Es noticia
Los dos mapas que señalan el nuevo centro ideológico de Europa
  1. Mundo
  2. Europa
análisis

Los dos mapas que señalan el nuevo centro ideológico de Europa

Los resultados de estas elecciones son mucho más relevantes de lo que las voces europeístas quieren transmitir. Los consensos se están rompiendo porque el eje político ha cambiado

Foto: Macron y Scholz, los perdedores de estas europeas. (EFE/Filip Singer)
Macron y Scholz, los perdedores de estas europeas. (EFE/Filip Singer)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Estas elecciones europeas, más que nunca, pueden entenderse a través de sus mapas. El territorio importa y las brechas políticas abiertas están directamente relacionadas con la ubicación geográfica. Las diferencias entre los votos del norte, del sur y del este, sin ir más lejos, son notables. Pero sería un error fijarse en los mapas y en sus especificidades locales sin reparar en que todos tienen un centro y que siempre están dibujados desde una perspectiva concreta. El mapa europeo lo tenía en el eje París-Berlín, que ha sido el núcleo de la UE, y que ha sido desafiado de una manera muy significativa en estas elecciones.

En los dos países principales de Europa, el reparto de voto ha sido muy revelador. El mapa germano muestra una evidente división entre la antigua República Democrática Alemana y la República Federal Alemana. En la primera ha ganado AfD, con la CDU segunda y con la irrupción poderosa de la Alianza Sahra Wagenknecht. En el resto de Alemania la CDU ha sido de lejos el primer partido y AfD el segundo, pero muy por debajo.

La integración de los alemanes del Este no sido especialmente exitosa, en la medida en que el mismo deterioro que vivió el sur de Europa durante los años de la globalización lo han sufrido los germanos orientales. Justo antes de la pandemia, de la guerra y de la inflación, que empeoraron significativamente las cosas, el informe 'Ungleiches Deutschland: Sozioökonomischer Disparitätenbericht 2019' (Una Alemania desigual: informe de disparidades económicas 2019), realizado por la Fundación Friedrich Ebert, mostraba la existencia de dos países diferentes dentro de Alemania. Más de 13,5 millones de sus ciudadanos vivían en regiones con graves problemas estructurales, que se desenvolvían en un círculo vicioso de deuda creciente, aumento del desempleo, menor inversión (o inversión puramente especuladora) y emigración de su población más formada. Los territorios que, como las grandes urbes y las zonas que las rodean, han vivido un momento de auge y que han concentrado los recursos, se han visto enfrentados con esas regiones en declive, que es exactamente el caso del este.

En síntesis, la antigua RDA no ha votado de manera diferente que la ex RFA, sino que ha votado contra ella; contra todo lo que significa y contra la deriva que ha impuesto al país. Ese descontento lo ha canalizado el partido de extrema derecha, AfD, lo que puede chocar tratándose de una zona excomunista, y no una formación de izquierdas.

El voto contra París

El mapa francés es muy nítido, en la medida en que Rassemblement National, con Jordan Bardella al frente, ha ganado en todas partes, salvo en l’Île-de- France, la zona parisina. Hay factores coyunturales que explican su éxito, como el enorme desgaste de Macron o la exitosa estrategia de Le Pen para que dejaran de percibir a su partido como antisistema (la “desdiabolización”), pero lo cierto es que hacía 40 años que un partido francés no obtenía tan buenos resultados como el de Le Pen en unas europeas. La contundencia de la victoria es abrumadora, lo que ha llevado al presidente francés a una muy temeraria convocatoria anticipada de elecciones legislativas.

Parece que esas zonas parisinas donde viven las clases dirigentes se han convertido en una ciudadela asediada

De modo que, salvo en la capital, el color político de toda Francia es el de Le Pen. Esa división ya había aparecido de manera diáfana en anteriores elecciones, ya que las zonas en declive de Francia habían apostado por RN y los núcleos urbanos con mayor vitalidad por Macron (o por Mélenchon en las periferias urbanas), pero ahora es enorme. Es como si esas zonas parisinas donde viven las clases dirigentes se hubieran convertido en una ciudadela asediada.

Foto: Philippe Lambert, líder de Alianza Libre Europea. (Reuters/Piroschka van de Wouw)
TE PUEDE INTERESAR
"El centro aguanta": los 'ultras' empujan a la derecha el eje de la Eurocámara, pero no lo rompen
Nacho Alarcón. Bruselas Unidad de Datos EC Diseño

Y en cierta medida lo es, porque Francia vota contra París: contra el tipo de sociedad que se ha conformado en una sociedad cosmopolita que se parece poco en costumbres y visiones del mundo al resto de Francia. Y decir que Francia vota contra París, es decir que lo hace contra el eje París-Berlín. Hay elementos en el descontento circulante que están arraigados en la derecha francesa, como es el sentimiento soberanista, ese deseo de alejarse del liderazgo alemán y de decidir por sí mismos. Es normal que, por ejemplo, en las zonas desindustrializadas galas, ese descontento lo recoja la fuerza que más distancia ha puesto con la actual UE. Del mismo modo, la inmigración, que es otro asunto importante para las fuerzas de ese espacio, ha tenido en la UE y en Macron a los principales valedores durante mucho tiempo, por lo que es natural que Le Pen haya ganado votos también con ese asunto.

El dolor adquisitivo

Hay un tercer elemento que los franceses no olvidan: a los alemanes les ha ido mejor que a ellos con la UE y el euro. La explicación macroeconómica la ofrece el economista Michael Pettis cuando señala que los superávits alemanes no fueron a parar, como habría debido ocurrir, a la inversión interna y a aumentar los recursos de los hogares, y que eso generó un impacto muy negativo en países de la eurozona, como España, Italia o Grecia.

"En dos años, el precio de los alimentos ha aumentado más del 20%. En cinco , el precio de la electricidad se ha disparado un 70%"

A Francia le ha ocurrido también, y a nivel micro sus consecuencias se han dejado sentir en estas elecciones. Lo explica claramente en ‘Le Figaro’ el politólogo Jérôme Fourquet respecto del poder adquisitivo. “En los últimos dos años, el precio de los productos alimenticios ha aumentado más del 20%. En cinco años, el precio de la electricidad se ha disparado un 70% (y en 2023 se han iniciado un millón de procedimientos por impagos de gas o electricidad, un récord), y la RN critica el método de fijación de los precios en el mercado eléctrico europeo. El diésel, el combustible más utilizado en la Francia periurbana y rural, que constituye el corazón del electorado RN, tenía un precio de 1,4 euros por litro en noviembre de 2018, cuando estalló la crisis de los chalecos amarillos, frente a los casi 1,9 euros actuales. Signo de los tiempos, Action, una cadena de hiperdescuento holandesa, se ha convertido en la marca favorita de los franceses”.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/Olivier Hoslet)

Este descenso en el nivel de vida de las poblaciones más modestas, e incluso de las clases medias, ha provocado que muchos franceses crean que la solución pasa por la salida de Macron y la llegada de Le Pen y Bardella. Es un aspecto llamativo, en la medida en que esta preocupación por los asuntos materiales debería beneficiar electoralmente a las fuerzas de izquierda, y está ocurriendo justo al contrario. Es algo que se explica por el desplazamiento del eje tradicional izquierda/derecha por otro ligado a lo territorial. Y tiene notables consecuencias.

Las consecuencias de romper los consensos

Las elecciones europeas han constatado que las fuerzas que dominan los dos países principales, la coalición del semáforo y Macron, están seriamente dañadas. El posible recambio alemán es el partido conservador, la CDU, que es una formación de derecha sistémica, pero dura, y AfD, la extrema derecha, ha ocupado el segundo lugar en los comicios. En Francia, Rassemblement National se sitúa como partido dominante. Al mismo tiempo, los socialdemócratas, los verdes y las izquierdas han perdido espacio.

El centro político no estaba compuesto por una ideología, sino por la unión de fuerzas de derechas y de centro izquierda. Ya no es así

La primera consecuencia, pues, es que el predominio del eje territorial ha llevado a una presencia muy relevante de las derechas en la Eurocámara, con el añadido de que han ganado en los cuatro países más importantes de Europa (Alemania, Francia, Italia y España), y en el quinto, Polonia, hay empate técnico. La derecha sistémica, el PPE (Partido Popular Europeo), ha anunciado su propósito de conservar la actual alianza con socialdemócratas, verdes y liberales, mientras que las derechas populistas y las extremas aspiran a cambiar la UE desde dentro, lo que supondría más libertad para los Estados y menos poder la Unión y para la Comisión. El programa de esas derechas está bien definido ya. Pero no hay que olvidar que, en este escenario, la suma de todas las derechas cuenta con una mayoría de bloqueo, lo que puede ser muy relevante a la hora de poner en práctica las políticas de la Unión.

Foto: Marine Le Pen valora los resultados de las europeas. (EFE/Andre Pain) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La UE gira a la derecha pero su núcleo ideológico aún resiste
Ramón González Férriz

Este giro hacia la derecha es mucho más relevante de lo que las voces europeístas transmiten, porque los consensos están rotos en varios planos: la política prosistema era fijada por el eje París-Berlín y tenía un componente equilibrador entre izquierda y derecha, una suerte de consenso tecnocrático que mezclaba una mentalidad cosmopolita en lo cultural, con la economía liberal y las políticas públicas socioliberales y verdes. El centro político no estaba compuesto por un partido, sino por la unión de fuerzas de derechas y de centro izquierda.

En segundo lugar, el consenso sobre la dirección que debe tomar la Unión es débil. Hay diferentes proyectos sostenidos por diferentes países, la guerra de Ucrania está en el horizonte y tampoco hay acuerdo sobre la salida que se debe dar a la crisis sistémica europea. Es probable que la Unión continúe con la visión liberal en la economía, que esté más pendiente de los déficits que los últimos años, y que las inversiones en defensa y las leyes contra la inmigración sustituyan en su ideario a la reconversión ecológica y a la subida del salario mínimo. La capacidad de las derechas para impregnar el día a día de las políticas de la Unión es ahora mucho mayor.

Y en cuanto a la pérdida de centro europeo, afecta en dos planos. En el territorial, porque el eje París-Berlín tiene una recomposición complicada y porque otros países como Italia, Polonia y Hungría van a querer jugar un nuevo papel, y porque el centro ideológico ya no está situado en ese acuerdo entre distintas fuerzas, sino que ha quedado en manos del Partido Popular Europeo. Los populares pueden apoyarse a izquierda o a derecha para llevar a cabo el programa que decidan. Son la fuerza decisiva en la Unión y pueden operar sin supeditarse a los consensos antiguos, lo que aventura mucho más cambio que continuidad.

Estas elecciones europeas, más que nunca, pueden entenderse a través de sus mapas. El territorio importa y las brechas políticas abiertas están directamente relacionadas con la ubicación geográfica. Las diferencias entre los votos del norte, del sur y del este, sin ir más lejos, son notables. Pero sería un error fijarse en los mapas y en sus especificidades locales sin reparar en que todos tienen un centro y que siempre están dibujados desde una perspectiva concreta. El mapa europeo lo tenía en el eje París-Berlín, que ha sido el núcleo de la UE, y que ha sido desafiado de una manera muy significativa en estas elecciones.

Extrema derecha Elecciones europeas Emmanuel Macron Alternativa para Alemania Marine Le Pen
El redactor recomienda