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No, no serás tú el que acabe comiendo insectos, será ese pollo que estás cocinando
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Un negocio mucho más rentable

No, no serás tú el que acabe comiendo insectos, será ese pollo que estás cocinando

La industria de la cría de insectos para producir proteína animal se está desarrollando rápidamente, pero sus principales clientes no somos los seres humanos

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(Foto: Reuters)

¿Te atreverías a comer insectos para salvar el planeta? ¿Te suena esa frase? Seguro que ya la has escuchado, porque durante los últimos años, organizaciones medioambientales, científicos e instituciones internacionales han intentando convencer a los consumidores de que, para mitigar los nefastos impactos medioambientales de la carne, deberíamos incorporar los pequeños invertebrados a nuestra dieta diaria.

Así, según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO en sus siglas en inglés), “los insectos tienen una alta eficiencia de conversión [de comida en proteína] porque son de sangre fría”. Los insectos necesitan de media 2 kilos de comida para producir un kilo de insectos, mientras que en el caso del ganado, la media es de 8 kilos. Además, resalta la FAO, los insectos requieren de menos agua y también de menos suelo que las granjas de cerdos o pollos. “Los cerdos producen entre 10 y 100 veces más gases de efecto invernadero por kilo que las lombrices”, asegura la agencia internacional.

Sin embargo, la idea no termina de calar entre los consumidores occidentales y la industria ha encontrado otros clientes menos exquisitos para sus grillos y gusanos: los pollos y cerdos que terminan en nuestros platos. “Hay una barrera cultural cuando se trata de comer insectos, aunque está desapareciendo gradualmente”, asegura Arnold van Huis, un entomólogo de la universidad holandesa de Wageningen. “Pero ahora el uso de insectos como alimento para animales está despertando cada vez mayor atención”, afirma el científico.

A pesar de las campañas de concienciación, Naciones Unidas calcula que el consumo de carne se duplicará de aquí a 2050, y las granjas necesitarán cada vez mayores cantidades de proteína para alimentar a sus animales. Y los insectos pueden convertirse en el sustituto perfecto a la soja o el aceite de pescado que se utilizan ahora. Una idea que no es descabellada, asegura Van Huis, ya que muchos de esos animales se alimentan naturalmente de insectos, aunque no han sido desecados y triturados, como cuando se utilizan para piensos.

La solución no sirve sólo para pollos y cerdos, sino también para las numerosas especies de peces que cada vez más proceden de piscifactorías, como la tilapia, las truchas o varios crustáceos. Así según la FAO, los insectos podrían sustituir entre el 25 y el 100% de los piensos a base de soja o pescado para estas especies sin efectos adversos y sin que se note demasiado en el sabor de la carne obtenida. Y el cambio podría llegar incluso a los animales de compañía, para quienes también se están estudiando piensos a base de invertebrados.

¿Salvación contra el cambio climático?

La mayoría de los informes que señalan las bondades de la producción de insectos, comparan su impacto medioambiental con el de la industria cárnica tradicional. “La producción de gases de efecto invernadero por parte de la mayor parte de los insectos probablemente será menor a la del ganado convencional”, asegura la FAO en un informe. ¿Qué ocurre cuando no se sustituyen sino que se complementan? “A menudo se están haciendo las comparaciones erróneas. Se compara a los insectos con la huella medioambiental de otros animales, pero hay que compararla con la de la soja si se va a utilizar como pienso”, asegura Elaine Fitches, especialista en insectos en de la Agencia de Investigación sobre la Comida y el Medio Ambiente del Reino Unido.

Y las previsiones apuntan a que esa será más bien la tendencia. Así, según la consultora Research and Markets, la industria de la producción de insectos para convertirse en piensos sobrepasará los 1.000 millones de dólares anuales en el año 2022, el doble de lo registrado en 2017. Un crecimiento mucho más rápido que el de la industria de insectos para alimentación que, según la consultora Global Market Insights, sobrepasará los 710 millones de dólares en 2024, un incremento del 43.5% respecto a los 55 millones de dólares registrados en 2017.

La tendencia ya se está notando en países como Tailandia, donde tradicionalmente se han consumido insectos como parte de la dieta local y que se ha convertido en uno de los principales productores mundiales. “Hay más demanda que producción, aunque los precios han bajado porque hay más competencia”, asegura Naroumol Intharasit, una pequeña productora del norte de Tailandia.

De qué se alimenten los insectos será fundamental para determinar el impacto final de toda la cadena, asegura Elaine Fitches. “No tiene mucho sentido [medioambientalmente] alimentarlos con soja, porque eso se les puede dar directamente al ganado”, comenta. “La producción de piensos es uno de las mayores problemas de impacto medioambiental en los sistemas de ganado convencional, y los sistemas de producción de insectos no son una excepción”, asegura un artículo publicado por Van Huis.

Sin embargo, algunos están intentando matar dos pájaros de un tiro y solucionar a través de los insectos otro de los problemas acuciantes de nuestro tiempo: el del despilfarro alimentario. Así en Jinan, en la provincia China de Shandong, una granja está utilizando las cucarachas para reducir las montañas de basura de la ciudad, alimentándolas con los restos de comida que producen los restaurantes locales y convirtiéndolas después en pienso animal.

Van Huis asegura que el mejor camino es el más corto: volver a la idea original de comer directamente los insectos. “Estos insectos pueden contribuir a una economía circular”, asegura el científico. “La resistencia a comer insectos se puede superar, pero nos va a llevar tiempo. Los cambios drásticos en la dieta llevan tiempo”.

¿Te atreverías a comer insectos para salvar el planeta? ¿Te suena esa frase? Seguro que ya la has escuchado, porque durante los últimos años, organizaciones medioambientales, científicos e instituciones internacionales han intentando convencer a los consumidores de que, para mitigar los nefastos impactos medioambientales de la carne, deberíamos incorporar los pequeños invertebrados a nuestra dieta diaria.

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