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Los altos riesgos de emprender un proyecto empresarial
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Los altos riesgos de emprender un proyecto empresarial

Hacia finales de julio del año pasado, participé en una mesa redonda sobre emprender en femenino. En aquella mesa, organizada por la European Professional Women’s Network,

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Los altos riesgos de emprender un proyecto empresarial

Hacia finales de julio del año pasado, participé en una mesa redonda sobre emprender en femenino. En aquella mesa, organizada por la European Professional Women’s Network, participábamos cuatro mujeres, las cuatro emprendedoras.

Hablamos largo y tendido sobre los obstáculos que pueden tener las mujeres a la hora de emprender y cuáles son los aspectos claves que se necesitan para llevar adelante un proyecto de estas características.

Desde mi punto de vista, el/la emprendedor/a cuenta con un obstáculo fundamental, él o ella mismo/a. Con su capacidad mayor o menor de asumir riesgos y retos. Con su capacidad mayor o menor de soportar la frustración. Con su capacidad de ser más o menos flexible según las situaciones. Y con su honestidad, consigo mismo y con los demás, para saber cuándo debe dar fin al proyecto.

En la medida en que cada uno/a reconozca dónde está el tope en cada uno de esos aspectos, descubrirá si es un mayor o menor obstáculo a su propio proyecto empresarial. Y en la medida en que sepamos el grado de obstáculo que podemos llegar a ser en nuestro propio proyecto empresarial, podremos ponerle, o no, remedio.

De nada nos valdrá contar con el mayor importe de apoyo financiero conseguido hasta la fecha. De nada nos valdrá contar con socios adecuados. De nada nos valdrá contar con el equipo adecuado o con una cartera de contactos importantísima. Si no conocemos y ponemos remedio al obstáculo que podemos llegar a ser, el proyecto fracasará, de alguna o de otra forma. En mayor o menor tiempo.

1.- Asumir riesgos y retos
Emprender un proyecto empresarial es un reto. Es asumir riesgos, y generalmente, esos riesgos son altos. Empezando por el más simple, que no más sencillo, que es el de convertirse en empresario. Muchas veces, nos llama la atención el ser empresario, y se ve el aspecto brillante de la situación, y se desconoce el de la responsabilidad y el de la obligación. Se desconoce o se pasa por alto, que el empresario, tiene, ante todo, responsabilidades y obligaciones legales, que debe conocer y respetar. Sirve a una personalidad jurídica y como tal, debe salvaguardar los activos de la misma, gestionar sus pasivos, e incrementar su imagen y marca corporativa. Un empresario no está para hacer lo que quiere, está para asumir el riesgo de cuidar y respetar esa personalidad jurídica, y hacerla crecer.

Luego, vienen el resto de riesgos y retos. El riesgo de enfrentarte con la viabilidad técnica, económica y financiera de tu idea. El reto de sacarla adelante. Con mucho esfuerzo y con mucho tesón. Y dentro de esta generalidad de riesgos, existen múltiples individuales. El riesgo de equivocarte. El riesgo de tropezar. Y el mayor de todos, el riesgo del NO.

2.- Soportar la frustración
El riesgo del NO. Todos queremos que nos digan que sí. Soportamos mal el no. Algunos mal y otros peor. Y si no sabemos soportar bien el no, ¿cómo sobrevivir sin llevar una herida en la autoestima? Porque una herida en la autoestima, en una herida en el proyecto. Aunque no quieras. Tú estás herido y enfocarás el proyecto herido. Y cuantas más veces te digan que no, mayor se hará la herida. Y esa herida, terminará con la pasión y con la ilusión. Y con el proyecto. Sin pasión y sin ilusión, no hay proyecto posible.

3.- Capacidad de ser más o menos flexible
Como empresarios, cada día nos enfrentaremos a multitud de circunstancias que requerirán de nosotros una respuesta. Y tendremos que dar esa respuesta, meditada y serena. Tendremos que analizar las cosas, los hechos, y pensar en la forma de resolverlas. Templar nuestros nervios y decidir qué es lo que vamos a hacer. Si vamos a ser flexibles o no. Y en qué grado. Y a la hora de llevarla a cabo, se impondrá también, la flexibilidad. Para cambiar, si vemos que no va por el camino que supusimos. No cabe el tiempo dedicado al “yo pensé que...”, cabe el tiempo de ser flexible y tomar otro camino, por el bien del proyecto y de la empresa. Cabe la honestidad.

4.- Honestidad
La honestidad contigo mismo. La honestidad de ver si eres un obstáculo o no para la buena marcha del proyecto, para la salvaguarda de la persona jurídica. La honestidad de ver tus propias dificultades, aquellas que pondrán en riesgo tu proyecto. La honestidad de saber si podrás convivir con ellas y, pese a ellas, llevar adelante el proyecto. La honestidad, contigo y con los demás, de reconocer cuando ha llegado el final del proyecto. La honestidad de decirlo y de ponerle fin. O de dejarlo en mejores manos que las nuestras.

Capacidad, resistencia a la frustración, flexibilidad y honestidad. Eso es lo que nos define y eso es lo que nos condiciona. Como empresarios. Como emprendedores. Y eso es lo que determina los mayores riesgos de un proyecto de estas características. El mayor riesgo somos nosotros mismos...

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Olivia González
Socia-directora de MyO Company, una consultora tecnológica y de gestión estratégica. MyO Company es su tercera iniciativa como emprendedora. Anteriormente fue cofundadora de una empresa de inversiones y de una consultoría de ingeniería civil. Mantiene la participación en la consultoría de ingeniería civil. Es doctora ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid y EXECUTIVE MBA por el Instituto de Empresa Business School.
 
Twitter: @olivaggonzalez

Hacia finales de julio del año pasado, participé en una mesa redonda sobre emprender en femenino. En aquella mesa, organizada por la European Professional Women’s Network, participábamos cuatro mujeres, las cuatro emprendedoras.