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Es personal: Nancy Pelosi, la huesuda mano que mece la cuna del ascenso de Kamala
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La "todopoderosa" influencia de Pelosi

Es personal: Nancy Pelosi, la huesuda mano que mece la cuna del ascenso de Kamala

A sus 84 años, la congresista por California ha sido entre bambalinas una figura clave en la renuncia del presidente a la reelección

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, celebra con legisladores, entre ellos la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. (Reuters/Jonathan Ernst)
El presidente de EEUU, Joe Biden, celebra con legisladores, entre ellos la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. (Reuters/Jonathan Ernst)

El día después de que Joe Biden proclamara que solo “Dios todopoderoso” podría convencerle de renunciar a su candidatura a la reelección presidencial, Nancy Pelosi pareció no haberle escuchado. “Corresponde al presidente decidir si va a participar. Estamos todos animándole a tomar esa decisión porque el tiempo se agota”, dijo.

No había que leer mucho entre líneas para entender que Biden estaba agotando la paciencia de la representante por California, una veterana política de 84 años que conserva una extraordinaria influencia entre los demócratas y que no estaba por la labor de que las malas perspectivas de Biden en las encuestas pusieran en peligro que repita en el Congreso como representante por California.

Quedó todavía más claro cuando Adam Schiff, también representante por California, le dijo a Biden: “Es hora de pasar la antorcha”. Schiff es un fiel aliado de Pelosi y nadie dudó de que en este caso actuaba como su mensajero.

Pelosi ha evitado exigir expresamente la retirada de Biden. No ha hecho falta. Pero todos los relatos de las últimas semanas de vértigo político en la prensa estadounidense la señalan como una de las principales responsables de la incesante campaña soterrada para convencer al presidente de que no había manera de reflotar su candidatura tras su desastroso debate frente a Trump y lo mejor era que tirara la toalla para no perjudicar a los que, como ella, se juegan la reelección al Congreso en noviembre.

Foto: La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, y ahora candidata demócrata (Reuters/Kevi Mohatt)

El Washington Post contó una llamada en la que Pelosi cuestionó a Biden cuando este citó encuestas que le presentaban como el mejor colocado para batir a Trump. Pelosi tenía sus propias encuestas locales que indicaban lo contrario y exigió contrastar sus datos con los de Mike Donilon, principal asesor de Biden. “Pon a Donilon al teléfono”, ordenó al presidente.

Al final, la influencia de Pelosi parece haber sido decisiva a la hora de doblarle el pulso al comandante en jefe y, al contrario que él, ella continúa plenamente vigente en la política estadounidense. Parte de su peso se debe a que decidió no aferrarse al liderazgo de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y cedió el testigo al mucho más joven Hakeem Jeffries, un gesto que los suyos valoraron y que contrasta con la insistencia de Biden en ser candidato pese a las muchas voces que le pedían que se apartara.

Pelosi es una política de las de antes, que ha sabido maniobrar e interpretar los vaivenes de la opinión pública para mantenerse en la pomada. “Es una política reptiliana con un fuerte olfato para la victoria”, le contó uno de sus colaboradores al San Francisco Chronicle. Y su capacidad para interpretar la realidad política estadounidense la han vuelto especialmente apreciada entre el resto de los demócratas, muchos de los cuales se mordían las uñas viendo que con Biden iban hacia el abismo, pero no se atrevían a expresarlo públicamente por los costes políticos que pudiera tener.

Por su capacidad de supervivencia y el lenguaje corrosivo con el que suele flagelar a Trump es una de las figuras más odiadas por los republicanos. Trump la utiliza a menudo como ejemplo de los “políticos corruptos” que quiere desalojar de la “charca de Washington”.

Cuando en octubre de 2022 un seguidor de las teorías conspiratorias de QAnon asaltó su casa de San Francisco y atacó con un martillo a su marido, provocándole una fractura de cráneo y otras heridas graves, Trump evitó condenar explícitamente al asaltante.

Foto: La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris. (Reuters/Kevin Mohatt)

Ella tampoco se ha ahorrado los gestos beligerantes. En 2020, cuando era portavoz de la Cámara de Representantes, rompió ostensiblemente ante las cámaras los folios con el discurso del Estado de la Unión que el entonces presidente Trump acababa de pronunciar en el Congreso. Y tras el asalto al Capitolio de enero de 2021, dijo que habría “sacado a puñetazos” a Trump si este se hubiera presentado allí junto a sus seguidores.

Esta vez, al que parece haber sacado, aunque no a puñetazos, ha sido a Biden. Y no extraña que muchos vieran con preocupación su demora en apoyar la candidatura de Harris cuando Biden ya había tirado la toalla. Pelosi fue una de las figuras destacadas del Partido Demócrata que más tardó en hacerlo, lo que alimentó día y medio de especulaciones sobre su posible apoyo a un candidato alternativo.

El lunes, finalmente, anunció: “Con inmenso orgullo y optimismo sin límites sobre nuestro país, apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris como presidenta de Estados Unidos”. Harris podía respirar tranquila Harris podía respirar tranquila. Todos en el Partido saben que tener a Pelosi en contra es una receta casi segura para el fracaso. Joe Biden ha sido el último en comprobarlo.

El día después de que Joe Biden proclamara que solo “Dios todopoderoso” podría convencerle de renunciar a su candidatura a la reelección presidencial, Nancy Pelosi pareció no haberle escuchado. “Corresponde al presidente decidir si va a participar. Estamos todos animándole a tomar esa decisión porque el tiempo se agota”, dijo.

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