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Una "esclava" filipina, una modelo y la mafia china: así funciona la estafa 'cripto' de Whatsapp
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La cárcel de los traficantes

Una "esclava" filipina, una modelo y la mafia china: así funciona la estafa 'cripto' de Whatsapp

Mandan un mensaje equivocado como cebo y empieza la relación con una chica guapa que tras varios días habla de una inversión muy rentable que luego no se materializa

Foto: El centro de estafadores en Camboya. (J.B.)
El centro de estafadores en Camboya. (J.B.)

El complejo está enclavado en el Phnom Penh Hanoi Friendship Boulevard, una mezcla de zona industrial y residencial. El entorno es un nuevo desarrollo urbanístico, no lejos del aeropuerto de Nom Pen, Camboya, donde cerca hay algunos hoteles y centros comerciales. Los muros están rodeados de alambre de espino y de los diversos edificios con sus pequeños balcones, que emergen de vez en cuando una sombra. En la puerta principal hay algunos vendedores ambulantes de comida. Algunas personas controlan el recinto. Parece un prisión. Lo es. Todo el mundo, incluidas las autoridades, saben lo que ocurre tras los muros de ese recinto. La impunidad es absoluta. Es un centro de estafas de internet controlado por la mafia china que se nutre del tráfico ilegal de personas. Dentro hay cientos de currantes, muchos contra su voluntad, trabajando en estafarle a usted. Ese mensaje de Whatsapp que reciben con un "Hola…" se lo envían desde allí.

El Confidencial ha conseguido hablar con una persona que fue captada y retenida por la fuerza en ese lugar. Narra con detalle cómo funciona todo. Hay más espacios similares en Camboya y en el sudeste asiático. En Long Bay (Camboya), por ejemplo, hay uno donde mandan a los "empleados" díscolos. Allí los torturan, algunos hasta mueren, revistiendo el suceso de un nuevo suicidio.

Los periódicos y redes sociales de Camboya están llenos de imágenes de personas que se lanzan desde una ventana. Muerte accidental dicta el informe policial. Este periódico ha podido ver videos muy duros de cómo los guardas tratan allí a sus "empleados": descargas eléctricas en los genitales, cortes de dedos de la mano con un hacha… Eso pasa dentro de los muros oscuros de supuestas oficinas. Miles de personas, así lo confirman diversos informes realizados por la ONU, viven bajo ese régimen de terror consentido en esta parte del mundo.

La filipina Jennifer era una de ellas. Accede con mucho miedo a contarnos su historia. Ella ha podido escapar y regresar a su país. Relata con detalle lo que ocurre dentro del complejo de altos muros blancos y alambrados de Nom Pen que hemos visitado. "Me reclutó un agente en Filipinas asegurándome que iba a trabajar de crupier en un casino en Camboya. Un familiar mío también había hablado con el mismo agente y decidí que era una buena oportunidad laboral".

Foto: Un niño monta en bicicleta en Nom Pen, Camboya. (EFE/Mak Remissa)
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Ahí empieza su pesadilla y la de su primo. Voló a Singapur y desde ahí a Nom Pen. Pronto entendió que algo iba mal. "Me di cuenta de que era víctima de trata de personas cuando en el aeropuerto me dijeron que buscara a alguien con un letrero con tres estrellas. Al verle, le entregué mi pasaporte y luego me recogió un automóvil y no me permitieron hacer preguntas. Luego resultó que acabé en un edificio grande donde estaba vigilada y no tenía posibilidad de salir. Estaba encerrada allí". El edificio al que se refiere es el descrito al inicio del texto.

Novia 'guapa' y millonario

El complejo, narra ella, se compone de varios edificios con cuartos donde duermen entre ocho y seis personas en literas. Hay dormitorios de mujeres y de hombres. Todo el centro está controlado por un grupo de malasios que dan las órdenes y distribuyen el trabajo. Pronto le explicaron en qué consistía el suyo: estafar personas. "Te dan una tarjeta de teléfono, una VPN, y trabajas entre 9 y 12 horas cada día. Te dan también una tarjeta para comer y otra para entrar en tu cuarto. No puedes salir, salvo que seas un trabajador ya fiable a los que permiten salir a los centros comerciales limítrofes siempre acompañados de un guarda. Te dejan usar tu teléfono, pero al llegar te borran toda la información que tiene y le ponen una cinta a la cámara", explica Jennifer.

Su trabajo era estafar a personas de Holanda, Italia y España. "Los holandeses te contestaban enseguida que no eran estúpidos, era más complicado que con españoles e italianos", comenta. Ella sólo hablaba inglés y filipino, así que usaba a veces una aplicación de traducción instantánea como el resto de sus compañeros. La metodología está estudiada. A cada uno le dan una lista de teléfonos de posibles víctimas. El perfil favorito es el de un hombre mayor y separado. Le mandan un Whatsapp preguntando por alguien. La persona responde que se ha equivocado de número y entonces el estafador inicia una conversación superficial para desarrollar un primer contacto. Si la víctima es receptiva, entonces comienza un proceso para ir metiéndole en el "juego". Las conversaciones empiezan a ser habituales y poco a poco se van haciendo algo más íntimas.

"Los estafadores siempre contamos que nos llamamos Amy y somos propietarios de un salón Spa en Malasia. En cada planta hay una modelo de apoyo para todos los trabajadores. Todas eran tailandesas. Ellas están ahí sentadas, sin hacer nada, y son las que mejor viven. Si el cliente quiere ver fotos o hacer una videollamada, entonces interviene la guapa modelo. Ganan hasta 5.000 dólares al mes por decir en la cámara Hello, how are you (pone voz de tonta)", explica Jennifer.

placeholder Las inmediaciones del centro de estafadores. (J.B)
Las inmediaciones del centro de estafadores. (J.B)

Las modelos son miradas con recelo por el resto de "colegas". Viven mejor que ellos y de alguna manera todos saben que de sus capacidades de estar cinco minutos frente a la cámara y ser convincentes depende engañar a un pardillo al que ellos se llevan trabajando quizá semanas. La modelo de la planta de Jennifer, apunta la filipina, no era especialmente convincente. Un problema grave porque su papel era esencial.

La modelo es la que pone cara a la estafa. El sistema está pensado para hombres. La víctima va entablando ya una relación personal, se va sintiendo seguro. Habla con una chica bella con la que va avanzando en una posible relación sentimental. Ese es el momento adecuado de lanzar el anzuelo. La estafadora o estafador comenta entonces de pasada algo sobre criptomonedas. Le dice que tiene un familiar o amigo que está invirtiendo en ello y gana mucho dinero. La víctima puede dudar, así que la estafadora le ofrece hacer una pequeña inversión de prueba. El centro tiene una web creada ad hoc que da la apariencia de algo profesional y auténtico. Le dan a la víctima sus propias claves y hace una primera pequeña inversión, quizá cinco o diez euros.

Me di cuenta de que era víctima de trata cuando en el aeropuerto me dijeron que buscara a alguien con un letrero con tres estrellas

Él mismo comprueba que en poco tiempo ha dado buenos beneficios. Quizá ha doblado la cantidad invertida. Todo está pensado. Los estafadores no buscan diez euros, buscan mucho más, así que cuando la víctima quiere comprobar que todo está en orden y decide retirar dinero ve rápidamente el ingreso en su cuenta. Eso le hace sentir seguro. Tiene una potencial bonita novia joven que además le hace ganar pasta. Está eufórico, pero aún duda.

Prueba poco a poco y siempre obtiene ganancias que maneja sin problema. Ya está convencido y hace ya una inversión fuerte. Ha picado el anzuelo. Descubrirá que ha sido estafado cuando decida retirar ya una cantidad grande de dinero. Ese es el límite, ya no pueden exprimirle más. Entonces descubrirá que no hay novia, ni hay pasta, ni hay empresa... "La mayor estafa que yo vi fue al gerente de un hospital que invirtió 800.000 dólares", recuerda Jennifer.

Ella dice que avisaba a sus víctimas, que se oponía a estafarles. El problema en todo caso es que no le pagaban. "Me prometieron 1.000 dólares mensuales que no me dieron nunca", asegura ella. No sólo no ganaba dinero sino que acumulaba deudas con sus captores. Esa es la parte donde los esclavizan.

Un prostíbulo para los estafadores

Algunos de los trabajadores, aunque fueron captados con engaños, se quedan de forma voluntaria. Se les da bien estafar y reciben dinero. Son rentables y la mafia los cuida. Otros quieren irse, pero a esos no les dejan. Deben pagar primero el dinero que deben a la agencia y toda una serie de multas que les van poniendo dentro. Llegar tarde al puesto de trabajo, desconectarse del ordenador más tiempo del permitido, dormirse, ir demasiado al baño… Hay multas de hasta 300 dólares. Algunas chicas solventan esos castigos teniendo relaciones sexuales con los encargados malasios. Muchas acaban de alguna manera siendo amantes forzadas de sus captores. Jennifer recuerda que alguna de sus compañeras sufrían por eso "fortísimas depresiones".

El reciento ofrecía comida, hay dos restaurantes dentro, bebida y entretenimiento, pero faltaba algo importante para los varones: el sexo. Parece que se han puesto manos a la obra y abrirán un prostíbulo para los propios trabajadores. A algunos también les suministran drogas. Eso cierra el círculo: les pagan por estafas y ellos se gastan buena parte en comer, beber, drogarse y tener relaciones sexuales en el propio centro.

"Puedes ganar miles de dólares si estafas a personas muy ricas. En realidad, algunos están felices y tampoco tienen la opción de escapar. Incluso si ganaste mucho, no hay manera de que puedas gastarlo todo, ya que no puedes salir a menos que tengas a alguien de nacionalidad china que te acompañe afuera durante una hora", recuerda ella. Los que no aguantan el encierro saltan por una ventana o corren en estampida, como aquel famoso video viral en el que decenas de vietnamitas escapaban de un centro de estafas de Camboya mientras los guardas les apaleaban y perseguían.

Los trabajadores que van acumulando muchas deudas con la organización o generan problemas son llevados a otros centros en el país. Como comentábamos al inicio, allí son hasta torturados o asesinados. El primo de Jennifer fue uno de ellos. Consiguió escapar de su encierro en Long Bay y estuvieron a punto de ejecutarle unos agentes. Cometió el error de ir a denunciar a la Policía. Se salvó porque alguien denunció que iban a matarle e intervinieron otras autoridades. Lo estaban llevando a un descampado. Acabó en una prisión de Camboya durante tres meses. Sólo le dejaron salir cuando firmó un documento donde aseguraba no haber sido víctima del tráfico de personas. Está ya en Filipinas.

Jennifer pagó buena parte de su deuda y la dejaron también salir tras semanas de quejas. Huyó atemorizada, sabía que fuera corría riesgo, y consiguió salir de Camboya con ayuda de unos amigos. Estuvo días antes escondida en un hotelucho. Denunció lo ocurrido ya en su país. Sigue con miedo de que hablar le pueda acarrear represalias. Las mafias que controlan los centros de estafas se mueven por todo el sudeste asiático, también en su país. Hay autoridades policiales involucradas.

El centro de Nom Pen sigue lleno de esclavos y no esclavos trabajando para estafar personas. Todo el mundo sabe lo que allí ocurre. En este mismo instante hay cientos de personas mandando un mensaje por una red social o servicio de mensajería instantánea que inicia con un "Hola….". Y detrás está otra Jennifer, la modelo tailandesa Amy, los captores malasios … y en el top de la pirámide, los capos de la mafia china que esclavizan a sus trabajadores y estafan a incautos que responden a ese "Hola…." que de pronto aparece en su pantalla.

El complejo está enclavado en el Phnom Penh Hanoi Friendship Boulevard, una mezcla de zona industrial y residencial. El entorno es un nuevo desarrollo urbanístico, no lejos del aeropuerto de Nom Pen, Camboya, donde cerca hay algunos hoteles y centros comerciales. Los muros están rodeados de alambre de espino y de los diversos edificios con sus pequeños balcones, que emergen de vez en cuando una sombra. En la puerta principal hay algunos vendedores ambulantes de comida. Algunas personas controlan el recinto. Parece un prisión. Lo es. Todo el mundo, incluidas las autoridades, saben lo que ocurre tras los muros de ese recinto. La impunidad es absoluta. Es un centro de estafas de internet controlado por la mafia china que se nutre del tráfico ilegal de personas. Dentro hay cientos de currantes, muchos contra su voluntad, trabajando en estafarle a usted. Ese mensaje de Whatsapp que reciben con un "Hola…" se lo envían desde allí.

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