinosa Pardavé, migrante peruano que fue retornado junto a su familia en el albergue Ampartido de Villahermosa. (H.E.)

"Nunca había imaginado que la maldad estaba tan enraizada aquí en México”, murmura, hablando casi en susurros, Jaime, un migrante ecuatoriano que supera el medio siglo de vida. Su rostro muestra las tinieblas del camino. Una gran herida recorre su nariz, colándose bajo sus gafas. Son las secuelas de un encontronazo con uno de los cárteles de México. Jaime fue secuestrado, encadenado y su cuerpo enjuto golpeado, durante horas, con una caña de bambú, o eso cree, porque tenía los ojos vendados. Fue liberado cuando su hermano en Quito transfirió los 1.000 dólares que exigían los criminales. Él tuvo suerte. Puede contarlo. Sabe que otros no.

Era la segunda vez que Jaime intentaba ir al norte. Había tomado un camino más arriesgado porque, en su primera travesía, unos días antes, había sido interceptado, en el Estado de Veracruz, por oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) y después devuelto por esos agentes, en autobús, al sur, a la localidad de Villahermosa, capital del Estado de Tabasco. Intentar evitar a las autoridades mexicanas lo condujo después a las manos del cártel.

El suyo no es un caso aislado. Miles de personas, según analistas y defensores de Derechos Humanos, están siendo detenidas por las autoridades mexicanas en los estados del centro y del norte de México y son después devueltas en autobús al sur del país, con el objetivo de que acaben desistiendo de su viaje en el contexto de las fuertes presiones que Estados Unidos está ejerciendo para evitar la llegada masiva de migrantes.

“Nos interceptaron a un grupo que íbamos caminando y nos dijeron que nos iban a ayudar, pero nos llevaron presos y nos metieron después en un autobús diciéndonos que nos iban a llevar varios estados más abajo”, rememora Jaime, en un día de abrasador calor tabasqueño, sentado en una sillita del albergue Amparito de Villahermosa. Ese refugio está saturado desde hace meses, cuando comenzaron a llegar los transportes con migrantes detenidos en los estados situados más al norte.

placeholder Refugio.
Refugio.

“Es una especie de juego maquiavélico que hace el INM para cansar a los migrantes. Son personas que anímicamente y físicamente vienen acabadas. Hemos tenido casos de familias que han sido regresadas a Villahermosa hasta cinco veces”, expone Josué Martínez, joven psicólogo del albergue, una nave industrial con habitaciones y una coqueta capilla, que antiguamente asistía a ancianos mexicanos con problemas de salud y ahora está a rebosar de migrantes.

“Se realizan detenciones de núcleos pequeños de tres y cuatro integrantes, hasta de familias con 15 y 16 miembros. Son transportados menores de edad en solitario también, es indistinto”, añade el psicólogo. Las autoridades dan un plazo de entre diez y 30 días para salir de México a los migrantes que devuelven a Villahermosa, tiempo suficiente para muchos que lo vuelvan a intentar.

Foto: El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. (EFE/Isaac Esquivel)

El problema es que, para evitar a los agentes, la mayoría, como Jaime, opta por rutas más peligrosas. “Quienes han sido devueltos empiezan a buscar otros medios para viajar, y se acercan a los coyotes, que son agentes del crimen organizado, exponiéndose más. Comienzan a viajar escondidos en contenedores de camiones, poniendo en juego la vida no sólo de adultos, sino de niños también”, asegura el psicólogo Martínez.

Otro factor importante de desmoralización es el dinero, que escasea después de una primera intentona. No solo hay que pagar transporte y hoteles. También a los cárteles y a las autoridades mexicanas. Buena parte de los migrantes entrevistados aseguró haber sido extorsionado por agentes de migración para poder continuar el viaje.

“Piden dinero. Dicen ¿Sabe qué? Ya denos tanto y sigan. Pero hay otras personas más adelante que piden más, se suben al vehículo y van a molestar a pedir lo mismo. Al final llega un punto en el que uno ya no tiene, le bajan del bus y nuevamente se repite la historia y lo retornan”, lamenta Jaime. Las detenciones y retornos de migrantes en ruta se multiplicaron desde el pasado diciembre, cuando se produjo un punto de quiebre en el paradigma migratorio de la región norteamericana.

La historia se repite

Esos días fueron de caos en la frontera con EEUU. Llegó a registrarse el récord histórico de llegada de migrantes a la línea limítrofe. Todo cambió el 27 de diciembre, cuando visitó Ciudad de México una delegación de alto nivel conformada por el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken y el jefe de Seguridad Nacional, Anthony Mayorkas.

Desde entonces comenzaron a proliferar los autobuses con migrantes con destino a Villahermosa y Tapachula. Las autoridades mexicanas incrementaron drásticamente su control de las estaciones ferroviarias y comenzaron a hacer redadas masivas en refugios de migrantes en el norte, destacando el desmantelamiento de una campamento en Matamoros, Tamaulipas, donde se concentraban 5.000 personas.

“A nosotros nos agarró migración en Guanajuato y nos bajaron del tren. Íbamos en lo alto de un vagón. Mis hijas lloraron, y clamaron que nos dejaran, pero nos trajeron para Villahermosa. Nos dieron agua, nos mandaron a quitar los cordones de los zapatos, nos montaron en el bus y nos mandaron para acá”, recuerda la venezolana Carmen Villasmil, de 36 años, que viaja junto a sus pequeñas para “darles una mejor vida”.

Foto: La Guardia Nacional de Texas repara un muro de alambre en la frontera con México. (Reuters/Paul Ratje)

La táctica ha sido, sin duda, exitosa en su objetivo de frenar la migración. Las cifras de detenciones de personas tras cruzar la frontera se hundieron de forma pronunciada en enero, en una caída que ha sido considerada histórica, y la tendencia se ha mantenido en los meses posteriores. Esa evolución de las cifras es muy importante para el presidente Joe Biden en un año electoral en el que la migración lidera la lista de mayores preocupaciones de los estadounidenses.

Biden ha asegurado recientemente que la disminución del número de llegadas a EEUU se debe a un “acuerdo” alcanzado con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Ambos se comunicaron directamente por teléfono en abril y pactaron más medidas contra la migración irregular que “protejan” los Derechos Humanos. Esas charlas se producen en medio de un gran secretismo.

López Obrador reconoció hace unas semanas a la agencia AP que México mantiene a los migrantes en el sudeste “porque la travesía hacia el norte es muy riesgosa”. Tanto las autoridades migratorias como algunos medios locales que reportan sobre los retornos obligados se refieren a los mismos con eufemismos orwellianos como “rescates humanitarios”.

Foto: Miedo y esperanza de un trato justo empujan a migrantes a entregarse en el paso. (EFE / Jonathan Fernández)

Parte de los analistas cree que la política migratoria es ahora la principal base de diálogo entre Washington y Ciudad de México. También que López Obrador ha evitado mayores críticas y roces en otros temas, como el comercial, en el que podrían haber saltado chispas, gracias a su aproximación a la crisis de la frontera. Las relaciones entre EEUU y México pasan por un momento clave, con la economía del país latinoamericano beneficiándose considerablemente con la política de relocalización de empresas estadounidenses desde Asia, conocida como nearshoring, aunque las autoridades estadounidenses están preocupadas de que tanto el acero y el aluminio como los coches eléctricos chinos acaben colándose en su territorio a través del tratado de libre comercio que une a ambos países.

"Hemos dormido debajo de un puente"

No es casualidad, creen algunos, que los migrantes estén siendo enviados al estado de nacimiento del presidente, Tabasco, férreamente controlado por su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Así se garantizaría que no haya críticas del gobierno local a la llegada masiva de extranjeros.

A nivel local, sin embargo, sí se comienza a notar cierta agitación y en la prensa han aparecido casos de altercados con los migrantes. Muchos de ellos, desesperados y sin dinero, deambulan por la estación de autobús y las calles de Villahermosa pidiendo monedas a los viandantes y durmiendo en algunos de los parques públicos de la ciudad.

Es el caso del salvadoreño Javier Alvarado, de 36 años. Decidió migrar por falta de empleos y oportunidades en su país. Fue retornado en dos ocasiones a Villahermosa desde Monterrey y Ciudad de México. “Hay muchos que piden afuera. La gente te da. Esta mañana estuve abriendo la puerta de un mini mercado y me llegaron a dar hasta 60 pesos (unos 3 euros al cambio) lo que me da para almorzar, un refresco o sopa. Es una situación difícil, porque nunca me había visto en la situación de pedir dinero”, asegura Javier.

Foto: El director del Departamento de Seguridad de Texas, Steve McCraw, camina frente a agentes de la Guardia Nacional en Shelby Park, en Eagle Pass. (EFE/Adam Davis)

En El Salvador había sido telefonista, llegando a ganar unos 700 dólares al mes. Su situación es muy distinta ahora. “Desde hace dos días he estado durmiendo en la calle. Hemos dormido debajo de un puente y cerca de un río con otros migrantes que se sienten mejor pasando la noche todos en la misma zona para cubrirse las espaldas. Nos da un poquito de miedo todo. Normalmente cuando te despiertas te faltan enseres, dinero o incluso los zapatos. Siempre hay hurtos de noche”, comenta el migrante a El Confidencial.

También relata haberse quedado sin sus enseres personales durante una de sus detenciones por los agentes de migración. “La gente pierde cosas. Al principio te piden las pertenencias y al salir de allí se habían extraviado sospechosamente”, comenta. Con el dinero que recaba en las calles intentará volver a viajar rumbo a la frontera norte. La próxima vez, asegura, se unirá a una caravana para caminar junto a otros. Cree que es más seguro así.

Buena parte de los migrantes también intenta conseguir algún empleo. A los alrededores del albergue Amparito y también a otros puntos de la ciudad suelen llegar camiones con empleadores que buscan mano de obra barata entre los recién llegados, generalmente para labores de agricultura o construcción.

placeholder Javier Alvarado, el salvadoreño de 36 años, que fue retornado hasta en dos ocasiones desde México. (H.E.)
Javier Alvarado, el salvadoreño de 36 años, que fue retornado hasta en dos ocasiones desde México. (H.E.)

“Es como si no valiésemos nada. Nos explotan. Y el pago no es bueno, pero es lo que hay para seguir adelante”, lamenta Espinosa Pardavé Remi, un migrante peruano retornado por las autoridades migratorias a Villahermosa junto a su esposa y sus dos hijos, que ha encontrado un refugio temporal de dos días en el albergue Amparito.

“Nos tuvimos que ir de Lima porque yo tenía un buen trabajo. Soy transportista, llegué a tener un restaurante y me comenzaron a extorsionar. Si no pagas, te matan. Tuve que agarrar a mi familia y venir para acá”, rememora, sentado en un camastro, después de ducharse, con el cuerpo extenuado tras día de más de diez horas de trabajo en la obra. Ha cobrado 300 pesos por la jornada, unos 15 euros al cambio.

No tiene otra opción, porque quedó sin dinero después del encuentro de su familia con las autoridades migratorias y el retorno a Tabasco. “Es algo malo, viejo. Te voy a decir una cosa, si lo vas a publicar, son un azar de rateros. A todos los migrantes de todos los países los roban, los asaltan. Te dicen que te van a ayudar y dentro te roban la poca plata que tienes. He visto colombianos y venezolanos, de todos los países, salir llorando. Tienes que ponerte fuerte y aun así te roban tu platita”. El migrante peruano asegura que le robaron los 1.000 pesos (unos 50 euros) que le quedaban.

Foto: Las impactantes imágenes del lanzamiento de un niño de 4 años sobre el muro de la frontera de México a Estados Unidos. (Twitter: Raúl Ortiz)

“Muchas veces hemos dormido en la calle y a veces no tienes que comer y tienes que aguantarte”, lamenta. Es un trauma después de otro, porque Espinosa y su familia ya pasaron el duro trance de cruzar a pie la selva tropical prácticamente virgen del Darién que separa Colombia de Panamá.

“Aquello es horrible. Yo no le maldigo a la selva inmensa porque es la maravilla que Dios nos ha dado, pero pensé que iba a morir allá adentro con mi familia. Encima salen a asaltarte, te roban, y a las mujeres las violan. Yo prefiero estar comiendo mi caldico de papica en mi cancha en Perú que volver a pasar por todo esto”, recuerda con cansancio en su rostro.

Para la migrante venezolana Carmen Villasmil México es incluso peor que el Darién. “Lo que se vive allí no es nada comparado con lo que se vive al pisar este país, y eso que nos extorsionaron en la selva y pagué 300 dólares por mi sobrina y mi hija mayor. Pero aquí le huyes a la migración y eso es muy duro”.

Su plan es llegar a Ciudad de México para pedir allí una cita con las autoridades migratorias estadounidenses y entrar de forma legal en el país. “Nos ha tocado duro, dormir en la calle y no quiero vivir una segunda experiencia de retorno a Villahermosa, porque es muy fuerte”.

placeholder Carmen Villasmil, la venezolana que afirma que México es peor que el paso fronterizo por la selva tropical del Darién.
Carmen Villasmil, la venezolana que afirma que México es peor que el paso fronterizo por la selva tropical del Darién.

Los operativos de las autoridades migratorias han surtido efecto en los casos del ecuatoriano Jaime y del peruano Espinosa. Ambos están decididos a regresar a sus países. El problema es que no tienen cómo, porque las autoridades no tienen dinero para deportarlos y ellos tampoco tienen fondos para volver.

Están varados en México, que podría enfrentarse a su propia bomba migratoria, porque el flujo de llegada no se detiene. Los cruces por el Darién aumentaron un 14% a principios de año mientras que se desplomaron las salidas desde territorio mexicano a EEUU. El país latinoamericano interceptó a casi 1,4 millones de migrantes en su territorio de enero a mayo, un récord. Eso quiere decir que hay miles de personas atrapadas en los distintos estados de México.

"Nunca había imaginado que la maldad estaba tan enraizada aquí en México”, murmura, hablando casi en susurros, Jaime, un migrante ecuatoriano que supera el medio siglo de vida. Su rostro muestra las tinieblas del camino. Una gran herida recorre su nariz, colándose bajo sus gafas. Son las secuelas de un encontronazo con uno de los cárteles de México. Jaime fue secuestrado, encadenado y su cuerpo enjuto golpeado, durante horas, con una caña de bambú, o eso cree, porque tenía los ojos vendados. Fue liberado cuando su hermano en Quito transfirió los 1.000 dólares que exigían los criminales. Él tuvo suerte. Puede contarlo. Sabe que otros no.

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