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Amiens, la ciudad natal de Macron con el centro atrapado en una pinza entre la izquierda y la ultraderecha
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Amiens, la ciudad natal de Macron con el centro atrapado en una pinza entre la izquierda y la ultraderecha

La "Venecia del norte" era en 2017 un lugar de periplo de los fanes del presidente francés. Siete años después, la hostilidad contra Macron predomina en esta zona en la que su partido podría quedarse sin diputados

Foto: Carteles electorales del Frente Popular en Amiens. (Enric Bonet)
Carteles electorales del Frente Popular en Amiens. (Enric Bonet)

Philippe Sapanel, de 75 años, lo tiene claro: "Esta vez votaré por el cambio". Para este habitante del norte de Francia, el "cambio" es sinónimo de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Eran las once de la mañana del 20 de junio y una atmósfera de apatía cuotidiana predominaba en el Café de la Gare, el lugar que monopoliza la vida social en Ailly-sur-Somme, una pequeña localidad colindante con Amiens, la ciudad natal de Emmanuel Macron. Las inciertas elecciones legislativas de este verano, convocadas de manera anticipada por el presidente francés tras el batacazo de su partido en las europeas, no suscitaban conversaciones acaloradas. Más bien suspiros de hartazgo respecto a unos políticos, "que todos son iguales".

El monsieur Sapanel era el más parlanchín de los clientes de ese bar. Decía en voz alta lo que piensan muchos de los habitantes de Ailly-sur-Somme, donde la extrema derecha lepenista obtuvo el 51% de los votos en los comicios del 9 de junio. Esa tendencia podría repetirse en las legislativas del 30 de junio (primera vuelta) y el 7 de julio (segunda). "Antes era más de izquierdas, pero ahora me gusta (Jordan) Bardella", afirmaba ese anciano galo, refiriéndose a la mano derecha de Marine Le Pen, que podría convertirse en el nuevo primer ministro, en caso de una mayoría absoluta de la derecha radical en la Asamblea Nacional.

"Hemos probado todos los partidos excepto RN. Pues démosles la oportunidad de gobernar y, en el caso de que no funcione, ya haremos una revolución", fanfarroneaba Sapanel, con el cabello y la barba blancos y las mejillas rojizas tras haber bebido una copa de vino con un par de amigos. Testimonios como el suyo abundan en la periferia antaño industrial de Amiens. En el departamento (provincia) de la Somme, el goteo del cierre de fábricas en las últimas décadas ha ido de la mano con el crecimiento de la ultraderecha. Hasta el punto de que el nacionalismo y la xenofobia ya fueron la opción más votada —con el 24% de las papeletas— en el núcleo urbano de la capital de la histórica región de Picardía.

"Estoy harta de la situación actual"

El rechazo a Macron cotiza al alza, también sus tierras natales. "Espero que dimita. Desde que es presidente, las cosas no van bien para los franceses", afirma Anne-Sophie, de 32 años, dependienta en una de las panaderías de Ailly-sur-Somme. Ella menciona como los motivos de su descontento la pérdida de poder adquisitivo a causa de la inflación o la impopular reforma de las pensiones del año pasado, que incrementó de 62 a 64 años la edad mínima de jubilación (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa). Aunque dice interesarse poco por la política, esta panadera no esconde sus simpatías: "Le Pen es mucho más cercana a los ciudadanos modestos. Cuando la oigo hablar, me transmite seguridad".

placeholder Farmacia de Amiens. (Enric Bonet)
Farmacia de Amiens. (Enric Bonet)

"Quiero que gane el partido de la señora Le Pen. Estoy harta de la situación actual", afirma sin morderse la lengua Sarah, de 59 años y que lleva varios años en el paro. Sentada en un banco cercano a la estación de trenes de esta localidad de la periferia de Amiens, esta mujer mostraba su resentimiento contra la clase política, así como las personas migrantes. Es un discurso paradigmático entre los votantes lepenistas.

"Cuando vemos la deuda que nos ha dejado Macron", se queja sobre un incremento en 820.000 millones de euros desde su llegada al Elíseo en 2017. "Hace falta priorizar y recuperar el dinero que se da a los extranjeros", afirma Sarah, quien se muestra, asimismo, crítica con el aumento de la ayuda militar para Ucrania: "Me parece muy bien que ayudemos a los ucranianos, pero la prioridad deben ser los franceses". Los Sarah, Anne-Sophie o Philippe protagonizan una revuelta silenciosa de la Francia rural y periférica que puede quitar a Macron las riendas del Ejecutivo. Pese haberlos convocado de manera anticipada, su coalición afronta en un momento de debilidad los comicios de finales de mes.

Según los últimos sondeos, que se deben coger con pinzas, RN lidera la carrera electoral con unas intenciones de voto del 34%, 15 puntos más que hace dos años. El macronismo se encuentran relegado a una tercera posición con cerca del 20% —cinco puntos menos que en 2022— y podría perder más de 100 escaños. Cuando falta apenas una semana para la primera vuelta, la principal alternativa a la ultraderecha la encarna la flamante alianza unitaria de las izquierdas, bautizada como el Nuevo Frente Popular Ecológico y Social. Sus perspectivas electorales son del 27%.

Una localidad afectada por la desindustrialización

La rápida, y frágil, alianza entre la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), el Partido Socialista, los verdes y los comunistas cogió con el pie cambiado a Macron, quien esperaba beneficiarse de la división entre las formaciones progresistas. Salvo una sorpresa —nada se puede descartar—, los comicios del 30J y el 7J se han convertido en un duelo entre la ultraderecha y la izquierda. El centro macronista, cada vez más anclado en la derecha, se ha visto atrapado en una pinza entre esos dos polos. Esta dinámica se ve ilustrada en la geografía electoral de Amiens, con poco más de 130.000 habitantes y gobernada por la alcaldesa centrista Brigitte Fouré.

"Voté a Macron, pero se ha vuelto mucho más de derechas", lamentaba Mohamed propietario de una tienda al norte de Amiens

Mientras que en las localidades pequeñas y medianas del norte de Francia el lepenismo dispone de uno de sus grandes caladeros de votos, la izquierda es fuerte en los centros urbanos y los barrios periféricos de la banlieue. Así se palpa en la capital de la Picardía —una especie de Asturias francesa—, donde la desindustrialización causó estragos y las casas de ladrillo rojo quedaron como un vestigio de ese pasado obrero e industrial. Muchos de los amienenses muestran una opinión hostil respecto al presidente, quien vivió allí hasta los 17 años, cuando se fue a París. Incluso en el coqueto centro de esa localidad, conocida como la "Venecia del norte" por sus elegantes canales del río Somme.

"Voté a Macron desde la primera vuelta en 2017, pero desde entonces se ha vuelto mucho más de derechas", lamentaba Mohamed, de 50 años, propietario de una tienda en la banlieue (distrito popular) norte de Amiens. "Cuando aprobaron la ley migratoria —adoptada a finales del año pasado con los votos de los representantes macronistas, la ultraderecha y la derecha republicana—, quedé muy decepcionada. Ahora también me han molestado mucho unas declaraciones tránsfobas en que tachaba de grotesco la autonomía de género para las personas transexuales", criticaba Clémentine, de 22 años, una estudiante universitaria que se prepara para trabajar en la Educación Nacional.

placeholder Amiens. (Enric Bonet)
Amiens. (Enric Bonet)

Junto con una compañera de estudios, ella se paseaba por el principal eje comercial de Amiens. Allí se encuentra uno de los lugares icónicos de la ciudad relacionados con los Macron: la chocolatería Trogneux. Esa lujosa tienda pertenece a la familia del primer marido, y padre de los hijos, de la primera dama Brigitte Macron, de 71 años. A unos pocos centenares de metros de allí se encuentra el colegio de jesuitas La Providence. En esa escuela, el adolescente Macron no solo sorprendió a sus profesores por su brillantez intelectual, sino que empezó su romance con su profesora de literatura, Brigitte, veinticuatro años mayor que él y con la que terminaría casándose.

Una zona "históricamente de izquierdas"

En 2017, la chocolatería Trogneux o el colegio La Providence eran paradas obligadas para los admiradores de Macron, que acaba de convertirse en el presidente más joven de Francia desde Napoleón. Siete años después, casi no queda ni rastro de esos fanes. "Como pasó con sus predecesores Nicolas Sarkozy y François Hollande, creo que sufre el desgaste del poder", reconoce Albane Branlant, de 27 años y candidata del partido de Macron en la circunscripción número uno en la Somme, donde cuenta con pocas posibilidades de salir elegida.

François Ruffin ha ganado en relevancia en los últimos años hasta el punto de hacerle sombra a Jean-Luc Mélenchon

Tras la disolución de la Asamblea Nacional, la popularidad del presidente ha caído a sus niveles más bajos desde la crisis de los chalecos amarillos a finales de 2018. ¿Esta hostilidad se verá reflejada en las legislativas? Los comicios para la Cámara Baja se rigen por un curioso sistema electoral que divide el territorio en 577 circunscripciones. En cada una de ellas se disputan una especie de mini-presidenciales. De las cinco que hay en el departamento de la Somme, la extrema derecha ya ganó dos de ellas en 2022. El macronismo solo conservó una en el centro de Amiens, que podría perder ahora.

La contienda más mediática en esta zona septentrional tiene lugar en la primera circunscripción de la Somme, que abarca barrios periféricos del norte de Amiens con una población multicultural y pequeñas localidades como Ailly-sur-Somme. Aunque en esa área el partido de Le Pen obtuvo más del 40% de los votos el 9 de junio, el favorito para lograr ese escaño es el mediático diputado François Ruffin, de la Francia Insumisa. De hecho, su nombre suena como posible primer ministro en caso, poco probable pero no imposible, de una victoria de la izquierda en los comicios.

placeholder Carteles electorales de François Ruffin en Amiens. (Enric Bonet)
Carteles electorales de François Ruffin en Amiens. (Enric Bonet)

"Se trata de una circunscripción históricamente de izquierdas. Con un perfil de izquierda social como el mío, podemos ganarla. Pero esto se debe a la implantación local —se presenta con la etiqueta del micropartido Picardie debout!—, lo que no es el caso de la mayoría de los aspirantes progresistas" en el norte de Francia, lamenta Ruffin, de 48 años, quien se reunió en mayo en Madrid con la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Autor de exitosos documentales como Merci Patron! o J’veux du soleil, este ex periodista fue el ideólogo de bautizar como Frente Popular la nueva alianza de la gauche.

Su figura ha ganado en relevancia en los últimos años hasta el punto de hacerle sombra a Jean-Luc Mélenchon, el líder de la izquierda insumisa, con quien mantiene unas tensas relaciones. Una de las principales discrepancias entre Mélenchon y Ruffin consiste en cuál debería ser el electorado preferencial que intente seducir la izquierda: los jóvenes y los habitantes de la banlieue, según el primero, o las categorías populares de los territorios rurales y periféricos, según el segundo. "Si el partido de Le Pen adopta una línea económica para gustar a las élites empresariales —así ha sucedido durante esta campaña en que ha renunciado a derogar la reforma de las pensiones—, la izquierda tendrá una oportunidad a medio plazo para reconciliarse con el electorado popular", afirma Ruffin.

A corto plazo, sin embargo, la batalla para recuperar a estos votantes está prácticamente perdida, reconoce este candidato de izquierdas. Él se conforma con evitar una mayoría absoluta de la derecha radical: "En esta campaña me centro en una estrategia a la defensiva. Si logramos un empate, me voy a dar por satisfecho".

Philippe Sapanel, de 75 años, lo tiene claro: "Esta vez votaré por el cambio". Para este habitante del norte de Francia, el "cambio" es sinónimo de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Eran las once de la mañana del 20 de junio y una atmósfera de apatía cuotidiana predominaba en el Café de la Gare, el lugar que monopoliza la vida social en Ailly-sur-Somme, una pequeña localidad colindante con Amiens, la ciudad natal de Emmanuel Macron. Las inciertas elecciones legislativas de este verano, convocadas de manera anticipada por el presidente francés tras el batacazo de su partido en las europeas, no suscitaban conversaciones acaloradas. Más bien suspiros de hartazgo respecto a unos políticos, "que todos son iguales".

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