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El día que Instagram perdió la virginidad en casa de Mark Zuckerberg
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LA COMPRA DE FACEBOOK SE CULMINÓ EN UN FIN DE SEMANA

El día que Instagram perdió la virginidad en casa de Mark Zuckerberg

La tarde del 6 de abril 2012, mientras esperaba a su socio, Mike Krieger, en el andén de una estación de Palo Alto, toda su vida

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El día que Instagram perdió la virginidad en casa de Mark Zuckerberg

La tarde del 6 de abril 2012, mientras esperaba a su socio, Mike Krieger, en el andén de una estación de Palo Alto, toda su vida pasó por la mente de Kevin Systrom transformada en imágenes. El creador de Instagram acababa de salir de casa de Mark Zuckerberg. El CEO de Facebook había puesto sobre la mesa una oferta para comprar la aplicación gratuita por 1.000 millones de dólares, 300 de ellos en efectivo y el resto en acciones, precisamente cuando la red social contaba los días para salir a bolsa.

Pocas semanas antes, tras un evento en Arizona, Kevin Systrom había coincidido con el creador de Twitter, Jack Dorsey, y el director financiero de la red de microblogging, Ali Rowghani. En el estado sureño, alrededor de una hoguera, mientras compartían unos tragos, los responsables de Twitter también lanzaron una oferta al creador de Instagram. Entre copa y copa, hablaron de 500 millones de dólares.

La respuesta de Systrom fue que lo pensaría. En juego estaba mantener la independencia de una compañía que entonces aún contaba con un equipo de trece personas y que, en apenas 18 meses de vida, había superado los 30 millones de usuarios. O la opción contraria, despegar el vuelo definitivamente para entrar con honores en la primera división de Silicon Valley. Tal como cuenta el propio Kevin Systrom en una reciente entrevista en Vanity Fair, la publicación donde el creador de Instagram ha contado los secretos de la negociación, sentía que se le estaba pasando el arroz.

No obstante, antes de aquella improvisada reunión alrededor de la hoguera, se había producido otro movimiento. En aquella época, el crecimiento de las bases de datos de Instagram era espectacular. Sin embargo, su capacidad financiera se estaba agotando. Hasta entonces, Instagram sólo había cerrado dos rondas de financiación significativas. La primera, en 2010, por valor de 500.000 dólares, a cargo de Andreessen Horowitz y Baseline Ventures; y la segunda, en febrero de 2011, de 7 millones de dólares, esta vez a cuenta de un grupo de inversores privados, entre los que se encontraba el propio Jack Dorsey, de Twitter.

En esas circunstancias, Kevin Systrom recibió una llamada de otro inversor estrella del circuito norteamericano. Su nombre, Roelof Botha, de la firma Sequoia capital. Su oferta: 50 millones de dólares. Todas las cartas estaba ya sobre la mesa: la suerte de Instagram parecía echada.

El daño ya estaba hecho, pero Systrom retiró inmediatamente esa mención de la letra pequeña, tomándose el percance como un aprendizaje. "El problema es que hicimos el acuerdo con demasiada rapidez. No había nadie que dijese: '¿Por qué estamos incluyendo esta cláusula sobre publicidad si no estamos haciendo publicidad todavía?'. Ésa es la pregunta que me he estado haciendo. Yo cometí ese error, es mi culpa".

A medio plazo, el contratiempo no ha afectado al flujo ascendente de nuevos usuarios de Instagram. Si bien, en un primer momento, la ola de indignación significó una pérdida masiva de registros y actividad, de la mano de Facebook Instagram ha superado los 100 millones de usuarios activos al mes, justo la mitad de la cifra obtenida por Twitter en siete años de existencia.

Muchos les acusan de haber vendido la empresa demasiado pronto, pero los creadores de Instagram creen que, por cada caso de éxito, existen cientos de plataformas muertas en los cementerios digitales. No estaban dispuestos a zozobrar: por eso vendieron. De todas formas, Systrom aún no ha abierto, a día de hoy, la botella de whisky de 100 años que guarda para celebrar algún momento épico. "Todavía estoy esperando la ocasión", dice. Los 1.000 millones de Facebook no fueron suficientes.

La tarde del 6 de abril 2012, mientras esperaba a su socio, Mike Krieger, en el andén de una estación de Palo Alto, toda su vida pasó por la mente de Kevin Systrom transformada en imágenes. El creador de Instagram acababa de salir de casa de Mark Zuckerberg. El CEO de Facebook había puesto sobre la mesa una oferta para comprar la aplicación gratuita por 1.000 millones de dólares, 300 de ellos en efectivo y el resto en acciones, precisamente cuando la red social contaba los días para salir a bolsa.

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