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Italia y su táctica de 'ni abro ni cierro' para vencer el covid-19
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la curva frena lentamente

Italia y su táctica de 'ni abro ni cierro' para vencer el covid-19

Los transalpinos han optado por un semiconfinamiento desde octubre para intentar cuidar sanidad y economía a la vez. El resultado también se ha quedado a medias

Foto: Un doctor recibe una caja de vacunas de Pfizer-BioNTech en Turin. (Reuters)
Un doctor recibe una caja de vacunas de Pfizer-BioNTech en Turin. (Reuters)

El péndulo del covid-19, que cumple ahora un año de vida en Italia, se ha ralentizado en el país. Un cambio de estrategia en octubre por parte del Gobierno de Roma, en el que ni se cierra del todo ni se abre del todo, ha generado una respuesta más estable y también más ralentizada a la pandemia. Los italianos han apostado por una especie de término medio entre resolver la crisis económica y la crisis sanitaria, y los resultados, al menos en contagios y fallecidos por el covid-19, acompañan el ritmo de esa apuesta. En primavera, la repentina explosión de casos y de incertezas acabó súbito con una cuarentena total, más corta y más estricta que la actual. Desde otoño, la respuesta ha sido otra. Ha habido un semiconfinamiento prolongado en el tiempo. Más estricto que el español, por ejemplo, y menos que el británico.

Habrá que esperar a las primeras decisiones que tome el nuevo Gobierno de Draghi. Se espera quizás un nuevo decreto para principios de marzo, para ver si se produce el previsto fin de muchas de las prohibiciones actuales. Los indicadores sanitarios han mejorado de forma pausada, pero sin conseguir quebrar drásticamente la curva. Los indicadores económicos siguen siendo una variable en medio de una imprevisible tormenta. La salud depende de las benditas vacunas. La economía, de los benditos 209.000 millones que deben caer de Europa. En el primer aspecto, Italia, que está dentro de la estrategia UE, lo está haciendo bien. Según los datos de Our World in Data a 12 de febrero, los transalpinos han vacunado a 4,7 de cada 100 personas. España supera esa cifra, con 5, pero en Alemania es 4,4; en Suecia, 4,3; en Francia, 3,7, y en Holanda, 2,9.

Sin embargo, Italia está entre los cabeza de lista en ratio de muerte por contagios en la UE, con un 3,5%, respecto al 1,4% de Holanda o el 2% de Suecia. Solo Grecia y Bulgaria empeoran esa cifra, un dato muy malo.

Foto: Un trabajador sanitario, en Roma. (EFE)

La estrategia de vacunación es regional, en todo caso, con apuestas como Lazio, donde son los mayores de 80 años los que deben llamar para pedir cita para vacunarse, o Véneto, donde son las autoridades las que llaman a los pacientes. Ha habido polémica por la distribución desigual regional de las vacunas o por el plan del jefe de la estrategia anticovid, Domenico Arcuri, que ha lanzado un concurso para construir unos pabellones portátiles de vacunación adornados con enormes flores que la mayoría de regiones rechazan porque creen que retrasan el proceso y son un gasto innecesario. En Roma, por ejemplo, se está usando una parte del aeropuerto internacional de Fiumicino como centro de vacunación. Otras regiones como Toscana pretenden involucrar las consultas de los médicos de familia.

Por ahora, no termina la pesadilla. El 11 de febrero hubo 391 fallecidos. Inimaginables hace un año, digeribles hoy en la rutina. Parece, en todo caso, que se acaba este semiconfinamiento de cuatro largos meses, o, al menos, se aflojará considerablemente. ¿Significará eso que se retorna al ritmo del viejo péndulo? Entendamos el proceso para llegar al actual resultado.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Restaurantes abiertos y cerrados

Viendo la gráfica total de fallecidos por coronavirus en Italia, camino ya de los 100.000, se observa una subida muy pronunciada durante el mes de marzo de 2020 y una bajada a inicios de abril, casi igual de pronunciada, hasta mediados de octubre. Esos eran los meses en que en todo el globo se alababa el milagro italiano sin que nadie supiera entender las razones del éxito. Algunos científicos apuntaban a un confinamiento más largo y más severo en Italia que en otros países como posible detonante. Mientras, socialmente, el verano era una fiesta por todo un país que relajaba las precauciones con el permiso de las autoridades. El Gobierno, por su parte, adoptó algunas arriesgadas apuestas para encarar el otoño, como el ambicioso y fracasado plan de nuevas sillas y mesas en las escuelas, que no ha servido para mantener abiertas las clases. Todo el optimismo se difuminaba de un plumazo al inicio de octubre, cuando los datos mostraron que el virus avanzaba como en febrero.

La 'pax covid' italiana se rompe entonces con una subida rápida de fallecidos similar a la de marzo, se vuelve a estar en cifras de entre 600 y 900 muertos diarios, que alcanzan su punto álgido a principios de diciembre. En medio de esta explosión de nuevo de contagios, el Gobierno decide un cambio de estrategia y se opta por el semiconfinamiento. que se ha mantenido durante casi cuatro meses. Los semáforos regionales, rojo, naranja y amarillo, marcan diferencias. Rojo es cierre total y los dos siguientes suponen diversas restricciones.

El 24 de octubre, entraba en vigor un primer decreto que obligaba a cerrar toda la hostelería del país a las 18:00 (en zona roja y naranja, el cierre es perenne, menos para comida a domicilio). Esta pasada Navidad, durante la mayor parte del periodo festivo, se decidió el cierre total del sector y la prohibición de salir de casa, aunque con significativos matices. No fue una clausura como en marzo, sino que en plenas fiestas navideñas se opta por permitir reuniones en las casas de hasta cuatro adultos y dos menores convivientes. Los encuentros fueron masivos, solo más reducidos en número, dentro de los mismos municipios (entre regiones, estaba prohibida la movilidad, salvo para residentes). El pequeño comercio se mantiene siempre abierto, ampliando horarios, y se promulga una norma de devolución del 10% de los pagos efectuados con tarjeta en las tiendas que potencia salir a hacer compras presenciales a la vez que las autoridades alertan y se escandalizan por las imágenes de calles atestadas de ciudadanos. Se cierra, pero no se cierra; se abre, pero no se abre. “Excluyo un confinamiento generalizado”, ha repetido y llevado a cabo el ex primer ministro Giuseppe Conte.

Foto: Una protesta contra las medidas de confinamiento en Bolonia. (EFE)

Tras la Navidad, el semáforo regional marca la pauta. Todas las regiones, ahogadas económicamente, luchan por pasar a ser naranjas o amarillas. Algunas empeoran. El 17 de enero, por ejemplo, la región de Lazio pasó a ser naranja y en cuestión de horas todos los restaurantes pasaron a estar cerrados salvo para dar comida a domicilio. “Nos empujan a cerrar del todo con estas medidas aleatorias”, se quejaron los restauradores. El 1 de febrero, la región recupera la consideración de zona amarilla y los restaurantes vuelven a abrir hasta las 18:00. ¿Se contagia el virus de noche y no de día? ¿Se puede cerrar del todo la actividad económica de miles de restauradores durante meses sin llevarlos a la total quiebra?

La otra medida más llamativa que se ha tomado en estos meses es un toque de queda que entró en vigor el 6 de noviembre, entre las 10 de la noche y las cinco de la mañana. Dura hasta hoy. También se decidió cerrar algunas actividades como cines, museos o gimnasios. Las escuelas se fueron clausurando por regiones. Los centros comerciales han estado cerrados los fines de semana y festivos. La posibilidad de moverse a otras regiones o municipios también se ha prohibido o limitado, con normas algo complicadas de entender para los municipios pequeños, que permiten movimiento de hasta 30 kilómetros de casa en determinadas circunstancias…

De los dientes de sierra a una suave colina

¿Qué resultado ha dado esta nueva estrategia? En primavera pasada, se pasó de 837 muertos el 31 de marzo a 285 el 30 de abril. En esta segunda ola, ese ritmo de bajada se ha ralentizado, pasando de los 993 fallecidos del 3 de diciembre a los 391 muertos del 11 de febrero. Si se observa la curva, en abril pasado, se ve un pronunciado descenso, diente de sierra, y ahora se observa una bajada constante pero menos pronunciada.

La otra clave a mirar, en esa apuesta intermedia italiana, sería cómo ha ido la economía. Un estudio reciente de la Fondazione Nazionale dei Commercialisti (Fundación Nacional de Contables) señala que la pandemia le ha costado a cada italiano 5.420 euros: 2.371 por el retroceso del PIB y 3.049 por el aumento de la deuda.

Foto: Test de coronavirus en Turín, Italia. (Reuters)

'Il Sole 24 Ore', uno de los periódicos económicos más prestigiosos del país, advertía en un análisis el pasado 13 de octubre de que “Italia no puede permitirse un nuevo confinamiento” y hablaba de las consecuencias de un cierre global sobre el PIB italiano en el que debía ser un próximo año de recuperación. “Esta previsto un rebote del 6% en 2021 que se podría frenar hasta un 1,8%”, señalaba, si se producía un cierre total que afectara a la producción.

La afección del PIB, en 2020, ha sido, según el Instituto de Estadística Italiano, del 8,8%. Sin embargo, en el tercer trimestre, el PIB italiano tuvo una noticia mejor de la esperada y creció un 16,1% respecto al trimestre anterior, y solo disminuyó un 4% respecto al mismo periodo del año pasado. El cuarto trimestre, aunque los datos definitivos se conocerán en marzo, apunta a un crecimiento cero. Ambas cifras habrían sido mucho más negativas de apostarse de nuevo por un severo confinamiento.

En todo caso, en un escenario tan cambiante como el del coronavirus, con la llegada del Gobierno de Draghi, que ha despertado una cierta euforia en los inversores, las nuevas cepas que amenazan el placebo de las vacunas, la llegada de las ayudas europeas… hacer un balance de daños económicos parece aún pronto. “Draghi hará repartir la economía italiana con la ayuda de la UE”, ha dicho la francesa Christine Lagarde, justamente la sucesora del italiano en la presidencia del Banco Central Europeo.

Foto: Imagen: Laura Martín.
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Esas buenas previsiones económicas están aún por confirmarse, pero al menos este semiconfinamiento ha tenido un efecto tranquilizador en una sociedad que en octubre pasado parecía estar a punto de explotar. Eran los tiempos de los graves altercados protagonizados por grupos ultra en diversas ciudades de Italia. Las encuestas señalaban un desgaste de apoyos a las medidas del Gobierno y una fuerte erosión social que se contuvo, primero, ante el susto de ver de nuevo tantos fallecidos y, después, al haber permitido, más o menos, mantener abierta la actividad económica.

Todo parece indicar que ahora se relajará la mayor parte de medidas, que quizá se acabe el toque de queda, que los restaurantes vuelvan a abrir por las noches y que se pueda volver a viajar por Italia. Se acaba este periodo de cierre sin cierre, de libertad vigilada, que ha traído hasta aquí a Italia.

El péndulo del covid-19, que cumple ahora un año de vida en Italia, se ha ralentizado en el país. Un cambio de estrategia en octubre por parte del Gobierno de Roma, en el que ni se cierra del todo ni se abre del todo, ha generado una respuesta más estable y también más ralentizada a la pandemia. Los italianos han apostado por una especie de término medio entre resolver la crisis económica y la crisis sanitaria, y los resultados, al menos en contagios y fallecidos por el covid-19, acompañan el ritmo de esa apuesta. En primavera, la repentina explosión de casos y de incertezas acabó súbito con una cuarentena total, más corta y más estricta que la actual. Desde otoño, la respuesta ha sido otra. Ha habido un semiconfinamiento prolongado en el tiempo. Más estricto que el español, por ejemplo, y menos que el británico.

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