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Un santo no tan "subito": el espinoso camino hacia los altares
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EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN

Un santo no tan "subito": el espinoso camino hacia los altares

Ser santo lleva su tiempo y, ni pisando el acelerador, el proceso evita extenderse inexorablemente a través de los años. Fíjense sino en el caso de

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Un santo no tan "subito": el espinoso camino hacia los altares

Ser santo lleva su tiempo y, ni pisando el acelerador, el proceso evita extenderse inexorablemente a través de los años. Fíjense sino en el caso de Juan Pablo II, es el primer hombre de la tierra que será beatificado en un tiempo récord, seis años y 29 días después de su muerte y, aún así  cuando en un futuro sea proclamado Santo habrá pasado más de una década. En su caso, las puertas del cielo empezaron a abrirse desde el mismo instante en el que falleció, las 21:45 horas del 2 de abril de 2005. El pueblo pidió por aclamación popular, vox populi, que se le proclamara santo subito. De haber sido así, el proceso se habría saltado el paso previo a la santificación, la beatificación, pero el mismo Benedicto XVI tuvo dudas y tras consultar con la Curia Romana decidió cumplir las reglas canónicas y no saltarse paso alguno. La única excepción que aplicó fue la misma que a  la Madre Teresa de Calcuta: no hubo que esperar hasta cinco años después de su muerte para iniciar el proceso.

Hay quienes no ven con buenos ojos tanta prisa. Es el caso del historiador de la iglesia, Michael Walsh, que a día de hoy duda de la imparcialidad de quienes están tomando esta decisión porque según explica los participantes en el proceso, entre ellos el propio Benedicto XVI, “de algún modo le deben el puesto”  y “difícilmente -según Walsh-  se justifica que la Congregación para las Causas de los Santos haya dejado de lado su cautela tradicional para acelerar el proceso con una prisa que nos parece impropia".

En general, la mayoría de los católicos están convencidos de que la Iglesia hiciese lo que hiciese habría sido criticada. Javier Salazar, sacerdorte, tiene claro que “si haces A, porque haces A y si eliges B porque B. Aquí siempre critican los enemigos de la Iglesia, lógicamente, porque los amigos de una familia no critican a sus familiares. Los que formamos parte de la Iglesia sabemos que Juan Pablo II es Santo sin necesidad de que haya una proclamación”.

El arduo camino del santuario

Al margen de penar en vida, el camino para ser santo es arduo y complicado. Existen tres títulos en el proceso oficial de santificación: el de venerable, el de beato, además de la caridad y las virtudes requiere la demostración de que ha existido un milagro, y el de santo, para el que hace falta un segundo milagro y su verificación.

El Papa es el único que posee el poder de declarar quién es finalmente merecedor de ser beatificado o santificado pero todo el proceso requiere el trabajo de cientos de personas. Normalmente, suele ser el obispo local quien analiza si el candidato tiene méritos suficientes para poner en marcha el proceso ordinario. Se convoca entonces una corte de investigación y se cita a testigos. Los testimonios son transcritos en acta notarial, sellados y conservados en la diócesis. Al Vaticano se envían copias certificadas y llegan de la mano de un mensajero especial. Sin ir más lejos, con Juan Pablo II en la fase diocesana fue necesario escuchar el testimonio de hasta 130 testigos. El siguiente paso es el juicio de ortodoxia, censores teológicos analizan todos los textos y escritos publicados por el candidato incluidos sus documentos particulares. En el caso de Wojtila fueron dos censores teólogos los que analizaron uno a uno todos sus escritos, además, otra comisión formada por historiadores estudió sus cartas, conferencias y cada uno de sus documentos privados. Para hacerse una idea del volumen de trabajo sólo procedentes de Varsovia llegaron más de 3.000 textos vinculados a la causa.

Duelo entre el  postulador y el abogado del diablo

Cuando los informes del Obispado llegan al Vaticano, comienza la deliberación y el duelo. En el Vaticano existen unos 130 postuladores y su tarea consiste en representar a quienes han promovido la causa. Funcionan como abogados defensores del candidato. Su objetivo desde ese instante, será buscar pruebas y argumentar que existen motivos para su beatificación o  posterior santificación. Tendrá que enfrentarse, como en un juicio al promotor de la fe, el abogado del diablo que será quien replique y ponga las objeciones o trabas oportunas. El resultado final será la positio, un documento que estudiarán cardenales y prelados.

Una vez que se notifique al Papa y que dé su visto bueno se pasará al proceso apostólico. He aquí donde un nuevo tribunal formado por jueces de la Santa Sede volverá a interrogar a los testigos y demandará pruebas que demuestren con hechos reales las virtudes del aspirante. El postulador y el promotor de la fe volverán a enfrentarse de nuevo y el proceso se repetirá hasta tres veces, la última en presencia del Papa, que decidirá si le otorga o no el título en cuestión.

Todo el proceso de investigación será continuamente verificado por la sección histórica de la Congregación para la causa de los Santos. Llegados a este  punto es cuando se produce el último paso, el definitivo. El producto de la investigación puede ser riguroso pero inexacto y para saltar de venerable a beato o santo, será imprescindible comprobar si existen señales divinas en un proceso de similar rigor y valor jurídico en el que se invertirán años de estudio, trabajo e investigación.

El proceso de santificación es como puede comprobarse profundo, duro y largo en el tiempo. De no ser así, los expertos en Teología e historia de la Iglesia están convencidos de que no sería creíble. A pesar de todo, la fe se guarda la última parcela de llevar al individuo a creer o a todo lo contrario. Con Juan Pablo II el testimonio de la hermana Marie Simon ha sido definitivo “para mí es como nacer por segunda vez, Juan Pablo II me curó de parkinson. Yo estaba enferma y ahora estoy curada. Le corresponde a la Iglesia pronunciarse y reconocer si es un milagro”. Un testimonio avalado entre otros muchos testigos por el presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, José María Simón, ratificó “el parkinson no se cura y en el caso de Marie Simon, se curó, no tiene explicación natural”.

Las pruebas y el documento de beatificación son secretos y se guardan en el Vaticano.

¿Necesita la Iglesia tener santos?

La Congregación para la causa de los Santos estudia anualmente unos 3.000 casos, parece que son muchos pero en realidad según fuentes vaticanas no dejan de ser uno por cada millón de católicos que hay en el mundo. ¿Realmente necesita la Iglesia tener santos? Para algunos expertos la respuesta es clara y afirmativa. “Sí - apunta Xavier Morlans, sacerdote y profesor en la Universidad de Teología de Cataluña - “necesitamos santos porque necesitamos testimonios. La fe se basa en Jesucristo como revelador del Padre y el testimonio es clave”.

Para otros rotundamente “no”, es el caso de Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, “dado que los criterios que se utilizan para beatificaciones no son nada evangélicos, soy contrario a este tipo de actos. No creo yo que en estos procesos se ponga el acento en los valores evangélicos y en las bienaventuranzas,  sino más bien en elementos externos que convierten a la figura en un dramaturgo que nada que tiene que ver con la cristiandad. Soy contrario radicalmente a este tipo de beatificaciones porque, además,  generalmente quedan fuera los que realmente deberían quedar representados ahí, pongo por ejemplo el caso de los jesuitas asesinados  en El Salvador en el 89 , monseñor Romero y otros muchos que sí que han dado  ejemplo al  mundo y han llegado a sacrificar por los demás su propia vida”.

El sacerdote, Javier Salazar, sólo recuerda que todos los años “ya celebramos el día de todos los santos en memoria de todos y cada uno de los cristianos que han muerto”.

Al final, si Juan Pablo II acaba siendo o no santo, será una decisión que deberán tomar los tribunales eclesiásticos. De momento, este hombre clave en la historia, tiene dictada a su favor la más favorable de las sentencias, la de esas gentes que por unanimidad creen que fue “un hombre bueno”.

Ser santo lleva su tiempo y, ni pisando el acelerador, el proceso evita extenderse inexorablemente a través de los años. Fíjense sino en el caso de Juan Pablo II, es el primer hombre de la tierra que será beatificado en un tiempo récord, seis años y 29 días después de su muerte y, aún así  cuando en un futuro sea proclamado Santo habrá pasado más de una década. En su caso, las puertas del cielo empezaron a abrirse desde el mismo instante en el que falleció, las 21:45 horas del 2 de abril de 2005. El pueblo pidió por aclamación popular, vox populi, que se le proclamara santo subito. De haber sido así, el proceso se habría saltado el paso previo a la santificación, la beatificación, pero el mismo Benedicto XVI tuvo dudas y tras consultar con la Curia Romana decidió cumplir las reglas canónicas y no saltarse paso alguno. La única excepción que aplicó fue la misma que a  la Madre Teresa de Calcuta: no hubo que esperar hasta cinco años después de su muerte para iniciar el proceso.

Juan Pablo II