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La increíble historia del iPad viajero
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DE COLORADO A AUSTRALIA

La increíble historia del iPad viajero

Greg acababa de acomodarse en su hotel. Habían dado comienzo las vacaciones en Italia para este joven australiano, y se dispuso a abrir la maleta y

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La increíble historia del iPad viajero

Greg acababa de acomodarse en su hotel. Habían dado comienzo las vacaciones en Italia para este joven australiano, y se dispuso a abrir la maleta y colocar su ropa en los armarios de la habitación. Al abrir uno de los cajones, el joven descubrió, para su sorpresa, que en el fondo se encontraba un flamante iPad. Dudó unos instantes, pero finalmente decidió llevárselo de vuelta a Australia con el objeto de intentar localizar a su dueño y devolverle el preciado dispositivo. No crean que el asunto fue fácil y la rocambolesca historia terminó con un final feliz gracias a la solidaridad de los usuarios y el poder de la web, con intervención de particulares y empresas.

200 dólares en portes

Ya instalado en casa y con más tiempo, Greg comenzó a navegar por el dispositivo para intentar dar con su dueño. No el costó mucho: el iPad pertenecía a Leisha, una ama de casa de Colorado. De inmediato, se puso en contacto con ella y acordaron el envío del dispositivo desde Australia, pero lo que parecía que iba a concluir con un final feliz dio comienzo a un auténtico quebradero de cabeza. Lo primero que hizo Greg fue contactar con Apple con la esperanza de que la marca de la manzana se hiciera cargo del transporte en algún tipo de valija interna.

Fracaso. Apple rehusó hacerse cargo del transporte: el porte debería ser pagado por receptor o remitente. Así que se dirigió a una empresa de mensajería con el paquete y la situación se tornó surrealista: el envío del iPad le costaría 200 dólares (según parece, la legislación australiana es muy estricta con los envíos de productos que cuentan con una batería interna no reemplazable). El envío por medios convencionales quedaba descartado.

Pero el honrado poseedor del iPad era inasequible al desaliento y probó nuevas vías. Greg se puso en contacto con el conocido blog TUAW y expuso su situación a Erica Sadun, quien inmediatamente redactó un artículo solicitando ayuda para este par de desafortunados. El propio blog contactó en varias ocasiones con Apple pero no obtuvo resultado, así que Sadun solicitó consejo a los lectores e incluso propuso a alguna empresa patrocinar el envío.

La mecha ‘social’ se había encendido. Las respuestas con posibles alternativas comenzaron a llover de forma inmediata. “Estaré en Sidney la semana que viene y luego vuelvo a San Francisco, si alguien me acerca el iPad se lo llevo”, se ofreció un lector. Otros proponían alternativas de envío, pero no fue un particular finalmente quien solucionó el entuerto.

Una empresa radicada en Brisbane realizaba grabaciones en láser a múltiples equipos, y entre ellos los iPad. Esta firma enviaba habitualmente material a Epilog Laser, sociedad ubicada causalmente en Colorado, y entre ambas se pusieron de acuerdo en cerrar el envío de forma totalmente gratuita para las partes implicadas. Una demostración de la fuerza de Internet y la solidaridad de los usuarios que han sido reflejados en otro artículo en el que se describe el desenlace de la historia. Los lectores se muestran ahora divididos con la moraleja de la historia. Unos afean el despiste de la propietaria (aunque ella asegura que se lo robaron) y otros se congratulan por el final feliz: “todavía se puede confiar en el ser humano”, escribe un lector.

Greg acababa de acomodarse en su hotel. Habían dado comienzo las vacaciones en Italia para este joven australiano, y se dispuso a abrir la maleta y colocar su ropa en los armarios de la habitación. Al abrir uno de los cajones, el joven descubrió, para su sorpresa, que en el fondo se encontraba un flamante iPad. Dudó unos instantes, pero finalmente decidió llevárselo de vuelta a Australia con el objeto de intentar localizar a su dueño y devolverle el preciado dispositivo. No crean que el asunto fue fácil y la rocambolesca historia terminó con un final feliz gracias a la solidaridad de los usuarios y el poder de la web, con intervención de particulares y empresas.

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