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¿Por qué Kamala Harris y no Michelle Obama (o cualquier otro candidato)?
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proxima parada: convención demócrata

¿Por qué Kamala Harris y no Michelle Obama (o cualquier otro candidato)?

Si la realidad fuera una ficción de Sorkin, los demócratas presentarían a Mitt Romney. Sí, es republicano, pero antitrumpista, sería un giro de guión digno del 'Ala Oeste de la Casa Blanca'

Foto: La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, y ahora candidata demócrata (Reuters/Kevi Mohatt)
La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, y ahora candidata demócrata (Reuters/Kevi Mohatt)

En un artículo en el New York Times, Aaron Sorkin, creador de la serie 'El Ala Oeste de la Casa Blanca', ofrecía una solución de impacto, un giro de guion, un plan radical de último minuto que, si la vida y la presidencia de Estados Unidos fuera una serie de ficción, al final del capítulo permitiría a los Demócratas ganar al que ahora parece imparable Donald Trump: nominar como candidato en sustitución a Joe Biden a Mitt Romney. Sí, Romney es un político republicano, pero antitrumpista.

La propuesta no va más allá de una columna de opinión en la que la idea sería demostrar al pueblo de Estados Unidos que el Partido Demócrata va más allá de su ideología para sacrificarlo todo (nombrando incluso un republicano 'centrista') con tal de parar a Trump. Un golpe de efecto con el sabor propio de una serie de ficción. Obviamente, cuando el actual presidente y hasta el momento candidato presidencial demócrata, Joe Biden, retiró su candidatura, su siguiente mensaje fue para dar su apoyo a la actual vicepresidenta, Kamala Harris. "Mi primera decisión como candidato del partido en 2020 fue elegir a Kamala Harris como mi vicepresidenta. Y ha sido la mejor decisión que he tomado", escribió en un comunicado. "Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año". Harris ha aceptado.

Su rápido apoyo por Kamala Harris, que en las últimas semanas se perfilaba como la sucesora natural de Biden, busca evitar una suerte de guerra civil entre los demócratas por dar el poder a un candidato u otro. Pero los kamalistas no lo pueden dar por hecho. La fecha clave será la convención demócrata del 19 al 22 de agosto en Chicago, donde se oficializará el nombre definitivo del candidato. Aunque el Partido querría llevar ya todo hecho la primera semana del mismo mes, es decir, dentro de apenas dos semanas y media. Sobre el papel y pese al apoyo de Biden, todavía hay otros posibles nombres: Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania, Gavin Newsom, gobernador de California, Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, Jay Robert "J.B." Pritzker, gobernador de Illinois, Andy Beshear, gobernador de Kentucky, etc. La lista sigue.

Todos tienen sus pros y contras. Shapiro es gobernador de Pensilvania, un estado clave, pero es visto como flojo en un momento en el que se necesita arrancar a Trump su papel místico tras sobrevivir al intento de asesinato. Gavin Newsom cuenta con un buen historial de saber contestar a Trump con brío y gancho, pero su posición como gobernador de California generará rechazo en otros estados donde los Demócratas tienen que ganar... Y así.

La propia Harris también los tiene, como una vicepresidenta que no ha generado especial cariño, cuando no directamente visceral rechazo incluso entre algunos demócratas. No es misión de este análisis entrar a la casuística política de apoyar a uno u otro candidato, que ya contamos en otros artículos. Que si Harris puede atraer al votante afroamericano (una reciente encuesta de POLITICO así lo corrobora), que si al votante mujer en unas elecciones marcadas por la cuestión del aborto, que si quizá movilizar a su base entre los jóvenes... La razón por la que seguramente sea Kamala Harris, a pesar de las críticas y dudas (el propio Barack Obama, que ya se pronunció pidiendo a Biden que retirara su candidatura, no ha dado su apoyo a Harris), es casi más técnica.

Barack Obama, así como otras figuras dentro del partido, han llamado a un "proceso abierto", es decir, una suerte de miniprimarias antes de la Convención Demócrata. Justo la guerra civil que Biden y su equipo querían evitar, dando directamente su apoyo a Harris.

Ya en 2020 Biden se enfrentaba a voces que le consideraban demasiado mayor para la carrera. Entonces, varios medios estadounidenses publicaron, citando a funcionarios cercanos a Biden, que el candidato regresaba de la segunda línea de la política tras su paso por la vicepresidencia de Obama como una "última misión" unificadora para derrotar a Trump. Era natural, entonces, que la elección de su vicepresidente fuera especialmente seguida: la posición de vicepresidencia ofrecería durante los cuatro años de gobierno de Biden un magnífico escenario para el reconocimiento que otros candidatos no tendrían.

No ha sido exactamente así: las cámaras han recogido en decenas de ocasiones sus intervenciones, consideradas por algunos vacías y sin mucho sentido (world salad, o 'ensalada de palabras', le lanza la propaganda republicana). También la personalidad de Biden,

Pero desde luego sí que es la única, de todos los nombres que se barajan, que el Partido demócrata puede asegurar que tiene un nombre reconocible a lo largo y ancho del país. En cualquier otra campaña electoral, que la estadounidense dura más de un año, habría tiempo de ir estado a estado dando a conocer las fortalezas del candidato. En esta, cuando solo quedan menos de cuatro meses para la cita, Kamala Harris es la única que tiene ya ese camino adelantado.

"Como ha expresado varias veces, Michelle Obama no se postulará para la presidencia" afirmó su directora comunicación

Bueno, Kamala Harris o... Michelle Obama.

Un runrún ya desde 2016, la posibilidad de que la esposa del expresidente Barack Obama acabe tomando las riendas de la campaña y se presente como candidata sería, desde luego, un golpe de efecto digno de una nueva temporada del Ala Oeste de la Casa Blanca casi tan efectista como la propuesta de Sorkin. Cambiaría toda las dinámicas de la campaña, pillaría a Trump con el pie cambiado y podría inspirar a los demócratas como una suerte de "regreso" del que fue su candidato más popular. El nombre de Michelle sí es reconocido a lo largo y ancho del país, su paso como primera dama de 2009 a 2017 y la manera en la que Barack la coloca siempre en sus comunicados, así como su propio trabajo y bibliografías, la han mantenido todavía en buena posición de popularidad. Varias encuestas incluso la colocan por encima, en términos de lo que se conoce como name recognition (que te suene) que Kamala Harris, así como de popularidad.

Pero es, en cualquier caso, un rumor, una ilusión, con poca practicidad. La propia Michelle ya se ha pronunciado hace tan poco como este mismo marzo, cuando los rumores fueron tomando más fuerza entre los traspiés de Biden. "Como ha expresado varias veces la ex primera dama Michelle Obama a lo largo de los años, no se postulará para la presidencia" afirmó Crystal Carson, directora de comunicaciones de su oficina, en un comunicado a la televisión NBC. "La señora Obama apoya la campaña de reelección del presidente Joe Biden y de la vicepresidenta Kamala Harris".

En una entrevista el año pasado con Oprah Winfrey, Michelle ya había insistido en esa postura: "La política es difícil, y la gente que se menten en ella... tienen que quererlo. Tiene que estar en tu alma, porque es muy importante. Y no está en mi alma". En una entrevista anterior, en 2022 para la BBC, afirmó que "detesta" que le pregunten sobre si se planteaba presentar como candidata presidencial.

En cualquier caso, Michelle sufriría el resto de elementos que apuntan a por qué Kamala, desde la dimensión logística a la financiera e incluso, de proceso democrático dentro del partido.

Pese a que ahora muchos hablen de que Biden tendría que haber renunciado antes, lo cierto es que ganó todas sus primarias y caucus

En apenas tres meses de campaña, la dimensión logística tiene que ser tenida muy en cuenta: organizar la sucesión controlada de Biden a Harris puede ser más sencillo que desencadenar un incierto proceso interno de elección de candidato. Harris ya está en el ticket de Joe Biden, de manera que, si la nominación finalmente recae en ella, la estructura y el dinero de la campaña se pondrían fácilmente a su servicio. Si no, como explica Ezra Klein en The New York Times, ese dinero tendría que pasar al Comité Nacional Demócrata o a un Comité de Acción Política (PAC) para poder ser destinado a otro candidato. Si se cambia de candidato, se podría abrir muchos procesos financieros y judiciales —algunos, ya adelantados por partidarios de Donald Trump— sobre si se podría reubicar a un nuevo nombre las grandes donaciones que ya se han hecho a la campaña Biden-Harris.

Este tipo de juicios enfangaría el debate electoral, llevándolo a un terreno que no ayuda a los demócratas, y retrasando los puntos clave de su campaña contra Trump.

Esta idea del dinero prometido a quién tiene también su dimensión política. Pese a que ahora muchos hablen de que Biden tendría que haber renunciado antes, lo cierto es que Biden ganó todas y cada una de sus primarias y caucus (con la excepción de Samoa Americana), acumulando más del 85% del voto agregado. En cuanto a delegados, Joe Biden se aseguró el 95% de los cerca de 4.000 que acudirán a la Convención Demócrata. Suena más democrático que estos delegados —que serán los que elijan por votación al candidato definitivo—, elija a Harris, a quien ya votaban en el ticket, respondiendo así al voto popular del momento de las primarias.

Tras la renuncia de Biden, es posible organizar otro candidato, gracias a un proceso de nominación en la convención y atrayendo a suficientes delegados. Si el Partido Demócrata no presenta entonces una candidatura unificada (con la lucha por el poder en apenas una semana antes del 19 de agosto llevaba a cuchillazo limpio pero entre bambalinas), estarían en riesgo de presentar un absoluto momento de caos no visto en décadas.

Como vicepresidenta actual, Harris conoce los resortes dentro del partido Demócrata y se puede apoyar con fuerza en el poder comunicativo que le da la Casa Blanca.

Estos motivos, sin embargo, no van a satisfacer a todos los demócratas. Esta semana, el portal Semafor publicó una conversación entre asesores y donantes demócratas que estudiaban cómo proceder respecto a la campaña de Biden. Uno de ellos, el asesor Dmitri Mehlhorn, dijo que Kamala Harris sería una amenaza mayor para los estados clave que un Biden "muerto o comatoso". Mehlhorn se refería a Michigan, Pensilvania y Wisconsin, Estados que se llevó Joe Biden en 2020 gracias a un mayor apoyo que el conseguido por Hillary Clinton entre los hombres blancos de clase obrera. Resulta casi imposible imaginarse a Harris llevándose este voto esencial.

Pero... ¿lo conseguiría otro? Si hubiera un candidato definitivo, no habría dudas. Pero no lo hay.

En un artículo en el New York Times, Aaron Sorkin, creador de la serie 'El Ala Oeste de la Casa Blanca', ofrecía una solución de impacto, un giro de guion, un plan radical de último minuto que, si la vida y la presidencia de Estados Unidos fuera una serie de ficción, al final del capítulo permitiría a los Demócratas ganar al que ahora parece imparable Donald Trump: nominar como candidato en sustitución a Joe Biden a Mitt Romney. Sí, Romney es un político republicano, pero antitrumpista.

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