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El pueblo que nació para ser nuclear
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VILLAR DE CAÑAS TIENE CLARO QUE QUIERE EL ATC

El pueblo que nació para ser nuclear

Es ahora o nunca. Mientras otros pueblos candidatos vacilan entre el sí o el no, en Villar de Cañas han visto en el cementerio nuclear el

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El pueblo que nació para ser nuclear

Es ahora o nunca. Mientras otros pueblos candidatos vacilan entre el sí o el no, en Villar de Cañas han visto en el cementerio nuclear el único tren al que subirse antes de que su pueblo desaparezca del mapa. ¡Bienvenido Mr. Cementerio!.

Chus Ramírez trabaja en una de las “dos tiendas y media” que hay en el pueblo. Se marchó en 1967, y después de vivir en Madrid y Castellón, regresó a Villar de Cañas en julio del año pasado. Cuando Chus se marchó en aquel entonces, el pueblo superaba ampliamente los 2.000 habitantes. Ahora hay 463 personas censadas, y los que ahí viven reconocen que en realidad suman poco más de trescientos.

Chus (i) trabaja en la tienda de Conchi Escamilla (d), que lleva 32 años regentando el principal comercio del pueblo. Conchi ha visto diezmarse la población a causa de la falta de empleo y el envejecimiento. Ellas y el 90% de Villar de las Cañas están convencidos de que albergar el cementerio nuclear sería “una lotería” que no pueden dejar escapar.

El Alcalde, José María Saiz Lozano, ve “muchas posibilidades”. Mientras, la oposición encabezada por La Mancomunidad 'Llanos de la Laguna', considera "incompatible" el proyecto con la Reserva Natural de la Laguna de El Hito y la presa de Carrascosa del Campo, que abastece de agua a más de 800.000 habitantes de Cuenca y Ciudad Real, y ya ha tomado medidas para informar al Ministerio.

Los pocos detractores que hay en Villar de Cañas ni se molestan en protestar, porque creen que todo quedará en el intento. Mientras se sucede el alboroto, apenas se ven niños jugando. Este periodista cuenta hasta tres en todo el día. Uno de ellos tiene claro que eso del cementerio da “mucho cáncer”, porque "se lo ha dicho su primo”. Además, "si explota moriremos todos los del pueblo”-asegura-, al tiempo reconoce que sus padres sí están de acuerdo en seguir adelante con el proyecto, que grosso modo consiste en albergar los desechos radiactivos de España a cambio de una inversión de más de seis millones de euros anuales y 300 puestos de trabajo.

¿Cómo se explica a los vecinos de un lugar remoto que algo que suena tan siniestro como un ‘cementerio radiactivo’ no sólo no es malo, sino que además es muy bueno? Según la secretaria del Alcalde, María del Carmen Barco, “con mucha paciencia”. Eso se traduce en reunir en la tarde del jueves a los vecinos; sin periodistas. Con calma. Llamar a todas las puertas no es algo muy laborioso en Villar de Cañas.

Los vecinos llevaban meses escuchando al alcalde y sus ‘planes nucleares’, pero como el que oye llover a lo lejos. Esta semana, sin embargo, no se habla de otra cosa en cualquiera de los bares. Aquí los cafés aún cuestan ochenta céntimos, y mientras las tazas y los vasos se terminan, las discusiones sobre lo nuclear se entremezclan y solapan.

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María del Carmen (en la imagen, de rojo) trabaja cada día tras la barra y en la cocina del bar Oasis, el único en el que se sirven comidas. Ella también está de acuerdo con el proyecto. Sus dos hijos "no tienen ningún futuro aquí", y como ellos al parecer, el resto de los nacidos en el pueblo. El trabajo antes se resumía en agricultores y albañiles, pero “ahora con la crisis ni eso”.

La principal consigna política que repiten desde el ayuntamiento es que jamás traerían algo dañino al entorno donde ellos viven con su familia. Sus representados se lo creen en general. El alcalde es hijo del anterior alcalde, y aquí las cosas “son así” desde hace tiempo.

Los que están de acuerdo son muchos. Los que no, pocos; y lo expresan en corrillo. Reconocen que su miedo, más que a lo nuclear, se fundamenta en sentirse marginados por dar su opinión. “Si dices que no: te marcan. Yo si montan esto me voy”, asegura Juanjo González, que suma diez años en el pueblo, a donde se trajo también a sus padres. “Tenemos tres parques de energía solar. Choca que se apueste por aquello y ahora de repente por lo nuclear”.

Clases magistrales en ayuntamientos

Ayer viernes era el último día para presentarse al concurso por el ATC (Almacén Temporal Centralizado). La estrategia del pueblo era no hacerlo hasta entonces para no provocar un efecto llamada, como ya hicieran Yebra o Ascó. Después de plantearlo el jueves con tranquilidad y a mano alzada, ayer invitaron al pueblo a Eduardo Gallego (d), profesor titulado de la Universidad Politécnica de Madrid y experto en materia nuclear.

La escena, aunque parezca increíble, es la de cincuenta personas de un entorno rural atendiendo a una clase magistral sobre el funcionamiento de la energía, las centrales y sus deshechos. En ella, Gallego expuso con mucha paciencia y altruismo sus conocimientos como bien pudo. Para ello, hizo uso de ‘vídeos ilustrativos’, que mostraban simulacros de tremendos accidentes, estrellando trenes y aviones contra instalaciones similares a las que se pretenden y que permanecen indemnes. Sí. Llamando a la tranquilidad mientras se muestran fuego y explosiones.

Hasta junio, que será cuando finalmente se sepa el ganador del concurso, quedan muchos meses para discutir, aprender y valorar. Mientras, el pueblo podrá soñar con carreteras nuevas y quizá vías de tren que sustituyan al asfalto desgastado que alguna vez se vertió en el único camino que les acerca a las masas. Podrá soñar con los trescientos puestos de trabajo que implicarían el crecimiento que el pueblo y sus gentes creen que necesita. En sustituir la señal de bienvenida en la que, nada más llegar, se lee “Villar de Coñas”, para tener un sitio en el mapa y en la posteridad.

Es ahora o nunca. Mientras otros pueblos candidatos vacilan entre el sí o el no, en Villar de Cañas han visto en el cementerio nuclear el único tren al que subirse antes de que su pueblo desaparezca del mapa. ¡Bienvenido Mr. Cementerio!.

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