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Un pueblo con tres fronteras y una vaca muerta: los 79 km más impredecibles de la actualidad geopolítica
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misión española en el sur de líbano

Un pueblo con tres fronteras y una vaca muerta: los 79 km más impredecibles de la actualidad geopolítica

La frontera entre Israel y Líbano se está calentando día a día y Hezbolá está intensificando su actividad militar. Cuál puede ser el desenlace de estas tensiones, es una incógnita.

Foto: Blindados españoles Lince y BMR en el Puesto de Vigilancia 13. (Juanjo Fernández)
Blindados españoles Lince y BMR en el Puesto de Vigilancia 13. (Juanjo Fernández)

Son 79 kilómetros que pueden hacer saltar por los aires la estabilidad de Oriente Medio y el Mediterráneo. La frontera entre Israel y Líbano se está calentando día a día, con Hezbolá intensificando su actividad militar y el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Por el momento, el desenlace de estas tensiones es una incógnita. Para entender la enorme complejidad —con tintes surrealistas— de esta divisoria, recogemos una serie de escenas vividas sobre el terreno. Ejemplos ilustrativos del esperpento al que se puede llegar en la zona más imprevisible de la geopolítica actual.

Sobre el futuro inmediato de las hostilidades, solo podemos especular. Y aventurar lo que va a ocurrir es, probablemente, reconocer que no se conoce bien cómo funcionan allí las cosas. Hay que tener en cuenta que Israel no se mueve por los mismos intereses que otros países. Lo hace por una cuestión tan simple como idiosincrática. Un elemento grabado a fuego en la psique colectiva: supervivencia. Su verdadero leitmotiv desde el mismo origen de la creación del Estado israelí. Por ello, responderán con toda la contundencia que crean necesaria si piensan que el país está en riesgo, por encima de cualquier otra consideración y de lo que digan o piensen fuera.

Sus fuerzas armadas, aunque poco numerosas, están bien organizadas, mejor adiestradas y tecnológicamente muy avanzadas respecto a sus vecinos. Están preparadas para actuar con gran eficacia, pero durante un período corto. Así han sido todas sus guerras, hasta ahora. Gaza está siendo diferente. Se está alargando demasiado y se está extendiendo a otras zonas. Pero, de nuevo: si Israel siente una amenaza existencial, no dudará en invadir Líbano o atacar a Irán, como ya ha hecho en el pasado.

Un milagro lleno de pólvora

En este contexto, Líbano vive en una suerte de milagro permanente. Es un país inmerso en una guerra con complejos ángulos religiosos, políticos y geopolíticos, en el que conviven grupos étnicos muy diferentes y que arrastra un problema migratorio de magnitud explosiva. No es solo la permanente posibilidad de un conflicto con Israel. Es que cada día que amanece y no estalla un conflicto civil es, de verdad, un prodigio.

Con brocha gorda, se puede ver que allí conviven cristianos y musulmanes. Pero es que los cristianos se dividen en doce ramas diferentes y los musulmanes, en cinco. Y no se llevan bien ni entre los de la misma confesión. Es el caso de los islámicos suníes y chiíes, en pugna permanente (los primeros, apoyados por la primera por Arabia Saudí y, los otros, por Irán). Hay incluso una pequeña comunidad judía y etnias tan cerradas como los drusos, con su propia lengua y costumbres.

Cristianos maronitas, suníes y chiíes son las principales confesiones que marcan las grandes líneas políticas, un reparto que se lleva a todas las instituciones del estado y a los principales cargos públicos. La guerra contra Israel es otro factor. Suele aglutinar a los grupos de activismo islámico y mantiene controladas las rencillas entre suníes y chiíes. Esto no evita que luego, milicianos de ambas corrientes combaten entre sí en el conflicto sirio.

Foto: Incendios en Israel después de un ataque de Hezbolá con cohetes y drones. (Reuters/Rami Shlush)

La cuestión migratoria es extrema, con cifras muy elocuentes. En un país de apenas 4,5 millones de habitantes, hay casi medio millón de refugiados palestinos (que no se van a ir) y unos 2,5 millones de sirios, que viven en hostiles ciudades marginales. Muchos de ellos trabajan de sol a sol por sueldos de apenas 30 dólares al mes y el gobierno prohíbe cualquier tipo de ayuda a ese colectivo, ante el temor de que produzca un efecto llamada.

Una misión con acento español

La presencia de Naciones Unidas (ONU) es vital y, hasta el momento, lo único que evita males mayores. La misión UNIFIL (Unated Nations Interim Force in Lebanon) es una fuerza de interposición entre Líbano e Israel; actúa entre el rio Litani y la Blue Line y en la actualidad está compuesta por más de 10.300 militares de 46 países, aunque España e Italia son los más comprometidos.

Es una misión sin fecha de conclusión. La realidad es que, hoy por hoy, es muy improbable que se termine, ya que su labor le viene bien a todo el mundo. Israel —hasta ahora— se sentía tranquilo, sabiendo que esa frontera estaba, más o menos, controlada. A los chiíes también les viene bien. Presionados por Irán, que les financia a cambio de su beligerancia contra los judíos, podían justificar una escasa operatividad por la presencia internacional. Si las tropas de la ONU se marcharan, las probabilidades de un conflicto civil o una invasión israelí se dispararían.

placeholder Entrada a la Base Miguel de Cervantes, en Marjayoun. (Juanjo Fernández)
Entrada a la Base Miguel de Cervantes, en Marjayoun. (Juanjo Fernández)

En el fondo, nadie quiere que se vayan. La propia misión se ha convertido en un modo de vida y un motor económico para muchas comunidades en el sur de Líbano. El sector este de la zona controlada por UNIFIL está bajo mando español. El cuartel general, tropas y servicios están concentrados en la Base Miguel de Cervantes, próxima a Marjayoun y se comunica con las “posiciones” (puntos fuertes con presencia permanente) utilizando dos rutas principales. Son las denominadas “corredor musulmán” y “corredor cristiano”.

Ambas carreteras recorren los laterales de un valle que se inicia en la propia Marjayoun y termina al sur, en la frontera con Israel. Estas rutas se unen en el extremo sur por una carretera muy próxima a la frontera, donde hay restos de un campo de vuelo francés y que termina en una rotonda hecha por los zapadores españoles (muy peligrosa porque nadie, salvo los vehículos de la ONU, respeta el sentido de giro). Más al norte, se unen por una carretera comúnmente conocida como “de las banderas”.

placeholder Posición 9-64. Los cultivos a la derecha es Israel y al fondo a la izquierda, estarían las Granjas de Shebaa. (Juanjo Fernández)
Posición 9-64. Los cultivos a la derecha es Israel y al fondo a la izquierda, estarían las Granjas de Shebaa. (Juanjo Fernández)

El tráfico de UNIFIL puede ir por un corredor u otro. Aunque el corredor cristiano está bien asfaltado, transcurre por pueblos ordenados y agradables, con comercios modernos y restaurantes, la vía tiene mucho tráfico. El musulmán está mucho peor mantenido, transcurre por aldeas sin apenas servicio, pero apenas hay tráfico. Fue allí, cerca de la base, cuando el 24 de julio de 2007 se produjo el atentado terrorista que costó la vida a seis soldados españoles de la Brigada Paracaidista.

Partido por la mitad desde un despacho

Quizás el mejor ejemplo que ilustra la complejidad territorial es lo que ocurre con un pueblo llamado Ghajjar. Sabemos que las fronteras establecidas no siempre son aceptadas por las partes. Pero lo que sucede en esa población excede lo razonable.

Todo comienza con la desintegración del imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial y el reparto de aquellas tierras entre Francia y Reino Unido (el origen contemporáneo de los desequilibrios geopolíticos en Oriente Próximo). El pueblo queda justo en el límite entre ambos y, tras el fin de los protectorados, Ghajjar pasó a pertenecer formalmente a Siria. Sin embargo, Beirut también lo considera suyo. La justificación es un mapa británico de 1942 donde aparece al norte de la frontera, por tanto en Líbano. Vaya usted a saber la fiabilidad de ese mapa sobre un lugar que —entonces— no importaba a nadie.

placeholder Posición 4-28. A la izquierda la Technical Fence y al fondo, el pueblo de Gajjar. (Juanjo Fernández)
Posición 4-28. A la izquierda la Technical Fence y al fondo, el pueblo de Gajjar. (Juanjo Fernández)

La cuestión es que los habitantes son sirios; pero, en paralelo, surge un segundo núcleo urbano al norte de la teórica frontera que es libanés. Tras las guerras árabe-israelíes el vencedor se anexiona todo ese territorio, incluidas las Granjas de Shebaa, hasta los Altos del Golán. Aquello pasa a ser israelí y llega el primer mundo, por lo que los pobladores, con pasaporte sirio, aceptan de muy buen grado su nueva documentación.

El pueblo, alimentado con el dinero y modernidad judíos, prospera y crece hacia el norte, multiplicando su población y uniéndose ambos núcleos con vecinos sirios, judíos y libaneses. Son los años de la guerra civil en Líbano, por lo que sus autoridades se despreocupan de todo lo que allí ocurre. Todo iba relativamente bien (para los estándares de la zona, ya que además hubo bastante tráfico de drogas) hasta que en el año 2000, las Naciones Unidas deciden establecer la Blue Line (la frontera de alto el fuego). Sin embargo, lo hacen desde un despacho y con mapas antiguos, por lo que establece su demarcación sobre la disposición original de Ghajjar, con lo que el pueblo queda partido por la mitad. ¿Y ahora qué?

En Israel se acepta esta decisión, pero tampoco se toman mayores medidas. En el pueblo conviven una parte israelí y otra libanesa. ¿Qué podía salir mal? La oportunidad de hostigar a su enemigo con la comodidad de hacerlo “desde la casa de al lado”, era demasiado fuerte como para que Hezbolá no lo aprovechara. El resultado fueron ataques e incidentes constantes. Israel se hartó y ocupó todo el pueblo, expulsando a las células chiíes. Además, de la noche a la mañana, apareció la llamada Technical Fence (verja técnica) rodeando todo el pueblo por el norte.

placeholder Posición 4-28 de ONU, desde donde se controla el área de Ghajjar. Aquí falleció un soldado español por fuego israelí en 2015. (Juanjo Fernández)
Posición 4-28 de ONU, desde donde se controla el área de Ghajjar. Aquí falleció un soldado español por fuego israelí en 2015. (Juanjo Fernández)

Ahora hay tres fronteras: la que Líbano reclama al sur del pueblo; la Blue Line por el medio y la Technical Fence, al norte. Ghajjar se ha convertido en un foco de conflicto, con incidentes y provocaciones frecuentes. Israel reconoce la mitad norte como libanesa, pero no va a hacer nada al respecto. Mientras, la población está conforme con su prosperidad económica, pero necesita un visado especial para entrar y salir. Lo normal.

Un resort y una vaca muerta

Desde Ghajjar, la Blue Line —y por tanto, la frontera— discurre hacia el sur por el cauce del río Hasbani. A unos 30 km de allí, río abajo, hay un resort llamado El Wazzani. Es un complejo bastante moderno para lo que se estila, con piscinas, restaurantes y unas represas en el río. Es el lugar de ocio preferido de todos los libaneses de la zona, que acuden con sus familias para bañarse y disfrutar de su tiempo libre. Hasta aquí, todo normal.

El problema es que la Blue Line pasa por mitad del río, de tal manera que una orilla es libanesa y la otra israelí. Estos dejaron un trecho llano como tierra de nadie para instalar la Technical Fence (la divisoria israelí) en las alturas que rodean el río y, desde ahí, controlan todo a la perfección. Muchos de los libaneses que acuden se bañan en las represas del río pero, en lugar de quedarse en su lado, cruzan a la otra orilla y hacen todo tipo de provocaciones imaginables, algo que se ha convertido casi en un deporte.

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Normalmente, los israelíes ignoran estas pequeñas gamberradas. Pero a veces la tensión sube y puede haber incluso disparos. Por eso, el mando de UNIFIL decidió poner en las alturas del lado libanés un punto de vigilancia, el puesto 13. Allí ha pasado de todo y se cuentan todo tipo de historias, a cuál más increíble. Un clásico de los veteranos de la misión es la de la vaca muerta. Es muy enrevesada, pero se la vamos a resumir.

Una noche, los centinelas judíos detectaron movimientos extraños en el río. Entre la confusión y los nervios, alguien de gatillo fácil disparó desde Israel. Parecía un incidente más hasta que, a la mañana siguiente, apareció una vaca muerta justo en medio del río. Entonces se montó el lío. Se discutió en qué lado estaba y quién debía pagar y retirar la vaca. No hubo acuerdo. Pasaba el tiempo y ambas partes se negaban a cualquier solución mientras el descontento crecía entre las familias, que no se podían bañar con el animal en descomposición.

placeholder Resort de El Wazzani visto desde el Puesto de Vigilancia 13 de NU. (Juanjo Fernández)
Resort de El Wazzani visto desde el Puesto de Vigilancia 13 de NU. (Juanjo Fernández)

Las escenas eran surrealistas. Las familias libanesas, con mujeres y niños, protestando en la orilla; los israelíes, desde la altura, con sus prismáticos y ametralladoras y, en la otra esquina, los cascos azules viendo cómo la tensión aumentaba y sin saber qué hacer. Entonces, un general español tuvo una idea. Cerca de la base hay un destacamento hindú y el general habló con su comandante, luego con las autoridades chiíes y luego con las israelíes.

Les dijo que la vaca era un animal sagrado para los hindúes y que ellos se querían encargar del asunto para retirarla con una ceremonia religiosa. Aquello convenció a todos. Los hindúes fueron con un camión, un pelotón de soldados y con mucha parafernalia. Bajo la atenta mirada de todas las partes, sacaron la vaca y se la llevaron. Qué fue después de la becerra, ni se sabe ni interesa. Pero fue una solución insólita para un problema que refleja a la perfección la complejidad de la zona.

Alguien dijo una vez que la frontera sur del Líbano era una colección de sucesos incomprensibles. No se equivocaba.

Son 79 kilómetros que pueden hacer saltar por los aires la estabilidad de Oriente Medio y el Mediterráneo. La frontera entre Israel y Líbano se está calentando día a día, con Hezbolá intensificando su actividad militar y el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Por el momento, el desenlace de estas tensiones es una incógnita. Para entender la enorme complejidad —con tintes surrealistas— de esta divisoria, recogemos una serie de escenas vividas sobre el terreno. Ejemplos ilustrativos del esperpento al que se puede llegar en la zona más imprevisible de la geopolítica actual.

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