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El refugio de los periodistas exiliados de Putin y Lukashenko: "Pasé 15 días en la cárcel por cubrir una manifestación"
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El refugio de los periodistas exiliados de Putin y Lukashenko: "Pasé 15 días en la cárcel por cubrir una manifestación"

La fuerte censura y la constante amenaza de acabar en prisión ha obligado a miles de periodistas de Rusia y Bielorrusia a huir de su país para seguir ejerciendo su profesión

Foto: Una imagen de Vladimir Putin.
Una imagen de Vladimir Putin.

Una lona roja con Vladímir Putin convertido en calavera mira hacia la embajada rusa de Riga, en Letonia. Es, posiblemente, el único lugar de la ciudad en el que se puede observar la bandera de Rusia y está custodiado las veinticuatro horas por policías, porque, a apenas 180 metros, se erige la embajada de Ucrania. La avenida que las divide es ahora un museo improvisado con velas en memoria de Alekséi Navalni y las víctimas del atentado de Crocus en Moscú; mezcladas con homenajes a los caídos en la guerra de Ucrania o una jaula con un muñeco de felpa simulando el ahorcamiento del presidente ruso. Aquí, aún lejos del frente, también pugnan por defender su territorio.

A pocas manzanas de esta pseudotrinchera urbana, el editor jefe de Novaya Gazeta Europe, Kirill Martynov, cita a El Confidencial en una universidad de la capital letona, donde reside desde hace un año tras huir de Moscú para poder seguir ejerciendo el periodismo de forma independiente tras la guerra de Ucrania: "Sabía que o me exiliaba o iba a la cárcel, porque no tenía intención de callarme", cuenta.

"Informar sobre Rusia es ahora también una práctica habitual de ver cómo encierran durante años a gente que conoces", escribió en Twitter el periodista de The Wall Street Journal Evan Gershkovich en julio de 2022. Dos años más tarde, él mismo ha sido acusado de espionaje por el Kremlin y condenado a 16 años de prisión.

Ser periodista se ha vuelto prácticamente imposible en la Rusia de Putin, donde el sector está sometido a una fuerte censura y amenazas tanto burocráticas como físicas. Allí las autoridades pueden entrar a registrar las casas y los dispositivos personales de los reporteros sin pedir permiso; restringir el acceso a sus medios de comunicación o dificultar su trabajo en el país con la imposición de diferentes estatus legales.

El gobierno ruso declaró a Martynov como "agente extranjero". En 2022. Esta condición le obliga a identificarse como tal en todas las informaciones que publica, a informar de su situación financiera y, además, le impide volver a ser profesor de Filosofía o recibir respuestas oficiales de instituciones públicas. Su medio, Novaya Gazeta, es una "organización indeseable" para el Kremlin, lo que implica que cualquier persona con un pasaporte ruso que colabore con ellos corre el riesgo de ser procesado.

La dificultad de acceso a testimonios de personas de dentro de Rusia obliga a los periodistas exiliados como Martynov a trabajar con muchas "fuentes anónimas" y con "reporteros en la sombra" que informan de lo que ocurre en el país sin desvelar su nombre, sin acreditación oficial y a través de canales digitales seguros como Signal.

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Kirill Martynov

Es el medio que utiliza para concertar una entrevista en persona con este diario la fundadora del medio independiente SOTAvision, Alexandra Ageeva, también afincada en Riga desde 2022, cuando esta músico y cantante lírica de profesión fue etiquetada como "agente extranjera" por el Gobierno de Putin.

Ageeva llegó al periodismo casi por casualidad, tenía soltura con la edición y llevaba su cámara a las manifestaciones sociales y medioambientales a las que acudía. Sin embargo, sintió la necesidad de "hablar de temas de que normalmente no se trataban en Rusia" y, con la ayuda de sus amigos, abrió un canal en YouTube que empezó a adquirir popularidad y le permitió "profesionalizarse y emplear a más periodistas", narra.

Según la creadora de SOTAvsion, pese a los desafíos económicos y logísticos (el acceso a su medio fue restringido hace unos meses por el Kremlin), su objetivo como "medio independiente y objetivo" es enseñar que existe "otra Rusia" con puntos de vista más allá de Putin: "Es una minoría y no tiene protagonismo porque la gente está intimidada, pero mientras siga habiendo periodistas independientes en Rusia queremos seguir dándoles voz".

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Alexandra Ageeva

En la actualidad, SOTAvision cuenta con medio centenar de reporteros, repartidos por países como Kazajistán, Armenia o Georgia, aunque la mayoría sigue de incógnito en Rusia. Una de sus colaboradoras, Antonina Favorskaya, fue arrestada el 17 de marzo mientras cubría el juicio de Alekséi Navalni y se enfrenta una pena de seis años en prisión "por escribir un artículo público sobre las torturas que recibía el opositor en la cárcel y grabar sus últimas imágenes con vida", explica Ageeva.

Bielorrusia, el país más peligroso de Europa

El encarcelamiento de periodistas no es algo exclusivo del gobierno de Putin y también se replica al otro lado de la frontera, en la Bielorrusia de Aleksander Lukashenko, que cumple treinta años en el poder este 20 de julio y puede presumir de liderar uno de los países más hostiles del mundo para la prensa.

El 5 de septiembre de 2020, la periodista bielorrusa Nasta Zakharevich estaba cubriendo una protesta del día de la mujer en Minsk cuando fue arrestada por primera vez por la policía y estuvo una semana en la cárcel. Dos meses más tarde, la policía la volvió a detener y pasó 15 días más en prisión.

Zakharevich recuerda nítidamente en una charla con este periódico cada detalle de las decenas de celdas por las que transitó, pero dice que todavía no está preparada para leer sus diarios ni para aceptar que fue "torturada". La tuvieron un día sin comer, le abrían la ventana para que pasase frío e incluso, en una ocasión, uno de los agentes propinó a la periodista un puñetazo en la espalda.

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Nasta Zakharevich

Aunque también aprendió que "la gente encuentra vida en cualquier lugar", incluso en prisión. Tiene grabado a fuego el momento en el que, por aburrimiento, empezaron a cantar junto a las personas de la celda contigua; o cómo esa misma noche la sacaron a la intemperie sin ropa y se abrazó al resto de sus compañeros en busca de "calor humano".

La reportera asegura que lo que es peligroso e ilegal en Bielorrusia no lo es en el resto del mundo, y que en el país existen jueces "a los que les encantan los casos políticos y juzgar a periodistas" que traen a supuestos testigos para que declaren en su contra, aunque "ni siquiera hayan estado en ese lugar y digan todo al revés".

"Siempre vemos a Bielorrusia como un satélite de Putin, pero no como una víctima. Estamos colonizados por Rusia y Putin está aprendiendo de Lukashenko y de nuestras fuerzas especiales. Solemos decir que estamos en la misma serie de televisión, pero nosotros vamos tres temporadas por delante", dice Zakharevich.

“Siempre vemos a Bielorrusia como un satélite de Rusia, pero no como una víctima. Putin está aprendiendo de Lukashenko”

Por este motivo, tras su segunda incursión en la cárcel y tras una amenaza telefónica, decidió cruzar la frontera hacia Letonia a escondidas y con solo una mochila como equipaje. En el país letón pidió el estatus de refugiada y pasó seis meses en un campamento con otros solicitantes de asilo. Ahora escribe desde Riga como freelance para medios de su país natal y de Letonia.

Desde el inicio de la guerra de Ucrania, el país báltico ha facilitado los trámites para acoger a periodistas exiliados, pero mientras que Ageeva dice poder trabajar sin preocupaciones desde la capital letona, Martynov sigue en estado de alerta: "Putin tiene probablemente una larga lista de objetivos en Europa y el resto del mundo. La pregunta es: ¿Quién está en lo más alto de esa lista?".

PREGUNTA. ¿Temes por tu vida, Kirill?

RESPUESTA. No hay respuesta correcta a esta pregunta. Prefiero no hablar de ello.

Una lona roja con Vladímir Putin convertido en calavera mira hacia la embajada rusa de Riga, en Letonia. Es, posiblemente, el único lugar de la ciudad en el que se puede observar la bandera de Rusia y está custodiado las veinticuatro horas por policías, porque, a apenas 180 metros, se erige la embajada de Ucrania. La avenida que las divide es ahora un museo improvisado con velas en memoria de Alekséi Navalni y las víctimas del atentado de Crocus en Moscú; mezcladas con homenajes a los caídos en la guerra de Ucrania o una jaula con un muñeco de felpa simulando el ahorcamiento del presidente ruso. Aquí, aún lejos del frente, también pugnan por defender su territorio.

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