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De juguete roto a inmune a las balas: todas las muertes fallidas de Donald Trump
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Carlos Prieto

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De juguete roto a inmune a las balas: todas las muertes fallidas de Donald Trump

Los mismos que dan por hecho ahora que Trump volverá a ganar las elecciones, le dieron por muerto en falso varias veces los últimos años. El político que sobrevive a todo

Foto: Trum bailando en la convención republicana. (EFE)
Trum bailando en la convención republicana. (EFE)
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Trump fue Heidi durante unos minutos. Sobre el ya legendario debate televisivo en el que la cabeza de Joe Biden patinó, hay quien sostiene que Donald Trump echó el freno sobre la marcha: era más práctico no cebarse con el abuelo desorientado porque el partido iba a ganarse solo.

Fuera o no cierto, ese debate generó una terrorífica inversión de roles para los intereses demócratas. El humor negro tuitero empezó a preguntar: ¿A quién dejarías a cargo de tus hijos pequeños: a Trump o a Biden? Respuestas mayoritarias: a Trump. No digamos ya a cargo del maletín nuclear. En efecto, se había logrado el milagro de que Trump pareciera más fiable y estadista que el hombre del establishment demócrata.

En el otro lado de la trinchera, lo mismo pero al revés; la candidatura de Biden se hizo más trumpista: medias verdades (cuando no abiertas falsedades) sobre el estado de salud real del presidente (paradoja especialmente dolorosa cuando tu principal herramienta electoral era señalar que tu rival —Trump— era deshonesto y tú no) y atrincheramiento en la Casa Blanca con fieles y familiares. La situación, por tanto, era insostenible:

Biden acabó renunciando tras semanas de negación en las que Trump aumentó sus posibilidades de victoria. Ahora que los demócratas tienen que construir otra candidatura a lo loco, y que todo el mundo da favoritos a los republicanos, cabe recordar que hace menos de cuatro años Donald Trump pintaba acabado para la política. Siete veces estuvo a punto de morir, y siete veces resucitó más fuerte de entre los muertos.

Mis problemas con Fox

El partido republicano está ahora a los pies de Donald Trump, pero hasta que se llegó a este punto, hubo llantos por un tubo. Nada ejemplifica mejor la turbulenta toma del conservadurismo de toda la vida por la nueva derecha echada al monte psicodrama en disputa en decenas de países, que los altibajos entre Donald Trump y Fox News, matrimonio exitoso en lo empresarial y turbulento en lo personal.

Para ser precisos, Fox nunca fue una tele conservadora al uso —de hecho, fue trumpista antes de Trump, gracias a su ideólogo y principal directivo Roger Ailes— pero las tormentosas relaciones entre el dueño del canal (Rupert Murdoch) y Trump sí reflejan las tensiones a las que el trumpismo ha sometido al establishment estadounidense. Aunque parecían dos personas que podían llevarse bien, al fin y al cabo, Murdoch también es de derechas, también reinventó el periodismo populista (vía prensa sensacionalista británica) y también le gusta hacer dinero. ¿Por qué iban a llevarse mal Murdoch y Trump con lo bien que iban sus negocios más o menos conjuntos? Aunque Fox había sido un buen bisnes desde que se fundó a mitad de los noventa, con Trump en la Casa Blanca entró en órbita, con 1.690 millones de dólares de beneficios anuales durante su mandato, triplicando los beneficios de sus rivales en la tele informativa por cable, CNN y MSNBC. Pero, ¡ay!, el hecho es que Murdoch y Trump no se aguantan. Dos veces intentó Murdoch cargarse a Trump y dos veces sobrevivió Trump como solo él sabe hacerlo: fagocitando a su sicario.

placeholder Murdoch, Trump y Hall, triángulo de fuego. (Reuters)
Murdoch, Trump y Hall, triángulo de fuego. (Reuters)

Una discordia con raíces sociológicas, empresariales y psicológicas profundas: por muchas gamberradas que hicieran sus medios de comunicación (no todos: además de los tabloides, también es dueño del Times y del Wall Street Journal), Murdoch es un poderoso miembro del statu quo anglosajón al que los modales trumpistas patibularios ponían del hígado. Cuando Trump llegó por sorpresa a la Casa Blanca, el establishment estadounidense liberal con el que el magnate australiano se juntaba en ágapes, yates y partiditos de golf, entró en ignición antitrumpista, creando a Murdoch problemas de imagen… y hasta sentimentales: su pareja de entonces, Jerry Hall, ex mujer de Mick Jagger, afeó en muchas ocasiones a Murdoch que se enriqueciera a costa del trumpismo, como desveló Michael Wolff en el libro The Fall: The End of Fox News and the Murdoch Dynasty.

Roger Ailes, el hombre que inventó Fox News, resumió a Wolff el meollo de la incomodidad trumpista de Murdoch: "Pobre Rupert. Él quería la CNN. Yo le di la Fox. Y el dinero empezó a brotar".

En efecto, para Murdoch lo ideal habría sido seguir ganando el mismo dinero que siempre con Fox, pero con alguien menos tóxico que Trump en la Casa Blanca. Pese a todas las presiones del establishment progresista para que pusiera orden en la Fox trumpista, Murdoch ganaba demasiado dinero con la cadena para ser contundente, optando por una estrategia contradictoria de una de cal y otra de arena sumamente.

Cuando Trump se quejó de que Fox le diera la espalda en la noche electoral, Murdoch espetó: "¡Que le jodan!"

Noche electoral de 2020. La Casa Blanca en juego. En uno de los momentos políticos televisivos más dramáticos del siglo XXI, con el resultado aún en el filo, Fox fue la primera cadena (dos días antes que sus rivales progresistas) en dar ganador a Biden en el disputado estado de Arizona, dándole no solo la presidencial virtual al demócrata, sino mandando un mensaje contundente: Murdoch no estaba dispuesto a sumarse a la conspiración trumpista sobre un fraude electoral, marcando la línea roja al establishment conservador (enseguida veremos que, tras la contundente decisión sobre el recuento, Fox acabó reculando en parte). Pero volvamos al momentazo televisivo de Fox pasándole la guadaña a Trump: según el libro de Wolff, cuando Trump llamó a los Murdoch para quejarse de que Fox le diera espalda, Murdoch espetó un "¡que le jodan!" que resonó en todos los rincones del establishment estadounidense.

Pero que Fox diera como ganador a Biden no quiere decir que Fox dejara de ser Fox: las semanas siguientes, los presentadores trumpistas de la cadena propagaron tantos bulos sobre el recuento electoral que acabaría pagando 787 millones de dólares a Dominion, compañía de máquinas de votación, en un acuerdo extrajudicial. Según Wolff, un muy resentido Murdoch instió a sus colaboradores que la culpa del millonario estropicio judicial no había sido ni de él ni de Fox, sino de Trump, que les había contaminado a todos con sus embustes. Uno de los puntos fuertes de la demanda de Dominion contra Fox fueron correos internos en los que periodistas y directivos de Fox aseguraban no crear en la teoría trumpista del fraude electoral, pero sí la veían válida para excitar a la audiencia. El colmo del cinismo. Otro ejemplo de las esquizofrénicas relaciones entre Fox y Trump: pocos días después de que Fox pagara una millonada a Dominion, Murdoch purgó a Tucker Carlson, presentador trumpista estrella de Fox. En síntesis, ni con Trump ni sin Trump, sino todo lo contrario.

Es decir, el primer intento de trumpicidio de Fox fracasó porque —embriagado por los beneficios de la Fox trumpista— Murdoch fue incapaz de llevar hasta al final su apuesta (de llamar trilero a Trump). Incapaz de controlar a los presentadores más beligerantes de la cadena (en parte por su propia falta de convicción), la Fox de Murdoch volvió a recomprar al trumpismo la mercancía averiada del fraude electoral. El recule de Fox dio aire a Trump en su momento político más delicado. Derrotado en las urnas, Trump volvió a crecer desde el resentimiento de unas bases que se sintieron electoralmente estafadas, y que acabaron asaltando el Capitolio con mapaches en la cabeza por todo ello.

Con Trump fuera de la Casa Blanca, se produjo el segundo intento de trumpicidio de Fox, tras ordenar Murdoch minimizar la presencia de Trump en sus programas, del candidato del establishment conservador que parecía mejor colocado para sustituir a Trump: Ron de Santis. Ahora ya nadie se acuerda, pero hubo unos meses en los que Trump desapareció de Fox, mientras De Santis aparecía hasta para cambiar las bombillas. La apuesta de Murdoch por un candidato republicano menos desestabilizador que Trump, no solo generó tensiones internas en la cadena, sino que salió estrepitosamente mal (Trump acabó destruyendo a De Santis en la interna).

Conclusión de la historia: Rupert Murdoch y Jerry Hall acabaron rompiendo, Trump va camino de hacer un segundo mandato en la Casa Blanca y Fox todavía tiene pendientes juicios por difundir truchas trumpistas que no tienen buena pinta para la cadena. Metáfora de cómo la derecha de toda la vida ha acabado haciendo de pagafantas del trumpismo en algunas latitudes. Demostración también de que, como bien sabe Hillary Clinton, Donald Trump puede ser un impresentable, pero es muy mal rival.

La justicia

Los tres presidentes de EEUU anteriores a Trump (Clinton, Bush y Obama) tuvieron un segundo mandato. Algo debió hacer mal Trump para no repetir victoria en 2020, pero visto en retrospectiva, es extraordinario que, cuatro años después de su caída, sea el favorito para ganar ahora, uno de esos regresos con todo en contra que tanto gustan a los estadounidenses, que lloraron a moco tendido viendo a un lisiado Tiger Woods ganando otra vez el Master de Augusta.

Foto: Barack y Michelle Obama. (Reuters/Jerry Lai)

Cuando Trump dejó la Casa Blanca cargando contra el sistema, sus seguidores tomaron el Capitolio. Esta mezcla de asonada y parque de atracciones, horrorizó a algunos republicanos de orden. La tendencia pareció afianzarse en las elecciones de mitad de mandato de Biden, donde los candidatos trumpistas sufrieron serios reveses en el Congreso y el Senado.

Por si esto no fuera suficiente, para el siguiente año electoral (2024) se preveía una sucesión de condenas judiciales a Trump, acusado de instigar el asalto al Capitolio, sobornar para tapar escándalos y birlar informes del servicio secreto, entre otras cosas. Los demócratas estaban razonablemente convencidos de que la justicia descarrilaría el retorno de Trump más tarde o más temprano. No solo no ha pasado, sino que quizá haya ocurrido lo contrario.

Hace unos meses, el candidato presidencial fue declarado culpable de sobornar a una actriz porno para silenciar sus encuentros sexuales. Técnicamente, una condena penal no inhabilita para ser presidente, pero sí una grave mancha en la reputación política (al menos, antes de Trump). En efecto, a nadie se le pasaba por la cabeza que un político sobreviviera a una condena así, pero Trump ha cambiado las reglas del juego: lo que antes acababa con tu carrera, ahora te hace más fuerte, al menos a él, al alimentarse su movimiento de todo lo que le haga parecer una víctima del sistema.

placeholder Donald Trump, la épica del indestructible. (EP)
Donald Trump, la épica del indestructible. (EP)

En otra muestra de que el Trump delictivo parece ya por encima del bien y del mal, hace unos días, un tribunal desestimó el caso de los centenares de papeles secretos que se llevó a su residencia de Florida (Mar-a-Lago) cuando dejó de ser presidente. Por mucho menos que esto, gasearon a funcionarios durante la Guerra Fría.

Al mismo tiempo, el Tribunal Supremo —con mayoría conservadora blindada durante el mandato Trump— falló una extensa impunidad penal para los actos cometidos por los presidentes, lo que despejó el horizonte penal de Trump, que lo celebró así en redes sociales: “Gran victoria para nuestra Constitución y democracia”. El voto particular del sector progresista opinó lo contrario: “El presidente es ahora un rey por encima de la ley”. En síntesis, 2024 debía haber sido el año judicial que dejará a Trump en la orilla pero, una vez más, ha salido reforzado. Es como si la kryptonita, en lugar de debilitarte, hiciera cada vez más fuerte a Superman.

Plata o plomo

Hace unas semanas, un atentado estuvo a punto de acabar con la vida de Donald Trump. En un discurso posterior en la convención republicana, un Trump con la oreja vendada dijo que estaba ahí "únicamente por la gracia de Dios Todopoderoso". Puede sonar a flipada, pero sus rivales empiezan a verle como un candidato indestructible, a quedarse sin ideas sobre cómo derrotar a un rival con poderes esotéricos, pues todo lo que acabó con los demás, a él le da otra vida extra.

Foto: La oreja de Donald Trump tras el atentado. (EFE/EPA/Allison Dinner)

En realidad, Trump sigue teniendo un gran punto débil: ser Donald Trump. Un tipo que desquicia a la mitad del país, es decir, susceptible de provocar una gran movilización en contra aunque los demócratas presenten al Pato Donald de candidato. El gran bocazas. ¿Solo Trump puede acabar con Trump? Autodestrucción o victoria.

Trump fue Heidi durante unos minutos. Sobre el ya legendario debate televisivo en el que la cabeza de Joe Biden patinó, hay quien sostiene que Donald Trump echó el freno sobre la marcha: era más práctico no cebarse con el abuelo desorientado porque el partido iba a ganarse solo.

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